Capítulo 10

Miro a través del cristal, buscando a Hugo. Le veo en la caja del fondo y en cuanto me reconoce, hace un gesto al encargado y sale.

—Hola. ¿Qué haces aquí?

—¿Estás en tu descanso?

Asiente mientras mira la hora en el móvil.

—Sí, me cubren durante los próximos quince minutos. ¿Un refresco?

Nos acercamos a la máquina expendedora que hay junto a la entrada y él se afana en sacar dos latas. Nos sentamos en uno de los bancos que hay y durante los dos primeros tragos, guardamos silencio.

—Me imagino que no habrás venido solo para que te invite a tomar algo, ¿no? —Aunque me sonríe sé que quiere saber qué hago aquí. Hugo es muy nervioso y no tiene ni una pizca de paciencia.

—Vaya... vas al grano...

—A ver, apenas tengo tiempo, pero si quieres seguimos disfrutando de nuestra amistad en silencio.

Me río ante su comentario y me alegro de que esté de mejor humor.

—Parece que ya se te ha pasado el cabreo de esta mañana —comienzo.

—Ya sabes que Irantzu me saca de quicio. Nunca entra en razón. Es... —Se detiene para buscar una palabra que la defina—. Desesperante.

Me giro hacia él, dispuesta a soltar la bomba.

— ¿Desde cuándo te gusta?

—¿Desde cuándo me gusta quién? —pregunta, despistado del todo.

No me lo puedo creer.

—¡Hugo! —protesto—. ¿Me estás tomando el pelo? ¿De quién estamos hablando?

Al darse cuenta, puedo ver el espanto en sus ojos y se levanta de un salto.

—¿Irantzu? ¿Pero qué dices? No sé de dónde te has sacado eso... somos amigos desde pequeños...

—Y te gusta —insisto —. Mucho además. Si quieres, puedes intentar engañarme a mí, a ella o incluso a tí mismo o puedes acordarte de que yo también soy tu amiga y hablar conmigo.

Aprieta los labios, hasta convertirlos en una fina línea y tarda tanto en contestar que empiezo a dudar de que esto haya sido buena idea.

—Vale. Tienes razón. Me gusta.

Regresa a mi lado y esconde la cabeza entre sus manos.

—Ey, no lo digas como si fuera algo malo... —No puedo evitar sentirme mal por él.

Levanta la mirada. Nunca le había visto tan indefenso.

—Lo es, Olivia. Lo es, porque ella nunca va a pensar en mí de esa manera.

Sin embargo, después de lo que he visto hoy, creo que se equivoca.

—¿Por qué no hablas con ella y le dices lo que sientes?

—¿Estás loca?

La propuesta le gusta tan poco que su voz ha sonado estrangulada.

—A ver, si no lo haces, nunca sabrás si es recíproco.

—Ella nunca me ha visto como un chico. Soy ese amigo con el que le gusta discutir todo el rato y echarse unas risas. Jamás me ha tomado en serio así que no tiene sentido y si lo hago, la perderé. Prefiero seguir con ella así, a tener que dejar de estar a su lado.

Se me encoge un poquito el corazón al escucharle. En mis 66 años de vida, nunca había tenido tantas ganas de abrazar a alguien. Sin embargo, sé que para él podría resultar extraño, así que lo único que hago es poner mi mano sobre la suya.

—Hugo, puede que yo esté equivocada, pero algo me dice que ella está haciendo un enorme esfuerzo por no ver más allá, quizás porque le resulta más fácil hacer como si nada.

—Ya, claro. Y como le gusto, cada vez que puede se lía con otro.

Vaya, hombre. La paja en el ojo ajeno...

—¡Mira quién fue a hablar! Tú tampoco te quedas corto...

—Llevo un tiempo sin estar con nadie. Desde que... empecé a tener más claro lo que sentía por ella. Sé que suena estúpido pero si me lío con otra, es como si no estuviera siendo legal con ninguna de las dos. Resulta estúpido, ¿no?

—Para nada. Creo que es muy considerado por tu parte pero sabes que es una situación que no se puede alargar en el tiempo.

—Durará hasta que se me pase el cuelgue este de mierda que tengo con ella. En algún momento dejaré de sentirme así, digo yo.

