Eres tú
Capítulo 37
Fernando
Aún no puedo creerme nada de lo que acabo de ver. Con la ilusión que tenía por verla y darle su sorpresa de San Valentín: pedirle que sea mi novia. Lo había decidido desde hace tiempo y estaba todo pensado. No escribí ninguna carta a Aurora para que se preocupase y pensara que algo iba mal. Después, cuando viniese a pedir explicaciones o se acercase a mí, le diría todo aquello que me ha molestado de ella y la dejaría. Tras hacerlo, quedaría con Elisa y nos iríamos a un pequeño restaurante cerca de la universidad, donde sucedería todo. Pero parece que el mundo está en nuestra contra. Esta mañana la primera parte del plan ha estado a punto de fastidiarse. Estaba en el pasillo con Raúl cuando Aurora ha aparecido corriendo.
-Esta es tu oportunidad- me avisó Raúl- A por todas.
Asentí, sonreí falsamente a Aurora y esperé a que llegara.
-Oh Fer, me encanta el regalo que me has comprado por San Valentín- exclamó lanzándose a abrazarme.
-¿Q-qué regalo?
-Ay tonto, éste.
De su cuello colgaba un colgante de oro. Era una bailarina con pequeños diamantes en el tutú. No había visto eso en mi vida.
-¿De dónde has sacado eso?
-Pues de tu tarjeta. ¿Acaso lo mantuviste tan en secreto que ni te acordabas de él?- me dijo haciendo pucheros.
-No puedo recordar algo que nunca he tenido- me separé de ella- Esa supuesta carta no es mía y tampoco te he regalado ese collar.
Vi cómo se ponía nerviosa y jugaba con su pelo. Esta vez no se saldría con la suya.
-A lo mejor tu ángel de la guarda te ha ayudado con tus despistes...
-No me he despistado. No te he comprado nada por San Valentín a propósito.
Su cara estaba pálida de la sorpresa. No iba a permitir que algo fuese mal.
-P-pero...
-Pero nada- contesté firme- No sé quién te lo ha mandado pero me alegro por ti, ya tienes a alguien para liarte con él cuando te deje.
-¿¡Qué!?
-Lo que oyes. No serviría de nada las típicas excusas como "no es por tí, es por mí" porque realmente nunca estuve a gusto contigo. Por eso no le veo sentido a seguir juntos y me he hartado de soportarte. Se acabó.
La cara que puso de enfado en ese momento era para sacar una foto. Se lo merece, aguanté durante meses sus amenazas a chicas apropiándose de la expulsión de Elisa. Aunque ahora que lo pienso puede que fuese cierto.
-¡No puedes cortar conmigo!- gritó histérica- En todo caso...
-Espera, espera. ¿Vas a decir que en todo caso quien rompería serías tú? No me digas que intentas hacer que esto parezca una ruptura por tu parte... ¿En serio vas a caer tan bajo?
Se calló al instante. Esta vez no iba a sacar nada de esto y tenía como testigos a Raúl junto con algunos alumnos que se pararon a mirar.
-Un segundo...- dijo comenzando a sollozar- Hay otra, ¿no? Por eso has estado tan distante estos dos meses.
No me lo podía creer. ¡Se había puesto a llorar para parecer una víctima! Eso era el colmo.
-¿Me estás acusanda de ir por ahí engañandote después de ignorar las cientos de veces que te he visto liándote con otros chicos mientras salías conmigo? Por favor, ahórrate el numerito.
Al terminar de hablar me fui con Raúl a la cafetería, a celebrar mi ruptura definitiva con un gran pedazo de pastel de chocolate y un café bien cargado.
Aurora, con los años, se había convertido en una verdadera arpía... Y yo me dejé caer en sus garras. Me arrepiento de muchas cosas en este momento. De salir con ella por segunda vez, de alejar sin motivo a quienes quería... De ser ella la primera chica con la que me he acostado. Y ahora estoy en mi apartamento, habiendo sido abusada la persona que más amo y no pude hacer nada al respecto. Fui yo quien le pidió quedar en ese aula, yo la llevé a la boca del lobo. No se qué ha sido peor, verla semidesnuda tras el suceso o tener que limpiar las señales de lo que ha sufrido.
