Capítulo 11
—Vaya, le has asustado.
—¿Será el olor de la sangre? —se pregunta, sorprendida de su reacción.
Tiene que ser eso.
—Quizás piensa que te lo vas a comer —afirmo preocupada. Nunca había pensado que los animales podían vernos como un depredador más peligroso que el ser humano. Al fin y al cabo, ¿las personas no son también carnívoras? ¿Acaso intuyen que podemos resultar una amenaza mayor?
—Puede ser. Me vuelvo a la sala entonces. No quiero que ese bicho me salte encima y me arañe.
Me río de su ocurrencia y en cuanto sale de la habitación, intento convencer al animal.
—Ya se ha ido. —Doy palmadas junto al cuenco para que se acerque y siga comiendo—. Además, Camille es buena gente, yo también lo soy. No nos tengas miedo.
Aún tarda unos minutos en dejar de enseñar los dientes, pero al final, vuelve a mi lado. Me olfatea con interés, como si estuviera decidiendo si soy digna de su confianza o no y después regresa a su ración de pollo.
—Así me gusta, gato.
No le pongo nombre, pues me imagino que después de la tormenta se irá y no volveré a saber de él. Sin embargo, algo tan cotidiano como tener una mascota, se convierte de pronto en una necesidad. Hasta ahora lo habíamos evitado ya que es arriesgado para un animal compartir espacio con nosotras. En un arrebato, no deja de ser un ser de sangre caliente, como el conejo del que me serví la otra semana para apagar mi sed.
Vale que de forma habitual, lo tenemos más que controlado con la comida y las raciones de sangre, sin embargo, no sabemos cuándo puede surgir una situación complicada y no creo que sea agradable matar a tu propia mascota. Pensar en ello, hace que mis ganas de llenar la casa de animales achuchables, desaparezca de golpe y miro al gato con pena.
—Cuando acabes de comer tienes que irte, ¿vale? No quiero hacerte daño sin querer...
Dedico un buen rato a hacer la tarea. Me fastidia tener que repetir los cursos una y otra vez, es de lo más aburrido, sin embargo la otra posibilidad me gusta aún menos. Hace unos años, Camille me planteó la opción de que me hiciera pasar por alguien más mayor, que ya hubiera terminado sus estudios. Durante unos días lo pensé pero me di cuenta de que mi mente no había madurado desde que me convertí en vampira. En el fondo, seré una eterna adolescente y por tanto, no querré dejar de relacionarme con gente de mi edad ni de hacer las cosas que nos corresponden.
Comparto mesa con Camille para la cena, una costumbre que mantenemos desde el principio de nuestra extraña alianza y me dedico a escuchar cómo ha conseguido una nueva venta.
—Nunca te lo he preguntado, ¿utilizas tu encanto para convencer a los clientes?
—¡No! —responde ofendida—. ¿A qué viene esa pregunta?
Mikael tiene la culpa. Desde que él ha aparecido me hace cuestionarme cosas que antes ni me había parado a pensar.
—El vampiro este, el que va a mi instituto, creo que tiene costumbre de usar sus ventajas. Y no sé, de pronto pensé que igual tú...
Camille suelta una sonora carcajada. Me alegro de que le resulte tan gracioso el asunto.
—Niña, una cosa es que tengamos ciertas armas que podemos utilizar y otra que lo hagamos. Es como lo de beber sangre directamente de un ser vivo. Esa es una decisión que cada vampiro ha de hacer. Justo antes de conocerte opté por esta vida, lo más parecida a los humanos que me fuera posible. Y por suerte —dice esbozando una enorme sonrisa de suficiencia—, no necesito usar esas "herramientas" para convencer a nadie.
Tiene razón. Las cualidades de Camille son las que ya pertenecían a ella antes de convertirse. Y durante estos años lo único que ha hecho es perfeccionarlas.
—Ha sido una pregunta estúpida. Siento haberla hecho.
—No digas eso cielo. Sabes que me puedes preguntar lo que quieras. A veces tengo la sensación de que no he sido buena maestra pues siempre te he querido alejar todo lo posible de nuestra propia naturaleza. Y quizás haya sido un error pues no podemos negar lo que somos.
—Al contrario, te agradezco que durante todos estos años, hayas intentado que lleváramos una vida normal.
Camille entrecierra los ojos, escudriñando mi rostro.
—Realmente ese vampiro lo está poniendo todo patas arriba, ¿no?
Si solo fuera él...
—Es la primera vez que coincido con alguien que no vive atormentado por el hecho de ser un monstruo. Es como si hubiera encontrado la forma de disfrutar de lo que es...
—Hay más como él. Es solo que no nos movemos en esos círculos. La temporada que pasamos con Lucius... o con Yvanka... bueno, ya sabes.
Lucius es un vampiro ermitaño que nos acogió en su cabaña durante unos años. Hacía más de un siglo que vivía apartado de todo y de todos y apenas recibía alguna visita cada cierto tiempo. Estar solo le había convertido en alguien huraño, así que no fue una experiencia... enriquecedora.
El caso de Yvanka era diferente. Ella simplemente se había cansado de la inmortalidad y estaba pensando seriamente en el suicidio. Esos habían sido mis otros ejemplos de vida vampírica y es obvio que no eran los mejores.
—En realidad solo quiero que Mikael se vaya bien lejos. No puedo quitarme de encima la sensación de que nos va a meter en problemas.
—No te preocupes, si es como dices, se aburrirá rápido de un pueblo como este.
—Eso espero.
Cuando regreso a mi habitación, descubro al gato durmiendo sobre la cama. Dejé la ventana abierta para que pudiera irse cuando quisiera pero al parecer se encuentra muy cómodo aquí. Me acuesto y aunque intento no hacer ruido, se despierta. Se acerca a olisquearme y al final se tumba pegado a mí.
—¿En serio? Bueno, ya te cansarás. Te aseguro que no soy una buena compañía.
Sin embargo, como respuesta, escucho un suave ronroneo.
Hola, hola... ¿Qué tal estáis por ahí?
No me voy a enrollar porque hoy en vez de un capítulo ¡hay dos! Lo sé, soy un poco anárquica, jajaja pero espero que no os importe.
Bueno, al tema. Ese gato es masoca. Encima se queda a dormir con Olivia. ¡Qué valiente! Imaginad que cuando esté dormida le entra hambre y piensa que se trata de un conejito del bosque... Vale, no voy a ser mala. Adoro a los gatos, como para pensar en una maldad como esa.
Ahora voy con una pregunta. Si fuerais un vampiro... ¿utilizaríais vuestras ventajas para conseguir todo lo que quisierais? Sería tan fácil caer en la tentación...
No me enrollo más. Seguid leyendo...
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