Jugando forzados al escondite
Capítulo 41
Narrador
La mañana del sábado muestra su presencia iluminando con pequeños rayos de sol la habitación donde la pareja descansa. Fernando es el primero en despertar. Recuperado de la tarde anterior mira cómo Elisa sigue descansando sobre su pecho. Aún le cuesta asimilar los sucesos del día anterior. Ha esperado tanto tiempo para expresar con tal acto el amor que siente por Elisa que se ha olvidado de algo muy importante. ¿Cómo puede haber sido tan tonto? Una pregunta, sólo tenía que formular una pregunta antes de quedarse dormidos. Pero no lo hizo. Un ligero movimiento entre sus brazos le distrae. Elisa se está despertando.
-Buenos días Pelotita- susurra en su oído cuando entreabre los ojos.
-Buenos días- murmura tras un bostezo.
-¿Has dormido bien?- pregunta acariciando su rostro.
-Sí, pero sigo agotada- contesta volviendo a cerrar los ojos y acurrucándose contra el chico.
-Tengo que hacerte una pregunta- habla nervioso- Creo que debería habértelo preguntado anoche pero ambos estábamos muy cansados.
-Vamos, dímelo- presiona impaciente la chica levantando su mirada.
-¿Q-quieres ser mi novia?
La pregunta a Elisa le sorprende. Sabía que en algún momento tenía que pedírselo pero después de lo de ayer le parece curiosa la pregunta y algo ridícula. Sin embargo, jugar un poco con él se le muestra tentador.
-¿Sabes que Carlos tuvo que invitarme a cenar en un restaurante sofisticado para pedírmelo y aun así tardé en darle su respuesta?- rememora Elisa dándole la espalda- Tendrás que esforzarte más, Fer.
-¿Después de lo de ayer necesitas más muestras de lo que siento por ti?- bufa rendido.
-Si me preparas un rico desayuno, te contesto.
Hay algo a lo que Elisa no podía negarse y eso es un buen desayuno para empezar bien el día. Fernando sonríe a su ya no tan rubia acompañante y le abraza por detrás para darle un suave beso en el cuello.
-Te prepararé el mejor desayuno que hayas probado jamás- susurra en su oído y se levanta de la cama.
Entre la ropa del suelo busca sus boxers y se los pone para ir por lo menos con esa prenda de vestir. Desciende por las escaleras hasta la planta baja y entra en la cocina. Es exactamente igual que la de su apartamento y se mueve con agilidad en ella. Después de quince minutos entre fogones consigue preparar unas tortitas, tostadas con aceite y tomate, zumo de naranja exprimido y un par de cafés. A la hora de decidir entre los siropes para las tortitas una parte más pervertida de él se decanta por el caramelo. Aun así, no tiene la mejor presentación del mundo pero por lo menos es consistente. Cuando todo está listo sube a la habitación con la comida en una bandeja y al pasar se encuentra a Elisa con el pijama puesto a pesar de haber dormido ambos piel con piel.
-Eso no es justo- se queja él- Yo no tengo pijama.
-Te aguantas- dice sacando la lengua- Para la próxima haz como Bea, deja un juego de ropa y pijama en nuestro apartamento.
-Lo tendré en cuenta.
La pareja se sienta en la cama y disfrutan en silencio de la comida, intercambiando miradas entre ellos y algún que otro beso furtivo. Elisa sabía que el condimento de las tortitas lo había escogido aposta y no duda en sacarle un partido similar al pintalabios del día anterior. Cuando ya no queda nada en los platos y sólo Elisa mantiene su café a medias, Fernando decide atacar de nuevo el tema.
-Dime Eli, ¿tienes ya tu respuesta?
-Técnicamente el desayuno termina cuando me beba el café- sonríe con malicia- Así que no puedo decirte nada todavía.
El chico, ya alterado por los juegos de ella, decide actuar. Le arrebata la taza y absorbe el café restante, la atrae a él y la besa a la vez que transfiere el líquido a su boca. Cuando ya no queda nada en ninguna de las dos cavidades, se separa satisfecho.
-Ahora sí que puedes darme una respuesta- sonríe victorioso.
