"Por el interés te quiero Fer"

Capítulo 42

Elisa

-Wow.

Es lo único que puedo decir cuando el coche se detiene. No estamos ni mucho menos en nuestra ciudad, nos encontramos en un valle rodeado de prados verdes y algunas casas rurales. Pero la que tengo enfrente se lleva el premio. Es como una mansión rústica, con paredes de piedra y tejados de pizarra. Nuestros padre bajan primero y escucho a mi madre soltar comentarios maravillosos sobre la inmensa arquitectura. Nosotros, aún agarrados después de las cinco horas de viaje, nos quedamos admirando la casa.

-Es preciosa- digo sin quitar los ojos de la ventanilla.

-Siempre he pensado lo mismo.

Me giro hacia Fer que mira con con nostalgia la casa.

-¿Ya habías estado aquí?- pregunto sorprendida.

-Era de mi abuela- explica antes de mirarme- La que me regaló el broche que tú tienes.

Maldición, aún se acuerda. Ese broche de oro en forma de corchea. Lo conservo, ya no está en mi bolsa de deporte pero lo guardo en mi caja del gatito.

-Oye, siento haberme quedado con él pero...

-Chicos- nos llama mi madre- Salid del coche antes de que alguno de vuestros padres os saque a la fuerza.

Hacemos caso y bajamos del vehículo. El clima es agradable, las montañas que rodean el valle lo aislan de las rachas de viento y el sol calienta en su justa medida. Para haberme vestido corriendo he escogido un atuendo adecuado; camisa de manga francesa y pantalones largos pero finos. Fer saca nuestras maletas y cada uno coge la suya mientras recorremos el camino de piedra que conduce a la casa. Me he fijado que ninguno de nuestros padres llevan maletas y el maletero está vacío.

-Mamá.

Caminando delante de nosotros están mi madre y Belén quienes se detienen cuando hablo.

-Dime cariño.

-¿Y vuestras maletas?

-Querida- me dice Belén- Nosotros llevamos aquí desde ayer. Íbamos a ir nosotras solas en bus a por vosotros pero vuestros padres se negaron.

-¿Y eso por qué?- pregunta Fer.

Ninguna de las dos responde, se limitan a darse la vuelta y seguir caminando.

-Es imposible que supieran lo nuestro antes de lo de hoy ¿verdad?- me pregunta con voz nerviosa.

-Después de esta mañana, ya no estoy segura de nada que concierne a nuestros padres y a nosotros.

Continuamos caminando hacia la entrada ya abierta por Antonio y pasamos dentro. El interior es espectacular, hay obras de arte por todas partes. Vislumbro desde cuadros hasta pequeñas esculturas, repartido todo allá por donde paso.

-Recuerdo que alguna vez me comentaste sobre visitas a tu abuela pero no mencionaste nada de esto- le digo a Fer mientras admiro el arte que me rodea y sorprendentemente el lujo.

-Nunca me ha gustado hablar sobre esta parte de la familia- aclara sin quitar los ojos de un cuadro con un jinete a caballo- Siempre pensé que mis amigos acabarían siéndolo sólo por el interés.

-Fer, ¿qué estás diciendo?- pregunto sin comprender.

-Chicos- nos llama mi padre- Subid a las habitaciones. Esta vez os dejaremos juntos porque no hay más libres.

-¿No?- murmura Fer cuando mi padre se va- Pero si hay cuatro habitaciones, no me salen las cuentas.

-Quizá haya una inutilizable...

-Da igual- sonríe- Así puedo dormir a tu lado todas las vacaciones.

Me da un beso en la mejilla y me dirige por los pasillos hasta unas escaleras de madera que ascienden al piso superior. Subimos con nuestras maletas y al llegar arriba noto un cambio drástico en la decoración. Es como si me hubiera transladado a una acogedora casa familiar. No hay cuadros ni obras de arte, sólo fotos e imágenes de la familia. Sobre pequeñas mesas y aparadores descansan recuerdos y algunos jarrones con flores. Esto sí se parece más a la casa de mis abuelos.

-Mi abuela no quería sentirse como en un museo siendo este su hogar- responde a mis dudas no formuladas- Por eso la planta superior es de esta forma aunque a mi madre como decoradora nunca le ha convencido del todo.

-Pues a mí me parece un gran detalle por parte de tu abuela. Demuestra con mayor fuerza la gran cercanía y cariño que poseía.

