La recta final
Capítulo 46
Narrador
Tres años han pasado desde aquel primer curso de universidad. La fecha de graduación se acerca y con ello un momento importante para aquel grupo de amigos. Con esperanzas y sueños puestos tras su obtención del título, preparan ilusionados la llegada del esperado día.
Sin embargo, no es lo único que llega en esas fechas. El vigésimo segundo cumpleaños de Elisa se sitúa a una semana de la ceremonia de clausura de la promoción, ese mismo día, y los preparativos de ambos eventos se mezclan. Mientras Elisa y Bea deambulan por el centro comercial en busca de los últimos complementos para sus atuendos de graduación, Fernando y Carlos se apresuran para organizar la fiesta de cumpleaños en el apartamento de ellas. Las chicas, tras llevar consigo sus zapatos, se acercan al establecimiento donde Elisa y Fernando habían encargado sus atuendos.
―Sigo pensando que por muy romántico que sea me parece ridículo que vayáis a juego ―espeta Bea mientras la dependienta, al verlas entrar, las saluda y se introduce en el almacén en busca de los trajes.
―No seas tan quejica. Sólo son del mismo color, ni que llevásemos estampados iguales o algo similar.
Bea bufa exasperada pero no vuelve a replicar. Un par de minutos después la empleada sale del almacén con dos fundas que ocultan el traje de Fernando y el vestido de Elisa.
―Aquí está su encargo ―informa sonriente la mujer del establecimiento―. Hemos abierto los bolsillos de la chaqueta del traje para que no tengáis que hacerlo vosotros.
―Muchas gracias ―contesta Elisa con una sonrisa antes de coger los trajes y salir del establecimiento.
A partir de ahí se convierten simplemente en dos viejas amigas que pasean por un centro comercial, charlando y riendo, recordando las experiencias vividas en esos años juntas, despreocupadas por el tiempo y sólo preocupadas por encontrar un lugar donde darse un capricho de cumpleaños. Una pastelería les llama la atención y deciden tomarse un café acompañado de una porción de tarta selva negra. Su conversación mientras degustan su merienda es amena y alegre, tocando desde temas banales como el último éxito de su cantante favorito hasta otros de mayor importancia.
―No me has contado cómo os fue a Carlos y a ti ayer ―inquiere Elisa dando un sorbo a su bebida.
―No nos han convencido ninguno de los pisos que vimos por lo que hemos decidido que escogeremos entre el piso que está frente al parque Gredos e incluye una buena terraza y el que está cerca de las pista deportivas y tiene unos metros cuadrados bastante respetables ―se detiene e introduce un pedazo de pastel en su boca―. A veces no entiendo por qué construyen los pisos tan pequeños.
―Por dinero ―concluye―. Y además, no sé a qué viene eso de preocuparte tanto por el espacio del piso si va a ser una residencia temporal para dos personas.
―Sí pero no sabemos con exactitud cuánto tiempo va a pasar hasta que podamos acomodarnos el otro lugar mejor ―Bea alza la mirada de su café y mira fijamente a Elisa―. Yo no tengo un novio que tras graduarse va a ser rico y podrá pagar un bonito chalet con jardín y piscina.
Las mejillas de Elisa se tornan de un fuerte color rojizo. El tema de la herencia de la abuela de Fernando lleva rondando sus cabezas desde que los cuatro amigos decidieron buscar una vivienda tras graduarse. Las dos parejas han buscado lugares para irse a vivir tras terminar la carrera pero sí es cierto que ellos dos no se habían fijado demasiado en el precio y más que pisos habían estado mirando casas o chalet. La idea de ambos es clara y reconocer que quieren estabilizarse lo antes posible no les cuesta admitirlo. El dilema es admitir que usarán ese dinero para los plazos del alquiler, la hipoteca o incluso para el pago total de la vivienda. Aquella cuenta bancaria que contiene la herencia es cuantiosa. No quieren usarlo en su totalidad pero sí al menos para poder tener un alojamiento cuando salgan de la universidad.
Dejando de lado aquel tema y tras terminar sus refrigerios, se marchan para volver a la universidad. Mientras tanto, en su piso de estudiante, Carlos y Fernando preparan el apartamento de ellas para la fiesta de cumpleaños que se realizará esa misma tarde en cuanto las dos amigas regresen de sus compras. El salón ahora irradia color por todos sus rincones. Guirnaldas, globos y un cómico feliz cumpleaños decoran la estancia como si de un cumpleaños infantil se tratase. Además por toda la estancia hay repartidos sillones, pufs y diversas banquetas para proporcionar asiento a los invitados. En la mesa central del comedor ya están colocados los vasos y platos mientras que la comida espera en la cocina para servirla justo antes de la llegada de los invitados.
Cuando todo está listo, ambos chicos se sientan derrotados en el sofá esperando a que lleguen el resto de personas.
―No creo que tras haber defendido hoy el Trabajo de Fin de Grado haya sido lo mejor ponernos a organizar todo esto ―se queja Carlos secándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.
―No teníamos otra fecha para celebrar la fiesta ni tampoco alternativa para presentarlo otro día ―intenta justificar Fernando―. Al menos mañana viene el hermano de Elisa y nos ayudará a desmantelar todo lo que hemos montado aquí.
―Sí, Bea me ha comentado lo de Manu. A Elisa le hará ilusión verle junto a su sobrina. ¿Cuántos años tiene ya? ¿Cinco?