Subo arriba y con cuidado entro en mi habitación. Está dormida, parece que no hubiera pasado nada. Me acerco a la cama y miro su rostro. El rastro de las lágrimas sigue ahí y sus ojos están hinchados. Tiene marcas rojizas en el cuello y la mandíbula además de moratones en las muñecas. No puedo ver más pero seguro que el resto de su cuerpo tiene señas y heridas parecidas. Juro que cuando sepa quién ha sido le destrozo la cara a puñetazos y me aseguro de que no pueda tener descendencia.
Tengo que calmarme. Respiro y la miro de nuevo. Es extraño ver su pelo rubio. Me encanta su color castaño, es un poco oscuro pero no llega a ser negro y eso me parece bello.
Debería dejarla descansar sola. Me levanto y cojo del armario una manta para dormir abajo, le doy un beso en la frente y regreso al salón.
Aún son las once y es viernes. Sin embargo no tengo cuerpo para hacer nada, ni ver la televisión. Me tumbo en el sofá con la manta y me quedo dormido.
-¡No! ¡Basta! ¡Aléjate!
Me despierto de inmediato. Son gritos de Elisa.
-¡Para, por favor!
Salgo disparado al piso de arriba y entro en mi habitación. Elisa se remueve en la cama de un lado a otro sin dejar de gritar. Está teniendo una pesadilla. Me acerco a la cama e intento despertarla.
-Elisa, tranquila. Es sólo un sueño. Despierta- le digo moviéndola de los hombros.
De golpe abre los ojos. Está asustada, tiene miedo.
- Ha sido una pesadilla, nada más- la calmo.
Ella sigue por unos segundo estática, con los ojos muy abiertos y mirando a ninguna parte. Poco después parpadea despacio y su mirada se suaviza. Me mira respirando rápido y fuerte, después se lanza a abrazarme.
-Tengo miedo Fer- susurra a mi oído mientras le correspondo el abrazo.
-No te preocupes, aquí nadie podrá hacerte nada.
Acaricio con lentitud su cabeza y la respiración de Elisa va disminuyendo su velocidad hasta adoptar su ritmo normal.
-Duerme conmigo.
Un momento. ¿Qué ha dicho?
-No quiero dormir sola. Por favor.
Se aparta un poco y me mira suplicante. No puedo dejarla así tras las pesadillas que ha tenido.
-Está bien. Me quedo.
Sonríe suavemente, se mueve a un lado y entro en la cama. Durante unos minutos me limito a mirar al techo hasta que siento su brazo tímido agarrarse a mi torso y después su cabeza apoyarse en mi pecho. No me molesta, me siento bien. Quizá sea instinto de protección o que simplemente la quiero. Paso mi brazo por su espalda y la abrazo con firmeza.
-Gracias- susurra y un segundo después cae dormida.
Tenerla en mis brazos es como sostener una delicada flor. No puedo abrazarla muy fuerte o la dañaría y tampoco descuidarla o todo se tornaría negro para ella. Parece una muñeca de coleccionista tras caer en las manos de un niño que no ha sabido apreciar su valor y ha hecho lo que ha querido con ella. Ahora, tras descubrir las fechorías del niño, hay que arreglarla con cuidado para que vuelva a ser como antes y recupere su estado original. No le será fácil superar lo sucedido pero siempre estaré a su lado para ayudarla en el proceso. Miro el reloj que luce en la mesilla, son las dos y cuarenta de la madrugada. Mañana va a ser un día duro, debería dormir.
El sonido de mi móvil me despierta vibrando desde el bolsillo de mi pantalón. Vaya, al final no me cambié de ropa. Deslizo la mano hasta él y con cuidado me deshago del agarre de Elisa para salir de la cama. Es Carlos. Descuelgo la llamada y voy al pasillo.
-¿Qué quieres Carlos?- contesto somnoliento.
-¿Te he despertado? Qué sorpresa, tú nunca duermes más de las nueve los fines de semana.
-¿Qué hora es?
-Las diez y cuarto.
El desvelo de anoche ha debido trastocarme el sueño.
-Pero te llamo para pedirte que nos abras la puerta, me he dejado las llaves en mi habitación.
Vale Fer, tranquilo. Sólo van a pasar al salón, no creo que entren en tu cuarto.
-Claro, ya voy.
Cuelgo y bajo hasta la puerta. Abro y veo a los dos sonriendo.