Me percato de la mirada triste de Fer, recordar a su abuela le duele. No dejo que llegue a derramar una sola lágrima y le abrazo para consolarle. Unos segundos después corresponde el gesto.

-Ven- dice tras separarnos- Te enseñaré dónde dormía cuando venía aquí, que además será donde dormiremos nosotros.

Me guía por un largo pasillo con varias puertas hasta detenerse frente a la última.

-¿Dónde crees que estarán nuestros padres?- le pregunto mientras rebusca en una mesilla al lado de la puerta.

-Seguramente en las dos primeras habitaciones- contesta cuando encuentra una pequeña llave- Son las más grandes.

-Entonces procura dormir con un ojo abierto- le advierto cuando consigue abrir- Teniéndonos tan lejos y permitiendo que durmamos juntos no me extrañaría que hiciesen turnos para vigilarnos por las noches.

Fer contesta con una leve risa y negando con la cabeza. Empuja la puerta y ambos pasamos a la estancia. No es muy grande pero aun así es de mayor tamaño que la de mi casa. Tiene una cama grande cubierta por una gran colcha verde con un baúl a sus pies, un armario robusto de madera oscura, un escritorio y una ventana con vistas a la zona posterior de la casa. Básicamente es como cualquier habitación de invitados con una diferencia en el baúl, que tiene el nombre de Fernando pintado.

-No es como un hotel, pero por lo menos me siento a gusto- dice dejando su maleta junto al baúl.

-A mí me parece muy acogedora.

Imito a Fer y pongo mi maleta junto a la suya. Me acerco a la ventana y descubro una vista maravillosa. Desde aquí se puede ver el bosque que rodea el valle y la explanada de pasto que se extiende tras la casa. Veo que nuestros padres pasean y hablan disfrutando de la vista. Unos brazos rodean mi cintura y me besan el cuello.

-Fer, como nos vean desde abajo van a matarte- intento advertirle mientras deja pequeños besos en mi cuello.

-Pues hacemos esto.

Quita sus brazos de mi cintura y cierra las cortinas. Ahora no se ve con claridad el exterior pero sigue entrando luz. Me coge por las caderas y me alza mientras río hasta dejarme en la cama. No tarda ni un segundo en lanzarme un ataque de cosquillas del cual no puedo escapar.

-Para Fer- consigo articular entre risas.

-¿Por qué? Si es muy divertido.

-Porque lo digo yo.

Nos paramos en seco y dirigimos nuestra mirada a la puerta. ¿Qué hace ella aquí?

-Zaida...

-Cállate enano- le corta seria sin quitarme los ojos de encima- Cris y yo tenemos que estudiar. Así que haced el favor de estaros quietos y en silencio.

-No sabía que estabais aquí- habla Fer- ¿Cuándo habeis llegado?

-Vinimos ayer en el primer viaje- aclara ella- Ahora si no os importa tengo que prepararme un examen de ocho temas para la vuelta de vacaciones.

Sin más sale dando un portazo de la habitación. Aún me odia. Me dejo caer en la cama y suspiro pesadamente.

-Bueno, ahora sabemos quién ocupa la otra habitación.

-No estoy de humor, Fer.

-Venga, no te desanimes- me susurra acariciando mis manos que descansan sobre mi abdomen- No vamos a dejar que nos arruinen las vacaciones.

-Sí pero ahora se me han quitado las ganas- me levanto de la cama y voy a mi maleta- Creo que empezaré con mi trabajo sobre el patinador Javier Fernández.

-Eli...- se acerca y pasa un mano por mi mejilla.

-Basta Fer- le detengo cansada- Ahora no es el momento.

Rendido se aparta y así puedo abrir mi maleta para sacar el pequeño portátil que me regaló Manu por Navidad junto a mi cuaderno de apuntes. Me siento en el escritorio y me pongo a trabajar. Aunque me siente mal, la intervención de Zaida me ha quitado las ganas de seguir "jugando". Miro por el rabillo del ojo a Fer que se sienta en la cabecera de la cama con un cuaderno en las manos y varios lápices y bolígrafos. Mi curiosidad es muy fuerte y traslado mi material a los pies de la cama, así puedo mirarle.

-¿Qué haces?

-Tengo que componer una pieza para clarinete, en la menor y con una duración de veinte compases mínimo- explica mientras muerde la punta inferior del boli.

-¿Clarinete? ¿Desde cuándo tocas el clarinete?