Fernando sonríe al recordar a aquella niña que conoció dos años atrás en una visita sorpresa a Manu, el hermano de Elisa. Una niña tan parecida al hermano de su novia (y por ende a ella también) que sólo puede expresar ternura por la pequeña en cuanto la ve.
―Sí, y cumplirá seis la semana que viene. No dejaba de repetirlo cuando les llamamos para avisarles de la celebración familiar de mañana.
Cuando Fernando intenta ordenar sus actividades del fin de semana, lo único a lo que no le encuentra tiempo es al descanso. Entre la celebración de esa tarde, la del día siguiente con la familia de Elisa, la salida sorpresa con ella el domingo y los ensayos para la exhibición de final de carrera no le queda ni un resquicio para descansar más de cuatro horas cada noche. Pero ese fin de semana es para ella, para su querida Elisa, y cualquier cosa es poca para sacarle una sonrisa.
El teléfono de Carlos emite un leve tintineo que le avisa de un mensaje.
―Es Bea ―comunica mirando la pantalla―. Ya están de camino.
Los dos chicos se levantan del sofá y comienzan a sacar la comida de la cocina. Unos minutos después, el timbre de la puerta interrumpe su trabajo. Fernando es quien se acerca a abrir, descubriendo a un chico de metro noventa, pelo negro y ojos azules. Poco tarda Fernando en soltar una carcajada risueña.
―¡Rubén! ―le saluda con un corto abrazo―. Menudo cambio has pegado en estos cuatro años. ¿Qué te daban de comer en esa universidad inglesa?
―Demasiado "fish and chips" ―bromea el chico pasando al apartamento y soltando un silbido―. Aunque ya veo que vosotros no os podéis quejar de mucho. Menuda vivienda. Ojalá hubiese tenido esto en Manchester en vez que ese minúsculo cuarto compartido que cada día tenía más manchas de humedad en esa asquerosa moqueta.
―No te quejes tanto, "señor ingeniero" ―Fernando detiene a Rubén justo antes de que cate la comida que Carlos ya ha colocado en la mesa―. Si querías hacer la carrera de ingeniería civil en inglés no puedes poner pegas. Lo elegiste tú.
Rubén emite un gruñido que mezcla la resignación de la verdad y la molestia de su decisión.
―Al final sólo me compliqué las cosas ―reconoce desplomándose en un puf―. Al menos me he graduado con una media aceptable.
Fernando le sonríe y se sienta en un taburete de cuero a su lado. Está feliz de poder volver a ver a su gran amigo de la infancia tras separarse por la universidad. Y si cuenta los dos años que se pasó en aquella escuela de música pudiendo pasarse por su ciudad natal sólo en las vacaciones, realmente han sido seis años sin juntarse como es debido. Su asistencia es también una sorpresa de cumpleaños para Elisa. Por mucho tiempo que hayan estado separados y las experiencias vividas en la universidad, ellos siguen considerándose mejores amigos. Bea ha llegado ha molestarse mucho por la situación puesto que como chica ella es su mejor amiga, pero en el campo masculino el sitio es de Rubén.
El resto de invitados no tardan en llegar. Compañeros de Elisa y amistades cosechadas durante su estancia en la universidad comienzan a llenar el salón. El móvil de Carlos vuelve a sonar cuando recibe el mensaje de Bea que avisa de su llegada al edificio. En cierto modo no es una fiesta sorpresa, Elisa es consciente de ella, pero no sabe realmente con qué se va a encontrar dentro.
―Quédate un poco atrás ―le pide Fernando a Rubén―. Para alargar la sorpresa.
El aludido asiente, sonriente.
―Me alegra que estéis juntos ―confiesa dándole unas palmadas en el hombro a Fernando―. Y pensar que llevaba tantos años enamorada de ti y no lo sabías.
―Bueno, hubo algunas pistas ―reconoce―. Pero sí, tardamos mucho en llegar a este punto.
El sonido de las llaves en la cerradura acallan a los invitados. Fernando se adelanta a la primera fila de personas y espera a que la puerta se abra. La primera en aparecer es Bea, que le retira la puerta y se aparta justo para que pueda ver el lugar antes de escuchar una exclamación colectiva.
―¡Feliz cumpleaños!
La sorpresa y la alegría de Elisa se reflejan con fuerza en su rostro. Son muchas las personas allí reunidas para ese día especial, pero sobre todo la que más ansía ver está justo enfrente suya. Sin embargo, antes de poder acercarse a él, los invitados la rodean y colman de felicitaciones. Ante tal situación y la mueca de resignación de la cumpleañera, Fernando no logra contenerse la risa que le provoca ver así a su novia. Entre tanto, Carlos se abre paso hasta el ordenador colocado a un lado del salón y reproduce la música que sonará durante toda la fiesta. Tras varios minutos de agradecimientos y tirones de oreja, al fin consigue disolverse la masa de personas, que se disipan en pequeños grupos distribuidos por todo el salón. Casi a la carrera, Elisa se acerca hasta su novio que la estrecha entre sus brazos con dulzura.
―Feliz cumpleaños Pelotita -susurra en su oído para después depositar un suave beso en sus labios.
―Muchas gracias por hacer todo esto para mí ―agradece escondiendo el rostro en su cuello―. Sobre todo en medio de las pruebas finales. Enserio, gracias.
―Todo para mi princesa ―sonríe y besa la cabeza de Elisa―. A quien, por cierto, le espera una persona muy especial.