-Eres un impaciente, ¿lo sabías?- pregunta alzado una ceja.
-Sólo contigo.
El corazón de Elisa se inunda de calor. No podía hacerle esperar más aunque ambos saben la respuesta.
-Sabes que voy a decir que sí.
-Pero necesito escucharlo de tus labios- contesta volviendo a acercarla.
-Sí, Fer. Quiero ser tu novia- y firma su palabra con un apasionado beso.

Los dos sabían que realmente no necesitaban esa confirmación pero esas palabras afianzan su relación. Tras varios minutos de apresurados y pasionales besos a punto de llegar a algo más, Fernando se detiene un momento.
-Un segundo Eli, deja que baje esto a la cocina y así tendremos la cama libre.
Por un instante Elisa se percata de hasta dónde podían volver a llegar y se pone nerviosa. Sin embargo un tierno beso de Fernando antes de salir con la bandeja le despeja la mente.
El chico desmonta el contenido de la bandeja en el fregadero y se dispone a regresar lo más rápido posible con su oficialmente novia. Antes de poder subir de nuevo el timbre de la casa resuena en el apartamento.
-No me digas que ya se han cansado estos dos- refunfuña Fernando mientras se acerca a la puerta.
Pero para su sorpresa, al mirar por la mirilla, encuentra los rostros de su madre y la de Elisa. Alarmado corre al piso superior donde Elisa aún sigue sentada en la cama, esperándole con una sonrisa que enseguida se desvanece al ver el rostro del chico.
-¿Qué narices hacen tu madre y la mía en la puerta?- pregunta asustado.
-¡Oh no!- lleva las manos a la boca- Se me había olvidado.
-¿Olvidado el qué?
-Que me iba hoy de vacaciones y que tú venías conmigo- responde mirándole avergonzada por su despiste.
-¿¡Y cuándo pensabas decírmelo!?- grita en susurros para no levantar sospechas.
-Te lo iba a contar cuando Bea me separó de ti a la fuerza hace dos días en los merenderos.
-Pues date prisa porque no tardarán en volver a llamar.
Como si les hubieran escuchado, el timbre vuelve a sonar.
-¡Vístete!-ordena Elisa mientras sale de la cama y va al pasillo- Yo me encargo de entretenerlas.
Fernando sin rechistar busca aprisa su ropa por el cuarto mientras Elisa baja a abrir a sus madres.
-Buenos días- saluda Elisa fingiendo somnolencia- No os esperaba tan pronto.
-Es que hemos decidido venir antes, para aprovechar el tiempo- alega Belén, la madre del chico.
-Ay cariño, cuánto tiempo sin verte- exclama Diana, la madre de ella, a la vez que la abraza- ¿Te has teñido de rubio?
-Es temporal, se irá en unas semanas- se defiende Elisa.
-Anda querida, déjanos pasar.
Elisa, nerviosa, se aparta y ambas mujeres acceden al apartamento.
-Es muy coqueto- dice Belén- No sabía que fuese dúplex.
-Sólo lo son los de la última planta- explica Elisa sin dejar de mirar por el rabillo del ojo a las escaleras- Hemos tenido suerte.
-¿Y Beatriz?- pregunta Diana- ¿Sigue durmiendo?
-La verdad es que esta noche tenía planes.
-Un chico, ¿verdad?- pregunta de nuevo- Por cierto, ¿qué tal con Carlos?
-Eso es algo de lo que quería hablarte- contesta más alto de lo que pretendía- Sentémonos.
Mientras Elisa cuenta a su madre cómo su relación con Carlos es más amistad que noviazgo, Fernando se viste como puede e intenta encontrar todas sus cosas.
-¿Dónde habré dejado mi móvil?- se pregunta removiendo las sábanas y mirando debajo de la cama.
-Y bueno, hemos decidido quedar como amigos. Además él ha encontrado a la chica que realmente es para él.
Elisa no está segura de haber convencido a su madre pero por lo menos ella no muestra signos contrarios. Y además, obtiene tiempo extra.
-Y, ¿cuál es su actual pareja? Si puede saberse, claro.
