[5] ♡Primera vez♡

Después de pasar un buen rato con Jung en el puente, me invitó a ir por un helado y pasamos por una tienda en la que los vendían con muchos sabores variados. Yo pedí uno de chocolate y él uno de vainilla.

Íbamos caminando por la plaza del pueblo mientras comíamos nuestros helados y hablábamos de cosas sin sentido. Reíamos como locos, bueno, yo reía como foca y Jung se mantenía cuerdo con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios.

Vi a varios de mis vecinos en la plaza, algunos leían el periódico, otros paseaban a sus perros y algunos caminaban para ejercitar. Todos me saludaban cada vez que me veían y Jung pareció realmente sorprendido por mi "popularidad" en el pueblo.

—Wow, eres como la presidenta de este lugar, ¿No hay nadie a quien no conozcas?—inquiere mirándome impactado.

—Vivo aquí desde que tengo conciencia, literalmente he convivido con todos en este pueblo desde pequeña—me encogí de hombros.

Su teléfono empieza a sonar y él lo saca de su bolsillo para contestarlo con cierto fastidio.

—Habla de una vez, estoy ocupado—espeta cascarrabias—mierda, ¿Ahora?—pregunta con fastidio y rueda los ojos—está bien, estaré allá en diez minutos. Sí. Mejor púdrete—corta la llamada y me mira con una mueca.

—¿Emergencia?—argumento y él asiente apenado.

—Mi equipo de hockey tendrá un partido esta semana y uno de mis compañeros se lesionó—explica terminando su helado—¿Te parece si te llevo a casa?—consulta y asiento sonriendo pacífica.

—Claro.

Él me guía hasta su moto y subimos a ella para volver a casa. Me deja justo frente a mi porche y lo miro con una expresión comprensiva al notar lo apenado que estaba.

—Espero que tu equipo pueda ganar—traté de tranquilizarlo.

—En serio lo siento—hace un mohín de impotencia—te lo puedo compensar llevándote a mi partido, prometo que estarás en primera fila.

Río ante su justificación y lo atisbo con ternura.

—Me parece bien.

Él me sonríe y enciende su moto.

—Prometo que serás mi cita para el baile Kya Wilson, eres muy buena para este mundo—y se marcha dejando un gran rastro de humo detrás de él.

Entro a casa y ésta se encuentra sola. De seguro papá está en el trabajo.

Cooki baja las escaleras y me lame el rostro para saludarme.

Me adentro a la cocina y reviso mi móvil encontrándome con un mensaje de papá en el que decía que hoy no llegaría a casa, ya que se le había presentado un gran proyecto de trabajo.

Así que tengo la casa para mí sola, ¿Qué puedo hacer?

Le escribí a Kiara para ver si estaba libre, pero me dijo que debía estudiar para varios exámenes. Resople y miré mi estante para acercarme a él y leer un libro de misterio de Agatha Christie.

Terminé el maravilloso mundo hecho de hojas y tinta, y me levanté del sofá viendo la hora en el reloj, eran las ocho de la noche.

No quería cocinar, así que opté en ir por mi chaqueta para salir de casa y comprarme algo en el café que está a unas cuantas cuadras de mi casa.

Llego al lugar y abro la puerta de cristal haciendo sonar la campanilla, el sitio está repleto de personas e intento hacerme espacio entre la multitud.

Espero a que la fila se minimice y cuando mi hora de pedir llegó, fui atendida por una chica castaña.

Hago mi orden y la muchacha me dice que espere del otro lado de la barra. Me posicionó en donde me sitúo la chica y veo como un hombre de unos cuantos años mayor que yo, deambulaba del otro lado inspeccionando el café. Era un sujeto alto y de ojos claros, que poseía de una mirada divertida. El chico siente el pesar de mis pupilas sobre él y se gira a verme con una sonrisa.

—¿Se le ofrece algo?—pregunta y niego sorprendida por la belleza del hombre.

—Estoy esperando mi pedido—musité muy avergonzada y él sonríe apacible.

—Comprendo—asiente lentamente y luego achica sus ojos para seguir viéndome—¿Sabes? Me recuerdas a una vieja amiga de mi hermano, ella siempre se le quedaba mirando sin disimulo alguno y después inventaba una pésima excusa para justificarse—alza las cejas y me sonrojo completamente al verme tan idiota—pero tranquila, tú pareces ser menos testaruda y cabezota que ella—me guiña un ojo y después la misma chica que me atendía se acerca a él.

—Señor Gael, ya llegó la señorita Duncan. Lo está esperando afuera—anuncia con un tono tono neutro y el hombre mueve la cabeza de arriba a abajo asintiendo.