Inmediatamente, Elisa se separa de Fernando y le mira sorprendido.
―Fer, ¿a quién has traído?
Sin contestar verbalmente, levanta la vista hasta divisar a Rubén con quien realiza contacto visual y le indica que se acerque. Elisa, intrigada, intenta girarse al percatarse de los gestos de su novio pero él se lo impide hasta que el invitado está justo detrás de la chica.
―¿Quién me iba a decir que llegaría a ver una escena como esta? ―saluda Rubén provocando el asombro de la cumpleañera que, ipso facto, se deshace de su novio y salta a los brazos de su amigo.
―Oh, Dios mío. ¡Estás aquí! ―exclama Elisa―. Madre mía, no me lo creo.
―Pues créetelo ―suelta una carcajada―. Porque me quedo para un buen tiempo.
―¿Vas a volver? ―pregunta ilusionada mientras se separa―. Pensé que te habían ofrecido un trabajo allí.
―Sí pero también lo hicieron aquí y no pretendo seguir batallando con ese idioma ―comenta negando con la cabeza―. Además, ya era hora de volver a mi tierra.
Elisa sonríe ilusionada antes de que un repentino cañón de confeti estalle a su lado y llene de colores a los tres amigos. Unos segundos después, Bea hace acto de presencia con el cañón en su mano y engancha a Elisa del brazo.
―Menos hablar y más bailar ―suelta antes de tirar de ella hacia la pista improvisada de baile, entre risas.
Tras un sinfín de bailes y charlas entre amigos y compañeros de la universidad, Fernando reúne a todos los presentes en torno al televisor dejando a Elisa justo en frente de la pantalla.
―Hoy hace veintidós años, nació una personita muy especial para todos nosotros, aunque he de admitir que para mí es especial de manera diferente ―se escucha un suave "oh" en la sala―. Y para esta ocasión en la cual terminará una etapa importante de su vida, hemos querido realizar un regalo muy especial.
Elisa, intrigada, observa cómo Fernando se acerca a la parte posterior del televisor e introduce un pendrive. Coge el mando a distancia y configura el aparato hasta que en la pantalla aparece un archivo de vídeo con el nombre de <<Regalo "Para Elisa">>, lo que hace reír a la cumpleañera. Lo selecciona y pocos segundos después, la pantalla comienza a llenarse de fotografías acompañadas de una música alegre y animada. Imágenes de cuando era niña, junto con su hermano, incluso con su prima Aurora aparecen y se desvanecen un segundo después. No tardan el salir fotografías de Elisa patinando con sus primeros patines y en algunas con Bea durante sus primeras exhibiciones. Casi de inmediato, comienzan las fotos con su pequeño grupo de amigos del colegio y el instituto. Es algo que Elisa se estaba esperando pero lo que no logra intuir a tiempo son dos fotografías que, aunque separadas por otras entre medias, la sonrojan. Una, la foto de aquel campamento urbano que lo cambió todo, donde aparecen Elisa, Fernando y Aurora con sus regalos del amigo invisible. Otra, la fotografía de Elisa y Fernando en una fiesta de cumpleaños vestidos de princesa y de Peter Pan. Ella sabe perfectamente de dónde la ha sacado puesto que recuerda haberla visto junto a la partitura original de Para Elisa pero lo que realmente la avergüenza es el hecho de salir dándole un beso en la mejilla a Fernando. No obstante, la reacción de los presentes ante esta imagen es de pura ternura hacia ellos, incluyendo un codazo a Fernando de parte de Rubén.
―Ciego más que ciego estabas ―le susurra aguantando la risa.
Pero, como el resto de las fotos, sólo dura un segundo en pantalla y muchas más imágenes la siguen. Instantáneas de la adolescencia donde casi todas son grupales y aún se pueden ver a Fernando y Aurora. Con gran pesar, las imágenes de Bachillerato llegan y con ellas los malos recuerdos para Elisa y la angustia para Fernando. Él se ha encargado de montar el vídeo y, tanto en ese momento como ahora, el sufrimiento por su princesa le inunda. No son muchas las imágenes puesto que Elisa en esa época se negaba a ello pero las que sí pudieron sacarse tienen un aura de tristeza con sólo mirarlas. La sonrisa de Elisa es vaga y ni la exuberancia de Bea logra disiparla o disimularla. En unas pocas fotos, se la puede ver con Carlos y al menos sonríe un poco pero no consigue que esa tristeza se disuelva de sus ojos. Por suerte, las siguientes fotos ya son de su etapa en la universidad y, debido a las incidencias del primer año, apenas hay fotos de ese curso lo que agradece mucho la cumpleañera. Sólo salen dos imágenes: una del primer día donde aparecen Bea y Elisa, y otra de la batalla entre reinos, que es una foto grupal del bloque entero proporcionada por la secretaría de la universidad. A partir de aquí, no faltan imágenes de la pareja junta en diferentes situaciones y acompañados de diversas personas (aunque en su mayoría son Bea y Carlos). Muchas fotografías después, culmina el vídeo con una última instantánea sacada esa misma mañana por Bea antes de ir al centro comercial, donde sólo aparece Elisa con una flamante sonrisa para la cámara y que Fer se ha encargado de introducir a tiempo. Bajo la fotografía, un letrero reza "Feliz cumpleaños" tras el cual, finaliza el vídeo y todos los presentes aplauden entusiastas. Bea consigue hacerse paso entre los invitados y plantarse frente al televisor mientras Fernando vuelve a programarlo correctamente.
