capítulo 7
-Su mesa, señor.
-Gracias.
-¿Qué desea tomar?
-Estoy esperando a alguien.
-¿Le traigo una bebida?
-Una jarra de agua muy fría, por favor.
-Enseguida.
Normalmente, habría pedido una cerveza para relajarse y aliviar las tensiones del día, pero ese día no estaba pensando en el trabajo. La tensión que sentía era apasionante y quería disfrutar de ella, para ello deseaba tener todos los sentidos bien despiertos. Ya pediría vino cuando llegara Haru. Una copa o dos durante la cena no enturbiarían su mente.
Se acomodó en el asiento y miró a su alrededor. Le gustaba el color y el movimiento del muelle. Pensó que nunca se había sentido tan vital esperando por una mujer.
Echo un vistazo al reloj y vio que aún faltaban cinco minutos para las siete. Había reservado una mesa en la terraza, bajo los arcos que conducían al teatro de la ópera. Naruto estaba en el lugar ideal para verla llegar. Estaba ensimismado en el ir y venir de la gente. Normalmente, tenía demasiada prisa para pararse a mirar; pero esa noche, todo era especial, incluso el aire olía mejor.
Hacía mucho calor para ser noviembre y se estaba muy bien en el exterior. En la calle, había turistas que aprovechaban los últimos rayos de sol para tomar sus fotografías y personas vestidas de noche que se dirigían a algún evento.
Su mirada errante la descubrió entre la gente cuando aún estaba a unos cincuenta metros. Su presencia le cortó la respiración. Ella brillaba con luz propia. El resto de la escena que había estado observando se desvaneció.
Llevaba su maravilloso pelo suelto y parecía como si una cascada le cayera sobre los hombros. Se había quitado el traje negro, un desatinado recordatorio de su extinguida relación con Hinata. El vestido era como el sol del amanecer con suaves ondas amarillas y naranjas que se mecían con cada paso que daba. Llevaba un echarpe sobre los hombros y un bolso dorado en la mano.
Al final de sus largas piernas llevaba unas sandalias también doradas.
Estaba preciosa, absolutamente divina. Arrebatadora y femenina. Nada más verla Naruto se levantó como movido por un resorte. Tuvo que hacer un esfuerzo para contener el instinto sexual que ella despertaba en él y que pedía ser satisfecho.
Embistiendo como un toro...
El aviso de Shikamaru lo había afectado de lleno y respiró hondo para relajarse. «Tómate tu tiempo para conocerla», se dijo muy serio. Sin embargo, todo su ser le gritaba que nada importaba, solo ese sentimiento urgente de estrecharla en sus brazos.
El movimiento repentino de un hombre que se había puesto de pie en una de las mesas de fuera del restaurante llamó la atención de Sakura. El corazón le dio un vuelco. Era Naruto, esperándola, viendo cómo se acercaba.
Sigue andando, se dijo con determinación. Hizo todo lo posible para no trastabillar; no quería mostrar la incertidumbre que sentía sobre esa cena. Aunque, pensándolo bien, esos nervios eran bastante normales en una mujer que acude a una primera cita. Debería estar encantada de encontrarlo esperando por ella. Haru Sakurai lo estaba, era la Sakura Haruno de dieciséis años la que dudaba. Pero de esto hacía nueve años
Tuvo la extraña sensación de que un túnel se abría entre ellos. Naruto, al otro extremo, irradiaba tal magnetismo, que sentía su propia sexualidad a flor de piel. La gente que había alrededor de ella, de pronto, había desaparecido y solo Naruto y ella eran reales. Nada más importaba. Ni siquiera era consciente del movimiento de sus piernas, solo podía apreciar que cada vez estaba más y más cerca. Todo su cuerpo se estremeció al imaginarse cómo sería cuando se tocaran.
Naruto se había quitado el traje de chaqueta que llevaba en la oficina y se había puesto una camisa granate y unos pantalones negros. De alguna manera, la ropa informal resaltaba su físico masculino. Al mismo tiempo, proyectaba una fuerza que la excitaba y la asustaba a la vez haciéndola sentir muy vulnerable.
Dirigió la mirada a su cara, tan atractiva, que la hacía soñar. El sonrió y entonces fue como si un estallido de rayos de sol borrara cualquier miseria del pasado.
«Soy Haru», pensó mientras le devolvía la sonrisa- «Haru Sakurai».
Naruto rodeó la mesa y le ofreció una silla. Un gesto muy caballeroso y cortés cada día más inusual.
-Estás preciosa -le dijo con una voz tan aterciopelada, que un escalofrío le recorrió la columna vertebral.