No me gusta verle tan resignado, sin embargo, no se me ocurre ninguna solución. Quizás esta surja sin buscarla.

—Bueno, puedes acudir a mí siempre que lo necesites.

—No le cuentes nada, ¿vale? Me sentiría como un estúpido si ella lo supiera.

—Tienes mi palabra.


Pasamos los pocos minutos que quedan de su descanso hablando de otras cosas sin importancia y cuando me voy a marchar es él quien toma la iniciativa y me abraza.

—Gracias por venir a hablar conmigo.

—No quiero que estés enfadado —insisto.

—No te preocupes, tengo asumido que es lo que hay. Para mañana ya se me habrá pasado.

Justo como decía Irantzu. Regreso a casa pensando en ello. Desde que les conozco, siempre he tenido la sensación de que ella se aprovecha un poco de su fidelidad como amigo. Y esta es una muestra. Esta mañana ni siquiera le dio suficiente importancia a su enfado porque contaba con que se le pasaría. Pero ¿y si un día él se cansa de este juego? ¿Y si decide plantarse y se aleja de nosotras? Irantzu no puede pretender que él esté siempre para ella y más si ni siquiera se preocupa de cómo se siente.

A mitad de camino, comienza a llover de forma torrencial y los rayos de la inesperada tormenta zigzaguean en el cielo. Echo a correr, sabiendo que voy a llegar calada, pero tengo que mantener la velocidad de cualquier mortal para no llamar la atención.

Entro en casa y tras tomar una toalla para secarme un poco, voy directa a mi habitación. Dejo las gafas en el escritorio, me siento al borde de la cama y protesto en voz alta:

—¡Argg! Era mejor cuando no sabía nada de esto. Ahora no tengo ni idea de cómo ayudarles...

Escucho un ruido junto a la ventana y veo un gato negro que me observa desde el otro lado del cristal. ¿Se tratará de un mal augurio? Por suerte no soy supersticiosa y me encantan los gatos negros. Además se está calando y parece desesperado por entrar.

Me acerco a la ventana y en cuanto la abro, el animal se apresura a frotar su lomo contra mi mano.

—¿De dónde has salido?

Salta dentro de la habitación y sube a la cama, desde donde me lanza un lastimero maullido. Tomo la toalla que acabo de utilizar y froto su pelaje para quitar parte de la humedad. Agradecido, se tumba sobre la colcha y se hace una bola. Le tapo y acaricio su cabeza.

—¿Quieres quedarte aquí? —Tomo algunas prendas de ropa y le hablo como si me entendiera—. Voy a darme una ducha para entrar en calor. Luego te doy algo de comer ¿de acuerdo?

Rato después, estoy sentada en el suelo de la habitación viendo como mi nuevo inquilino se zampa el pollo que guardábamos en la nevera. De vez en cuando levanta la cabeza con cierta desconfianza, pero eso no le impide seguir comiendo con apetito.

Camille nos interrumpe, estaba tan entretenida que ni siquiera la he oído entrar.

—¿Y esta preciosidad de animal?

Lo dice mientras bebe el contenido de una de las raciones de sangre refrigerada y ni siquiera tengo oportunidad de contestar porque en cuanto el gato la ve, este huye a un rincón de la habitación mientras bufa y arquea la espalda.

¡Hola gente maravillosa que leéis en Wattpad! ¿Qué tal estáis por ahí?

Nuevo capítulo e interesante conversación entre Hugo y Olivia. No sé qué opinaréis pero a mí me da pena que Hugo esté así con Irantzu. ¡Friendzone total! ¡Qué mal se pasan con estas cosas! ¿Os ha pasado alguna vez? Eso de que te guste un amigo o amiga... realmente es un fastidio sobre todo si ves que no hay posibilidad de que la otra persona sienta lo mismo. En fin, veremos qué tal les va a ellos.

Y... ¡tenemos mascota! Se aceptan apuestas ¿Cuánto pensáis que va a durar el gato? ¡Mente positiva! Esperemos que mucho, aunque estando en casa con dos vampiras, no se yo qué deciros... Solo hay que ver cómo acaba el capítulo.

Si os está gustando esta historia, decídmelo en comentarios. Si no, también, jajaja

Pronto nuevo capítulo. Besitosssss

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