―¡Ha llegado el momento de la entrega de regalos! ―exclama dando una palmada―. Ya podéis ir a rescatar vuestros presentes de sus escondites.
Y, tal como lo ha dicho, los invitados comienzan a rescatar los paquetes de los rincones donde, cuando llegaron, los escondieron por la cumpleañera. Tras abrir los regalos y finalmente despedir a los invitados, únicamente se quedan en el piso Carlos, Bea, Rubén, Fernando y Elisa.
―¿Seguro que no queréis que nos quedemos y ayudaros a recoger? ―pregunta Carlos al terminar de recoger entre todos el papel de regalo esparcido por el suelo.
―Sí, no te preocupes ―contesta Fernando mientras tira a la basura la enorme bola de papel de colores―. Ya te he dicho antes que mañana viene Manu y nos va a echar una mano.
―Tengo ganas de ver a tu hermano ―comenta Rubén―. Hace muchos años que no le veo.
―Mañana, mañana ―ríe Elisa―. Dejadme disfrutar un poco antes de que venga la familia al completo, por favor.
Su comentario provoca una carcajada general que precede a la salida del apartamento de Carlos, Bea y Rubén. Ya solos Elisa y Fernando, la cumpleañera se lanza sobre su novio para darle un fuerte abrazo.
―Muchísimas gracias por esto, de verdad ―le susurra al oído.
―Sabes que no voy a permitirme volver a fallarte en tu cumpleaños ―murmura antes de darle un suave beso en los labios y otro en la nariz―. Y ahora, ¿qué tal si disfrutamos de una espléndida noche antes de que estemos una semana sin poder hacerlo?
Elisa sólo puede reír ante la abrumadora realidad de tener a la familia una semana con ellos hasta el día de la graduación. No obstante, muestra una sonrisa dulce y les conduce a ambos hasta su cuarto donde se deshacen en caricias, suspiros y muestras de amor mutuas.
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El día de la graduación llega y, aunque todos los integrantes del grupo son conscientes de que están aprobados con unas notas excelentes, el simple hecho de acudir a un acto de tal envergadura les crea nervios. Elisa, aún dentro del su baño, respira mientas se mira al espejo que le devuelve un reflejo suyo maquillado de forma suave y peinado con delicadas ondas.
―Hoy tiene que ser un día especial, no puedo permitir que los nervios me puedan ―se mira fijamente a los ojos y procura armase de fuerzas―. No puede terminar el día sin que le cuente la sorpresa.
Un segundo antes de salir se le escapa una pequeña risa que camufla con una sonrisa al abandonar la estancia. Mientras, en el ala contraria del edificio, Fernando se encuentra igualmente en el cuarto de baño frente al espejo.
―Vale, Fernando, haz repaso de posesiones. Cartera, sí. Móvil, sí. Beca, sí. Broche de la abuela, sí. Sorpresa... ―detiene su mano en el bolsillo de su pantalón y sonríe―. Sí.
Fernando cierra los ojos y suspira antes de volver a abrirlos y fijar los ojos en su reflejo.
―Hoy tiene que ser un día perfecto, no puedo irme a dormir sin darle la sorpresa ―antes de salir, sonríe al espejo y vuelve a palparse el objeto del bolsillo.
Ya fuera del servicio y en su cuarto, Belén le espera emocionada sentada en su cama y con los ojos llorosos. Mientras, retuerce un pañuelo entre sus manos.
―No me puedo creer que mi niño vaya a graduarse ya de la universidad ―consigue articular entre pequeños sollozos.
―Mamá, llevas así desde que vinisteis hace una semana ―se queja él pero con una sonrisa―. Ya tendrías que haberte hecho a la idea, ¿no?
―Una madre nunca se acostumbra a estos momentos, hijo ―se limpia las lágrimas con su pañuelo de papel y se levanta de la cama a la vez que inspira con fuerza―. Vamos, que tu padre a este paso se va a acabar las cervezas de la nevera.
―Sabes que su cuerpo no soporta más de dos cervezas por muy nervioso que esté ―contesta riendo por la ocurrencia de su madre.
―Ya, si lo sé pero... ―antes de que pueda contestar, Fernando ya la ha envuelto en un abrazo.
―Tranquila, todo saldrá bien.
Belén suelta un gran suspiro y termina correspondiendo al abrazo de su hijo. La calidez del abrazo le apacigua la sensación de nerviosismo y angustia. Poco tiempo les separa del momento en el cual el joven emprenda su futuro en profundidad con su propio trabajo y se aleje progresivamente de sus padres, un hecho que la alegra, entristece y asusta al mismo tiempo. Cuando su hijo rompe el abrazo, consigue regresar a la realidad y descubre que ha derramado algunas lágrimas. Rápidamente, se las retira con el pañuelo e inspira hondo
-Vamos, no queremos que llegues tarde a tu graduación, ¿verdad?
Fernando sonríe feliz. Antes de salir del cuarto, deposita un beso en la frente de su madre y le abre la puerta. Ambos bajan al salón donde Antonio les espera. Y, efectivamente, sólo hay una lata de cerveza en la mesa mientras que él sostiene otra sin abrir, dudoso de tomársela o no.
―Ya podemos irnos ―anuncia Belén provocando que el progenitor levante la cabeza hacia ellos y sonría.
