El ángel pelirrojo

Capítulo 33

Elisa

Es por la mañana, han pasado dos meses desde mi expulsión. Tras todo el escándalo de aquello estuve privada de asistir a clases dos semanas pero, un mes y medio después de mi reincorporación, parece que sigo sancionada. Pero no es así. Es muy importante para mí continuar mis estudios en patinaje si quiero llegar algún día a ingresar en un equipo profesional o competir a nivel internacional en los individuales. Por este motivo tuve que realizar muchos cambios para así poder seguir estudiando y evadiendo mi asquerosa mancha del expediente. Soy campesina y me duele pero lo reconozco. Era verdad aquello de privilegios para las clases altas. Mis clases ahora son muy numerosas y habitualmente mis prácticas son a última hora del día, cuando la pista está muy deteriorada y sólo pasan a alisarla después de las clases. Otro cambio fue el apartamento. Los del campesinado son más pequeños, de una sola planta y para cuatro personas las cuales comparten habitación dos a dos. Por suerte, no quedaban habitaciones por completar en ningún edificio por lo tanto ahora vivo sola. Además no tenemos cocinas equipadas, sólo una lacena con posiblilidad de guardar algún que otro alimento. Debido a esto, como todos los días en la cafetería de la universidad. Allí comparto mesa con un chica y un chico. Ahora son mis únicos amigos pues he tenido que dejar de lado a todos los demás, incluídos Carlos y Fer. Me duele que aún siga Carlos esperando a mi llegada pero me duele más que Fer me llame todos los días y no pueda contestarle. Sinceramente no sé cómo ha conseguido mi nuevo número pero no importa, esas llamadas me hacen recordar quién era antes de la atrocidad cometida por Aurora.

Me levanto de la cama y me visto. Mi traje de campesina es simple: un vestido beis con un delantal marrón atado a la cintura y en el pelo un pañuelo blanco. A veces añoro la elegancian del atuendo real pero luego recuerdo lo incómodo que era y se me pasa. Termino de acicalarme y salgo dirección la cafetería donde desayuno todos los días. Al entrar voy directamente a la barra de comida y cojo un zumo acompañado de un bollo. Hoy no tengo hambre. Me siento veloz en la mesa que ya se ha convertido en la asignada a nuestro pequeño grupo, como soy la primera en llegar me da tiempo a observar el ambiente de la cafetería. La mayor parte de los que ya están aquí son campesinos pero siempre hay excepciones. A un par de mesas a mi derecha está la mesa de los Alfa, el grupo al cual pertenece Aurora. Ahora está vacía, como no. Ellos nunca llegan antes de las ocho y diez. Comienzo a tomarme mi zumo cuando alguien entra por las puertas. Es Fer, así que supongo que Aurora y el resto irán detrás. Pero me equivoco, viene solo y esto es un problema. Si viene con su grupo está atento a ello y a Aurora pero ahora... No sólo viene sin compañia, yo tampoco la tengo y en la cafetería no seremos más de veinte personas sumándole a eso que todos están en grupo o en parejas. Soy la única sola en su mesa y para colmo él está igual en otra muy cercana. Intento sumergirme en mi comida con tal de evitar que Fer me vea la cara. Pero el sonido de un cubierto caer al suelo me distrae y levanto la cabeza. Graso error. Un par de segundos después Fer consigue enlazar su mirada con la mía. Tengo suerte de haber cambiado tanto sino estaría muerta.

-Hey, has madrugado hoy.

Mi visión se ve interrumpida por el cuerpo de mi amigo que se ha puesto justo delante de mí. Simplemente sonrío de forma forzosa aunque agradecida. Se sienta justo donde se ha colocado, impidiendo que mire a Fer. Miro de nuevo a mi comida y me concentro en terminarla con la esperanza de disimular los momentos anteriores. Sin embargo, mi amigo de pelo rosa (sí, le gusta teñirse de este tipo de colores) desvía su vista hasta la mesa de los Alfas averiguando qué había estado haciendo antes de llegar él.

-¿Todavía sigues igual? Si continuas martirizándote de esta forma acabarás mal.

