[19] ♡Juego♡

Si me preguntaran con que palabra me describiría, de seguro diría: Cobarde. Y mierda, sí que lo era.

Thiago me besó, se confesó y que fue lo que yo dije.

—Tengo que ir a hacer pipí.

Y como buena cobarde corrí por todo el instituto hasta volver a casa. Era una verdadera idiota. ¿Qué demonios me pasaba? ¿Besar primero a un hermano y luego al otro? Algo debía estar mal con mi cabeza.

Pasé el resto del día con papá y mi tía, pero parecía no estar allí, ya que continúas veces chequeaba mi móvil para ver si recibía alguna llamada de Thiago. Pero nada. Absolutamente NADA. ¿Será que se enojó?

Lo dejaste solo en la terraza después del beso, así que yo diría que sí.

Dios, no puedo ser más catastrófica.

Todo era más fácil cuando era solo yo y la tonta con el corazón ilusionado por Dylan.

La noche cae y llego a casa para pasar una extensa velada de insomnio mirando mi celular en espera de algún mensaje. Kiara tampoco me ha escrito y no contesta mis llamadas. Genial, estoy sola en este puto mundo.

El fin de semana llega con la salida del sol y suspiro observando como el cielo se ilumina y yo seguía con el móvil en la mano junto al contacto de Thiago en pantalla.

¿Y si lo llamo y me disculpo por irme así?

Me golpeo la cabeza contra la ventana llena de agonía.

La señora Smith está regando sus plantas y al verme agonizando desde su jardín, me saluda y me hace una seña para que baje.

Son las seis de la mañana, es sábado y literalmente lo único que tengo para hacer a esta hora es lamentarme, así que no, prefiero bajar y pasar un rato con la señora Smith.

Salgo de mi casa dejando a Cooki como guardián y cruzo la calle para llegar al jardín de mi vecina y encontrarla sentada sobre una silla del porche con una tetera y tazas de té en una mesa pequeña.

—Buenos días, señora Smith—saludó amablemente sentándome frente a ella.

—Buenos días, Kya, ¿Cómo sigue tu padre?—pregunta sirviéndome una taza de té.

—Hoy lo darán de alta—contesto tomando el mango.

Desde que era pequeña, la señora Smith siempre me invitaba a tomar el té con ella. Decía que era muy madura para tener solo seis años y la verdad sí disfrutaba de la compañía de la mujer, era bastante agradable y divertida.

Ya se notaba como los años empezaban a hacerle efectos. Tenía líneas de expresión más marcadas que antes, su antiguo cabello castaño comenzaba a tornarse blanco desde la raíz, su contextura se volvía cada vez más delgada, pero su amor seguía siendo inmenso.

Hablábamos de cosas alocadas como si fuéramos viejas amigas de los años noventa y nuestros otros vecinos al vernos reír como locas, nos observaban como si quisieran llevarnos a un manicomio.

Miro mi teléfono varias veces mientras platicamos y ella nota algo extraño cuando suspiro rendida apagando mi móvil.

—¿Pasa algo, querida?—pregunta ante mi rostro decepcionado y la miro con un mohín.

—No, nada—miento y la mujer bebe más té con lentitud sin despegar sus ojos de los míos.

Deja la taza sobre la mesa y una sonrisa apacible se dibujó en su delgada y arrugada boca.

—Tres jovencitos muy peculiares estaban preguntando por ti hace unos días, jamás creí que tendrías pretendientes tan apuestos, pensé que seguías enamorada del príncipe Erick—bromea y río con ella negando con la cabeza—¿lo que tanto esperas que te llegue se debe a alguno de esos chicos?

Su interrogante me hace agachar la cabeza y ella coloca las manos sobre su regazo, observando a su esposo que estaba arreglando el jardín.

—¿Sabes? Cuando era más joven era una muchachita muy hermosa, tanto como tú. A mi hogar llegaban filas de pretendientes a pedir mi mano, pero de ese montón de hombres apuestos, millonarios, filántropos, decidí casarme con el irritable cajero de la tienda de snack que quedaba junto a mi casa. ¿Y por qué será que lo hice? Dijeron que desaproveche un montón de oportunidades, pero ¿Qué ganaba yo estando con uno de esos tipos superficiales si ninguno de ellos era capaz de hacerme sentir lo que él? Y eso para mí era más que suficiente. Por muy odioso, fastidioso o molesto que había sido en ese entonces, descubrí que lejos de él no iba a poder ser feliz.

Sonreí por su anécdota y pareció muy romántico la manera en la que lo describía.

—Es una hermosa historia—confieso detallándola atenta.

Ella se inclina hacia adelante y con su dedo índice toca el lado de mi corazón.