―Al fin el hombrecillo de la familia se gradúa ―celebra acercándose a su hijo y dándole un corto abrazo―. Espero que esa ceremonia que nos espera no sea igual de larga que la de tus hermanas porque hoy he dormido bastante poco.
―Creo que hay algunos alumnos menos, pero será prácticamente igual de extensa ―aclara Fernando desilusionando a su padre.
―Entonces, no esperes que esté despierto todo el evento ―contesta ahogando un bostezo.
―Venga ―les incita Belén―. No hay tiempo que perder.
Los tres miembros de la familia Ordoñez Rivera salen del apartamento dirección el vestíbulo del bloque. Tras bajar en el ascensor, aparecen el rellano donde Elisa, Bea y Carlos esperan junto a sus respectivas familias.
―Ya era hora ―salta Rubén, escondido entre las familias―. Estábamos a nada de mandar una partida de rescate a tu apartamento.
Fernando ríe ante el comentario de su amigo justo antes de fijar la vista en Elisa. Ya la había visto con el vestido el día que fueron a comprar sus trajes pero al contemplarla completamente arreglada para la ocasión y luciendo su radiante sonrisa, su corazón se derrite. Ella también hace contacto visual con él y ruborizada le da una cálida sonrisa. Ya reunidos todos para el tan esperado momento, se encaminan al gran gimnasio de la universidad donde dará lugar el discurso y la entrega de diplomas. El sol no les acompaña, es uno de los pocos días grises que se ven al inicio del verano, pero nada puede aplacar su ánimo. Mientras caminan Elisa se enlaza a Fernando por el brazo y ambos prosiguen por el sendero.
―Estás preciosa ―susurra Fernando al oído de su novia.
―Tú también estás muy guapo ―contesta ella de igual forma―. Qué pena que vayamos a estar tan separados en la ceremonia.
―Es lo que toca ―se encoge de hombros Fernando―. La G y la O están lejos en el abecedario.
―Lo sé ―suspira Elisa―. Al menos Bea y Carlos estarán a una distancia más corta. Núñez y López están más cerca entre sí y además Bea se sienta en la misma fila que tú.
―No te disgustes ―la anima su novio―. Sólo será durante la ceremonia de entrega de diplomas. En cuanto termine y podamos ir a la cena de graduación, podremos estar juntos todo lo que quieras. Puede que incluso llegues a aborrecer mi presencia.
―Eso nunca ―responde alegre Elisa.
Con el edificio enfrente, los alumnos se separan de sus padres que se dirigen a las gradas mientras que ellos se van distribuyendo por sus respectivos lugares. Muchos de sus compañeros ya están colocado en sus sillas y cada uno se sienta en su correspondiente asiento. Ninguno de ellos está cerca de algún compañero suyo de carrera aunque Elisa sí logra distinguir a su prima en la hilera posterior a la suya pero en la esquina opuesta. Aunque su primer apellido sea el mismo, Elisa cierra su fila y Aurora abre la siguiente, lo que les proporciona una distancia sin duda agradecida. No pasan muchos minutos hasta que los profesores suben a la tarima y el director Aurelio se posiciona frente al atril dispuesto en el frente.
―Estimados alumnos, profesores, familias y amigos; hoy ponen fin estos jóvenes a una etapa de su vida para dar comienzo a una completamente nueva. Unos se encaminarán a nuevos estudios, otros se incorporarán al tan esperado mundo laboral para el que se han estado preparando estos años. No importa de qué manera tomen su futuro a partir de ahora, lo importante es que sigan adelante y consigan sus sueños. Porque aquí les hemos formado, es cierto, pero solo con su empeño y dedicación lograrán alcanzarlos.
"Mi futuro y mis sueños están aquí" piensa Elisa "Conmigo y con Fer"
"Ella es mi futuro" piensa Fernando "Y siempre ha sido mi sueño"
―Y puesto que es su futuro y sus sueños, nadie mejor que ellos para exponerlo en palabras. Den un fuerte aplauso a Lucía Montesinos, representante del alumnado.
Mientras la chica sube al escenario y recita su discurso, los nervios se van expandiendo por todos los alumnos. En cuanto termine el discurso, comenzará la entrega de diplomas y estarán oficialmente graduados. Elisa desvía la mirada a las gradas en busca de su familia. Tarda bastante en encontrarles debido a la gran cantidad personas que se agolpan en ellas pero finalmente les localiza. Han decidido colocarse todas las familias juntas en un punto intermedio y no tarda en descubrir que sus padres no le quitan el ojo de encima. Ellos, al percatarse de la mirada de su hija, sonríen y saludan efusivos. Por el contrario, su hermano Manuel se limita a sonreír y guiñarle un ojo provocando en ella una ligera risa. Justo a su lado, están los padres de Fernando. Ya había podido comprobar esa semana que se morían por compartir este día con sus dos hijas mayores también pero ninguna estuvo dispuesta a dejar su nuevo negocio juntas para venir, y eso les dolía. No obstante, los dos progenitores de Fernando sonríen ante el gran paso de su hijo y le apoyan con mucha ilusión.
