[18] ♡Líos♡

Ya era de mañana, Jayden y yo estábamos en la sala desayunando. Cuando desperté, me encontré a el chico abriéndole la puerta a un delivery para recibir dos bolsas de comida en donde adentro yacía nuestro desayuno mientras le pagaba. Me sorprendí realmente, pero no objete. Team comida gratis.

Cooki jugaba con una pelota alrededor de la mesa y al terminar, me pongo de pie para recoger los trastes.

—¿Necesitas ayuda?—pregunta Jayden pasando la barra de la cocina.

—No, gracias—respondo serena lavando los platos.

—Puedo ayudarte—insiste tomando el jabón desde mi espalda y me giro para encararlo quedando frente a su pecho.

Tengo que alzar la cabeza para verlo bien y eso lo hace reír.

—Tú eres la visita—replico tratando de quitarle el jabón de platos y él lo alza impidiendo que lo alcance—¡Ey! Eso es trampa.

—No lo es—se ríe.

Me pongo de puntillas y mis dedos rozan su muñeca con dificultad. Al mostrarme sus dientes me demuestra lo mucho que disfruta molestarme y doy un brinquito que me hace resbalar y en nanosegundos, su brazo está alrededor de mi cintura impidiendo que caiga.

Mis manos se aferran a sus hombros por inercia y nos quedamos mirando el uno al otro en silencio. Mis mejillas se tiñen de carmesí al percibir su aliento cerca de mis labios y alguien abre la puerta de la casa a la par dejándonos expuestos.

—¡Crecen tan rápido!—una voz chillona inunda mis oídos y de inmediato aparto a Jayden al encontrar a mi tía viéndonos conmovida del otro lado de la barra.

—T-Tía Christa—titubeo dejando la esponja y ella sonríe con picardía acercándose a nosotros. 

—¿No me presentaras a tu amigo?—pregunta socarrona y toda la vergüenza que siento no puedo describirla con palabras.

Miro a Jayden con desdén y él permanece indiferente como si no nos hubieran atrapado en una posición casi promiscua.

—Él es Jayden—lo presenté y mi tía le estrechó su mano emocionada.

—Soy Christa Wilson—sonríe de oreja a oreja y él acepta su mano.

—Un gusto—corresponde Jayden.

La rubia que tengo como pariente se inclina un poco hacia mí y con su mano cubre parte de sus labios para decirme algo en voz baja.

—Es muy guapo. Al carajo solo el oral, ¿Ya te lo tiraste?—interroga y jamás en mi vida deseé tanto desintegrarme en la tierra.

—¡Tía!—sermoneo separándola de mí para que ella lo vuelva a ver con una sonrisa casi inocente—¿Qué haces aquí?—busco cambiar de tema.

—Tú padre me pidió que te llevara a la escuela y viera cómo estabas—contesta dejando de mirar a mi acompañante para dirigir sus ojos verdes hacia mí.

—Entonces ya nos podemos ir—digo sacándola arrastrada de nuestra casa para que deje de incomodar a Jayden, aunque a él parece hacerle gracia la actitud imprudente de mi tía.

—Si quieres te podemos llevar—ofrece ella dirigiéndose al castaño, sacando de su bolso las llaves del Mercedes.

—Estoy segura de que él...—trato de que no haga de la situación más incómoda.

—Es muy amable, pero hoy no podré ir a la escuela. Mis padres han vuelto de viaje y quiero pasar estos dos días con ellos—contesta buscando su patineta.

—Tan lindo, quiere pasar tiempo con su familia—la mujer a mi lado se pone sentimental y el oji azul le sonríe.

—Nos vemos después, Kya—se despide subiéndose a su patineta—fue un gusto conocerla, señorita Wilson.

Y se va dándole al suelo varias veces con su pie para que después la patineta ande por si sola en la calle. Veo a mi tía mirando como se aleja con una mano en el pecho y la cabeza ladeada. Después dirige sus ojos hacia mi puesto.

—¿Qué hacia aquí?—es lo primero que pregunta cuando se va.