-Buenos días Fernando- me saluda Bea con un beso en la mejilla.
-Buenos días chicos- contesto dejando a ambos pasar- ¿Qué tal la noche?
-Carlos me llevó al cine y luego a un restaurante nuevo de comida gigante- cuenta Bea sentándose en el sofá- No sé cómo pudo comerse esa hamburguesa tan grande él solo.
-Necesitaba cargar energías para después- justifica él dándole un par de besos.
-Chicos, ¿no habéis tenido suficiente? Puedo volver a echaros hasta que se os calmen las hormonas- les reprocho.
-Está bien, nos quedaremos quietecitos- contesta Carlos.
-Y tú, ¿hiciste algo con Aurora?- pregunta Bea.
-Ayer terminamos.
Les miro y ambos están ojipláticos.
-¿Habéis roto en San Valentín?
-Corrección: He cortado con ella en San Valentín.
-Tío, eso es pasarse- me dice Carlos.
-Aurora se liaba con el primero que pasaba mientras salíamos- cruzo de brazos- Quien se ha pasado es ella.
Nos quedamos en silencio. La noticia les ha pillado por sorpresa. Aprovecho y voy a la cocina a prepararme un café.
-Me alegro por ti- oigo a Bea- nunca me gustó Aurora, ni para ti ni para nadie.
Termino y con mi taza regreso al salón.
-Digamos que me dejé llevar un poco por la situación.
-Sí, demasiado diría yo...- murmura Carlos.
-Eh- salta Bea- No te pases con...
-Fer, he cogido unos pantalones y una chaqueta de tu armario si no me iba a congelar de frío y no puedo ponerme el maldito disfraz de Cupido.
Maldición. ¿Por qué no te has quedado arriba? Por las escaleras baja Elisa. Se ha recogido el pelo en un moño alto, lleva puesta mi chaqueta de Batman que junto con unos pantalones negros le queda todo demasiado grande. Aun así está preciosa.
-Tu ropa es muy larga pero tenía que taparme de algún modo esas horribles marcas.
Desde mi posición puedo verla pero Carlos y Bea no logran hacerlo hasta que termina de bajar las escaleras. Del mismo modo ella no se da cuenta de la imprevista compañía hasta ese momento. La sorpresa de los tres es inmensa. Bea la observa con la boca abierta y creo que intenta hablar pero no logra articular palabra alguna. Carlos, de pie tras el sofá y con manos apoyadas en el respaldo, la mira y veo cómo le tiemblan los brazos. Elisa alterna la vista en ambos y comienza a hiperventilar. De pronto su mirada se posa en mí.
-¿Eli?- susurra Bea.
Sin previo aviso, Elisa sale corriendo escaleras arriba.
-¡Espera!- la llamo yendo hasta primer peldaño.
El sonido de una puerta cerrándose llega a mis oídos.
-Era ella ¿verdad?- vuelve a murmurar Bea- No estoy teniendo visiones ¿cierto?
-No, es ella- confirmo.
-Y, ¿qué hace aquí? ¿Por qué ha aparecido ahora, y en nuestro apartamento?- pregunta Carlos con las manos en la cabeza.
-Ayer la encontré en una de las aulas. Estaba en malas condiciones y la ayudé.
-¿Se ha teñido?- pregunta Bea extrañada.
-Eso parece.
Volvemos a sumirnos en un silencio extenso sólo roto por los movimientos de Carlos para sentarse en el sofá.
-Chicos, seguro que queréis hacerle preguntas pero tendrá que esperar. Tenemos que irnos un segundo a la enfermería- les informo.
-¿Tan mal está?- salta Bea.
-Mejor prevenir.
Subo unos escalones pero me detengo.
-Una cosa, ¿puedo darle la ropa que tienes guardada en la habitación de Carlos?
Ella asiente y continúo con mi camino. Como hay fines de semana que se queda con nosotros deja algunas prendas para cambiarse. Entro en el cuarto de mi compañero y saco la ropa de un cajón. Voy al mío y llamo.
-Eli, soy yo. ¿Puedo entrar?
Espero unos segundos y me abre ella la puerta. Sigue alterada pero en menor medida.
-Toma- le entrego la ropa- Ponte esto y nos iremos a solucionar lo de ayer. No olvides coger lo que llevaste puesto.