Un fallo en la megafonía provoca un irritante chirrido que devuelve a la realidad a Elisa y todos los presentes que, como ella, habían desconectado su atención del evento. Por suerte, el discurso de la joven estudiante ya ha finalizado y proceden a la entrega de diplomas. Los nervios corroen a todos los estudiantes y más a Elisa y Fernando, quienes desean acompañar la alegría de graduarse con una sorpresa extra. Uno a uno, los estudiantes son llamados a la tarima donde recibirán el diploma de la mano de sus profesores y del director. El turno de Elisa no tarda en llegar y, procurando mantenerse en equilibrio sobre sus piernas temblorosas, se levanta del asiento y camina hasta las escaleras que la hacen ascender hasta su objetivo. Frente a ella, el chico anteriormente llamado termina de saludar a los profesores y se aleja por el lado contrario. Sin vacilar, Elisa avanza hasta el primer profesor. No le conoce, pertenece al departamento de Derecho y eso a ella no le toca en absoluto. Le saluda cortésmente con un apretón de manos mientras escucha de sus labios un leve "Enhorabuena" monótono. La siguiente persona sí es conocida: Elena, la encargada del departamento de "Cultura y Arte". Esta sí, con el diploma de Elisa en mano, le da una calurosa felicitación que Elisa responde alegremente. Los profesores intermedios y responsables del resto de departamentos de la universidad le son completamente desconocidos y pasa por ellos saludando educadamente. Al final de la fila, el director Aurelio sonríe al verla llegar.
―Enhorabuena Elisa ―congratula el amable hombre mientras termina de colocar la beca en los hombros de Elisa―. Me alegra verte superar con éxito su carrera y todas las dificultades que has arrastrado con ella.
―Usted ha sido un gran apoyo para mí, Aurelio ―responde emocionada―. No habría podido hacerlo de igual manera si su ayuda.
Con una gran sonrisa y un cálido apretón de manos, Elisa se separa de él y desciende las escaleras situadas al final de la tarima. Poco a poco, los alumnos suben a recoger su diploma. Bea, es el vivo retrato de la seguridad y la tranquilidad. Fernando, aún nervioso, consigue salir del paso con bastantes gotas de sudor perlando su frente. Carlos, más nervioso que sus amigos, tropieza con el último escalón y por poco acaba en el suelo. No obstante, se lo toma con humor y consigue que pase de un acto vergonzoso a una divertida anécdota para contar. Tras entregar a todos los alumnos sus respectivos diplomas, los asistentes rompen en aplausos y el director Aurelio, sin más que decir, da el visto bueno para que todos los asistentes se dispersen. Fernando, a la carrera, se abre paso hasta dar con Elisa que en seguida se lanza a sus brazos.
―¡Lo hemos conseguido! ―exclama Elisa eufórica.
―Sí, princesa. Lo hemos logrado.
Fernando se separa de ella y la mira embelesado. Cada vez está más seguro y contento de su sorpresa. Pero no hará nada hasta el banquete, y para eso tiene que apresurarse y llegar primero al lugar de celebración. Elisa, por su parte, está ansiosa por contarle su sorpresa. Sobretodo antes de que llegue la cena y todo se vuelva más evidente. La idílica situación se rompe en cuanto Bea salta a la espalda de Elisa provocando su casi caída al suelo.
-¡Al fin somos graduadas! -exclama encaramada a su mejor amiga.
-Y a este paso también inválidas -se queja Elisa-. ¡Bájate!
Bea obedece entre carcajadas mientras Carlos se acerca a Fernando.
-Esta chica no tiene remedio -le comenta Fernando al observar a las dos amigas.
-Puede -responde él-. Pero yo la quiero tal y como es.
Ambos se quedaron callados hasta que un trueno retumba en el recinto.
-No me fastidies... -murmura Fernando.
Los cuatro amigos se acercan junto a muchos otros estudiantes a la puerta del gimnasio donde comprueban que, efectivamente, a empezado a llover.
- ¿Y ahora qué hacemos? -se escucha a una alumna-. Con este tiempo no podemos salir.
-Habría que acercar los coches hasta aquí -sugiere otro alumno-. Pero llevará tiempo e igualmente varios se mojarán.
-Seréis quejicas -se queja Bea mientras se descalza-. Carlos, ¿sigues teniendo esa camiseta vieja que guardabas en el maletero?
-Sí, pero...
-Suficiente -concluye ella a la vez que hurga en el bolsillo delantero de la chaqueta de su novio sacando las llaves de su coche-. Esperadme aquí.
Sin esperar réplica alguna, echa a correr bajo la lluvia hacia el aparcamiento situado a la entrada de la universidad.
-Menudas agallas tiene la mujer -se escucha por detrás de ellos a Rubén-. Yo, por el contrario, he sido previsor.
De su espalda saca un paraguas que provoca la alegría en Elisa.
-Dime, por favor, que me vas a dejar cobijarme contigo debajo -suplica ella.
-Claro que sí -ríe Rubén-. Pero con una condición. Tú te vienes conmigo en la moto.
Elisa, perpleja, le mira antes de dirigirse a su novio.
- ¿No vas a poner ninguna pega? Se supone que iría contigo.
Fernando, agradecido por la agudeza y ayuda de su amigo a cumplir lo planeado, se limita a levantar las manos en señal de impotencia.
-Yo no tengo paraguas y preferiría que no pillaras un resfriado. No puedo hacer nada.
-Pero si me voy a mojar más en la moto -se queja.
-Tengo chaquetas el el baúl -le informa Rubén-. No vas a mojarte.
Elisa, frustrada, resopla y acepta la situación. Mientras, los familiares de todos ellos ya se han acercado hasta allí y han contemplado el panorama.