Tardé unos segundos en responder, pero al final lo hice soltando un resoplido.

—Vino anoche porque conocía mi temor hacia las tormentas y sabía que estaba sola.

—¿Vino en patineta, sólo, bajo la lluvia anoche, porque tenías miedo?—inquiere sorprendida y asiento con la cabeza detallando el camino por el que se fue—Kya, ¿Puedo decirte algo?

—Claro.

—Cásate con ese chico.

Es lo último que dice antes de abrir la puerta del chófer y subirse a su auto. Yo hago lo mismo, pero del lado del copiloto y así fue como mi querida tía Christa me llevo a mi prestigioso instituto.

Ella baja la ventanilla al ver la entrada y hace una mueca de asombro al notar su complejidad.

—No sabía que eras tan inteligente como para estudiar en un colegio de millonarios, la última vez que te vi te comías los mocos y le decías a tu papá agua—contempla el instituto con sorpresa.

—Pasaron casi 12 años desde que no nos vemos—contesto bajando del auto y rodeándolo hasta quedar frente a su puerta—gracias por traerme.

—No hay de que, muñeca—me guiña un ojo y se va a todo motor junto a los insultos de los habitantes del pueblo.

Río entrando al instituto y apretando la correa de mi mochila. Avanzo por la instalación llena de estudiantes mientras todos están sumergidos en sus mundos. Voy por el pasillo y a mi lado un chico se acerca a una rubia con un ramo de rosas gigantescas y dos chicos atrás de él sosteniendo un cartel en donde le preguntaba si quería ser su cita para el baile. Me detengo para verlos y sonrío cuando la muchacha dice que sí muy feliz y corre a abrazarlo en tanto a él no le cabe la dicha.

Sigo mi camino sintiendo una punzada en el pecho y a lo lejos diviso a Dylan hablando con Cassie, la cual parecía muy animada platicando, en cambio él tenía su dedo índice sobre la sien, oyéndola con algo de aburrimiento.

Intento ignorarlos, pasándoles por un lado sin verlos, pero la repentina voz de Dylan acaricia mis oídos como si fuera música y aprieto la mandíbula sintiéndome impotente porque mi corazón reacciona de manera acelerada al escucharlo.

—¡Buen día, Kya! Me alegra verte.

Lo observo sobre mi hombro y él me obsequia una sonrisa amable. Mis ojos detallan a Cassie que está a su lado de brazos cruzados, mirándome desdeñosa.

Mi rostro neutro lo hace entender que no estoy de humor para aceptar su saludo después de lo dicho y con un tono muy solemne le contesto:

—Lamento no poder decir lo mismo—mascullo dándome vuelta sobre mi eje y una sonrisa orgullosa se ensancha en mis labios al atisbar con el rostro descompuesto de ambos estudiantes.

Llego a mi salón y me siento junto a Kiara, quien me toca el hombro de forma comprensiva y le dedico una mirada desanimada.

—¿Cómo estás?—me pregunta mientras observo como todos los estudiantes empezaron a entrar al salón.

—Mejor—contesto sacando mis libros.

Ambas giramos hacia la ventana al oír unos gritos y nos quedamos presenciando la escena de como ahora una chica le lanzó confeti a un chico pidiéndole si quería ir con ella al baile. Al él decir que sí, nos volvemos a mirar.

—Ya solo faltan dos semanas para el baile—murmura Kiara—Dany me pidió que fuera su cita—soltó con simpleza.

—¿Dany? ¿El chico del consejo escolar?—frunzo el ceño.

—Ese mismo—se encoge de hombros.

—Espero que le hayas dicho que sí—chillo emocionada tratando de olvidar que aún no he decidido con quien ir.

Ella hace una cara extraña y la veo con reproche.

—¿No me digas que le dijiste que no?—sermoneo.

—No exactamente, le dije que lo pensaría. 

Casi me entraron ganas de tomarla del cuello y zarandearla por estúpida.

—¿¡Cómo pudiste decirle eso!?—espeto en mi modo lunática.

