Capítulo 6
Salgo de clase hecha una furia, aunque lo consigo disimular lo justo para que mis amigos no se den cuenta. Sin querer, tanto en el pasillo como en el patio, busco a ese indeseable pero no hay ni rastro. Mejor para él, como le pille le voy a dejar las cosas claras.
Me despido de Irantzu y Hugo, que están enfrascados en un nuevo debate y tomo el camino hacia casa. Para mi sorpresa, nada más girar la esquina, me encuentro con Mikael que espera apoyado en la verja. Aunque sigo furiosa con él, decido casi al instante que quizás la mejor estrategia sea mostrarme indiferente, así que continúo mi camino sin mirarle siquiera. Quizás, después de todo, esté esperando a otra persona.
No tardo en comprobar que no es así, pues en cuanto paso a su lado, me alcanza y adecúa su paso al mío.
—¿Te estás haciendo la difícil? —pregunta con un tono meloso.
—Hacerme la difícil contigo sería entrar en tu juego y no voy a caer. Te lo aseguro.
Acelero un poco, esperando que con eso demos por finalizada nuestra corta conversación y se vaya a buscar su moto o algo, pero no. Ahí sigue.
—Venga, Olivia... No seas así conmigo. Solo quiero que seamos amigos.
—Yo ya tengo amigos. No necesito más —refunfuño.
—Sí, pero no son igual que nosotros. ¿No quieres tener alguien con quien hablar de lo asquerosa que está la comida del instituto? ¿O lo que darías por dar un buen trago de sangre caliente? ¿Y qué me dices de lo difícil que es mantener la compostura a diario?
No lo había pensado así. Hasta ahora siempre me he apoyado en Camille, sin embargo llevamos cincuenta años compartiendo la misma vida y ya hay poco de lo que no hayamos hablado un millón de veces. Aun así, no sé si lo que Mikael propone es una buena idea. Sigo pensando que es un tío que se va a meter en más de un problema y no quiero verme arrastrada a sus movidas.
—Si tan necesario consideras tratar con un igual, cambia de pueblo. Busca a otro vampiro y dale la tabarra a él. Yo ya tengo a Camille.
Veo cómo apoya la mano contra su pecho en un acto lleno de dramatismo.
—¡Ay! Acabas de herir mi pobre y maltrecho corazón. No seas tan mala conmigo...
—¡Es lo que te mereces! —protesto, dejando que la ira me invada de nuevo. Me detengo y le encaro—. Tienes todo un instituto al que molestar. ¿Por qué estás empeñado conmigo? Y por cierto ¿cómo demonios has conseguido mi número?
En vez de acobardarse, una sonrisa de suficiencia se dibuja en su rostro.
—Tengo mis artimañas. Lo cierto es que ha sido de lo más fácil.
—Bueno, pues ya lo estás borrando. No quiero que me escribas, ni que me llames, ni nada. Vete detrás de... no sé... Vanesa. Es una de las chicas más populares. Un pibón. Además, seguro que está dispuesta a cumplir todos tus deseos. Según me han dicho, no dice que no a nada.
—No has contestado a mi pregunta —me recuerda, ignorando totalmente lo que acabo de decirle.
—¿Qué pregunta?
—¿A quién morderías?
¿Me lo está diciendo en serio? Sin querer, se me escapa una carcajada y comienzo a andar de nuevo.
—Pareces un verdadero adolescente. Esa pregunta me suena a la típica de ¿a quién besarías, con quién te casarías y a quién matarías?
—Cambia el "besar por morder" y me vale.
—¡No voy a contestar a eso!
Está loco si cree que me voy a comportar con él como si estuviera hablando con Irantzu o Hugo. Ni siquiera ante ellos confesaría algo así.
—Si lo haces, te dejo en paz.
Uff, demasiado jugosa esa propuesta.
—¿De verdad? ¿Ni mensajes, ni llamadas? ¿Nada de acosarme en la cola del comedor?
—Eso es.
Y lo dice tan serio que me lo creo.
—Bien. Empezaré por el final. ¿A quién mataría? Esa es fácil: a ti.
Me sorprendo cuando veo cómo aprieta sus labios hasta que estos forman una fina línea. Mi respuesta le ha molestado. ¿Y qué esperaba?
—Vaya. Es la segunda puñalada que me pegas hoy. Menos mal que no tienes una estaca, si no, harías realidad tu deseo.