-Es muy curioso porque resulta que ha acabado siendo Bea- dice feliz por su amiga- Fue difícil que ambos se diesen cuenta de ello pero finalmente ha resultado ser así.
Eso no es del todo cierto, por no decir que no tiene nada que ver con la realidad, pero tiene que seguir consiguiendo tiempo.
-Pues me alegro por ella- comenta al fin Diana- Espero que estén bien juntos.
-Tengo curiosidad por ver el piso superior- menciona Belén- Me gustaría saber cómo han planteado las habitaciones.
Que la madre de Fernando sea decoradora de interiores no favorece en nada a la situación de la pareja. Tiene que lograr disuadirlas para que no encuentren al chico.
-Pueden empezar si quieren por la de Bea, está más ordenada- intenta convencer Elisa.
-No te preocupes hija, tras ver la habitación de tu hermano por años ya no me asusta nada.
Sin poder evitarlo las dos mujeres suben las escaleras. Por suerte la primera habitación es la de su compañera de piso y deciden entrar en ella. Elisa, a escondidas de las mujeres, se escabulle a su cuarto y busca al chico.
-Fer- susurra mirando por la habitación.
-Estoy bajo la cama.
Despacio Fernando sale arrastrándose por el suelo y se levanta sacudiendo su ropa.
-¿Qué hacías ahí?
-¿Has visto mi teléfono o mi cartera o algo mío? No encuentro nada.
-Eso significa que se habrán colado en algún sitio pero no te preocupes, mientras no estén visible no ocurre nada.
-¿Y si se le ocurre a mi madre llamarme?- prosigue alterado- Sabe que despierto ya estoy.
-Se me ocurrirá algo.
"Cariño ¿estás en tu cuarto?"
-Corre, escóndete en el armario.
Fernando se limita a obedecer y entra en el armario justo cuando las dos madres ingresan en la sala.
-Me ha encantado la decoración del otro cuarto- comenta Belén- Y este no está nada mal tampoco. Exceptuando la cama sin hacer.
-Y la ropa en el suelo- señala Diana agachándose a coger la ropa que su hija se desprendió el día anterior con ayuda de cierto chico de cabello cobrizo- ¿Desde cuándo tiras la ropa al suelo?
-Es que ayer estaba tan cansada que me cambié e inmediatamente me quedé dormida- inventa Elisa.
Fernando ve la escena por una pequeña rendija del armario. Le resultaría divertida la situación de no ser por su peligrosa posición.
Elisa no deja de mirar hacia el escondite del chico, con la esperanza de que pueda salir de allí.
-¿Tienes ya la maleta hecha?- pregunta Diana caminando en dirección al armario.
-¡Sí!- exclama en alto para pararla- Sólo me queda el neceser del baño. Que no habéis visto aún. ¿No quieren verlo?
-Hemos visto el de Beatriz- alega Belén- No creo que se diferencien mucho.
-Bueno...
"Piensa Elisa, piensa"
-¡Oh! Sí que hay algo diferente. Dentro, colgado en una percha de pared, está mi vestido.
-¿Vestido?- preguntan a la vez.
-¿No llegué a comentártelo, mamá? La universidad ha puesto este año un proyecto medieval y los alumnos representan unos papeles. Creo que el mío te va a gustar.
Ambas mujeres se miran con curiosidad y entran en la habitación contigua al cuarto. En ese momento Fernando sale de su escondite y es empujado por Elisa hasta el pasillo.
-Sal lo más rápido que puedas y haz la maleta para que tu madre no sospeche- dice Elisa mirando continuamente a la puerta de su habitación.
-Elisa, si a mi madre se le ocurre llamarme ten por seguro que lo va a hacer y descubrirá que he estado aquí.
-Pues busca en el salón, puede que dejases algo al llegar ayer encima de la mesa o donde la televisión.
Elisa escucha cómo su madre se sorprende por el precioso vestido de princesa e intenta llamarla para que le explique.
-¡Vamos! O te van a pillar.
El chico hace un amago de irse a las escaleras pero retrocede y le planta un beso el los labios a la vez que inclina su cuerpo hacia atrás.