—Siento que es muy bueno para mí—juguetea con su lápiz—creo que no merezco que alguien tan puro como Dany.

—Por Dios, Kiara. Tú mereces todo lo bueno en este mundo y te aseguro de que Dany te quiere mucho, muchísimo. La manera tan magnifica en la que te ve al llegar es como si estuviera contemplando a una maldita ninfa. Te trata como todo un caballero, se preocupa por ti, siempre está para ti. Pero si tú no te sientes del todo segura, no soy quien osea obligarte—me acomodo en mi asiento y ella fija sus ojos marrones en la pizarra.

Se muerde las uñas y el profesor entra al salón junto con una gran oleada de estudiantes.

La clase termina después de dos horas de geografía y con Kiara, salimos de nuestra aula.

—¿Te parece ir a la cafetería?—sugiero y ella está distraída viendo sus zapatillas—¿Kiara?—la llamo y se dirige a mí con una expresión perdida.

—Necesito hacer algo—murmura observando el pasillo con atención—te sigo más tarde—contesta alejándose y la veo irse con extrañeza.

Me encojo de hombros y me doy vuelta para avanzar por el corredor y guardar mis libros antes de ir a la cafetería, aunque creo que será un poco tarde.

Llego a mi casillero y saco los libros de mi mochila para guardarlos. Percato la presencia de alguien a mi lado y la puerta de metal que sostenía, es abierta por completo mostrándome a la persona que yacía tras ella.

Ruedo los ojos al ver a Dylan con una sonrisa encantadora y tomo la puerta de mi casillero para cerrarla de malas ganas.

—¿Qué quieres?—bramo al notar sus intenciones de decir algo.

—Necesitamos hablar.

—No necesitamos nada, yo ya dejé en claro todo—muestro indiferencia aunque por dentro estoy muriéndome de los nervios.

—Lo siento en serio, no quiero que nuestra amistad se acabe solo por un mal entendido—se sincera.

—Nunca hubo una amistad entre nosotros—lo miro fijamente y él se congela en su puesto.

—Para mí sí, y no quiero que se acabe solo porque creíste que te estaba utilizando.

—Y lo estabas haciendo—solté con ironía y apretó los dientes al oír mis palabras—no tienes ninguna excusa, Dylan. Y sin rencores, sé que mi amiga es una hermosa mujer, además una increíble chica, pero me enfada saber que nunca tuviste los cojones de hablar por ti mismo y utilizaste a la más tonta solo para acercarte. Sabías que estaba enamorada de ti y te aprovechaste de eso—mi voz suena temblorosa al final.

Él da un paso hacia adelante y niega con la cabeza acariciando mi hombro, pero lo aparto al instante con un gesto de repugnancia.

—Y-Yo...Yo no lo sabía—admite y sin darme cuenta, mi expresión se suaviza haciéndome caer en cuenta de que acabo de confesarle que había estado enamorada de él.

—No sé si te diste cuenta, pero te quise aunque me demostrarás todo lo contrario para dejar de hacerlo.

—Kya....

—Solo olvídalo—mascullo tratando de que el sonrojo que subió a mi rostro bajara.

—Kya, si lo hubiera sabido, yo jamás....

—¿Hubieras intentado utilizarme?—suelto con una sonrisa amarga y él me detalla palidecido—eres tan cliché, Dylan, ¿Por qué no mejor vas y sigues besándote a Cassie como lo hacías en el club? Ahí si no te importaba Kiara ¿Cierto?

Da varios pasos hacia atrás y alzo en mentón, enfrentándolo.

—¿Cómo lo sabes?—musita incrédulo.

—Deberías ser más cuidadoso cuando intentes liarte a alguien a escondidas.

Le doy la espalda, pero luego su mano rodea mi brazo con bastante fuerza, tanto así que me hace fruncir el ceño y quejarme del dolor.

—No se lo puedes decir a Kiara—ordena con la mandíbula tensa e intento zafarme de su agarre.