—Busca a la persona que te acelere esto, que te robe suspiros, que te haga sentir única, inigualable. Consíguete a alguien que te haga sentirte bien a su lado, que seas capaz de abrirte, de bajar todas esas barreras que te protegen de las agonías de la vida. Quédate con alguien que te ame tal y cual eres, con todas tus virtudes, con todos tus defectos, sin excepciones.

—Ya veo porque el señor Smith se enamoró de usted, es muy poética y romántica—aludo y ella achina sus ojos, los cuales desaparecen por sus párpados caídos.

—¡Lo único romántico que me dijo cuando éramos jóvenes fue mira como me enamoraste, maldito imbécil!—exclama su esposo detrás de los tulipanes que regaba y suelto una carcajada al oír la voz del final.

Mi teléfono se enciende repentinamente y en la pantalla se refleja un mensaje de Jung.

Jung: Te estaré esperando

Sonrío inconscientemente y la señora Smith asiente con la cabeza.

—G-Gracias por todo, señora Smith. Fue bueno tomar el té con usted—me pongo de pie apresuradamente—¡Gracias por todo!—exclamo corriendo por su patio y ella se levanta para mirar como me alejo.

—Está más perdida de lo que puede admitir—musita, pero la logro oír.

Llego a mi casa y me preparo para el partido de hockey de Jung. No quiero llegar tarde, la verdad deseo brindarle todo mi apoyo. Sé cuanto ama este deporte.

Termino de arreglarme y salgo de mi hogar para deambular por las calles iluminadas del pueblo y después entrar a la prestigiosa academia en donde se llevaría a cabo la competencia.

Contemplo a todas las personas que pagan entradas por venir a ver el partido, a mí me han puesto un collar que dice acompañante en la parte de adelante al decir que venía por parte de Jung Lewis y dije mi nombre.

Un hombre con aspecto de organizador me guio hasta las gradas. A lo lejos diviso a Jayden sentado escuchando música y a su lado, la persona a la que no podía mirar a la cara ayer. Thiago.

El sujeto me pide que me siente junto al moreno y permanezco estática como un maniquí mirando al frente.

—Hola, Kya—saluda Jayden quitándose los auriculares y sonriendo un poco.

—H-Hola, Jayden—lo saludo.

Por inercia mis ojos observan a Thiago que me repara con un rictus lleno de coquetería y me convierto en un tomate al sentir su brazo rodear el espaldar de mi asiento.

—Hola, Thiago—murmuro pequeñita.

Él alza las cejas y se inclina un poco hacia mí para hablarme en voz baja.

—¿Te quedaste encerrada en el baño?—indaga y me maldigo a mi misma por la pésima excusa de ayer.

—Es que después de eso, mi tía me llamó, papá necesitaba algo—miento con descaro.

Jayden me mira ceñudo y sé que él sabe que miento aunque dudo que conozca el porqué lo estoy haciendo.

—Comprendo—asiente el moreno—pero no creas que me he olvidado de lo de ayer—sus ojos bajan por nanosegundos hacia mis labios.

No podía con esto, él debía saber que también había besado a Jung.

—Thiago, creo que debo decirte algo—me envuelvo de valor y el pitido del árbitro nos hace contemplar la pista.

—El juego está por comenzar—mi compañero de asiento sonríe entretenido posando sus pupilas en el hielo.

Me tenso en mi puesto y hago lo mismo que él, con el pesado mirar de Jayden sobre mí.

Un muro opaco rodea todo el campo y por encima de éste se encuentra otro transparente, que mide un metro de altura y permite a los espectadores una amplia visión del juego, a la vez que nos protege.

Los jugadores empiezan a salir por equipos patinando, por último diviso a Jung que es alabado por todo el público. Él alza su mano saludando a todos y sus hermanos lo empiezan a animar desde las gradas.

Jung capta mi presencia y me repara conmovido antes de seguir patinando.

Llevaba puesto un casco rojo, guantes y protectores acolchados de color negro para protegerse el cuerpo.

El uniforme del equipo contrario era blanco, en cambio el de ellos era negro.

El juego inicia y el game timekeeper lleva el tiempo.

El partido está bastante reñido, ambos equipos son buenos, pero Jung sobre el hielo es superior a todo lo que he conocido en mi miserable vida.

Los narradores hablan por los altavoces y aprieto mis manos al ver a Jung con el disco. Debe lograrlo. Se está acercando a la portería, la defensa viene contra él. Jung lanza el disco y después....

—¡Anotación!—exclama el narrador poniéndose de pie vociferando.

Todos se levantan aplaudiendo y gritando el nombre del asiático. Le hago barras desde las gradas.

—¡Eres increíble!—exclamo creando un megáfono con mis manos.

—¡Ese es mi hermano, putos!—grita Thiago emocionado haciéndome reír.

