Capítulo 16
Me despierto acurrucada en el pecho de alguien y tardo un momento en darme cuenta de quién se trata. No sé cuándo me quedé dormida y puedo asegurar que mi intención no era despertar entre sus brazos, pero aquí estamos.
Intento apartarme con todo el cuidado del mundo pero en cuanto hago ademán de separarme, él me abraza con más fuerza. Vaya, parece que alguien ya está recuperado.
—¿A dónde quieres ir? —murmura adormilado—. No voy a dejar que te escapes.
Forcejeo cabreada, sin embargo no quiere ponérmelo fácil.
—Suéltame Mikael. ¡Ya!
—Vale, vale...
Afloja su agarre y yo me alejo todo lo que la cama me permite. Le miro y parece de lo más relajado. Tiene narices después de la que montó en el baño...
A duras penas escuchó lo que le decía y cuando Camille le cortó en el muslo, aulló y gritó como si le estuviéramos matando. En cuanto comenzó a debilitarse, tomó mi muñeca y ni siquiera dudó a la hora de beber mi sangre con avidez. Por suerte, todo el proceso no llevó más que unos minutos y después de tomarme un par de bolsas de 0-, me tumbé a su lado en la cama dispuesta a vigilar su estado el resto de la noche. Aunque creo que al poco, me venció el cansancio.
—¿Qué tal te encuentras? —pregunto con curiosidad.
—Bien —responde mientras se revuelve el pelo—. Vaya viaje... quien iba a pensar que esos tíos iban de coca hasta arriba. Gracias, te debo una.
Me fijo en que aún queda un rastro rojizo en su iris, fruto de mi sangre caliente. Miro la venda que envuelve mi muñeca. Un escalofrío me recorre al recordar la sensación de sus labios sobre mi piel y sus colmillos rasgando mi carne. Me siento, intentando así alejar ese cosquilleo que recorre mi cuerpo.
—Le debes más a Camille. Ella supo qué hacer. A mí jamás se me hubiera ocurrido desangrarte...
—Esto de ser semi-mortales es una mierda. Si no corriera sangre por nuestras venas como pasa con los antiguos, no tendríamos estos problemas —protesta.
—Pues yo prefiero saber que queda algo de humanidad en mí.
Mikael toma mi mano y pasa el pulgar por el borde de la venda.
—¿Te hice mucho daño?
Y me pregunta eso, el que hace unas horas se ha cargado a tres tipos como si nada.
—No, bueno...
—Sabes que cuando los vampiros comparten sangre se crea un vínculo.
Se me escapa una risa nerviosa.
—No me vengas con tonterías Mikael.
—Va en serio. —Se mueve hacia mí, pero una mueca de dolor se le dibuja en el rostro.
Se destapa y mira la venda de su muslo, yo sin embargo, estoy intentando no mirar más arriba.
—¿Qué tal si te tapas? No necesito ver tanto de ti...
Me dedica una pícara sonrisa, aunque vuelve a cubrirse con la sábana.
—Después de ayer, no hay nada que te quede por ver.
En eso está equivocado.
—No tienes ni idea. Camille fue la que te cosió la herida y la que te dio una rápida ducha, antes de acostarte aquí. Lo hizo todo ella solita mientras yo me recuperaba tomando varias bolsas de sangre.
—¡Exacto! —afirma Camille apoyada en el marco de la puerta—. Pero no te preocupes muchacho, he visto a muchos hombres desnudos a lo largo de las últimas décadas. Nada me escandaliza ya.
Me gustaría saber cuánto tiempo lleva escuchando nuestra conversación, aunque seguro que evitaría contestar esa pregunta.
—Estoy en deuda con vosotras.
Me dan ganas de decirle que irse de este pueblo sería la forma perfecta de zanjar su deuda, pero me parece de mala educación soltarle un comentario así después de lo que acaba de pasar.
—No fue nada. Os tengo que dejar, he organizado una mañana de puertas abiertas en una propiedad que he adquirido hace poco. A ver si hay suerte y la vendo. ¡Portaos bien!
En cuanto abandona la habitación, me giro de nuevo hacia Mikael.
—Tenemos un par de cosas que solucionar.
—El qué.
No me lo puedo creer.
—¿El qué? ¿Vanesa? ¿Martín? Tendremos que hablar con ellos, ¿no?
Su cara me dice que nunca se ha visto en una situación de estas. Se sienta, teniendo cuidado al mover la pierna y después contesta como si nada:
—A ver... no creo que sean un problema. Les salvamos el culo, ¿no? Solo faltaba que se pusieran tontos...
Me pongo de pie y comienzo a pasear por la habitación, nerviosa.
—Martín te vio. Manchado de sangre. Dabas miedo. Es más, se asustó. No eres consciente de lo que impones en esas circunstancias, ¿verdad?
—Lo hice por ellos —protesta como un niño pequeño.
—Ya pero, ¡eres un puñetero vampiro! —le grito. Me está cabreando que no sea consciente de la situación.
—Sigo sin entender dónde está el problema.
No sé si hacerle un esquema o mandarle a paseo.
—Vamos a ver. Aunque convenciéramos a Martín de que esa sangre era, no sé, fruto de la pelea sin más... cuando alguien encuentre los cuerpos ¿qué? ¡Ellos solo tendrán que atar cabos para saber que los mataste tú!
—Es mala idea involucrar a humanos.
—Haberlo pensado antes de matar al primero de esos delincuentes. Si solo les hubiéramos golpeado, todo sería más sencillo. Pero se te fue de las manos. ¡Y yo no me quiero ir de aquí! Así que tenemos que arreglarlo.
—Eres una mandona —me espeta cabreado.
Y por un instante, me arrepiento de haberle ayudado. ¡Maldito Mikael!
—Hablaremos hoy mismo con ellos. Cruza los dedos para que todo salga bien porque no te voy a dejar que mates a nadie más en este pueblo, ¿entendido?
¡Hola, hola! ¿Qué tal por ahí? Espero que tuvierais ganas de un nuevo capítulo.
De verdad que me encanta Mikael, me parece un personaje super gracioso y yo misma me río cuando releo las escenas. Me lo imagino poniendo morritos mientras le dice a Olivia que es una mandona, jajaja
Bueno, parece que al final han conseguido salir del apuro y ahora el vampiro les debe una, aunque creo que no les va a devolver el favor marchándose del pueblo...
¿Y qué pensáis? ¿Saldrá bien la charla con Martín y Vanesa? Ay, no sé yo lo que puede salir de ahí. Mirad que Mikael seguro que no tiene problemas en partirle el cuello a alguien más...
El próximo capítulo, podréis leer qué tal sale la reunión con ellos.
Dejadme votos y comentarios, por fi. Os lo agradezco muchísimo, de verdad.
Pronto más. Besitosssss
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