En ese momento, alguien llega interrumpiendo la escena e inmediatamente Dylan me suelta haciendo que aleje mi mano de él y acaricie mi brazo viendo sus dedos marcados en mi piel con tonos rojos.

—¿Hola?—Jung se acerca a nosotros, observándonos confundido—¿pasa algo?

Mis ojos se encuentran con los de Dylan irradiando ira y él cambia su postura a una más erguida detallando al asiático.

—Nada, ya me iba. Espero poder verte más tarde, Kya—nos da la espalda y camina lejos de nosotros dejando un extraño aire entre Jung y yo.

—Bueno.....—habla poniéndose en el lugar en el que antes estaba Dylan.

—Hola—lo saludo buscando tranquilizarme.

—¿Pasó algo?—interrogó al notar mi expresión.

—Nada, ¿Qué haces por aquí?—cambio de tema.

—Venía a invitarte a mi partido de hockey mañana—se recuesta en mi casillero—quería saber si podías venir y bueno.... Me sería de gran apoyo verte allí.

Una sonrisa tímida se dibuja en su boca y hago lo mismo mientras asiento con la cabeza.

—Claro que me gustaría ir, al fin podré verte en acción sobre el hielo—arguyo felizmente.

El pasillo estaba completamente vacío y silencioso en tanto hablábamos, pero la irritada voz de Thiago llena las paredes haciendo que lo miremos con el ceño fruncido.

Thiago estaba hablando por teléfono con alguien y no parecía del todo feliz.

—No, no. La reunión tiene que ser esta noche, la apertura será en unos días y necesitamos finiquitar algunos asuntos—espeta caminando a paso recto—está bien, pero no quiero retrasos. Si algo sale mal, estás despedido—cuelga la llamada y llega hasta nosotros ahora con una gran sonrisa—Kya.

Canturrea rodeando su brazo en mi hombro y lo observo con seriedad.

—¿Estás bien? Pareces estresado—musito con la fulminante mirada de Jung sobre su hermano.

—Jungiiiiii—le palmea el hombro—¿No sabía que estabas aquí?

Jung frunce el ceño y sé que algo no está yendo bien con Thiago.

—No me llames así—espeta separándose de mi casillero—te espero con ansías mañana, Kya. Nos vemos después—se despide sonriendo de lado y hago un ademán viéndolo irse. 

—¿Te invitó al partido?—curiosea y asiento tomando mi mochila.

—Te noto un poco extraño hoy—hablo al detallarlo y divisar notorias bolsas bajo sus ojos.

Él suspira rascándose la nuca.

—¿Quién? ¿Yo?—inquire victimizado y alzo las cejas por su actitud—estoy bien, solo un poco cansado. Ahora con la llegada de mis padres y la grata sorpresa de que abrirán otra empresa aquí en el pueblo, hay mayor presión. Y al ser el hijo mayor, soy el sucesor de mi padre para los siguientes proyectos y estoy a cargo de todo y bueno....—suelta todo tan rápido que me hace sentir su estrés.

—Todo estará bien—acaricio su hombro y él mira de reojo mi mano asintiendo.

—Tengo que ir a clases—musita a lo bajo—adiós, Kya.

Se va y permanezco en mi sitio con mis ojos clavados en sus anchos hombros, los cuales terminan desapareciendo entre la multitud de estudiantes que corrían por el pasillo cuando la campana sonó.

El día transcurre y voy a la cafetería justo al sonar la tercera campana. Kiara no ha vuelto y eso se me hace raro. Termino yendo sola y tomo lugar en una mesa al final del sitio.

En una de las mesas diviso al grupo de porristas junto al grupo de fútbol de Dylan, él parece feliz hablando con sus amigos y nuestras miradas se cruzan atrapándome con los ojos sobre él. Me sonríe y bajo la cabeza masticando mi comida.

Jung está en clases aún, Jayden no vino al instituto y Kiara ha estado desaparecida desde la mañana.