-Tendremos que darnos un par de carreras para traer los coches hasta aquí -concluye Antonio acercándose a Fernando-. El padre de Carlos y yo podemos acercarnos a por nuestros coches y recoger al resto.
-No es mala idea, teniendo en cuenta que Bea ya se ha marchado corriendo a por el coche de Carlos.
- ¿¡Que mi hija ha hecho qué!? -exclama Gracia, la madre de Bea.
-Ya sabes cómo es ella -la justifica Elisa-. Se le mete algo en la cabeza y no puedes hacerle cambiar de idea.
Antes de que las cosas se descontrolen aún más, los dos padres salen a la carrera del recinto en dirección al aparcamiento mientras los demás esperan. Rubén, con disimulo, se acerca hasta Fernando evitando a toda costa la mirada de Elisa.
- ¿Prefieres que me vaya ya con ella en la moto o espero a que nos vayamos todos?
-Espera al menos a que llegue Bea y nos vayamos nosotros tres -contesta Fernando.
-De acuerdo.
-Y Rubén -le detiene Fernando-. Ten cuidado con la moto. La lluvia no ayuda precisamente.
-Iré con cuidado, te lo aseguro.
Los coches de otros familiares que han pensado la misma idea van llegando a la entrada y con ellos Bea. Rápidamente les hace un gesto desde el interior para que entren. Antes de cumplir la orden, Fernando se acerca a Elisa y le da un tierno beso en los labios.
-Nos vemos en el banquete -se despide él-. Te quiero.
-Yo también -contesta ella con una gran sonrisa para correr después junto a Rubén.
Fernando sonríe mirándola y se apresura a subir al coche donde Bea le ha cedido el asiento del conductor. Se sacude las gotas que han caído sobre su traje y se abrocha el cinturón.
- ¿Seguro que podremos llegar antes que ellos? -pregunta Carlos dudoso al arrancar Fernando el coche.
-Sí, ayer recorrí la segunda ruta que llega hasta el restaurante -contesta Fernando tranquilo-. Tardas quince minutos menos y yo no necesito más.
Fernando conduce con los limpiaparabrisas activados por el campus hasta salir de la universidad. La caravana al comienzo del camino es notable, todos los graduados acuden al mismo restaurante junto a sus familias pero cuando se desvían por el atajo son pocos los coches que lo toman. La lluvia comienza a caer con más fuerza aunque los limpiaparabrisas aún son capaces de despejar la visión. Poco a poco logran alcanzar el desvío al restaurante: un puente que cruza el río y desemboca en una carretera directa al complejo. En la dirección contraria, un camión de reparto que baja del restaurante derrapa con una balsa de agua en el centro del puente y pierde el control del vehículo. Precipitadamente, frena con poca efectividad, provocando que el remolque se tuerza e invada el carril contrario. Fernando, atraviesa la mitad del puente cuando un haz de luz le ciega momentáneamente. Los faros del camión han conseguido deslumbrarle y la precipitada aparición del remolque frente a él le hace desviar el coche hacia la derecha y frenar. No obstante, la velocidad es demasiada y el vehículo consigue atravesar el quitamiedos del lateral, dejando el coche suspendido a medias entre el puente y el río.
En el interior, los airbags han saltado. Fernando se halla inconsciente sobre el del conductor mientras Carlos y Bea procuran orientarse en la parte posterior. Bea es la primera en ver con claridad la situación y mira desesperada en todas direcciones, evaluando la gravedad del accidente. Se palpa la sien derecha, donde su cabeza ha impactado contra el cristal ahora ensangrentado y fracturado. El resto de su cuerpo está bien, aunque el tirón del cinturón le ha provocado quemazón en el pecho. Rápidamente, se gira hacia Carlos. Él, en cambio, no deja de sostenerse el hombro izquierdo que, del bruco giro, ha chocado contra la puerta y se ha dañado.
- ¡Carlos! -le llama alarmada-. Tenemos que salir de aquí.
Mientras el chico intenta enfocar, Bea se inclina hacia delante y descubre el estado de Fernando.
- ¡Fernando, despierta! -suplica entre respiraciones aceleradas-. Vamos, tienes que recuperar el conocimiento.
En el momento en que Bea intenta moverle por el hombro, el coche emite un rugido y se balancea. Ese vaivén es suficiente para que Carlos vuelva en sí y retire a Bea hacia atrás.
-Tenemos que movernos con cuidado -explica mientras ve cómo un grupo de personas se acercan a ellos y al camión-. Necesitaremos ayuda.
En el transcurso del suceso, Elisa se cobija con Rubén bajo su paraguas hasta llegar a la moto del chico. Con rapidez, extraen del baúl trasero dos chaquetas impermeables y un casco, puesto que Rubén ya lleva uno en su mano.
- ¿Estás lista para montar en moto?-le pregunta él sonriente.
-Si no me estuviese calando a pesar de la chaqueta, sí -contesta Elisa mientras se termina de colocar el casco.
Ambos amigos se suben a la moto y con precaución, encaminan la carretera hacia el restaurante. El camino es largo puesto que Rubén no quiere arriesgarse con tanta lluvia pero a tan solo unos metros de llegar al desvío del puente que lleva al restaurante, el tráfico se para en seco. Todos los coches parados son de graduados y muchos de ellos salen de sus vehículos para averiguar cuál es el problema. Elisa, aprovechando su situación de acompañante, no duda en bajarse de la moto y unirse a los demás. Caminando consigue llegar al inicio del puente pero no logra distinguir más que un accidente a lo lejos.