Él y mi amiga son los únicos alumnos que saben de mi pasado e intentan que me separe de él para conseguir acabar el curso sin más altercados. Por una parte se lo agradezco pero a veces querría correr hacia ellos, especialmente ahora hacia Fer, y abrazarles diciendo "Soy yo, estoy aquí y estoy bien". Pero no puedo.

Suena el timbre y me sorprendo pues mi amiga no ha aparecido en el desayuno. Aun así, nosotros nos vamos de la cafetería y nos dirigimos cada uno a nuestra clase. Como siempre, me coloco en un lateral de la clase y al fondo para que no puedan verme bien, pongo mis cosas sobre la mesa y espero a que venga mi amiga. Sin embargo, entra el profesor Karamel y ella no ha llegado. ¿Dónde estará? Tras los preparativos del profesor para iniciar la clase saco mi grabadora y comienzo a grabar las lección de hoy. Es una buena forma de enterarse de aquello que no has podido entender durante la explicación, dándote la posibilidad de volver a escucharlo después. Además, forma parte de "mis cambios".

Tras las primeras clases me toca al fin ir a las pistas. Es curioso porque no cambian la dificultad de los ejercicios pero a mi me resultan más sencillos que al resto de mis compañeras. Creo que está relacionado con mi nivel. Al entrar me pusieron en la realeza, algo que sólo lo hacen con aquellos que tienen un alto nivel. Lo que me ocurre ahora es que antes mis compañeras me igualaban en nivel y ahora no. Soy la mejor de mi clase pero no debo destacar mucho o podrían descubrirme. Siempre me examino de las últimas puesto que a las primeras las dejan irse antes a cambiarse de ropa reduciendo así la cantidad de gente que pueda verme. Hoy hemos recibido al director durante la clase. Nos ha comunicado que dentro de dos semanas, cuando finalicen las clases antes de las vacaciones de Navidad, habrá un baile de disfraces como despedida del año. No tenemos que escoger pareja pero la realeza sí irá emparejada. Sólo de recordar que Fer irá con una nueva princesa me duele. Por lo menos sé que Carlos no está obligado a ello y de algún modo me reconforta. Es una buena oportunidad de socializar y acercarme a mis antiguos amigos sin ser descubierta. Después de la charla del rector sonó la campana del final de las clases y animada salgo de las pistas hacia las taquillas.

Al salir del edificio me apresuro para llegar al bloque dos donde vive mi amiga. Me preocupa mucho porque nunca ha faltado a una clase. Subo a la primera planta y voy al apartamento ocho. Llamo a la puerta y unos segundos después aparece Natalia, su compañera de piso.

-¡Hola!- saludo- Vengo a ver...

-Si, si. Está dentro, hoy no se encontraba bien.

-Gracias.

Paso al piso y la encuentro en el sofá, con el albornoz puesto y una toalla en la cabeza.

-Hey, ¿qué te ha pasado?

-Creo que he pillado un resfriado- dice notablemente congestionada- Siento no haberte avisado.

-No pasa nada, me las he apañado bien.

Nos quedamos hablando hasta que las otras dos compañeras llegaron de las clases. Entonces me despedí y fui al bloque tres donde está mi apartamento. No me apetece comer en la cafetería así que me haré unos sándwiches y comeré tranquila.

Dos semanas después

Narrador externo

Es el último día lectivo antes de las vacaciones de Navidad. Además, hoy se celebraría el baile de disfraces. A la realeza le han otorgado grandes atuendos voluminosos y acorde con su estatus social. Sin embargo el pueblo debe buscarse sus trajes para asistir a este evento. En la habitación de Bea, ella se prepara para la ocasión. Su disfraz es de Campanilla aunque claro, dándole un toque pomposo al traje. Mientras se maquilla en el espejo unos brazos rodean su cintura y unos labios se posan en su cuello.

-Carlos, para ya o no podremos ir a la fiesta.

-Tampoco me importaría mucho quedarme aquí contigo- contesta él subiendo los besos hasta la oreja.

-Basta ya- le ordena retirando las manos de su cintura- A este paso alargo el plazo a las vacaciones de primavera.