Como un atisbo de luz celestial, veo a Thiago entrar a la cafetería hablando por teléfono, todos lo miran pasar junto a sus mesas y como si estuvieran ante un máximo jerarca no son capaces ni de verlo a la cara. Él toma asiento frente a mí y parece estar discutiendo con otro empleado de la compañía de su padre. Cuelga la llamada obstinado y resopla transformando de un dos por tres su rostro agotado a uno completamente fresco y alegre.

—A veces la gente inepta puede amargarte el día—finge serenidad y sinceramente me preocupa verlo así.

—¿Quieres que te ayude en algo?

—No, gracias. Solo que los empleados que contrató mi madre son unos inservibles y no captan las órdenes como deberían.

—¿Todo eso es por la apertura de la nueva empresa?—interrogo y él mueve la cabeza en forma de afirmación.

—¿Por qué no mejor cambiamos de tema?—pide y diviso un tic nervioso en su ojo.

Sí, definitivamente me está preocupando.

Él tiene su brazo extendido sobre la mesa y arrastro mi mano en ésta para alcanzar la suya y darle una caricia reconfortante. Thiago deja de estar tenso y me muestra sus dientes detrás de una sonrisa llena de galantería. Río al percibir su relajo, pero aquello acaba en menos de un minuto al recibir otra llamada.

Toma el móvil con su mano libre y me pide disculpas antes de contestar.

Empiezan a hablar del otro lado y luego de unos segundos cortan la llamada, vuelve el teléfono a sonar y suspira antes de responder. Corta de nuevo y el bing del celular lo hace fruncir el ceño con enojo.

—¿Qué mierdas quieres ahora?—espeta encolerizado—se los dejé a Miriam en la oficina antes de venir a clases—murmuros se oían a través de la línea—¿Hablas en serio? ¿Sabes qué? Al carajo todo, hagan ustedes las cosas por si mismos, estoy harto de estar arreglando las mierdas que deberían hacer ellos.

Se pone de pie con un aura oscura y me quedo perpleja cuando lanza su móvil, aún con la llamada abierta, al basurero.

—¿Thiago?—susurro y él sale de la cafetería dejando un camino de humo a sus espaldas.

Me levanto y me dirijo hacia la salida para comprobar si está bien, pero al pasar junto a la mesa del comité deportivo, me detengo de golpe al tener la mano de Dylan alrededor de mi muñeca.

Lo reparo como si aquella acción fuera de lo más extraño y si que lo era.

—¿Quieres desayunar con nosotros?—pregunta con amabilidad y me aparto de él recordando su actitud de hace horas.

—Ya terminé de comer, gracias—mascullo secamente y voy tras Thiago, a quien no lo encuentro por ningún lado.

Corro por el corredor buscando al chico moreno que me mantiene preocupada y a pesar de recorrer todo el instituto, no está.

Rendida, decido subir al último sitio que me falta por buscar y avanzo por las escaleras que me llevan a la terraza del edificio 1 del ala este.

Y ahí lo encuentro, al pie de la terraza observando el cielo claro y despejado que nos otorgaba la mañana. El viento hace mover su uniforme y permanece recostada a la baranda sin formular ni una sola palabra aunque ya se ha haya girado al sentirme entrar.

En silencio, llego a él y me poso a su lado contemplando lo que Thiago admiraba con ilusión, el cielo.

—Te ves cansado y estresado—confieso fijándome en las nubes que se movían.

—Y lo estoy.

—¿Se debe al evento?—averigüé.

—No del todo—admite y me relamo los labios.

—¿Y a qué se debe tu estado?

El silencio fue la única respuesta a mi pregunta y lo atisbe de reojo esperando a que hablara. No mostraba indicios de querer contestar y eso me hizo ver mis pies apenada.

—Subieron un anuncio de la familia Lewis promocionando con emoción la apertura de nuestra empresa, era una foto de la familia que se publicó literalmente por todos lados del mundo.

Lo oí con atención.