-Te veo luego- se despide giñándole un ojo y baja por las escaleras.
Elisa suspira por un segundo pero de inmediato regresa veloz a la habitación y encuentra a su madre con el vestido entre las manos.
-Cariño, es precioso- sonríe su madre- ¿Qué eres? ¿Una duquesa, condesa?
-Condesa es Bea, yo soy una princesa.
-Oh, qué bien Elisa- felicita Belén y desvía la mirada a su reloj- ¡Uy! Si ya son las diez y media. Voy a llamar a Fernando para pedirle que se dé prisa. El autobús sale a las once y cinco.
-¡No!- grita sin querer Elisa- Q-quiero decir que ya le he avisado cuando me he levantado.
-Está bien- se rinde Belén- Nos pasaremos ahora a buscarle.
-Cariño, ¿puedes bajar a por mi móvil al bolso? Me gustaría hacerle una foto al vestido.
-Claro mamá.
Fingiendo despreocupación sale de la habitación pero en cuanto deja de estar en su campo de visión corre escaleras abajo descubriendo a Fernando rebuscando entre los cojines del sofá.
-¿Qué haces aquí todavía?- le reprocha Elisa- Tu madre está a punto de pedir que nos vayamos a buscarte.
-¡Sigo sin encontrar ni mi móvil ni mi cartera ni nada!
-¡No importa! Sabes que está aquí, ya lo buscaremos en otro momento.
Elisa se acerca al bolso de su madre y busca su teléfono.
-Vale, ya me voy.
Fernando va a la puerta de entrada y la abre mientras Elisa se concentra en encontrar el móvil sin resultado.
-Pero si aquí no está...
-¡Fernando Ordoñez Rivera! Ni se te ocurra salir por esa puerta.
-Nos han pillado- susurran los dos bajando la cabeza.
En la habitación de Elisa las dos madres han encontrado en la mesilla de noche, bajo el móvil de Elisa, el teléfono de Fernando. A su lado y camuflado entre las cadenas de Elisa, su pulsera de oro con su nombre grabado y el reloj que le regaló su prima. Finalmente, en el suelo y entre la cama y el lateral del mueble, estaba su cartera. La costumbre de vaciar los bolsillos del pantalón encima de la mesilla y la manía de Fernando por dormir sin nada en las muñecas les había delatado. Ahora los cuatro se encuentran en el salón, la pareja en el sofá y sus madres de pie enfrente.
-He de reconocer que lo habéis intentado con mucho ahínco- se sincera Diana- Pero las prisas os han jugado una mala pasada y han perjudicado vuestra vista.
-¿Tan difícil era contarnos que están juntos?- pregunta incrédula Belén- No hubiéramos dicho nada en contra de ello, es más, estaríamos contentas de no ser por el numerito que habéis montado.
Elisa escucha el regaño con la espalda recta, la cabeza baja y sus manos juntas apoyadas en sus piernas bien cerradas. En cambio, Fernando tiene las piernas abiertas, los codos apoyados en los muslos con las manos colgando hacia dentro e inclinado parcialmente hacia delante.
-Chicos- habla con la calma que puede reunir Belén- sabemos que ya tenéis una edad y que es normal que queráis dormir juntos pero os estaríais ahorrando esta charla si nos hubierais avisado de que estaríais los dos aquí.
-A menos que no estuviera planeado- y al instante los dos se sonrojan en respuesta- Oh, ya veo.
-¿Tú le diste "la charla" a Elisa?- le susurra Belén al oído- Porque yo recuerdo que Toni se la dio a Fernando antes de venir aquí.
-¡O-ye!- exclama Elisa cada vez más roja- U-una cosa es dormir y otra es hacer e-eso.
De alguna manera tenía que disimular frente a su madre, no podía enterarse que además de dormir juntos esa noche habían copulado también. Por otra parte, Fernando mira de reojo a Elisa y sonríe levemente. Para él en ese momento la chica es una pequeña, inocente y adorable mentirosa.
-No te preocupes Belén- la tranquiliza Diana- Mi niña está instruida.