-Desde nunca- sonríe levantando la cabeza- Pero aun así es un trabajo y tengo que hacerlo.

Le devuelvo la sonrisa y regreso a mis tareas. Menos mal que tengo todos los apuntes, aquí no hay internet por lo que no puedo buscar nada. Estoy leyendo sobre sus títulos europeos cuando una bolita de papel inpacta en mi frente. Tiene que estar de broma. Le miro pero su mirada está fija en el cuaderno, no obstante su sonrisa contenida le delata.

-Eres como un niño pequeño- le regaño.

-Corrección. Soy un niño pequeño que se aburre mucho y quiere jugar.

Un niño no pone esa mirada pícara que sostiene en sus ojos. Un niño no tira de la colcha para atraer a una chica hasta él. Un niño no le susurra piropos al oído ni le muerde el lóbulo de la oreja. Pero un niño sí se asusta cuando está haciendo algo mal y llaman a la puerta. Rápidamente estiro de nuevo la colcha e indico a quien sea que pase. Cuando Belén entra ambos estamos en nuestros respectivos lugares con nuestros deberes en las manos.

-¡Qué aplicados!- se sorprende la mujer- La cena está lista, podeis bajar cuando querais.

-Gracias mamá, enseguida vamos.

Sale de la habitación volviendo a cerrar la puerta y suspiro. Por los jueguecillos de Fer, su madre ha estado a punto de vernos en plenas carantoñas. Me levanto de la cama y cierro todo mi material, dejándolo encima del escritorio. Al darme la vuelta Fer está a pocos centímetros de mí.

-Después de cenar quiero llevarte a un lugar muy especial para mi- me atrae a él y deposita un suave beso en mis labios- Coge una chaqueta porque hará un poco de frío.

¿Frío? ¿Dónde va a llevarme? Acalla mis pensamientos con otro beso más duradero y me coge la mano para salir de la habitación.

La cena no puede ser más incómoda. En una mesa alargada, con cuatro personas a cada lado, nos han colocado a nosotros en el mismo lado pero en esquinas diferentes. No quieren ni que nos miremos. Y para colmo, enfrente de Fer estaba Cris y yo tenía a Zaida. Sigo sin comprender cómo ha cambiado tan radicalmente su actitud, creo que no es justificable lo que hice para mantener esa postura tan cortante hacia mí. Y en cuanto a Cristina, simplemente no me dirige la palabra. No me lanza miradas asesinas pero no muestra ningún signo de aprecio o desprecio. Me ignora. En cuanto a los padres, no han dejado de hablar en toda la cena, tanto de ellos como de alguno de nosotros. En esas conversaciones las hermanas han participado en alguna ocasión, creo que entre Fer y yo no hemos dicho ni diez palabras las cuáles han consistido en "Sí" y "Gracias" cuando traían el siguiente plato. Pero ahora es diferente. Me he escabulludo a la habitación para coger mi chaqueta y ahora estoy con Fer en la puerta trasera de la casa.

-Demos un paseo- sugiere abriendo la puerta para salir al exterior.

Fuera no hace mucho frío pero hay una suave brisa fresca. Soy consciente de la perfecta vista que tienen nuestros padres de nosotros desde las ventanas del salón, pero no tiene por qué echar humo. Fer mantiene sus manos en los bolsillos del pantalón y yo me abrazo para mantener el calor. En estos momentos sólo nos ilumina la luna y confío ciegamente en Fer para guiarme.

-¿A dónde vamos?- pregunto cuando la distancia con la casa es considerable.

-Primero nos alejaremos de las miradas indiscretas de nuestros padres- comenta justo cuando topamos con el borde del bosque y su sendero- Para que por lo menos pueda cogerte de la mano sin temer que tu padre me la corte.

-¿Te la corte ?- pregunto pícara cuando nos introducimos en el frondoso bosque.

-Y luego soy yo el pervertido que ha cambiado- niega con la cabeza- ¿Dónde está la Elisa tímida y de pensamientos puros que dejé en la secundaria?

-Enterrada junto al diálogo que solías usar antes de empezar a actuar como un desesperado- le rebato.

-Dialogar ahora no nos sirve- me agarra de la cintura mientras seguimos caminando- Haría la vida extremadamente larga.

A medida que avanzamos la luz disminuye por la frondosidad del bosque. Un destello blanquecino me ciega momentáneamente pero enseguida recupero la visión y descubro que se trata del móvil de Fer.

