[7] ♡Cita Catastrófica♡
Me estaba muriendo internamente y entré en pánico cuando Jayden se acercó a una fila que esperaba por la montaña rusa. Sorpresivamente ni se molestó en hacerla y con las manos en los bolsillos le hizo una seña al chico que atendía con la cabeza y éste lo dejó pasar.
Los privilegios que tienen algunos.
Me impresionó ver que los que hacían fila no objetaron y lo dejaron subirse al juego como si fuera dueño del lugar.
Jayden sonreía con malicia y palmeó el asiento junto a él para que me sentara. Como niña pequeña y asustadiza negué con la cabeza, pero el castaño no se rindió y bajó del juego para venir por mí y arrastrándome con él hasta el carrito mientras me ponía el cinturón y yo temblaba del terror.
—Me quiero bajar—pedí regañadientes tensando la mandíbula.
Jayden me mira de reojo y baja la barra de protección.
—Te ayudaré a vencer tu miedo, para eso estoy aquí. Si te asustas mucho puedes apretar mi mano y cerrar los ojos—alega y su expresión me da un tono de íntima ternura revelando que lo que dice es cierto.
Confío en él y me aferro a la barra de metal observando al frente como una gallina cobarde. Mi cuerpo se estremecía con incesante temblor como si estuviera acometido a un terror de pánico.
El chico encargado del juego oprime un gran y brillante botón rojo, y me asusté tan cómicamente que las carcajadas de Jayden no tardaron en apoderarse de mis tímpanos cuando todo comenzó.
Al principio fue una subida suave y notoriamente dejé de tensarme, pero al estar en la cima me arrepentí miles de veces por haber mirado abajo.
—Mierda—me asusté y el carro bajó de un solo golpe.
Podía olfatear el olor a metal por doquier y juraba que en cualquier segundo las vías se incenderían en fuego por la rapidez en la que descendíamos.
El miedo me ganó y me aferre al brazo de Jayden como si mi vida dependiera de ello. Lo abracé con fuerza cerrando mis ojos y pude sentir como se impactó por mi acto, pero no le tomé importancia, pues el temor me ganaba.
Jayden correspondió a mi abrazo de forma protectora y me dejó apoyarme en él como mi pilar.
Oigo su corazón latiendo acelerado y no sé si es por la adrenalina o la cercanía de ambos.
El carrito se detiene y después de unos minutos, al reaccionar, suelto a Jayden de golpe para bajar del juego muy mareada.
Casi beso el piso de la felicidad y mi acompañante me mira con una sonrisa graciosa por mi actitud paranoica.
Él se detiene frente a mí y no logro evitar sentirme avergonzada al recordar como lo abracé hace poco.
—Lo siento, fue el miedo del momento—murmuro con una mueca.
—Tranquila, después de ese abrazo he visto el mundo de una manera distinta—dice divertido y sonrío aliviada.
Pero, ¿Quién diría que detrás de esa cara angelical existía un ser tan maligno?
Después de eso, el muy imbécil me obligó a subirme a literalmente todos los juegos. Y lo peor era que carcajeaba como nunca por mis gritos de pequeña asustadiza. Me estaba muriendo por esto y no se lo perdonaría nunca a ese idiota.
Terminamos de subirnos en todos y tomo asiento en un banco del parque con mi mundo dando muchas vueltas y sintiendo unas inmensas ganas de vomitar.
—Que gallina—se burla sentándose a mi lado y le regalo una ojeada amenazante.
—Déjame en paz—me quejo ya pálida.
—¿Por qué no volvemos a subirnos al ascensor?—pide con entusiasmo y sin soportarlo más, me levanté del banco para acercarme al cesto de basura y empezar a vomitar—¿Qué extraño fetiche tienes con que vea tu vomito a cada nada?—espeta con la nariz arrugada y después de vaciar mi estómago lo miro fulminante.
—Vete a la mierda—brame y él volvió a reír.
—¿Quieres algo de comer? Vomitaste todo, no es bueno que camines con el estómago vacío—alude con seriedad.
—Estoy bien, no tengo hambre—le resto importancia y frunce el ceño.
—Iré a traerte una hamburguesa y una gaseosa.
Se aleja dando puntapiés y me tumbo en el banco dejando reposar mi antebrazo sobre mis ojos.
¿Pero qué demonios pasa hoy?
Estos chicos cada vez vuelven mi mundo más de cabeza, llegará un momento en donde terminaré igual que Alicia del país de las maravillas de tan loca que me vuelven.
Unos minutos más tarde, Jayden llega con lo prometido y termino comiéndolo como una cavernícola muerta de hambre.
Al terminar, dejo el envoltorio en la mesa y le doy un último sorbo a mi bebida por la pajilla. Me limpio las migajas de pan con las mejillas rojas al notar como Jayden me veía con una ceja enarcada.