—Ayer recibí una llamada de la asistente de mi padre, dijo que unas personas querían verme y que solicitaban mi presencia. Esta mañana fui a la oficina y una mujer y un hombre esperaban por mí. Eran extranjeros. Se les notaba a millas. Nos dejaron solos y cuando lo hicieron, ellos me dijeron que....—sus palabras se cortan—me dijeron que eran mis padres biológicos.

Eso me hizo abrir los ojos con sorpresa.

—¿Qué?—formule impactada.

—Como lo oíste. Eran mis verdaderos padres. Querían saber de mí, de cómo estaba, me mencionaron que me vieron en el anuncio... Y estaba tan shoqueado que contesté a todas sus preguntas de forma sumisa. Realmente estaba feliz. Jamás supe nada acerca de mis raíces, literalmente pasé toda mi vida en un orfanato en Brasil y nunca conocí a mis parientes. Pero todo rastro de alegría se esfumó cuando ellos me preguntaron si les podía prestar dinero.

Él baja la mirada y acaricio su hombro de manera tranquilizadora.

—Me explicaron que habían llegado a la quiebra—continuó más calmado—eran dueños de varios bares en Latinoamérica. Un dolor muy extraño me tomó por sorpresa. Había pasado dieciocho años de mi vida sin conocer a mis verdaderos padres y justo al tener ellos la valentía de hacerlo, es solo para pedir prestado dinero.

—Thiago...—musito imaginándome lo que debió sentirse.

—Pasé toda mi vida sin saber quién era o de dónde venía realmente. Me trataron de convencer de que le robara a la compañía y les diera ese dinero, que ellos valían más que mis padres actuales, que eran los reales, y yo.....

Se calló y eso me asustó.

—¿Qué hiciste?—murmuro pasando saliva. 

—Jamás traicionaría a los señores Lewis. Ellos son más mis padres que mis padres. Me dieron su amor, un techo, una familia, su confianza y yo jamás haría nada en contra de ellos. El mundo podría llamarnos superficiales, prejuiciosos, inhumanos, narcisistas, pero nunca traicionamos a la familia y a esas dos personas a las que hoy tengo la dicha de llamar papas, nunca los traicionaría.

Su respuesta me conmueve y me acerco a él para reposar mis dos manos sobre sus hombros.

—Eres un gran chico—digo con sinceridad.

—Mi vida es casi perfecta gracias a ellos, Kya.

Sube sus pupilas y las conecta con las mías, dibujando una sonrisa de lado.

—Aunque solo me falta una sola cosa para que lo sea completamente—afirma en voz baja.

—¿Qué cosa?

—Tú.

Sus palabras no me toman tanto por sorpresa como su acción seguido a ellas.

Su mano viajó hasta mi nuca en un movimiento rápido y su boca pasó de estar a varios centímetros lejos de la mía hasta que ni siquiera una pequeña aguja pudiera pasar entre ambas.

En mi estómago revolotean mariposas sintiendo una extraña sensación cuando los labios de Thiago quedan sobre los míos.

No besa igual que Jung, mientras que el asiático me hacia sentir que subía al cielo, Thiago me arrastraba al infierno llenando nuestros alrededores de llamas.

Sus labios se mueven tan exquisitamente que mis piernas tiemblan amenazando en caer. Él me lleva contra la baranda evitando que lo haga y mis manos rodean su nuca profundizando a un más el tacto.

Era tan adictivo que generaba una explosión hormonal en mi cuerpo.

Él se separa un poco para tomar aire y su frente se apega a la mía cerrando los ojos. Mis mejillas están ardiendo y su aliento a menta choca con mi rostro enviando una electricidad irreconocible por mi anatomía.

—Eres hermosa, Kya—musitó dándome un corto beso—eres exquisita....—repite la acción mientras acuno su cara en mis pequeñas manos—deliciosa.

Sus ojos entornados y con las pupilas dilatadas no se apartan de mi rostro y una punzada avasalla contra mi pecho como si hubiera cometido el peor pecado del mundo.

Besé a Jung, besé a Thiago... Y ambos besos me encantaron y ahora si que el poder decidir para el baile se volvía más difícil cada vez.

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