Capítulo 41

Jamás pensé que fuera Luca el que estuviera atormentado por su propia naturaleza. Su confesión antes de marcharse hizo que me pasara gran parte de la noche despierta pues resultó toda una sorpresa descubrir que no solo los vampiros tenemos esas dudas existenciales. Al parecer, un cambiaformas también podía plantearse toda su vida y sobre todo su autocontrol. Lo que a Luca le preocupaba era no poder mantener a raya su lado animal, tal y como había ocurrido en el bosque. Su intención no era matar al vampiro, sin embargo, al no medir bien sus fuerzas, le desgarró la garganta sin pretenderlo.

Me preparo a toda prisa con intención de plantarme en casa de Mikael. Seguro que aunque es cerca de mediodía, aún está durmiendo y aprovecharé la circunstancia para pillarle desprevenido y que no tenga más remedio que contestar a mis preguntas.

Descubro a Camille tumbada en el sofá con una toalla húmeda sobre los ojos y no me hace falta más para saber que la vampira tiene resaca.

—¿Estás bien? —pregunto de camino a la puerta.

Apenas levanta la toalla por una esquina y me echa un vistazo.

—Demasiado vino, cielo. Toma nota: aunque seas una vampira, controla lo que bebes, si te pasas, serás una borracha sin más, como cualquier humana y perderás todo el glamour.

—Apuntado. Me voy a casa de Mikael.

—Oye, ¿ahora sois amigos?

¡Quién lo iba a decir!

—Algo así. Nos vemos en la cena.

Me escaqueo antes de que le apetezca indagar más y hago todo el trayecto pensando en la conversación con Luca. Aún tenemos mucho de lo que hablar pues estoy segura de que él tiene más preguntas y yo también.

Toco el timbre y acto seguido aporreo la puerta para no dar opción al vampiro a hacerse el loco. Apenas unos segundos después la puerta se abre y no puedo evitar soltar una carcajada al ver la pinta de quien está al otro lado.

—¿Qué cojones haces aquí a esta hora? —protesta mientras se hace un lado para dejarme pasar.

Le lanzo una nueva mirada mientras niego con calma.

—Vaya, nunca pensé que te vería tan desaliñado. Ni cuando te sentó mal la sangre de aquel delincuente. Incluso chillando y pataleando en mi bañera conservabas tu glamour. Pero hoy... ¿una mala noche?

Se mira en el espejo que hay junto a la entrada, intenta atusarse un poco el pelo pero al ver que no tiene remedio, se envuelve en su batín de terciopelo y se tira en el sofá.

—Me llevó más tiempo y esfuerzo de lo esperado deshacerme de nuestros amigos. Necesito al menos un día entero para recuperarme...

—¡Eres un vago! —Le doy un manotazo en la pierna y me siento en el hueco que queda en el sofá—. Además, es mediodía ya.

—¿Tan tarde? —protesta con un bostezo escapando de su boca—. Vale, entonces no tengo excusa. ¡Cuéntame! ¿Estaba tu mascota esperando tu regreso?

Su tono de cachondeo hace que me apetezca clavarle una estaca.

—No he venido para hablar de Luca. Además, no creas que he olvidado que sabías que era mi gato y no me dijiste nada.

—Merezco tu enfado. Pero te diré que no me siento mal por ello, ha sido muy divertido ver cómo intentabas atar cabos. Lo cierto es que estaba deseando que lo descubrieras...

Le lanzo un cojín a la cara.

—Eres un idiota.

—Sabes que tendrás que arrearme con algo más duro que un cojín si quieres hacerme daño, ¿verdad?

—Y tú sabes que Martín se quedó fatal por cómo le trataste anoche —contraataco decidida a cambiar el rumbo de la conversación.

Una pequeña variación en su expresión, apenas imperceptible, pero suficiente para mí.

—No puede intentar ir de héroe siendo un maldito humano —gruñe—. Entiendo que quisiera ayudar pero no era más que un estorbo.

—Lo que no querías era tener que preocuparte por él, por eso le gritaste. Le querías fuera de peligro a toda costa —le pincho.

Se incorpora y creo que el sueño se le ha pasado del todo.

—No digas tonterías.

—Te interesa Martín —insisto, acercando mi rostro al suyo—. Y mucho.

Noto cómo recula y creo que nunca le he visto tan acobardado. Me divierte que por una vez sea él quién está en esa situación.

—No me interesa ni lo más mínimo y si quieres te lo puedo demostrar ahora mismo.

Atrapa mi boca con la suya y de un solo movimiento empuja mi cuerpo con el suyo hasta quedar tumbados sobre el sofá. No lo negaré, tardo un par de segundos en reaccionar. El tiempo que me lleva darme cuenta de la situación.

—Mikael... —protesto.

Sin embargo él se lo toma como una invitación y aprovecha para rozar mi lengua con la suya. ¿Cómo hemos acabado así? Ya que está con la guardia baja le empujo con todas mis fuerzas y no solo consigo quitárme al vampiro de encima, sino que cae fuera del sofá.

—¡Au! —protesta al dar con el culo en el suelo —. ¿A qué ha venido eso?

Me levanto y le amenazo con el dedo.

—¡Ni se te ocurra volver a besarme! Para empezar, quedamos en que no podías hacerlo si querías ser mi amigo.

Mikael pasa las manos por su batín y toma asiento de nuevo como si nada.

—Hay amigos que se besan...

—¡Pues nosotros no somos de esos! Y además no voy a dejar que reacciones así solo porque te ponga nervioso admitir que te gusta Martín. ¿Qué hay de malo en eso? Cada vez que sale el tema, te espantas y es un buen chico. No sé dónde está el problema.

No contesta al instante, su expresión me deja claro que está pensando en ello y espero que cuando hable al menos sea sincero.

—Ese es el problema.

—¿Cuál?

—Que es un buen chico.

¡Ay Mikael, Mikael! Que te gusta Martín y no sabes cómo gestionarlo... ¡quién lo diría con los años que tienes a tus espaldas!

¡Hola, hola! No penséis que me olvido de saludar. ¿Qué tal por ahí?

Vaya dos entre Luca y Mikael, los dos llenos de dudas existenciales. Entiendo a Luca, debe ser difícil controlar tu naturaleza salvaje y eso le hace mantener las distancias (cuando es capaz, claro jajajjaa). Y Mikael... ¿le entendéis con eso de que  Martín es un buen chico? Lo explicará mejor en el próximo capítulo pero creo que está claro que piensa que él no puede ser una buena influencia para alguien como Martín. ¡Ay qué complicado es esto del amor!

Bueno, el próximo capítulo vendrá cargadito de información interesante.

¿Tenéis ganas de más? Contadme...

Besitos. 

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