Corazón destrozado
Editado y corregido: 23 de enero de 2016
Capítulo ocho — Corazón destrozado
Fernando
Decir que fue un viaje espectacular es quedarse corto. ¡Fue el mejor viaje de mi vida! Fuimos todos los días a la playa donde pasé gran parte del tiempo con Aurora, tanto en las toallas como en el mar. Creo que nunca me había fijado bien en la personalidad de Aurora. Es dulce, amable, un poco quisquillosa... Bueno, una persona maravillosa. Aunque no sólo estuvimos en la playa, no me acuerdo mucho del tiempo que no he estado con Aurora. Es como si sólo cuando estoy con ella me divirtiese pero sé que no puede ser verdad y que debería haber prestado atención a las actividades en las que no estaba con ella.
Ahora es demasiado tarde porque ya estamos de vuelta en el avión. Otra vez estamos los tres juntos en los asientos y en las mismas posiciones pero la actitud de Aurora y la mía son diferentes. Aurora se porta de la misma manera que en el viaje de ida pero esta vez no me molesta y lo agradezco. Rubén nos mira con cara de "no sé por qué me he puesto con vosotros" pero no le hacemos caso. El vuelo es corto y llegamos en seguida a la ciudad, desembarcamos y esperamos a que lleguen nuestras maletas.
Elisa
Por fin ha pasado esa semana infernal de castigo y hoy no sólo se levanta mi castigo sino que vuelven mis amigos del viaje. Y lo mejor de todo, puedo ir a recibirles al aeropuerto. Estoy ansiosa por ver la respuesta de Fer ante mí después de la situación que protagonizamos la noche antes de su salida. Me levanto de la cama animada y voy directa al armario. Escojo uno de mis vestidos veraniegos, mi favorito. Es de color crema, con tirantes finos y por encima de las rodillas. Sé que lo hago por Fer, pero por algo se aceptan los sentimientos, ¿verdad? Acompaño mi atuendo con unas sandalias blancas y mi bolso azul. Cuando termino voy junto a mi madre al coche y salimos rumbo al aeropuerto. Nos reunimos con el resto de familias y amigos en puerta de entrada y cuando estamos todos, vamos a salida de pasajeros en la terminal correspondiente al vuelo. Unos minutos después empiezan a salir alumnos y profesores, pero no veo a mis amigos. Poco después veo atravesar la puerta a Rubén que corre hacia su madre y la abraza. Lo primero que hace es abrir su maleta de mano y saca una caja alargada que entrega a su madre. Es un abanico artesanal con decoraciones del lugar al que han viajado. La madre de Rubén los colecciona y agradece el detalle a su hija dándole un beso en la frente. Inmediatamente, se acerca a mí y me aparta a un lado.
— Por favor, no te asustes ni te extrañes cuando aparezca Fernando— me alerta angustiado— Te juro que he intentado evitarlo pero no he podido.
Oh no, ¿qué habrá hecho? ¿Un tatuaje? ¿Se habrá quemado al sol? ¿O se habrá teñido el pelo? Por favor que no sea lo del pelo, es precioso. Pero lo acabo de ver y es aún peor que eso. Aurora y él venían hablando, pegados el uno junto al otro, sonriendo y con las manos entrelazadas. Definitivamente, es peor de lo que pensaba y ha hecho bien en avisarme.
— Lo siento— se lamenta— Al final ha resultado que el peligro estaba más cerca de lo que creíamos. Perdóname, no he podido cumplir mi promesa.
— N-no pasa nada— respondo con un hilo de voz y una sonrisa falsa— S-solo necesito tomar un poco el aire. ¿Puedes decirle eso a mi madre?
Rubén asiente apenado.
Puede que mi comportamiento de ahora sea un poco infantil pero no puedo soportar esa visión tan desagradable para mi corazón. Me alejo despacio de la vista del grupo y corro hacia la salida. Cuando consigo salir tomo aire y procuro no romper a llorar. No aquí. Me adentro en el aparcamiento del aeropuerto y busco el coche de mi madre. La bendigo por haberme pedido que guardase las llaves en mi bolso. Me introduzco en el coche y me tumbo en la parte de atrás. Ya no aguanto más y lloro desconsoladamente. Mi conciencia tenía razón, volvieron como novios y yo pensaba que era imposible, que Fer no sería capaz de hacerme eso. Pero lo hizo.
Creo que puedo escuchar cómo mi corazón se rompe en mil pedazos cada vez que sollozo. Creía que era fuerte, que estas cosas no me afectarían como a las demás chicas. Creía que eso del dolor cuando te rompen el corazón era mentira. Creía que nadie me haría sentirme de esta manera y menos tan pronto, pero me equivocaba. Me he equivocado en tantas cosas últimamente que no sé qué pensar sobre mí y mi confianza. Estoy destrozada pero no puedo seguir así, cuando venga mi madre no puede verme de esta manera. Le mando un mensaje diciendo que me encuentro mal y que estoy en el coche, esperando a que me conteste con un "Vale hija" que recibo al instante. Me siento en el asiento del copiloto, me arreglo el vestido, el pelo y enciendo la radio mientras espero a que vuelva mi madre.