-Tendremos que ir así unos minutos- me explica- El lugar al que vamos no está lejos pero allí sí podremos ver.

El murmullo de las hojas al moverse por el viento es tranquilizante. Me permito cerrar unos segundos los ojos y disfrutar de la serenidad que me trasmite la naturaleza de lugar. Justo antes de abrirlos siento los labios de Fer sobre los míos y sonrío.

-No deberías cerrar los ojos, podrías tropezar y caerte.

-Teniéndote a mi lado, sé que estoy segura.

Ahora se para en seco y me vuelve a besar pero más apasionadamente. Cuando nos quedamos sin aire nos separamos pero con nuestros labios aún rozándose y Fer sonríe contra ellos.

-No sé cómo podría quererte más.

-Te estas volviendo un cursi romántico- le digo separándome para mirar sus ojos al resplandor del flash del móvil.

-Nunca he dejado de serlo- aclara dándome otro beso.

Tras dejar mis labios me aproximo a él y apoyo mi cabeza en su hombro. Seguimos caminando y mis oídos captan un nuevo murmullo, suave al principio pero cada vez más intenso. Cuanto más avanzamos, su sonido es más claro y distingo qué es: agua. Debemos de estar cerca de un río. Poco después Fer se detiene y apaga la linterna del móvil.

-Espera aquí un segundo- me pide mientras se aleja.

Quitarme la luz no me proporciona mucha seguridad en este momento puesto que la luna sigue sin volver a iluminarnos. Los nervios comienzan a florecer pero todo se desvanece cuando una pequeña luz emerge entre las tinieblas. A mi derecha, en el hueco de un árbol, prende la luz de una vela en un farolillo de cristal. Poco a poco van surgiendo otras hasta formar un semicírculo alrededor de un columpio de cuerda y madera. Es bastante amplio, con enredaderas en las cuerdas y justo al lado pasa el río. Fer está parado enfrente del columpio mirándome.

-Este es mi lugar secreto desde que tengo memoria. Y quiero compartirlo contigo.

Sólo de escuchar esas palabras me emociono y corro a sus brazos. Le abrazo a la vez que le beso con ternura, equiparando su gesto tierno con mi acción. Me cuesta separarme de él pero por desgracia el aire es necesacio para la vida humana. Me acaricia la mejilla y nos sienta a ambos en el columpio.

-Cuando teníamos diez años me acuerdo que me prometí a mí mismo traerte aquí algún día- cuenta mientras nos balanceamos suavemente sin separar los pies del suelo- Y al fin he cumplido mi promesa, aunque nunca pensé en traerte como algo más que una amiga.

-¿Nunca?- respondo desanimada.

Pensé que hubo un momento en el que empecé a parecerle algo más que eso, una amiga. Sé que yo le vi así tras aquel campamento pero una parte de mí creía en la posibilidad de que, antes del verano de hace dos años, me vio en algún momento de manera diferente.

-¡No! No quería decir eso- se arrepiente y coge mis manos- Me refería a que a esa edad no te veía como algo más. Tardé un par de años en darme cuenta de que provocabas algo en mí cuando te miraba.

Me sonrojo al instante aunque no estoy segura de ser perceptible con esta luz. Un par de años. Eso significa que tenía doce cuando lo supo. Bueno, ya estoy más tranquila. No fue al mismo tiempo pero casi. Me da un delicado beso y me quedo apoyada en su pecho. Es increíble que hace unos meses esto fuese un simple sueño y ahora sea realidad. Aún recuerdo lo que me dolía verle con Aurora mientras yo me escondía de ella.

Creo que es hora de preguntarle a esa personita sobre su vida, parece ser que hay detalles de los cuales no eres conocedora.

Esas palabras. ¿Qué quería decir mi prima con eso?

-Fer- me levanto y miro sus ojos- ¿Hay algo de ti que no me hayas contado?

Su rostro expresa pura confusión.

-¿A qué viene esa pregunta?

-Aurora me dijo algo el día que peleamos- murmuro jugando con mis pies- Dijo que había cosas de ti que no sabía, aspectos de tu vida que desconozco.

-Elisa, sabes tanto de mí que podrías escribir mi biografía- río un poco por su comentario.

-Pero tiene que haber algo que no me hayas contado- insisto- Algo que atrae a Aurora.

Lo último lo susurro. No sé si me ha oído pero no pretendía que lo hiciese.

