Capítulo 23


No sé por qué estoy llamando a Mikael. Sobre todo porque esta misma mañana le dije una vez más que no me mandara mensajes y en cambio, ahora, soy yo la que estoy rompiendo las normas.

—Dime que no estás en peligro... —suelta con una voz perezosa.

¿Para qué va a saludar?

—¿Crees que solo te llamaría para pedirte ayuda?

—Básicamente. Al fin y al cabo tú eres la reacia a tratar conmigo...

Al parecer ya ha olvidado que hoy mismo hemos firmado una tregua.

—Estás haciendo que me arrepienta. Mejor cuelgo —digo ofuscada.

—¡No, espera! No lo hagas... cuéntame lo que sea. Me parece genial que me hayas llamado.

—Les he contado a Irantzu y Hugo lo que somos —le informo con aire triunfal.

—Y seguro que se han descojonado de la risa ¿verdad?

Ni que hubiera estado presente.

—Más o menos.

Ojalá eso no hubiera sucedido aunque entiendo que la reacción natural es tomárselo a broma.

—Oye, ¿quieres venir a mi apartamento? No me apetece estar hablando así y me da que todavía tienes más que contar.

—No creo que sea buena idea...

¿Él y yo a solas? ¿En su terreno? No me fío tanto de Mikael.

—Venga, no seas así. ¿Me tienes miedo? No te voy a morder.

Y dale. Sé que no me va a hacer daño, aunque eso no quita para que intente otras cosas. Como besarme. Me lo pienso mientras recojo virutas de colores que Irantzu ha tirado por todo el sofá. Camille es muy maniática con la limpieza y se cabreará si encuentra todo el salón hecho un desastre.

—De acuerdo, voy. Pero más vale que te comportes.

—Prometido. Solo charlaremos. Te mando la ubicación.

Recojo los restos de la merienda y entonces me doy cuenta de un detalle. ¿Por qué no he esperado a que llegara Camille para contarle a ella lo ocurrido? ¿Por qué he pensado en Mikael? Quizás después de todo, tenga razón y necesite un amigo como él más de lo que pensaba. Desde el principio, ella ha ejercido de madre y aunque nuestra relación es estupenda, siempre mantendremos esos roles.

Intento no darle más vueltas al asunto y no tardo en dirigirme a la casa de mi improvisado amigo. Observo la dirección que me ha enviado y apenas estoy a cinco minutos. Genial, así no me dará tiempo a arrepentirme por el camino.

Voy con la adrenalina a tope, pues aún no he conseguido quitarme los nervios después de mi charla con Irantzu y Hugo y sé que no me relajaré hasta que suelte todo lo que pienso. Y a falta de alguien más con quien poder hablar, Mikael me servirá de apaño.

Llego a la ubicación y descubro que se trata de un apartamento a pie de calle, una de esas lonjas reconvertidas en vivienda que durante unos años han estado tan de moda. Perfecto para pasar desapercibido, así no tendrá que saludar a los vecinos en el ascensor.

Justo cuando voy a tocar el timbre, la puerta se abre y un sonriente Mikael me saluda.

—Hola. Me alegro de que no hayas cambiado de opinión —confiesa, mientras se hace a un lado para que pase.

—¿Por qué iba a hacerlo? Ya te he dicho varias veces que no me das miedo.

En realidad, un poquito sí, aunque será algo que no reconoceré nunca.

Observo el espacio con curiosidad, sabiendo que una casa dice mucho de quien la habita. Camino por el enorme espacio que da cabida a la cocina y el salón y no puedo evitar acercarme a un tocadiscos que reproduce música de jazz. Veo que tiene una enorme colección de discos, ordenados con mimo y me vuelvo hacia él sorprendida.

—Viejas costumbres —responde a mi pregunta no formulada.

Eso me hace recordar que ha pasado por unas cuantas décadas más que yo y que hay gustos que no abandonamos con el paso del tiempo.

Sigo mi recorrido y me detengo en varias torres de libros en precario equilibrio desperdigadas por todo el lugar. Algunos de ellos son muy antiguos y entiendo que al igual que yo, los que permanecen con él, son aquellos de los que no se quiere desprender bajo ningún concepto.