Desvío un segundo la mirada a la ventanilla y me da un vuelco el corazón. El coche del padre de Fer está a nuestro lado. Maldición, huir no me ha servido para nada. Una idea pasa por mi cabeza. Sí, puede funcionar. Me tumbo otra vez en los asientos de atrás y uso mi bolso como almohada. Si me quedo así hasta que vuelvan parecerá que me encuentro mal de verdad y no harán preguntas. Y es exactamente lo que ocurre.
Mi madre acaba de llegar con Fer, sus padres y sus dos hermanas mayores Cristina y Zaida. Son gemelas, dos años mayores que nosotros, de pelo rubio oscuro y ojos verdes. Me encojo un poco para parecer más dolorida y pongo una cara de malestar. No me cuesta nada porque prácticamente ya la tengo. Veo cómo mi madre mira por la ventanilla junto a la de Fer. Alcanzo a ver a Zaida por una de las de atrás y supongo que Cristina y Fer también me miran. Además puedo ver al padre de Fer arrastrando la maleta, creo que la va a meter al maletero. Mi madre abre la puerta del conductor.
-¿Qué tal te encuentras Eli?
-No muy bien- finjo molesta. No la estoy mintiendo, realmente estoy destrozada.
-Por lo menos saluda a Fernando. Venga, baja la ventanilla y habla un poco con él.
-Si no hay más remedio...
Sé que lo último no lo ha escuchado pero más bien lo decía para mí. A la fuerza me enderezo y bajo la ventanilla del coche en la que se encuentran los tres hermanos. No tengo ánimos para hablar y mucho menos con Fer, pero es por mera educación.
-Hola Fer, ¿qué tal el viaje?
-Muy bien la verdad. Lo hemos pasado muy bien en la playa, qué pena que no hayas venido.
Quizá si lo hubiese hecho quien habría salido cogida de tu mano hubiera sido yo, ahí sí que lo habríamos pasado bien.
-Sabes que odio la playa, no había ninguna posibilidad de que pudiera ir.
-Es verdad pero hubiera estado muy bien.
-Si, por supuesto.
Sólo de pensar que la beneficiada de mi decisión ha sido Aurora me revuelve la montaña de pedazos rotos que es ahora mi corazón.
-Eli, creo que será mejor irnos a casa, no tienes buena cara- dice mi madre.
Claro que no la tengo, cada vez estoy peor por dentro.
-Sí mamá, será lo mejor.
Mi madre entra en el coche y sube las ventanillas. Yo sólo me despido con la mano de los tres hermanos y me pongo el cinturón. Fernando me mira con cara de preocupación, sin embargo Cristina lo hace con superioridad y picardía mientras tanto Zaida me mira con tristeza y compasión. Las hermanas deben de haber visto a Fer y Aurora volver juntos del avión, por eso me miran así. Pero antes de que pueda volver a mirar mi madre arranca el coche y sale del aparcamiento. Intento no mirar hacia atrás mientras el coche se va pero es inevitable, miro y lo que veo es a un Fer triste que parece no entender lo que está pasando. No lo culpo, ahora deberá estar en una burbuja después de haber disfrutado de la compañía de Aurora. Me doy cuenta de que he preferido dejarme llevar por el miedo al rechazo de mi prima antes de dejar que Fer sepa realmente que le amo.
Llegamos a casa y bajo pesadamente del coche. Mi madre insiste en llevarme al médico pero la tranquilizo justificando mi malestar con la falta de alimento por no desayunar. Al subir a mi cuarto, paso antes por el baño y me miro en el espejo. Mi imagen es realmente la de una persona enferma que está sufriendo, concretamente enferma de amor y dolida por un corazón destrozado. No me extraña nada que todos se hayan creído que me encontraba mal porque de verdad doy la impresión exacta que daría lugar a ese pensamiento. Mi madre me ha dicho que coma algo y duerma un poco, que puede que así me sienta mejor. Cojo mi pijama y me quito el vestido que me había puesto expresamente por Fer, tirándolo con rabia a la silla del escritorio. Me pongo el pijama y entro en la cama que ya ha abierto mi madre.
No puedo dejar de pensar en la imagen de Aurora y Fer cogidos de la mano y sonriendo felices. Me duele pensar en ello pero no puedo quitármela de la cabeza, pasará un tiempo hasta que se me pase o hasta que olvide el recuerdo. Sé que no estoy enferma pero estoy helada, helada por dentro. Es como si se me hubiese congelado el corazón después de romperse en mil pedazos. Al final no aguanto más y rompo a llorar en la cama como otras muchas veces he hecho, mojando la almohada al colocar mi cabeza contra ella para que no se me oiga llorar. Por hacer estas cosas la gente piensa que nunca lloro o que lo hago pocas veces pero no es verdad, sólo lo oculto para que no se preocupen por mí. También procuro llorar poco y en silencio ya que es más difícil escucharme de esa forma. Dejo de llorar para intentar dormirme y lo estoy consiguiendo, pero dejando una frase en mi cabeza: hoy debía de haber sido un gran día pero ha sido todo lo contrario, el peor de mi vida.
Continuará...
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