-Lo único que no te he dicho ni a ti ni a nadie es lo de esta casa y mis abuelos.

Una pequeña bombilla en mi cabeza intenta relucir pero se resiste. Creo que intuyo algo.

-Fer, ¿tus abuelos tenían algún negocio próspero?

-Digamos que mi abuela consiguió con su pequeño negocio de viñedos reunir una cantidad de dinero respetable- relata sin mirarme.

-¿Y tú recibiste algo en herencia?

Unas horribles piezas se juntan en mi mente formando el puzzle que conforma la mezquina idea de Aurora.

-En su testamento dejó a sus nietos la herencia repartida a partes iguales e incluía a su hija en tutela Lucía- su gesto no cambia, no está descubriendo lo que yo sí- Decía que el dinero debía estar en una cuenta de ahorros personal para cada uno a la cual accederíamos tras teminar nuestros estudios. De esta manera al menos tendríamos dinero para ir tirando en caso de no encontrar trabajo de inmediato, además de poseer un gran colchón en caso de desastre.

-Y sólo os tenía a vosotros tres como nietos ¿verdad?

-Si pero, ¿a qué viene todo esto?

Ahora todo encaja. Aurora sólo pensaba en su futuro, un futuro bañado en dinero y lujos a costa de la herencia de Fer. Le quería desde un principio por el interés, nunca le quiso de verdad. Puede que cuando teníamos dieciseis años le pareciese mono pero estoy segura que no supo nada de su abuela hasta más tarde. No sé cómo se enteró pero al menos sé que me hizo daño por dinero. ¿En serio le parece algo tan trascendental? Sí, se podría decir que es la base de la economía aunque realmente no es eso sino la confianza pero hay otras formas de conseguirlo. Es tan sencillo como ponerse a buscar trabajo. Da igual lo que tardes o si tienes que buscar más de un empleo para salir adelante, pero juntarte con alguien sólo por esos papeles de colores es penoso. Has caído muy bajo, prima. Nunca pensé que serías capaz de hacer algo así por dinero.

-¿Elisa?- me llama Fer sacándome de mis pensamientos- ¿Pasa algo?

-Sí, que he descubierto la razón de las torturas a las que me ha sometido Aurora.

-Un segundo, ¿crees que ha sido por el dinero?- pregunta desconcertado- Pero si nadie sabía de ello, sólo mi familia.

-Pues tendremos que averiguar cómo se ha enterado.

Mi teléfono empieza a sonar, "Para Elisa" vuelve a presumir como tono de llamada. Saco el móvil del bolsillo y veo que es mi madre.

-¿Sí, mama?

-¿Dónde estáis?- habla preocupada- Es la una de la mañana y hace casi dos horas que os habeis marchado por el jardín.

Sabía que nos habían visto.

-Lo siento mucho mamá, es que nos hemos acercado al río y nos hemos quedado hablando.

-Pues es hora de volver. Mañana tenemos una salida al lago Mesares y saldremos pronto.

-No te preocupes mamá, ya volvemos.

Cuelgo la llamada y guardo de nuevo el teléfono en mi chaqueta.

-Vamos- se levanta Fer del columpio y tira de mis manos para que haga lo mismo- No quiero que tu padre piense mal de esta salida.

Apagamos las velas y Fer vuelve a encencer la linterna del teléfono para alumbrar el recorrido. Durante el camino de vuelta vamos hablando de cosas tribales, como hacíamos hace años. Fer no suelta mi mano en todo el camino y casi lo prefiero. Si regresamos sin ningún tipo de unión parecería que intentáramos ocultar que nos hemos dedicado a otras actividades en vez de sólo hablar. Cuando llegamos por suerte sólo nos esperan Belén y mi madre que, al vernos simplemente conversar, no se preocupan innecesariamente y nos desean buenas noches antes de subir a dormir. Ya en nuestra habitación nos ponemos los pijamas y entramos en la cama. Me sorprende cómo por el momento tan íntimo que tuvimos ayer ya no tenga pudor ante Fer. O quizá sea porque vernos en bóxers y lencería no sea realmente tan distinto a mirarnos con bañador y biquini. Fer me abraza por la espalda y besa mi cabello.

-Buenas noches Pelotita.

-Buenas noches Fer.

Continuará...

Anotación: en el vídeo teneis a Javier Fernández, actual bicampeón del mundo, en el mundial de Boston de hace unos días. Un grande del patinaje no sólo español (España) sino también del mundo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top