-Oh no, eso sí que no- la atrapa de nuevo y la besa en los labios- Como hagas eso te rapto en mi cuarto y no me hago cargo de mis actos.

Bea le aparta no sin antes darle un beso en la mejilla y prosigue con sus arreglos. Carlos, ya con su disfraz de Peter Pan, baja al salón y se sienta en el sofá a esperarla. Tras terminar de maquillarse y hacerse el moño alto, Bea se viste con aquel disfraz infantil pero que adora. Campanilla fue siempre un personaje que le pareció gracioso y a la ver refinado y elegante. Fue un icono de su infancia y por ello escogió este entre los que le ofrecían. Claro está Carlos escogió el complementario de éste para ir a juego con ella, sigue teniendo privilegios por ser el escudero de Fernando. Con el disfraz ya puesto se miró al espejo. Había usado tinte fantasía para teñirse el pelo por esa noche de color rubio y había adornado el moño con la característica cinta verde del personaje. El vestido, en cuanto a forma, era muy parecido a la Campanilla de Disney: verde, sin mangas, escote en corazón y falda de picos. La única diferencia la tiene el vuelo de la falda, pues debajo hay un cancán y tul para darle volumen. Las manoletinas verdes llevaban adherido los algodones blancos y a su espalda colgaban dos alas blancas. No podía pedir más, era indiscutiblemente aquella hadita que acompañaba siempre a Peter Pan y si alguien coincidía con ella en atuendo, el suyo sin duda era más espectacular. Tras echar otra mirada a su reflejo y sonreír, baja junto a Carlos y ambos salen del apartamento rumbo a la fiesta.

En otro edificio dos amigas se preparaban también para el gran baile. Aunque no fuesen de la realeza, habían conseguido disfraces tan espectaculares como los suyos.

-¡Ay! Más despacio Sammy, que me vas a dejar calva.

La asiática, sentada en la cama de la pelirroja, soportaba como podía los tirones de su amiga. Ésta intentaba hacerle el peinado de Katniss pues se había confeccionado uno traje como el de Sinsajo. Se había pasado todas las tardes y noches de las dos semanas pasadas cosiendo plumas y cuero para lograr la máxima perfección del disfraz. Pero necesitaba el toque final, la trenza. Mimi está tan nerviosa que no para de moverse lo cual provoca los tirones de pelo por parte de Samanta. Poco después la pelirroja termina el peinado de su amiga y le toca el turno a ella.

-¿Estás preparada para tu nuevo look?

Samanta asiente decidida y empieza la transformación. Su pelo va cambiando su forma y longitud. Poco a poco deja atrás su flequillo zanahoria y da paso a un largo de pelo por debajo de los hombros en vez de casi en la cintura. Cuando finalmente Mimi se convence del largo, seca su cabello al tiempo que lo moldea en ondas perfectas. Al finalizar se queda contemplando el reflejo de su amiga por unos segundos, asombrada del cambio radical, hasta que Samanta se levanta para no perder más tiempo. Con cuidado se coloca su disfraz, uno que desde hace años reservaba para una ocasión especial. Y esa era el baile de hoy. Cuando ya estaba preparada y lista su amiga aún la miraba impresionada. Tuvo que dar un par de palmadas frente a su cara para que despertase de su ensoñación.

-Lo siento pero es que estás tan, impresionante...

Samanta sólo sonríe, se coloca un sencillo antifaz blanco y la invita a salir del piso. Ambas cogen prendas de abrigo acordes con sus personajes puesto que no es el clima idóneo para esas vestimentas. Antes de acompañar Sammy a Mimi, la pelirroja coje una pequeña joya de su cofre y sale rápido escondiéndola para que su amiga no la vea. A medida que recorren los pasillos del bloque se encuentran con más chicas en su misma situación. Algunas se percatan de su presencia y murmuran sobre ellas, otras no las ven pero estaban seguras que durante la noche lo harían. Cuando salen, Mimi se coloca su abrigo negro hasta la cadera y Samanta una capa blanca ya que su disfraz no permitía llevar otra cosa.

