Capítulo 22

Irantzu no me lo está poniendo fácil. La he invitado a merendar en casa para intentar que se le pase el mosqueo, sin embargo, ni la torre gigante de donuts ha conseguido que sonría.

—¿Has estudiado para el examen de Filosofía? —pregunto para romper el incómodo silencio que se respira en el salón.

Mi amiga, se gira hacia mí y frunce el ceño de un modo que me recuerda al muñeco diabólico.

—¿En serio? ¿Me preguntas si he estudiado? Sé lo que intentas. Atiborrarme de dulces para que vuelva a ser la Irantzu simpática.

—¿Y funciona? —indago.

—¡Solo a medias! —protesta mientras echa mano de un donut cubierto de chocolate y virutas de colores—. No me vas a sobornar tan fácilmente.

—Yo nunca haría eso. Es solo que no me gusta verte así...

Irantzu me mira mientras mastica el generoso bocado, de una vez casi se ha comido la mitad del dulce.

—Es que sé que pasa algo. Y no me lo estáis contando. Hugo es muy idiota para darse cuenta pero yo no.

Y yo que pensaba que sería fácil mantenerla al margen.

—No sé... no sé qué quieres que te diga —murmuro resignada.

—La verdad, Olivia. Solo eso.

Estaba convencida de no hablarles nunca de mi condición, tanto por su seguridad como por el miedo al rechazo. Sin embargo, llegados a este punto, creo que tengo que correr el riesgo. Además, si Martín y Vanesa han aceptado lo que soy sin problemas, ¿no lo harán ellos que son mis amigos?

—Está bien pero entonces hay que llamar a Hugo. Si quieres que sea sincera, él también tiene que saberlo.

—De acuerdo, le mandaré un mensaje a ver si se puede acercar... Mientras esperamos me comeré otro donut.

Hugo apenas tarda diez minutos en llegar y durante la espera me he dedicado a esbozar en mi mente un discurso sobre lo que soy y lo que implica. Sin embargo, en cuanto se sienta en el sofá y nos mira, extrañado por la urgencia, mi mente se queda en blanco.

—Tú dirás —me anima.

Me pongo de pie, pensando que quizás así me sea más fácil empezar pero las palabras se empeñan en quedarse atascadas en mi garganta. Creo que nunca en mi vida he tenido tanto miedo como tengo ahora ya que nunca tenía nada que perder. En cambio ahora, si ellos no me aceptan, no sé si podré seguir adelante. La idea de mudarme a otro lugar, se me hace insoportable, teniendo en cuenta que por fin había conseguido lo más parecido a una vida normal.

—Yo... es que no sé...

—Vaya... sí que debe ser algo gordo para que te cueste tanto contarlo... —se sorprende mi amigo.

Hasta ahora, mi amistad con ellos había sido un camino de rosas.

—No quiero perderos...

Un inmenso dolor se instala en mi pecho y contra todo pronóstico, me pongo a llorar. No un par de lagrimitas, un torrente salado imposible de frenar.

Ambos intercambian una mirada de verdadero desconcierto y antes de darme cuenta, se han acercado a mí y me están abrazando. Algo que no hace más que empeorar la situación. Lloro a moco tendido mientras ellos me sostienen como solo los buenos amigos harían.

—Olivia, te queremos. Nada de lo que nos cuentes cambiará eso.

Ya, claro.

—Es que soy... soy una... vampira —digo por fin entre sollozos.

—Perdona, ¿qué has dicho? —insiste Hugo—. Porque entre tanto hipido, ha parecido que decías "vampira".

Me aparto un poco de ellos aunque sin soltarme del todo.

—Eso es lo que he dicho.

Veo cómo de nuevo hay un cruce de miradas tras el cual, comienzan a reírse. A reírse con ganas. Sabía que esto podía pasar...

—Joder Olivia, ¿a qué viene esta coña?

—Venga, no nos tomes el pelo —añade Irantzu, dándome un pequeño golpe en el brazo.

—Va en serio.

El disgusto se me pasa de golpe. Verles tan escépticos con ello, hace que quiera convencerles a toda costa.

—Mira —comienza Irantzu—. Puedo aceptar muchas cosas. Que me dijeras que te habías liado con Martín o que le hubieras pedido consejo a Vanesa sobre maquillaje, ¡yo que sé! Cualquier explicación me valía, la verdad. Pero que me vengas con una chorrada como esa...

Toma su mochila y se dirige a la puerta dispuesta a irse. Sin darme oportunidad a decir nada más. Sin embargo, no puedo dejar que se vaya. Y menos ahora que ya lo he dicho en voz alta.

Así que sin pensarlo, recorto la distancia hasta la puerta, tan rápido que mi amiga ahoga un grito de sorpresa al encontrarme frente a ella.

Algo me dice que ahora sí se van a tomar en serio mis palabras.

¿Pensáis que ha sido buena idea que les cuente a sus amigos que es una vampira? Yo en su lugar también lo hubiera hecho porque ya se le estaba complicando el día a día con tanto secreto. Si Martín y Vanesa son capaces  de aceptarlo, ¿cómo no lo van a hacer Irantzu y Hugo?  ¿Qué pensáis? ¿Se asustarán?

A veces pienso en cómo empiezan mis historias y cómo se desarrollan y siempre hay sorpresas (es lo que tiene ser brújula). Y en esta novela no será menos, en lo que llevo escrito, os diré que ya ha habido un par de cambios sobre la marcha porque los personajes me están llevando por donde quieren, jajaja. ¡Hay que dejar fluir!

Como siempre os pido, dejadme votos y comentarios para que esta historia deje de ser tan chiquita y llegue a más gente.

¡Mil gracias a quienes estáis ahí por leer! Besitosssss

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