"Ni que fuese una recluta militar" se queja en su mente Elisa.
-Vamos a dejar a los chicos un poco- sugiere Belén- A este paso no llegaremos a coger el autobús.
Una alerta salta en los dos jóvenes. Entre las muchas cosas que había soltado Elisa durante su fallida distracción había mentido sobre que tenía su maleta hecha. Es verdad que algunos objetos no los había llegado a sacar pero prácticamente estaba vacía. En el caso de Fernando no sabía en ese momento ni dónde tenía la suya. Los dos miran sus relojes y descubren que sólo les quedan diez minutos para que salga el autobús.
-La verdad es que yo no tengo la maleta terminada y se me pasó avisarle a Fer por lo tanto él tampoco la tiene preparada- cuenta a toda prisa Elisa a la vez que se levanta del sofá y agarra al chico para que haga lo mismo- Ayúdame a guardar las cosas y llama a Carlos para que ellos vayan preparando la tuya.
Fernando asiente y, mientras corren escaleras arriba, saca el teléfono para marcar el número de su amigo.
-¿Qué pasa tío?- contesta molesto Carlos- No es un buen momento para llamar.
-Deja de retozar con Bea y saca mi maleta. Tienes que coger mi ropa y...
-No te preocupes, Bea me contó que os ibais a ir y entre los dos te montamos la maleta ayer. Está junto a la puerta de la cocina, sólo tienes que cogerla.
Fernando suspira aliviado, por lo menos alguien se había acordado del evento de hoy.
-Muchísimas gracias, chicos.
-Sí, sí. Ahora déjame en paz que estoy ocupado.
-No os paséis mucho que luego Bea no podrá subirse a los patines.
En ese momento recibe un puñetazo en el brazo de parte de Elisa.
"Deja de decir tonterías y ayúdame" le susurra.
-Adiós Carlos.
Cuando ya tienen la maleta lista y Elisa está cambiada, la pareja baja al salón donde sus madres conversan alegres y entre risas.
-Ya estamos- informa Fernando llamando la atención de las mujeres- Tengo que pasar a por mi maleta a mi apartamento. Tardaremos sólo unos minutos, podéis ir bajando si queréis.
-Claro, id vosotros. Luego nos alcanzáis.
La chica saca de su bolsillo las llaves del apartamento y se las da a su madre.
-Toma, para que cerréis antes de salir.
Y corriendo apresurados salen hacia el ascensor para cruzar al otro lado.
-Deberíamos haberles dicho que en realidad vamos en el coche de mi marido- lamenta culpable Belén.
-¡Por supuesto que no! Tienen que aprender a no mentir a sus madres o por lo menos a hacerlo bien. No pueden decirnos eso y después subir fotos de ellos juntos en Instagram- sonríe victoriosa Diana mientras se levanta para coger la maleta de su hija.
-Ahí bendigo a mis hijas por enseñarme a usar esa plataforma- comenta orgullosa Belén- Además mi hijo tiene que ser más cuidadoso con el sitio donde deshecha los condones, no puede tirarlos a la papelera de Elisa como si nada.
Las dos ríen y salen del apartamento para bajar al rellano.
Elisa y Fernando se apresuran para entrar en el apartamento de los chicos y coger la maleta ignorando con ello los sonidos procedentes de la planta superior. Cuando vuelven a entrar en el ascensor ambos sueltan un gran suspiro.
-Tanto paripé para nada- se lamenta Elisa- Y encima se han dado cuenta de todo.
Fernando agarra de la cintura a Elisa y posas sus labios en la sien de ella.
-Por lo menos tu última actuación ha logrado convencerlas.
-Créeme, no sé cómo he logrado aguantar tanto tiempo mintiendo delante de mi madre. Sabe muy bien cuando miento y que no se me da nada bien. Estoy segurísima que no se lo ha tragado.
Fernando se pone tenso. Creía que se había librado por lo menos de mostrar a su propia madre la imagen real de la situación pero si lo que le decía Elisa era cierto, su madre también lo sabría.
-Mi padre me va a cortar el pescuezo cuando lo sepa- se aterra e intenta tragar el nudo de su garganta.