Los jardines del campus estaban cubiertos de nieve y los árboles adornados con luces de colores. Unos pequeños farolillos adornaban los laterales de los caminos guiando a los estudiantes hasta el polideportivo de la Universidad. Mientras caminan observan a los alumnos con sus disfraces, unos más extravagantes, otros sencillos, algunos bien logrados y otros intentos de última hora. Al llegar a la puerta una gran pancarta rezaba: "Baile navideño de la Universidad Deyton". Como segurata y guardarropa, cierto pelirrosa se ve saturado entre tanta gente. Cuando ve a las dos amigas, sonríe.

-Pero bueno, si ya han llegado las chicas más guapas de la uni.

-No te pases Tom, sabes que siendo un simple ropero no vas a alcanzarnos- bromea Mimi.

-¡Eh! Que sólo lo hago porque da créditos- se queja él.

-Lo que tú digas- contesta riendo y quitándose el abrigo- Toma y guárdalo bien.

Mimi entra en la fiesta mientras Samanta se desata la capa con cuidado y se la tiende a Tom. Él la recoge paralizado por el aspecto de la pelirroja a lo que ella responde con una sonrisa y un dulce beso en su mejilla antes de acompañar a su amiga. El interior estaba decorado con luces de colores por todas partes. En las paredes colgaban guirnaldas doradas, plateadas y rojas. A un lado, un gran abeto bajo el cual todos los alumnos habían colocado por la mañana un par de zapatos con su nombre a la espera pues después de navidades tendrían cada uno un regalo. En tres de los cuatro lados se extienden mesas con comida de todo tipo y tras ellas otras más pequeñas con sillas para comer tranquilamente. En el lado restante se alza un escenario donde uno de los alumnos hace la función de Dj disfrazado de arlequín. Por todo el lugar hay pequeños grupos comiendo, bebiendo o bailando al ritmo de la música. Nuestras dos amigas se acercan a una mesa y conversan alegremente.

En otra punta del polideportivo Bea y Carlos bailan de forma animada mientras de vez en cuando charlan con alguien de la realeza. La soberbia de ciertas personas de la alta sociedad no tenía límites. Había princesas que se habían conseguido trajes de su condición pero más extravagantes para llamar la atención. Otros desafiaban su estatus social con disfraces de mendigo o campesino y a veces eran confundidos como tales. En el grupo de los Alfas, Aurora llevaba un disfraz de ratita presumida, sinceramente muy acertado e iba acompañada de su pareja según los convenios: un infante vestido de pirata. Fernando estaba caracterizado de "El sombrerero loco" de Alicia, a su lado sin hablar mucho estaba la nueva princesa del bloque con un disfraz de Bella antes de conocer a Adam y junto a Aurora bebían ponche cerca de una de las mesas. Cuando miró hacia uno de sus lados la vio. Era la chica con la que tanto se metía Aurora. Tenía mucha curiosidad en ella desde que creyó ver algo extraño en su mochila. Estaba preciosa. Lucía un hermoso disfraz de ángel, de vestido blanco hasta las rodillas, con un fajín dorado. Parte del vestido lo cubría una tela dorada brillante y las mangas terminaban en los hombros. En su espalda mostraba unas espléndidas alas blancas como la nieve del exterior y su cabeza la adornaba con una aureola dorada. Ya no llevaba flequillo y su pelo anaranjado era más corto. Además su rostro lo tapaba un pequeño antifaz blanco pero podía reconocerse bien. Estaba sentada junto a su amiga asiática en una mesa cercana y por lo tanto la veía perfectamente. Y ella a él también. Tras una llamada de atención por parte de su novia retiró la vista de ella.

Hablaba Fernando tranquilamente en el mismo lugar cuando unas manos a su lado se sirvieron ponche. En sí no era algo fuera de lo normal, todos los estudiantes portaban en su mano un vaso con dicha bebida pero esas manos lucían algo especial. Al subir la mirada al propietario de dichas manos se sorprendió al ver a ¿Samanta se llamaba? La chica terminó de servirse y al instante se dio cuenta de la mirada de Fernando.

-No puede ser...- susurró él.