—Tal vez si tenía hambre—infle mis mejillas y él sonrió de lado dejándome ver como uno de sus hoyuelos se marcaba.
—¿Te sientes mejor?—preguntó y asentí con la cabeza—¿te gustaría algo más?—interroga y niego lentamente.
—Solo quiero salir de este lugar—dije agonizando y Jayden se puso de pie ante mi petición.
—Vamos—me hace una seña para que me levante y lo sigo a tropezones.
Salimos del horrible sitio y subimos a su auto para ver como conduce a un paradero desconocido.
Me quedo viendo tranquila el paisaje nocturno y siento la mirada de Jayden sobre mí. Lo atrapo con las manos en la masa y él sonríe con inocencia regresando su vista hacia la vía.
No entendía cual era su afición con las sudaderas y las bandas, pero parecía nunca dejar de usarlas. Siempre lo veía con una distinta cada día. Un aficionado por la música.
Empiezo a ver como se detiene frente a un lago y lo reconozco al instante. A este sitio, la mayoría de las veces vienen variadas parejas para pasar el rato y algunas para..... Disfrutar su noche al máximo.
Jayden baja del coche sin decir nada y hago lo mismo contemplando el escenario desorientada. Él camina hasta el lago y se sienta en la orilla para visualizar a las parejas del otro lado. Me senté a junto a él en el lugar rodeado de árboles y Jayden solo observaba a las luciérnagas que danzaban sobre el agua con una sonrisa genuina.
Su imagen me hacia semejanza a la de un niño puro e inocente. La forma en la que contemplaba las luces de las luciérnagas era bastante linda.
Su sonrisa se expande dejando a la vista su dentadura perfecta y blanquecina.
No puedo apartar los ojos de él y me siento imprudente por la forma tan descortés en la que lo veo, pero es inevitable. Cada Lewis tenía su propia belleza, pero sin duda la de Jayden, era la más angelical y maravillosa que he visto.
Sus orbes azules dejan de ver las luciérnagas para girarse en mi dirección. Esta vez no me avergüenzo y le sostengo la mirada durante un largo rato.
—¿Qué?—pregunto después de mucho tiempo cuando no aparta sus ojos de los míos.
—Lo he descubierto—musita sin apartar su conexión azulina.
—¿Qué cosa?—suelto una risita nerviosa.
—No es tu mirada, es como me miras.
Sus palabras me hacen abrir los ojos y de inmediato bajo la cabeza apenada.
—Y-Yo....
No sabía que decir, me había atrapado de la forma más tonta.
—Te diré algo curioso, Kya—vuelve al lago—para mí mis hermanos son lo más importante en mi vida y no quiero que por ti eso cambie.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué lo dices?—inquiero confundida.
—Porque si sigues mirándome así ya no me importaría luchar contra ellos para ir por ti.
Muchas confesiones por un día, no puedo creer que literalmente los tres Lewis me estén poniendo en medio de una cuerda floja sabiendo que yo tengo muy mal equilibrio.
Jayden voltea la cara para verme nuevamente y se relame los labios bajando sus pupilas hasta mis labios. Por instinto, hice lo mismo y luego alzamos los ojos al mismo tiempo para que nuestros orbes de color semejante se conectaran con un hilo electrizante.
Mis manos hacen puños en el césped al no saber que hacer y al notar que nuestro ambiente se ha vuelto bastante denso me muerdo la boca.
Paso saliva y Jayden ladeó una sonrisa al darse cuenta de lo nerviosa que me puso.
—¿Por qué nunca has salido con alguien, Kya?—interroga en un susurro.
—Hay dos cosas en este mundo que no son para mí, la física y el amor.
Él deja escapar una risa ronca.
Jayden se acercaba cada vez más y mi órgano vital que yace dentro de mi caja torácica no paraba de palpitar como un desquiciado. Mis palmas sudan y se sienten resbaladizas. Mi aliento se entrecorta. Y siento que estoy a punto de la locura.
Pero justo al creer que iba a besarme, no lo hizo.
—No puedo hacerles esto....—murmura en un hilo de voz y permanezco estática al instante en que apega su frente contra la mía—lo siento—se disculpa inaudible.
Dejo de estar tan tensa y levanto mi mano para alcanzar su mejilla y acariciarla con suavidad.
—Tranquilo—susurre y su respiración se oía bastante pacífica y profunda.
Duramos unos largos segundos así, en silencio, sin formular ni una sola palabra.
De repente, se oye un maullido sobre nuestras cabezas. Jayden se aleja de golpe y ambos alzamos los visajes de nuestros rostros para ver de dónde provenía el sonido.
Sobre un árbol, había un diminuto gatito blanco maullando asustado.
El castaño se puso de pie instantáneamente y yo hice lo mismo divisando al gato en la rama.
—Hay que bajarlo de ahí—argumenta Jayden verificando a sus lados.