—¿Es que no querías que fuera sincera? Haber avisado, hombre.
Se relaja un poco al ver que le vacilo y en realidad resulta un alivio. Aunque sea un pesado, no soy tan mala como para querer herirle.
—Vamos, sigue. ¿Con quién te casarías? ¿Hay algún príncipe azul a la vista?
No tengo ni que pensarlo.
—Martín.
—¿Ese es el capitán del equipo de baloncesto?
Es curioso que sepa de quién hablo.
—Vaya, para ser un recién llegado, estás muy al día.
—Una chica ayer me dijo que era el contrapunto de Martín. Que él es el chico bueno y yo el malo. ¿Es así? ¿Es eso lo que te gusta de él? ¿Que sea un tío formal?
No sé quién le diría eso, pero dio en el clavo. Mikael y Martín son como el día y la noche. No solo en cuanto al físico, también en su forma de ser. Totalmente antagónicos.
—Sois muy diferentes, sí. Y Martín... es un buen partido. Tiene unas notas estupendas, es un gran deportista, está en el club de matemáticas...
—Ya, claro. ¿No se te olvida decir lo guapo que es?
No me lo puedo creer.
—Venga... con la antigüedad que tienes no me digas que aún te importa el físico —le recrimino.
—Liarte con alguien que está bueno siempre es un plus.
Típico de muchos tíos.
—Pues sí, es guapo. Pero eso no es lo principal. Es alguien que siempre trata bien a los demás. Y eso dice mucho de él.
—Vale sí, ya lo pillo. Es perfecto —gruñe—. ¿Y a quién morderías?
Un nombre viene a mi mente sin querer.
—A nadie —miento.
—No me engañas. Estás pensando en alguien.
¡Será capullo! No sé cómo lo hace pero me tiene calada.
—De acuerdo. —Suelto un resoplido—. ¡A Luca! ¿Contento?
—Luca... —Durante un momento duda y casi me alegro de que no sepa a quién me refiero. Sin embargo, su expresión cambia y parece realmente sorprendido—. ¿Él? No le conoces ¿verdad?
—¿Acaso tú sí?
—Está claro que más que tú. ¿Por qué él?
Y le doy una respuesta que solo Mikael puede entender.
—Me atrae su olor. Es, no sé... denso, profundo. Como estar en medio del bosque después de una tormenta.
—Petricor, olor a tierra mojada. A eso te refieres ¿no?
—¡Justo eso!
Una media sonrisa asoma mientras niega.
—Esto va a ser muy divertido...
—¿Qué quieres decir?
—Ya lo sabrás.
Se detiene y entonces me doy cuenta de que estamos frente a mi casa.
—Bien. He cumplido mi parte, cumple tú con la tuya y déjame en paz.
—Eso está por ver.
—¿Perdona? ¿Eso es lo que vale tu palabra?
—Quizás sí que soy el chico malo después de todo.
Me guiña un ojo y sin borrar la descarada sonrisa de sus labios, se aleja.
—¡No me hagas buscar una estaca, Mikael!
Al darme cuenta de lo que acabo de gritar, miro a mi alrededor asustada, pero por suerte no hay nadie más cerca. Y si lo hubiera, tampoco creo que se tomara ese comentario al pie de la letra.
¡Hola a todas, todos y todes! ¿Qué tal estáis? Seguro que pensáis que ya me había olvidado de actualizar. ¡Qué va! Solo que he tenido esta semana un poco liadilla, pero ya veis que al final cumplo.
Y bien, ¿qué me decís? ¿Adoramos a Mikael o le odiamos? Olivia lo tiene claro, aunque yo creo que con el tiempo no será así y puede que incluso se lleven bien. ¡O se matan el uno al otro! Quién sabe...
A ver si consigo organizarme para subir más de un capítulo por semana porque lo cierto es que estoy escribiendo el 26 así que debería aumentar el ritmo de actualizaciones. Además, de esa forma no perdéis tanto el hilo de la historia.
Bueno, mi intención es presentar esta novela a los Wattys aunque me da que no voy a llegar, aun así, voy a intentarlo (soy un poco kamikaze).
Contadme qué opináis, si os gustan los personajes y la historia os despierta interés. Por cierto, ¿a qué se referirá Mikael respecto a Luca? ¿Qué sabe de él? Como siempre, acepto teorías.
Pronto nuevo capítulo. Os adoro. Besitosssss
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