Asiente y le doy un suave beso en la frente antes de salir. Esto no tenía que haber sido así. Se suponía que volverían más tarde y por supuesto Elisa no tenía que bajar sino quedarse arriba. Aunque ese tema ahora no es lo importante. Tengo que llevarla con los de seguridad del campus y con la enfermera para que examine sus golpes y heridas. La puerta se abre y Elisa sale con una camiseta azul, unas mallas negras y mi chaqueta de Batman.
-¿No te importa que me la deje puesta? Es que hace frío y la camiseta es de manga corta.
-Por mí puedes incluso quedártela. Te queda muy bien.
Veo cómo se sonroja y agacha la cabeza.
-Ven- agarro su mano- Te voy a prestar un abrigo. Hace mucho frío para ir sólo con la chaqueta.
Sonríe en respuesta y bajamos al salón. Bea y Carlos han desaparecido pero creo que los oigo en la cocina.
-Espera aquí.
Me adelanto hasta la puerta de la cocina y la abro. Dentro los dos discuten en murmullos pero paran al verme.
-Vamos a salir durante una hora más o menos. Luego volvemos.
Ambos asienten aunque con un rostro de enfado entre ellos. Regreso fuera y cojo del perchero mi anorak negro y mi abrigo Burberry. Voy con Elisa y la ayudo a colocarse el abrigo para luego ponerme el anorak.
-Vámonos.
Salimos del piso y bajamos al hall del bloque. Por los cristales de la puerta se ve que hay un poco de nieve en el césped, esta noche ha nevado. Cruzamos la puerta y el frío azota nuestras caras. Rodeo a Elisa con un brazo y nos dirigimos al puesto de seguridad que hay en la recepción de la universidad. Al ser sábado está todo vacío y llegamos enseguida al gabinete de vigilancia. Llamo a la puerta y esperamos unos segundos hasta que un hombre de unos cincuenta años, de mi altura, delgado y de pelo castaño, nos abre.
-¿Puedo ayudarles chicos?
-Sí, ayer pasó algo que queremos informarle.
-Pasad.
Entramos a una pequeña sala donde hay una mesa con un sillón y unas sillas enfrente. A un lado se alzan tres torres con dos televisores cada una que retrasmiten imágenes de diferentes puntos de la universidad.
-Sentaros chicos- nos pide señalando las sillas mientras él se sitúa en el sillón- ¿Qué tenéis que contarme?
-Ayer sobre las nueve la encontré en el aula de música, agazapada encima de la mesa, con la ropa rasgada, heridas y rastros de sangre- trago saliva- Me dijo que le habían violado.
El hombre abre sus ojos por completo.
-¿Es eso cierto?- pregunta mirando a Elisa.
-S-sí...- agacha la cabeza.
- Un segundo.
Rebusca en sus cajones y saca una libreta azul con un bolígrafo. Después le regresa la mirada.
-Explíqueme qué pasó, por favor.
-Yo fui al aula para descasar un poco los pies después de haber estado patinando todo el día. De pronto entró él y empezó a hablar conmigo y a acercarse demasiado.
-¿Quién era el chico?
-Miguel Vargas.
Aprieto los puños con brusquedad. No me puedo creer que haya sido ese cabrón asalta chicas. Nunca pensé que alguien así lograra acercarse a Elisa.
-¿Estás segura?- pregunta atónito a lo que ella asiente- ¿Puede describirlo?
-Alto, delgado, pelo negro, gafas de pasta también negras, piel rosada, ojos marrones... No sé qué mas decirle.
El hombre mira su libreta con el boli sobre el papel pero sin apuntar nada.
-No sé si es consciente de sus palabras señorita...
-Elisa, Elisa González.
-Oh, no sabía que era usted- susurra él.
-¿Cómo que usted?- le pregunto a Eli- ¿Has estado aquí antes?
-No exactamente- murmura- Te lo explicaré luego.
Asiento confundido pero dejo que sigan hablando.
-Como le iba diciendo, su acusación es muy grave. ¿Sabe que se trata del hijo del director?
Eso no lo sabía. Ese idiota se ha atrevido a hacer todo eso siendo el hijo del decano... Ese tío piensa muy bien lo que hace.