—Fue un gusto conocerte, linda—hace una pequeña reverencia y sale del café.

Sigo su figura hasta afuera y puedo divisar a través del cristal del lugar como se encuentra con una hermosa chica de cabello negro muy parecida físicamente a Kiara, que abraza al chico con mucha fuerza. De seguro son pareja.

Permanezco intranquila esperando mi pedido y después detrás de mí siento como alguien se apoya en la barra.

Volteo para visualizar la alta figura de Jayden con las manos dentro de los bolsillos de su sudadera y el cabello apuntándole a lados distintos.

—Hola, Kya—saluda indiferente y lo miro asombrada por su repentina aparición.

—H-Hola Jayden, ¿Cómo sigues?—pregunto aturdida y él resopla con fastidio.

—Mejor, solo que el doctor me recomendó no volver a detener el balón con la cara—mencionó divertido y solté una risita—¿También hiciste un pedido?—consulta tranquilo  y afirmo con la cabeza.

—Mi padre no está en casa, así que no quería cocinar para mi sola—le reste importancia y un chico vino con nuestros pedidos para entregarlos.

—¿Y tu madre no está tampoco en casa?—pregunta curioso y aquella interrogante me trae un amargo sabor.

—Ella murió hace unos años—murmure tomando mi bolsa para encaminarme a la salida con Jayden detrás de mí.

—Lo siento, no quería...

—Tranquilo—lo corto con una sonrisa—déjalo estar.

Nos quedamos en silencio y ladeé la cabeza con extrañeza al ver como Jayden se sentó en la acera detrás del café para comer con placidez.

Enarco una ceja y él me mira con la boca llena de migajas.

—¿Te unes?—incita enseñándome su paganini y la verdad no tenía algo más interesante que hacer.

Tomé asiento a su lado y también saqué de la bolsita marrón mi cena. Jayden masticaba con tranquilidad su comida observando el cielo nocturno. Su silencio me resultaba bastante cómodo y era como si estuviera en compañía de un viejo amigo.

Al contrario de sus dos hermanos él resultaba ser el más dócil, simple, simpático y transparente.  Sinceramente Jayden a comparación de los otros Lewis, es el menos misterioso y más apacible.

Observo fijamente su perfil sin molestarme en adquirir disimulo. Poseía una nariz respingona, pestañas largas y rizadas, labios voluptuosos portando una ligera tonalidad carmesí, ojos azules y tan brillantes como un diamante. Su nuez de Adán se marcaba cada vez que tragaba y de la nada empecé a sentir mi garganta seca por aquella fantástica escena que podría contemplar día y noche. Jayden tenía una belleza atrayente, como la de un Ángel que te guía en el buen camino.

Él voltea su rostro y aplané mis labios en una fina línea al atraparme.

—¿Me estabas mirando?—interroga achicando sus ojos y las manos me comienzan a sudar.

Que idiota soy.

—No, solo estaba viendo el auto junto a ti—miento haciendo un mohín y en su expresión se notaba que no me creía ni una sola palabra.

—Pensé que ya te había dicho que deberías mejorar tus mentiras—se burla con jocosidad y me siento un poco indignada.

Inflo las mejillas y mofo mirando a otro lado.

—No mentía—respondo sonrojada.

—Como digas—sonríe de lado y le doy un pequeño golpecito en el hombro al notar que se lo toma a pitorreo.

—Eres un idiota—musito riendo.

—Auch, mira como tus palabras me valen un carajo—rechifla divertido y ruedo los ojos con regocijo.

—De nuevo, eres un idiota.

La sonrisa juguetona no desaparecía de sus labios, así que decidí cambiar de conversación viendo que no tiene intensión de dejar de reírse de mi malo arquetipo de mentirosa.

—¿Por qué viniste solo?

Él hunde el entrecejo y repentinamente su rostro se vuelve serio.

—¿Creías que vivía las veinticuatro horas pegado a mis hermanos? No somos salchichas, Kya—alude un poco frío y me retracto inmediatamente. 

—No, no era lo que quería decir—musité relamiendo mis labios y Jayden suspiró viendo su pan a medio comer. 

—Me gusta estar solo, a diferencia de mis hermanos, amo la tranquilidad. Y no soy tan social como ellos, prefiero estar con mi familia y amigos más íntimos que hacerme conocido de la primera persona que cruza la calle.

—Te entiendo, tampoco soy de las que tienen muchos amigos y disfruto de ello—observo el estrellado cielo—pero nunca está de más tener a alguien que te acompañe en tus momentos de soledad.

Él se queda en silencio y dura un largo rato meditando mis palabras. Luego se pone de pie y me detalló con cierta altivez.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?—pregunta evitando mi tema de conversación y asiento terminando mi comida.