La pelirroja soltó el vaso que milagrosamente no manchó el disfraz con su contenido. Inmediatamente Samanta echó a correr buscando la salida con Fernando detrás de ella. Al hallarla al fin, sin pedir permiso a Tom, recogió su capa y salió fuera. Fernando no se molestó en ello y corrió a los jardines del campus tras la pelirroja. Fuera del polideportivo podían verse algunas parejas entretenidas y grupos de amigos tomando el aire. Cada respiración producía una nube blanca que al mismo tiempo enfriaba sus gargantas debido a la baja temperatura del exterior. Corrieron y corrieron hasta que la chica fue alcanzada a la altura de los arcos de la entrada principal. Fernando había logrado agarrarla del brazo a lo que ella soltó un quejido.

-¡Lo siento, lo siento! No pretendía hacerte daño.

Ella no contesto, sólo le miró con dolor y escondiendo su brazo bajo la capa. Pasaron unos segundos en silencio hasta que la pelirroja intentó retomar la carrera pero Fernando se lo impidió, esta vez sosteniéndola de los hombros.

-¡Espera! Necesito que me expliques un par de cosas.

Fernando intentaba vocalizar, era su única esperanza al no saber lengua de signos para que la entendiese.

-Explícame de dónde has sacado esa pulsera- dice señalando la joya.

Samanta llevaba en su muñeca una pulsera prácticamente idéntica a la de Elisa, lo único distinto era el cierre pues no era la palabra "Love" sino "Pain". Fernando sabía que su pulsera la encargó a una joyería y era única, por lo que pensó que sería la misma pero modificada. Ella señaló la pulsera y se llevó la mano que la tenía al pecho, queriendo decir que era suya.

-Bueno puedes decir que es tuya pero, ¿y el broche de tu mochila? Ese broche es único, fue un regalo de mi abuela que presté a una persona. ¿De dónde lo has sacado?

Ella volvió a guardar silencio, tampoco se movió. Lo del broche lo había soltado de golpe, sin pensarlo detenidamente. Era sólo una teoría que rondaba por su cabeza desde que lo vio en la mochila de la pelirroja, pero su mente había empezado a asociar ideas sin contrastar ninguna.

Se miraban a los ojos. Más bien ella miraba los de él, porque la luz no iluminaba los de la chica y el antifaz dificultaba aún más aquella acción. De pronto, la pelirroja comenzó a llorar.

-Eh, no llores- dice Fernando acercándola a un banco de piedra y sentándola- No tienes por qué llorar. Siento haber sido tan duro pero de verdad que es importante.

Fernando, con cuidado, le retira la máscara para limpiarle las lágrimas. Sus ojos están cerrados intentando que no se derramen más de esas gotas saladas. Cuando al fin los abrió Fernando quedó paralizado.

-¿E-elisa?

No había duda, esos ojos miel eran los de su Elisa. Podía ser pelirroja, no hablar a nadie, pero esos ojos eran imposibles de ocultar para él.

-Dios, ¡eres tú!

Fernando la abrazó con fuerza. La había encontrado, no como él esperaba pero lo había hecho. Volvía a tenerla entre sus brazos tras dos meses y medio sin saber nada de ella. No quería dejarla escapar de nuevo, no ahora.

-Fer, necesito aire- murmuró ahora Elisa.

-Cuanto me alegro de volver a oír tu voz- dice a la vez que se separa y la mira a los ojos.

-Y yo de por fin salir de mi tapadera.

-Pero, ¿por qué la necesitabas? Hemos sufrido mucho, yo he sufrido mucho.

-Era necesario, para protegerme a mí y a vosotros- se acerca a Fernando- Aunque creo que ya ha sido suficiente.

Y como sello de sus palabras posa sus labios sobre los de Fernando.

Continuará...

Hola mis lectores:

Ya estoy de vuelta señores. He escrito casi todo el cap hoy de un tirón... Puff, qué de inspiración tenía acumulada. Me he ido una semanita de campa y me llevé mi cuaderno para escribir pero no lo usé por falta de tiempo. Aun así esta bomba de inspiración lo ha solucionado todo.

Disfrutad del cap

Un abrazo

Sophie_land_Elsa

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