-Y-yo no sabía que era el hijo de Aurelio. Ninguno de los dos me comentó nada al respecto.
El hombre suspira. Me fijo en la placa de su uniforme, Daniel Riggan.
-Dejando ese detalle a parte, prosiga.
-Yo estaba sentada encima de un pupitre y de pronto tira de mí, me empuja a la pared y comienza a besarme bruscamente. Luego me lleva a la mesa del profesor y m-me inclina hacia delante para atarme las manos con una cuerda. De-después... D-después...
Elisa se pone a temblar y le agarro las manos para tranquilizarla.
-Vamos a hacer una cosa- dice el señor Riggan- Te llevaremos con la enfermera Clifford para que te vea y le cuentas a ella el resto. ¿Te parece bien?
Elisa afirma con dificultad a la vez que se acerca a mí y se apoya en mi hombro.
-Será mejor que vayamos o a la enfermera se le acabará el turno- sugiere él.
Ayudo a levantarse a Elisa y los tres salimos hacia la enfermería. Eli no deja de abrazarme en todo el camino ni yo tampoco la suelto. Llegamos a la enfermería y el señor Riggan llama a la puerta. Segundos después la ya conocida enfermera nos abre.
-Buenos días Daniel- saluda la castaña-¿Te has cortado otra vez con la anilla de la lata de sardinas?
-Esta vez no Gabriela- contesta con una pequeña risa que desaparece al instante- Tenemos un caso de violación.
Ella se sorprende por la noticia y cierra los ojos con fuerza.
-Odio cuando estos chicos se piensan que un "no" es un "tómame soy tuya"- farfulla poniendo una mano sobre su frente- ¿Quién es la chica?
El hombre se limita a apartarse y dejarnos a la vista.
-Por Dios, no tenías ya bastante con lo tuyo que además te pasa esto- dice la enfermera corriendo hacia Elisa.
-¿Lo tuyo?- pregunto desconcertado- ¿Qué es lo tuyo?
Gabriela dirige su mirada a mí.
-Mira quién está aquí, no te veía desde principios de curso.
-No ha surgido oportunidad para volver a vernos... Hasta ahora.
Me echa una última mirada y hace pasar a Elisa dentro. Yo las sigo.
-¿A dónde vas?- me detiene el señor Riggan- Tú te quedas fuera conmigo.
-Espera- escucho a Eli- Deje que se quede.
Me giro a ella y muestra una tímida sonrisa.
-Vale pero pondré el biombo- advierte Gabriela.
Asiento y paso para ponerme junto a Elisa. La enfermera cierra la puerta y nos mira a los dos.
-Primero me gustaría que me explicases algunas cosas sobre lo que pasó.
-De acuerdo- susurra Eli.
Gabriela se sienta en una silla frente a la camilla y con un gesto indica a Elisa que se siente en ella. Yo me mantengo a su lado de pie.
-¿Qué fue lo que te hizo el chico? Quien sea no me interesa, quiero saber qué pasó.
Respira fuerte, cerrando los ojos. Sufro viéndola a sí, no es justo para ella.
-Me inclinó sobre la mesa- murmura- y me ató las manos con una cuerda. L-luego jugó con mi intimidad para después entrar de un golpe.
Pequeñas lágrimas caen por sus mejillas que aparta con la manga del abrigo.
-¿Fue rápido?
Asiente- Y doloroso.
Su voz se quiebra y finalmente se acerca un poco para abrazarme, rompiendo a llorar. En seguida la arropo con mis brazos.
-Sólo una última pregunta- habla calmada- ¿Llegó a eyacular dentro de tí?
De pronto, deja de llorar. Se separa unos centímetros y se queda pensativa.
-Sí pero no sentí nada, simplemente gruñó y salió de mí.
Creo que acaba de quitarme una gran pesadez. El cabrón llevaba condón.
-Entonces usó protección- afirma la enfermera- Va a ser difícil hallar pruebas.
¿Se acuerdan del peso que me he quitado hace un segundo? Ha regresado.
-Ahora que tengo la información, voy a examinarte.
Es mi turno de quedarme a un lado. Suelto a Elisa, no sin antes darle un beso en la frente, y me alejo para que Gabriela pueda trabajar. Coloca un biombo blanco alrededor de la camilla y desaparece tras él.
-Bien, comencemos.
Continuará...
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