Jayden sonríe contemplando al azabache patinar sobre el hielo y Jung alza su palo provocando que toda la audiencia grite.

Jung se detiene frente a nuestras gradas y a través de su casco capto una genuina sonrisa.

—Te dije que serías mi amuleto de la buena suerte—habla dándole vuelta al palo y mostrarme el grabado en plata que tiene su equipamiento.

Pongo mis manos sobre mi boca conteniendo la tonta expresión que quería apoderarse de mis labios y lo veo conmocionada al leer mi nombre en el palo.

—Mi Kya Wilson 2.0 es capaz de todo—bromea y la emoción me lleva a morderme los labios cautivada.

El árbitro hace sonar el silbato y él resopla comprendiendo que el tiempo ya acabó.

—Deséame suerte—me guiña un ojo.

—No la necesitarás, eres muy bueno—admito y él ríe antes de alejarse.

Los tiempos pasan y el equipo de Jung lleva la delantera. Ganan el partido. Todos gritan y se emocionan. Cae confeti del techo. Lo cargan aclamando su nombre. El trofeo yace en sus manos y él muestra una diminuta sonrisa cuando lo bajan y desaparece con su equipo. Pero al llegar al umbral me muestra su palo otra vez y me habla de forma muda: la buena suerte.

—¿Qué era lo que querías decirme?

La voz de Thiago me hace girar a observarlo y suspiro resentida por olvidar que le diría la verdad. Que no podía jugar con ambos.

—¿Podemos ir a un lugar más privado?—inquiero rascándome la mejilla nerviosa y él asiente colocando su mano a lo bajo de mi espalda.

—Claro.

Me acompaña a pasar la hilera de sillas y noto como Jayden nos atisba con una ceja enarcada, pero termina encogiéndose de hombros para volver a colocarse sus auriculares.

Thiago me lleva por los vestidores y nos detenemos en un pasillo desolado, en donde de manera lejana se oía la multitud que aglomeraba la pista.

—Soy todo oídos—se cruza de brazos con una postura erguida.

Mis manos tiemblan y me relamo los labios bajando el rostro.

—Antes de besarte a ti, besé a Jung—suelto finalmente y cierro mis ojos presa del miedo.

No quiero ver la expresión que hará, de seguro estará decepcionado de mí. Lo más probable es que creará que estoy jugando con ellos.

—Kya...

—En serio lo siento, pero es que estoy muy confundida—confieso sin ser capaz de encararlo.

—Kya...—vuelve a musitar.

—Yo desconozco sobre esto, sé que estoy mal y comprendo si estás enfadado conmigo. No debí corresponder el beso si eso podría significar que te alejeras de mí si te enterabas por otras bocas de que ya lo había besado antes—mi tono sale un poco quebrado y respiro hondo intentando recomponerme.

—Kya.

—No quiero que se alejen de mi vida. Los tres se han convertido en una parte muy crucial en ella y no sé que haría sin ustedes ahora. Nada sería lo mismo y....

—Kya—me toma de los hombros mandándome a callar y me obliga a mirarlo—¿Por qué?

—Porque los quiero—mis ojos destellan tristeza.

Lo reparo temerosa y él parece estar tranquilo, en realidad su expresión es todo lo contrario a la de estar enojado.

Eso me desconcierta.

—No estoy enfadado, la verdad me alegra que tuvieras la confianza de contármelo. Muy pocas personas tienen agallas para demostrar sus temores y no.... No me alejare de ti solo porque besaste a mi hermano, te aseguro que este no había sido mi primer beso, y aquí te hago yo una pregunta, ¿Te enojarías tú conmigo por saber que he besado a muchas más antes que a ti?

Su pregunta me hace ladear la cabeza.

—No, no podría enfadarme porque a sido antes de mí—musito viéndolo a los ojos.

—Exacto, y yo tampoco podría molestarme si lo besaste a él antes que a mí.

—Pero esto es diferente, él es tu hermano—replico alzando mis cejas.

—¿Te gusta?—indaga y aquella interrogativa me hace dar un paso hacia atrás.

—No.... No lo sé—confieso detallando como niega lentamente con la cabeza.

—Kya, no me interesa si me amas a mí o a otro más, no me importa que me rompas el corazón cuantas veces quieras, pero lo que si quiero es que tú seas feliz. No deseo que sientas presión por nosotros, es tu decisión. Tú decides a quien amar, a quien querer, con quien pasar el resto de tu vida o alguna parte de ella. Pero no te sientas obligada a ocultar tus sentimientos por complacer a los demás.

Su reprimenda me hace verlo confundida.

—A veces es bueno ser egoísta por uno mismo—argumenta con una sonrisa y acaricia mi rostro suavemente—y te aseguro, que si no me eliges a mí, habrá sido un placer de que fueras tú la que haya roto mi corazón.

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