—¿Has terminado con la inspección?

Me giro al darme cuenta de que me he despistado fisgando entre sus cosas, sin embargo él me observa con aire divertido desde el sofá. Tomo asiento a una prudente distancia y paso la mano por la superficie de piel.

—Nunca te hubiera tomado por alguien con gusto para la decoración... —reconozco.

—He tenido tiempo para aprender qué me gusta y qué no.

Me quedo callada, pensando si ese comentario ocultaba un doble sentido, sin embargo no tengo intención de preguntarle. Se apoya en el respaldo, de forma relajada y me lanza una mirada interrogante.

—¿Tú no venías a contarme lo "bien" que se lo han tomado tus amigos?

Tiene razón.

—Uy, se lo han tomado muy bien. Te lo aseguro. Después del susto inicial y del cachondeo posterior, al final lo han aceptado. O eso creo. Lo comprobaré mañana. Si ves que estoy sentada sola en el comedor, ahí tendrás la respuesta.

—Sola no, te olvidas de Martín y Vanesa. Tus "muy mejores amigos".

Es cierto. Me había olvidado de ellos. Cuando les conté a Irantzu y Hugo el motivo por el que ahora se comportaban así, casi les da algo. Lo cierto es que escucharon toda la historia sin apenas pestañear y aunque vi cierto escepticismo inicial en ellos , saben que no tengo tanta imaginación como para inventar semejante lío.

—¿Sábes? Irantzu me dijo: "Serás cabrona. Así tienes ese cutis fantástico". ¿Te lo puedes creer?

—Aún estarán en shock. Dales un par de días. Te torpedearán a preguntas.

Me giro hacia él y no puedo evitar preguntar.

—¿Alguna vez has tenido amigos humanos?

Niega lentamente y su mirada se oscurece un poco, aunque al menos no me rehuye.

—Siempre he mantenido las distancias. Nada más allá de un rollo de un par de noches o un trago furtivo. Sin matar a la persona, por supuesto —me aclara—. Yo solo me cargo a delincuentes o a quienes han intentado acabar conmigo, nada más.

—Vaya, te creía alguien más despiadado —reconozco ante su confidencia.

—A veces, las apariencias engañan, bonita. Solo soy un vampiro solitario necesitado de un poco de atención —dramatiza.

A esa conclusión ya había llegado yo, por eso tanto empeño en que fuéramos amigos. Y quizás, después de todo, no se trate de una idea tan descabellada...

Al final, alargamos la conversación un par de horas y cuando abandono su casa, ha oscurecido ya. Miro el móvil y encuentro un mensaje de Camille: "Llegaré tarde, cosas del trabajo. Estoy a punto de cerrar una venta y no quiero dejar escapar a este cliente. No me esperes para cenar, cielo. Luego nos vemos".

Genial. Quizás debería haberme quedado cenando con Mikael...

Me planteo hacer un pedido de comida y al girar en la siguiente calle, choco con alguien que pasa haciendo ejercicio. Al levantar la cabeza y mirar a la persona que me sostiene para no caer pienso si el destino está empeñado en hacernos coincidir.

—¿Luca?

¡Hola, holaaaa! ¿Qué tal por ahí?

Si después de todo, va a resultar que Mikael y Olivia sí son capaces de ser amigos... Y ha entrado y salido de la guarida del vampiro sin problemas, jajaja (Sorry, sé que algunas seguro que esperabais beso).

¿Os esperabais su piso así? Lo cierto es que me gustaba la idea de que Mikael fuese un intelectual, con gusto por la música, los libros y el arte. Ya sabéis, beneficios de haber vivido tantos años.

Y cómo no, nuestro amigo Luca apareciendo en el mejor momento, jajaja ¿Qué pasará en el siguiente capítulo? Ya os adelanto que estará de lo más "interesante".

Y pronto lo podréis leer. Mientras, si me dejáis votos y comentarios me haréis muy feliz.

¡Os adoro! Besitosssss

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