-Gracias -contestó con la cabeza llena de burbujas.
Él señaló hacia la silla y ella se sentó. No le había ofrecido la mano como saludo, ningún contacto; sin embargo su sola cercanía emitía un calor que le acariciaba la piel.
¿Se lo había imaginado o realmente le había acariciando el pelo antes de volver a su sitio?
Quizás había sido la suave brisa del puerto.
-Hace una noche preciosa -comentó, ignorando los frenéticos latidos de su corazón.
-Perfecta -respondió mirándola con intensidad.
-¿Es este tu restaurante favorito?
-Es bueno y está a mano. Vivo muy cerca de aquí.
-¡Ah!
¿Tendría la cama y el desayuno en su agenda?
Había dicho que quizás ella quería lo mismo, pero... ¿realmente lo quería? ¿Tan rápido?
Él la miró interrogante.
-¿Te molesta?
-No, ¿por qué habría de molestarme? -contestó, encogiéndose de hombros-. Tenías que vivir en alguna parte. Aunque, tiene que ser caro vivir de alquiler en esta parte de la ciudad.
-No vivo de alquiler. Compré uno de los pisos que hay encima de los arcos.
-¿Estos arcos?
Era imposible ocultar su sorpresa. Recordaba que su familia era rica, pero nunca pensó que fueran millonarios. Porque un piso en Benelong Point, con vistas al puerto- ¿Habría Naruto conseguido tanto dinero con su nuevo negocio?
-Realmente te molesta.
-No, lo que pasa es - es que es mucho dinero. No me había dado cuenta.
Debería habérselo figurado después de ver la fiesta en la Colina del Observatorio y las oficinas que tenían en Gleb. ¿También le pertenecerían?
-¿No te habías dado cuenta de qué?
-De lo rico que eres -dijo bruscamente.
-¿No me iras a poner una cruz negra por eso?-preguntó con una sonrisa.
Sonaba absurdo. ¿Cómo se podía pensar que el dinero obtenido con el trabajo y el talento pudiera ser algo negativo? Sin embargo, eso lo colocaba muy por encima de ella. Normalmente, tenía que hacer malabares para llegar a fin de mes. Se preguntó quién sería Hinata Hyuga.
Todo este tiempo había pensado en Naruto como en el chico que había conocido en el pasado, el chico al que había amado. ¿Y él? ¿Cómo había pensado en ella? ¿Cama y desayuno?
-¿Qué pasa Haru? -preguntó con suavidad.
Haru...
Ella había cambiado mucho desde entonces.
Él también.
Ahora, era un nuevo juego y tenía que aceptarlo como venía. De repente, la búsqueda de un sueño, de un antiguo sueño, le parecía una estupidez. Y sin embargo, al mirar a Naruto sentía la misma atracción que había sentido siempre. Incluso más.
Tomó aliento y le dijo la verdad sobre ella.
-No soy de tu clase. Soy una cantante profesional, me gusta cantar y vivo de ello; pero no nado en la abundancia.
-No hay nada de malo en eso. No hay mucha gente que pueda vivir de lo que realmente le gusta. Me parece fenomenal que tú lo hayas conseguido. Debe de ser un campo realmente duro. Te admiro por haberlo intentado y por haberlo conseguido -le dijo, inclinándose hacia ella con una mirada de aprobación.
Palabras dulces, persuasivas... ¿serían sinceras?
-Comparto el alquiler de un piso en Ryde. Desde luego, no se puede considerar clase alta-declaró, queriendo dejar bien claro el tema del nivel económico y social.
Él le sonrió.
-Cuando yo llegué a Sydney, alquilé un cuartucho en Surrey Hills. Era todo lo que podía permitirme. Entiendo lo que significa vivir con pocos medios, Haru. Y lo respeto.
-Pero ahora es diferente para ti y, obviamente, estás acostumbrado a que sea así.
¿Acaso pensaba que podía comprarla?
¿Había atraído su dinero a Hinata Hyuga?
-Solo son cosas, Haru -continuó con una voz más intensa-. Como cenar en este restaurante cada vez que quiera, conducir un coche bueno, viajar al extranjero, vivir con lujo... Y todo eso está muy bien, me gusta. Pero no satisface todas mis necesidades. ¿Satisfaría todas las tuyas? -le preguntó con mirada ardiente.
Ella se sonrojó.
-No soy una cazafortunas.
-Y yo no busco una aventura barata contigo.
-¿Qué es lo que quieres de mí? -lo retó.
-Conocerte.
-Hay muchas formas de conocer a una persona. ¿Qué es lo que te interesa? -le preguntó con una pizca de cinismo.