- ¿Tú sabes qué ha ocurrido? -le pregunta una chica que se acerca.
-No, acabo de llegar.
-Ha sido un accidente -aclara un chico que viene corriendo desde la zona afectada-. Un camión ha descarrilado y ha producido un desviamiento de un coche hacia el río. Hay tres coches más afectados por un choque en cadena a raíz del suceso. Están pidiendo ayuda.
Dicho esto último, corre hacia uno de los vehículos parados y extrae un botiquín de primeros auxilios del maletero. Antes de continuar su camino les hace un gesto con la cabeza a las chicas para que les sigan y vayan a ayudar. Sin pensarlo dos veces, ambas corren a su lado. A medida que se acercan al lugar, el alboroto es mayor. Personas yendo y viniendo con toallas o botellas de agua y algún herido leve. Cerca del punto crítico, Elisa consigue visualizar los tres coches accidentados que en las afueras tienen a varios alumnos sentados y siendo atendidos como puedes por otras personas. Un poco más lejos, localiza el camión y a una persona subida a la escalera de acceso a la cabina. No ve quién es ni cuál es su conductor pero las toallas y prendas manchadas de sangre que van extrayendo desde la ventanilla no le auguran nada bueno. Cuando desvía la vista hacia la derecha, vislumbra el coche casi a punto de caer al río si no fuese por las personas que hacen peso en la parte posterior del vehículo.
-Ese modelo y en ese color... -se susurra Elisa.
Su cabeza comienza a pensar en el coche de Carlos, en que coincide en el modelo y el color de aquel y sus pulsaciones aumentan. Sin darse cuenta, se ve acelerando el paso hasta estar lo suficientemente cerca como para ver la matrícula. Es el coche. Es el vehículo de Carlos donde viajaba él junto a su mejor amiga y a su novio.
-No, no, no, no, no... -susurra angustiada mientras ya está corriendo hacia el lugar. Fuera, a una distancia prudencial, encuentra a Carlos sentado en el suelo junto a un hombre que le ayuda a presionar un punto de la cabeza mientras él se sostiene el brazo.
- ¡Carlos! -grita Elisa desesperada.
El chico identifica enseguida la voz y por unos segundos le inunda una alegría tremenda. Hasta que recuerda en la situación donde se encuentran su novia y Fernando.
- ¿Estás bien? ¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde están Fer y Bea? -pregunta Elisa exaltada.
Carlos suspira apenado y dirige la mirada hacia el coche.
-Siguen aún dentro.
Elisa, conmocionada, sigue la mirada de Carlos y visualiza cómo un grupo de personas intentan sacar a su amiga del vehículo. Ella, parece estar arrastrando algo y al darse cuenta de qué es -o más bien quién es- ahoga un grito y corre hacia el coche.
- ¡Tienes que agarrarle bien para que podamos sacaros a los dos! -le grita un chico a Bea mientras dos personas intentan tirar de ella sin volcar el coche y otras tres tiran de ellos.
- ¡No puedo con él! -aúlla ella entre quejidos-. ¡Pesa demasiado!
- ¡No sabemos cuánto más podremos sujetar el coche! -informa una de las cinco personas que están sobre el maletero―. ¡Daros prisa!
Bea, en un intento sobrehumano, consigue que el inconsciente Fernando traspase la barrera de asientos delantera y los dos chicos que la sostienen consiguen que casi esté ella fuera. No obstante, el movimiento provoca que una de las ruedas aún sobre el asfalto resbale y el coche se ladee sin que ninguno de los apoyos posteriores pueda evitarlo. Con toda la premura posible, los dos chicos que tiran de Bea dan un último tirón que consigue sacarla, pero provoca que ella se suelte de Fernando. Al desaparecer el peso de Bea y habiendo perdido el control de la parte trasera del coche, éste termina por resbalar y cae al río.
El grito agónico de Elisa retumba por todo el lugar. Bea, con todas las fuerzas que es capaz de conseguir, se acerca hasta ella con lágrimas en los ojos.
―He hecho todo lo que he podido ―se disculpa abrazándola―. Lo siento muchísimo. De verdad.
Elisa, desconsolada, llora en los brazos de su mejor amiga. Las sirenas de los cuerpos especiales se escuchan cercanas pero no han llegado a tiempo para evitar la tragedia.
Tenéis todo el derecho del mundo a cabrearos, querer herirme, matarme, hacer lo que os salga de la patata por tardar UN AÑO, UN MES Y CUATRO DÍAS en subir el último capítulo. No os alarméis, falta el epílogo que (esta vez sí) tardaré poquito en subir, ya que está casi terminado. Espero que no os haya dado muchos sustitos el capítulo, pero esta era mi intención desde que pensé en el final de la novela. Me ha costado mucho ponerme con él, este año no ha sido fácil para mí y me apetecía más leer o ver vídeos que escribir. Así de sencillo. Quiero subir el epílogo lo antes posible para poder daros a conocer mi novela en papel (que también he dejado abandonada) y continuar escribiendo en esta plataforma. A esa historia le tengo mucho cariño y he incluido a personas de mi entorno. Espero que sea acogida con alegría igual que ésta, y que la disfrutéis. Aquí me despido.
Un super abrazo.
Sophie_land_Elsa
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