—Sí, por favor—me levanto y lo miré de reojo acompañándolo a un auto moderno y costoso que estaba aparcado en el estacionamiento del café.

Él me abre la puerta y entro en silencio aún procesando su actitud apática conmigo.

Empezamos a andar y la incertidumbre me ahogaba, sentía que hablar de su soledad era tocar fondo y con su manera de reaccionar deduje que sí.

Lo miro de vez en cuando y él permanece con sus ojos fijos en la calle.

—Hoy estuve con Jung—hablé y por fin, desde que habíamos subido, me prestó un poco de atención.

—Thiago lo matará si se entera—dice fingiendo tristeza.

—Y él me había dicho que era adoptado—admito y cerré mis párpados esperando una mala reacción de su parte.

Pero en realidad, se lo tomó bastante a la ligera.

—¿Pensé que era más que obvio?—ladea la cabeza confundido—Thiago y él lo son—explica con simplicidad.

—¿Y tú no?—pregunto con curiosidad y diviso una quisquillosa sonrisa.

—No, mis padres los adoptaron cuando tenía seis años y desde allí somos los tres como uña y mugre—dice seguido a un encogimiento de hombros y presiento un poco de felicidad al hablar de eso. 

—Veo que los quieres mucho—digo sonriente al reconocer el lindo amor que se tienen.

—Literalmente son mis compañeros del desastre, ¿Cómo no quererlos?—me mira con sus mejillas ruborizadas por el frío—¿Tú no tienes hermanos?

—No, soy hija única. Pero tengo un perro llamado Cooki y es como mi hermano versión canina—interpele solaz y Jayden ríe por mi malísima comparación.

—Debo ver a ese perro algún día, de seguro es un golden o algo así.

Me impresionó por su buena respuesta.

—En realidad, sí es un golden, ¿Cómo lo supiste?

Él junta sus dientes y me ojea actuando entretenido.

—Combina mucho contigo y sé que es alguien al que tú elegirías.

—¿Tan predecible soy?—susurro con sorpresa.

—Más de lo que te imaginas.

El auto empieza a detenerse y atisbo mi hogar del otro lado de la ventana.

—Ya hemos llegado a su destino, señorita—bromea y la puerta se abre por si sola, como en el Lamborghini de Thiago.

—Muchas gracias, Jayden—me despido saliendo, pero entonces, él me toma de la muñeca deteniendo mi paso.

No dice nada durante un largo rato, pero luego abre sus labios para articular una casta oración.

—Contigo no me siento solo—se expresa en voz baja y de repente, caigo en cuanta de que ha estado pensando en su respuesta desde que me ofreció traerme.

Suelta mi mano y se acomoda en su asiento sin mirarme.

—Que descanses, Kya.

Y se va, sin decir nada más.

Paso la noche dando vueltas en mi cama y el insomnio se vuelve intenso. El amanecer llega y los rayos brillantes del sol traspasan la persiana de mi habitación.

Me levanto y bajo las escaleras encontrándome con los zapatos de papá en la entrada, de seguro a llegado en la madrugada.

Me visto y salgo de casa yendo en bicicleta a la escuela. Afuera del instituto había un gran alboroto y podía oír silbatos, porras y gritos por doquier.

Confundida, me adentro a la instalación encontrándome con todos los estudiantes en el campo deportivo en espera del inicio de un partido.

Dios, el partido de fútbol americano de Dylan. Lo había olvidado por completo.

En el centro de las gradas llenas de audiencia, una significativa cabellera azabache sobresale de la multitud y subo por las escaleras siendo empujada por las personas, hasta llegar al sitio en donde mi mejor amiga me apartaba un asiento.

—Llevo media hora llamándote—masculla desdeñosa.

—He dejado mi teléfono en casa—suelto una risita nerviosa. 

—El partido está por comenzar y la trilogía perfecta no ha parado de preguntar por ti—señala a los tres chicos que están sentados hombro a hombro con malas caras en las gradas de abajo.

Ellos tres eran la atención de todos, tanto así, que la mayoría ignoraba la entrada de los integrantes del equipo para mirar enamorados a los hermanos Lewis.

Ninguno de ellos se inmuta y se limitan a ver el inicio del partido.

Las chicas del equipo de porristas hacen sus porras y mis ojos viajan de forma automática hacia la nueva capitana del equipo. La misma chica pelirroja del club.

El dolor me traspasa el pecho al notar como anima a Dylan, pero él ni siquiera le dirige la mirada a ella, sino que sus orbes verdes suben hasta el puesto en donde estábamos Kiara y yo. Me tenso y Kiara frunce el ceño al ver que Dylan nos observaba fijamente para después guiñarnos un ojo.