-Todo.
Le encantaría poder creer sus palabras. Lo miró fijamente a los ojos y su mirada le pareció sincera. Ino debía de estar equivocada. Naruto quería conocerla, no estar con ella solo una noche.
-¿Te ha herido algún tipo rico, Haru? -le preguntó con dulzura.
-¿Por qué piensas eso? -le preguntó sonrojándose.
-En primer lugar, porque eres absolutamente preciosa. Tu compañía podría inflar el ego de cualquier hombre y los tipos ricos suelen ver en la belleza de la mujer el reflejo de su éxito.
-¿Tú también?
Él negó con la cabeza.
-La belleza es algo material, como el dinero. Pero me sorprende que te moleste que sea rico.
-No... No es eso -dijo gesticulando con las manos-. Es que... ni me había dado cuenta. Ha sido una sorpresa. Me siento como una tonta.
Él le tomó una mano y la sujetó entre las suyas con la intención de tranquilizarla. Al sentir su mano atrapada en las de él, una ola de calor le recorrió el cuerpo y la hizo temblar de deseo.
-Vamos a damos una oportunidad, Haru. ¿Es eso pedir demasiado?
No -susurró respirando con dificultad.
Le estaba acariciando la palma de la mano con el pulgar mientras que con su mirada le suplicaba que lo creyera.
-Creo que...
Naruto iba a añadir algo cuando un camarero les interrumpió para ofrecerles la carta. El momento se había esfumado y Sakura se sintió frustrada porque sabía que Naruto había estado a punto de decirle algo importante.
Naruto retiró su mano para concentrarse en el camarero que les estaba enumerando las especialidades del día.
Ella estaba demasiado distraída para escuchar lo que decía y, cuando Naruto le preguntó si quería algo, tuvo que pedirle al camarero que volviera a decirle lo que había.
Aun así, la lista de comida que sugería no le sonaba familiar. Los restaurantes caros como ese no formaban parte de su vida. Pero antes de revelar su ignorancia, le pidió ayuda a Naruto.
-¿Qué me recomiendas?
-¿Te gustan los mariscos?
-Me encantan.
-Aquí preparan muy bien los calamares y los centollos.
-¿Es eso lo que vas a tomar tú?
-Sí.
-Entonces, yo tomaré lo mismo.
Naruto pidió la comida.
-¿Y para beber?
-Pónganos una botella de The Brown Brothers Chardonnay -respondió Naruto sin mirar a la carta de vinos-. ¿Te parece bien? -preguntó a Sakura con una sonrisa.
-Sí, claro -respondió rápidamente, aunque ese vino era un misterio para ella-, Pero no voy a beber mucho -le advirtió-- Tengo que conducir.
-Entiendo -respondió sin reprocharle nada ni intentar convencerla.
Esto tranquilizó el torbellino interior de Sakura. Si Naruto hubiese tenido en mente seducirla esa noche, seguramente habría intentado persuadirla.
El camarero recogió las cartas que ni siquiera habían mirado y se marchó.
Sakura volvió a reflexionar sobre lo que habían estado hablando antes de que los interrumpieran.
Deseó poder preguntarle a Naruto qué era lo que creía, pero pensó que era decisión suya si quería continuar o no con el tema. Podría parecer demasiado directa, demasiado ansiosa, si era ella la que retomaba la conversación.
-¿Te apetece agua? -le preguntó, tomando la jarra de la mesa.
-Sí, por favor.
Naruto le llenó el vaso.
Se volvieron a mirar a los ojos. Él parecía satisfecho y seguro de sí mismo. Quizás esa actitud fuera la clave de su éxito en los negocios.
Siempre había sido así y esa seguridad formaba parte de su carácter. Sakura recordó que él siempre había sido un líder, incluso cuando eran niños. Todos seguían sus sugerencias, sus decisiones... sus juegos... Era inteligente y valiente y todos querían estar con él.
¿Se trataría este de un nuevo juego para él?
«Vamos a damos una oportunidad».
Era estúpido dejar que las dudas se interpusieran entre ellos.
Solo el hecho de llegar hasta allí era como un sueño que se había hecho realidad. Ahora quería seguir adelante, tomar este tren, independientemente de cuál fuera el destino.
Ocupada en sus pensamientos, no se había dado cuenta de que la expresión de Naruto había cambiado. Pero, cuando habló, sus palabras hicieron que su calma se evaporara.
-Me recuerdas a alguien que conocí una vez.
Había pronunciado las palabras con suavidad y dulzura, pero había tensión en su cuerpo y en su mirada, y un puño de acero le oprimió el corazón.
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