-Y el mío te hará algo peor- acompaña Elisa con la misma sensación de miedo.
Cuando las puertas se abren, la pareja se separa para tomar precauciones. En el rellano les esperan sus madres, sólo quedan tres minutos para que salga el supuesto autobús y ellas están muy tranquilas.
-Deberíamos ir caminando hacia la parada- sugiere Elisa nerviosa- Hay una buena caminata hasta allí y no queda mucho tiempo.
Las dos mujeres se miran y ríen dejando confundidos a sus hijos.
-¿Ocurre algo que no nos hayáis dicho?- pregunta extrañado Fernando.
-Sólo que vuestra mayor preocupación ahora no es el horario de autobuses sino soportar la batería de preguntas y miradas asesinas de vuestros padres durante el viaje en coche- les cuenta Belén.
El gran temor que vaticinaban se iba a cumplir antes de lo previsto. No sólo les habían engañado con lo del bus sino que tendrían que aguantar con toda su fuerza de voluntad el interrogatorio de sus padres y por supuesto sus atentas miradas. Su única esperanza es que les permitan sentarse en los dos asientos del final del coche. Caminan sin prisa por el sendero de piedra que recorre los jardines de la universidad. Mientras Belén y Diana continúan hablando Fernando y Elisa aprovechan para ir cogidos de la mano. Con la vista de lince de Benito, el padre de Elisa, iba a ser imposible que lo hicieran durante el viaje. Cuando ya están en el exterior de la universidad, se encuentran de frente con la furgoneta azul de Toni y a ambos padres apoyados en ella. Automáticamente la pareja suelta sus manos.
-Buenas chicos- saluda Toni- Espero que hayáis descansado bien esta noche porque en cuanto lleguemos tenemos unas cuantas cosas que hacer.
No sabían si se referían a algo de su relación pero los dos jóvenes comenzaron a ponerse más nerviosos en ese momento.
-Entrad dentro- manda Benito- Y os quiero a los dos en los asientos del medio separados por una de vuestras madres.
-Sí, no queremos movimientos raros- apoya Toni.
-Oh, por el amor de Dios Antonio- se queja Belén- Deja a los chicos atrás que no va a pasar nada. No creo que intenten algo sabiendo que van con ustedes dos en el mismo vehículo y al volante.
Un pequeño alivio recorre a la pareja por unos instantes hasta que ven las miradas acechantes de sus padres. Diana y Belén se encargan de guardar las maletas en el pequeño maletero que queda detrás mientras los chicos entran en el coche. Ambos hombres, Toni al volante y Benito de copiloto, hacen lo mismo y vuelven a mirarles amenazadores.
-Quiero tus manos lejos de mi hija durante todo el viaje, ¿entendido?
-S-sí, señor González- contesta con la única pizca de valor que queda en su cuerpo.
Segundos después las dos mujeres suben al vehículo y Toni procede a encender el motor y emprender el viaje. Durante los primeros veinte minutos los cuatro adultos hablan entre ellos mientras la pareja se queda en silencio mirando por las ventanillas. Sin embargo el cansancio puede con Elisa y termina apoyándose en el hombro de Fernando para poco después quedarse dormida, no sin antes agarrar el brazo del chico.
"Resiste, Fer. No puedes abrazarla o su padre te deja estéril" se repite a sí mismo "Ya bastante que Elisa se ha agarrado a ti"
Pero el cansancio pronto puede también con él y acaba dormido apoyando suavemente su cabeza sobre la de Elisa. Pero antes, sin que le vean, agarra la mano de la chica y entrelaza sus dedos.
-Le he dicho que...
-Shhh- calla Diana a su marido- Déjalos dormir, han tenido una noche movida.
El hombre, dejando de lado la parte protectora de su vena paternal, consigue mirar a la pareja y sonreír al igual que su hija lo hace por estar junto a Fernando.
Continuará...
Hola mis lectores:
Siento retrasarme un día pero no estoy muy bien con la espalda y no he podido subir nada. Pero ya está, aquí teneis el capítulo.
Un abrazo
Sophie_land_Elsa
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top