Siento mariposas en el estómago al presenciar aquella acción y Kiara y yo nos regalamos una mirada significativa.

Puedo atisbar la resignación en la pelirroja y ella alza la cabeza para ver con recelo a quien Dylan le había guiñado el ojo. Nos mira con enojo y se da vuelta bruscamente para volver con las porristas.

Uno de los Lewis gira en su asiento y me observa con una sonrisa traviesa.

El partido transcurre y no puedo evitar contemplar enamoradiza a Dylan, Kiara lo nota y me da un codazo para que reaccione cuando estoy apunto de echar baba.

Me empiezo a aburrir y la verdad no entendía mucho acerca del fútbol americano.

Mi cara estaba apoyada en mi puño y veía con cansancio el juego.

De pronto, una sombra acapara mi campo visual y alzo la cabeza para toparme con la anatomía perfecta de Thiago. Él no borra de su rostro aquella mirada casquivana muy singular en su ser.

—¿Te importaría si me la llevo un rato?—le pregunta a Kiara, encantador.

—No, tranquilo. Es toda tuya—acepta y puedo divisar su rostro malvado con cuernitos y cola de demonio.

Le regalo una expresión decepcionada como si hubiera sido traicionada y ella no paraba de reír de forma maliciosa.

—¿Me acompaña, señorita?—pide con un guiño y mi mano cosquillea al notar que me estrecha la suya.

—C-Claro—balbuceo apenada y la acepto sintiendo el tacto protector de ésta.

No comprendía porqué la mera presencia del chico me provocaba tantos desbalances mentales. Un extraño sentimiento se apodera de mi cuerpo y mi estómago siente un hormigueo ensordecedor.

Bajamos por las gradas y él me dice que no hagamos mucho ruido cuando pasamos detrás de Jung y Jayden.

Los pesados ojos de Dylan recaen sobre mí al verme pasar con Thiago por la puerta hacia el interior del instituto, pero la ignoro siguiendo los pasos del moreno que corría conmigo como si fuéramos prófugos en el momento en el que el coordinador nos atrapó escapando del partido.

Corríamos como locos ojeando a nuestras espaldas y nos detuvimos por un pasillo desolado, ya que todos se encontraban viendo el partido. Podíamos oír los pasos del hombre que nos seguía a lo lejos y Thiago me toma de la muñeca para que nos escondieramos dentro del pequeño cuarto de conserje.

El pecho del chico queda contra el mío y con su mano cubre mi boca para que no emita ningún sonido cuando el coordinador pasa junto a nosotros. El color rojo llena mi cara y la cercanía del moreno me deja delirando. Su respiración agitada se mezcla con la mía y me petrifico sin poder alejarme de él. El hombre viejo que nos seguía se va al no encontrarnos y Thiago sale de la habitación verificando su ausencia y al hacerlo, me pidió que hiciera lo mismo.

Mi corazón no dejaba de latir desesperado y aún podía sentir el cuerpo de Thiago contra el mío.

Su carcajada no tardó en resonar por mis oídos haciendo vibrar las paredes con su voz. Sonrío por lo lindo que se oye y sus ojos conectaron con los míos.

—Eso fue divertido—comenté con una sonrisa—me sentí como si estuviera escapando de la cárcel—reí con gracia.

—Soy una mala influencia para ti—dramatiza con diversión.

—¿Por qué escapabamos de tus hermanos?—pregunté con una ceja enarcada.

—Creo que es obvio. Kya, soy alguien que le gusta ir por lo suyo y que detesta compartir la meta que se propone a cumplir, ¿No sé si me entiendes?

—¿No querías que tus hermanos se interpusieran?

Mi confusión es universal.

—Claro, esta es como una competencia, Kya y solo uno puede ser el ganador, y yo nunca pierdo.

Frunzo el ceño.

—Yo no soy un trofeo—rechisto.

—Pero tu corazón es oro y eso es más valioso que un trofeo. Tu amor es el que merecemos ganar y sé que tú no nos dejarás el trabajo fácil.

Y si tenía razón, yo no se los dejaría fácil. No podía entregar mi corazón así de la nada cuando a penas y conocía a estos chicos.

—Kya, sé que te gusta Dylan y ese chico ni siquiera te valora como se debe—sus ojos no se apartan de los míos—pero prometo hacer de todo para que te olvides de él.

Da un paso cerca de mí e instintivamente yo doy uno para atrás.

—¿Por qué me trajiste hasta aquí?—interrogue con los nervios danzando por mi cuerpo.

Él tardó unos segundos en responder y entonces sus palabras me dejan sin aliento.

—Me gustas, Kya.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top