—Está muy alto—le digo al ver el tamaño de la planta.
—No podemos dejarlo allí—espeta viéndome con obviedad.
—¿Y si llamamos a los bomberos?—sugiero y él se encaminó hacia el árbol ignorándome categóricamente—esto debe ser tratado por profesionales, Jayden—bramo preocupada al presenciar como empieza a escalar el tronco.
—¿Para qué pedir ayuda con algo que podemos hacer nosotros mismos?—inquiere apoyándose de las ramas para poder subir.
Me asusto por su bienestar, pero a él parece interesarle un comino mi preocupación.
Logra llegar a la cima en donde el gato maúlla atemorizado y me cubro la boca con las manos con el corazón aporreando mi pecho.
—Ven, pequeñito—Jayden trata de llamar la atención del animal.
—Vas a caerte—cierro los ojos asustada, pero a través del rabillo miro la escena disimuladamente.
—Tranquilo, gatito—pide con un tono sereno y el gato detalla con desdén la mano que le ofrecía—no te haré daño, solo quiero ayudarte a bajar—sonríe y sorpresivamente, el animalito comenzó a ir hacia él.
Me dejaba alocada el don que tenía Jayden para poder atraer animales. Era como Blancanieves versión hombre.
Logró tomar a la bola blanca entre sus fornidos brazos y el pequeño felino se acurruca sobre ellos recibiendo el tibio tacto de su abrazo. Jayden mira el suelo y pasa saliva al notar lo alto que estaba. Me acerco al árbol y me poso bajo él tratando de ayudarlo.
—Salta, yo te sostengo—grito y el chico contrae el rostro por la incredulidad.
—¿Estás loca? Podría aplastarte. Eres como una hormiguita y yo como un zapato gigante—espeta y percibo un poco de temblor en su voz.
—Solo salta—vuelvo a pedir y él niega con la cabeza.
—No, tienes brazos de fideo—grita desde las alturas y ruedo los ojos.
—Brinca y ya—exijo con cansancio.
—No voy a suicidarme—chillo con altanería y un loco plan llega a mi mente.
Nos tocará jugar con su ego.
Sin importar que, todos los Lewis tienen su punto débil y ese es su orgullo y egocentrismo.
—Gallina—me burlo y él frunce el ceño por mis palabras.
—¿Gallina yo? Subí hasta aquí para salvar a un gato—abraza con más fuerza al animal.
—Cobarde—bramo lobuna y diviso como su cara empieza a ponerse roja de la indignación.
—No lo soy—masculla avergonzado.
—Solo admítelo, no puedes bajar. Tienes miedo—sonrío ladinamente y sé que ya ha explotado.
—Te demostraré que no soy un miedoso—espeta cascarrabias y empieza a bajar del árbol hecho ira justo como un troll que hace vibrar la corteza terrestre—cobarde....—masculla sin gracia—que entonces suba ella a salvarlo si se cree tan valiente—suelta cosas con rabia justo como un anciano.
Al estar a escasos metros del suelo alzo mis brazos con alegría y una sonrisa encantadora decora mis labios.
—¡Lo estás logrando!—exclamo felizmente y él me observa sobre su hombro descorcentado.
—¿Qué? ¿No y que decías que era una gallina?—gruñe como perro rabioso.
—Era solo para encender tus motores—dije con inocencia y sus hombros dejaron de estar tan tensos.
Pero de pronto, suelto un grito al ver que Jayden se cayó del árbol justo sobre mí.
Sí, mala idea el de querer cargarlo.
Ambos caímos al suelo como costales de harina. Jayden estaba encima de mi cuerpo boca abajo mientras yo lo estaba del suelo mirando hacia arriba. El gatito quedó junto a nosotros y ladeó la cabeza al vernos en la tan prometedora posición.
Mi cara se torna carmesí al igual que la de él y lo empujo con todas mis fuerzas para que se acueste del otro lado.
Me palmeo los pómulos tratando de bajar el ardor y la carcajada de Jayden me saca de trance.
Él busca mis ojos con una chispa de diversión y nos conectamos al instante para encontrarnos con nuestras caras de asombro tan cómicas que los dos nos porrumpimos en ruidosas carcajadas que hacían eco en el silencio del lago y resonaban sin cesar junto a los árboles.
—Eso ha sido una locura—animo entre risotadas.
—Y si que lo ha sido, tenía muchos años sin sentir este tipo de adrenalina—Jayden me sigue viendo, pero esta vez de una forma distinta, y mi carcajeo cesa al ver el color de su iris ahora más claro.
Tan azul como el mar y el cielo. Igual a dos zafiros brillantes. Y similar al añil.
Su pecho sube y baja descontroladamente por la emoción del momento y él toma mi mano para besar mis nudillos dejándome anonadada.
—Por estas razones me gusta estar contigo.
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