Capítulo 5: Nuestra reacción


Aldara

Quería tranquilizar a mis hermanos. Quería decirles que todo saldría bien, que nada de lo que acababan de contar aquellos tres adultos pasaría en realidad...  Pero la verdad estaba cerca. La notaba en las venas. Sentí que aquello no era ninguna broma, que estábamos en peligro de verdad y que, si no huíamos, nuestro destino sería morir. Al igual que morirían todas las personas que no tenían suficiente dinero como para marcharse... marcharse lejos.

Una parte de mí estaba relativamente tranquila: al fin y al cabo, nosotros éramos de las pocas personas que tenían un posible futuro. Pero otra parte era incapaz de dejar de pensar en todo lo que dejaría atrás: el planeta, los amigos, el instituto, la casa, el pueblo... todo. Sería empezar de cero. Y no sabía si estaba dispuesta a intentarlo.

Lyra me miraba con unos ojos llorosos llenos de pena, Vera y Liam habían empezado a discutir y Heres no sacaba la vista del escenario, ahora vacío.

-¿Y papá y mamá? -preguntó Lyra.

-Papá y mamá... -Repetí, intentando salir de mi cabeza. -Papá y mamá, sí. No sé dónde están, pero los encontraremos, no te preocupes. -Me cogió la mano con fuerza y ​​miró alrededor, en busca de nuestros padres. Pero nada. Allí no había más que niños y niñas de nuestra edad.

-No podemos salir de aquí. -Intervino Vera. -Tú ya lo has visto, Aldara. Yo lo he intentado antes, y nada. Hay unos hombres vigilando todas las salidas... -La observé con una mirada llena de furia, recordando lo que había hecho unos minutos atrás, pero me di cuenta de que en ese momento teníamos problemas peores y traté de relajarme respirando profundamente varias veces.

-Sí, tienes razón. Eso significa que solo podemos esperar a que nos vengan a buscar. - Miré a Heres, en busca de ayuda, pero él se había doblado sobre sí mismo y escondía la cabeza entre las manos. -Heres... no pasará nada. -Mentí, para animarle. Pero él seguía en la misma posición.

Sentí un dolor inmenso en el pecho al ver que le caía la primera lágrima. Yo también quería llorar, pero era la hermana mayor y tenía que aguantar por todos. Debía ser fuerte. Porque, si yo no lo hacía, ¿quién lo haría?

Me levanté sin apartar la vista de sus manos y me planté delante de él. Sabía que había notado mi presencia, pero seguía sin reaccionar, así que me agaché y le di un abrazo. Ahora sí, apartó las manos para aceptarlo. Apoyó la cabeza sobre mi hombro y me rodeó con sus brazos.

No quise tranquilizarle con falsas esperanzas, así que me limité a apretarle con fuerza hasta que aflojé. Me aparté de él lentamente, pero me había cogido el brazo con fuerza, y no lo soltaba.

-No lloro por mí, Aldara. -Dijo serio, frunciendo las cejas cada vez más. -Sé que nosotros nos salvaremos. -No supe qué contestar, así que preferí quedarme callada, esperando más información que me revelara el estado emocional de mi hermano. -Lloro por las injusticias: por toda la gente que morirá injustamente y toda la que podría haberse salvado si llegara a tener dinero.

-Heres, escucha... 

-No, Aldara. Toda la gente que sea asesinada, todos nuestros amigos... todo lo perderemos para siempre.


Heres

Hacía más de diez minutos que nos habían dado las noticias, pero yo seguía al igual que cuando lo había escuchado: tenía el cuerpo paralizado, prácticamente no podía moverme. Con cada movimiento que hacía notaba un fuerte dolor de cabeza que me invadía por completo. No podía pensar con claridad, pero al mismo tiempo no podía dejar de pensar. Necesitaba ordenar los pensamientos, uno a uno, saber exactamente lo que acababa de pasar y sobre todo, lo que pasaría después. Porque, suponía que todo lo que vendría más tarde debía ser firmar contratos, hacer maletas y... despedirnos.

Unas despedidas que nunca llegarían a tener un reencuentro. Era esto lo que hacía que también me doliera el corazón: tenía el sentimiento de culpabilidad. Sabía que yo no podía hacer nada por salvar a toda aquella gente, pero quizás... quizás si formaba mi propio ejército... Noté que mi cabeza ya no pensaba correctamente, que ya no utilizaba la lógica, así que intenté ignorar a todos aquellos pensamientos que estaban presentes.

No paraba de pensar en posibles soluciones, pero únicamente había una en la que mi familia saldría con vida: marchar, huir, dejar a todo el mundo atrás y salvarnos, rodeados de millonarios. ¿De verdad era esto lo que queríamos? Nadie prestó atención a las dos siluetas que se acercaban a nosotros. Estábamos demasiado concentrados en nuestros pensamientos.

-¡Chicos!, ¿cómo ha ido? -Preguntó una voz femenina. Giré la cabeza hacia ella para encontrarme con mi madre, que sonreía. -Vamos, nos vamos a casa. Habrá sido un día muy largo para vosotros.

-Sabemos que vuestro cerebro está procesando mucha información ahora mismo. -Dijo nuestro padre. -No queremos agobiaros con más información, pero hay más novedades. Cuando lleguemos a casa os las diremos, ¿vale? -Pero mientras tanto tenéis todo el viaje para descansar. -Dijo mamá.

Dirigí la mirada a Aldara: parecía que intentaba contener algo. Quizás se quería quejar o quería gritar y desahogarse. Tragó saliva, yo la imité, y se puso en pie.

Ninguno de los seis hermanos contestó. Mirábamos a nuestros padres, impresionados y furiosos a la vez. Mi mirada se cruzó con la de Aldara. Se notaba que estaba enfurecida. Yo también lo estaba: apretaba los puños con fuerza, intentando disimularlo, pero ella me miró las manos y sonrió ligeramente. Luego dirigió la mirada a nuestros padres, que miraban entretenidamente nuestros movimientos.

-Venga, vámonos de una vez. -Dijo mi hermana mayor.

Yo la seguí, cogiendo la mano de Vera. Mamá le dio la mano a Liam y papá cogió en brazos a Lyra. Nadie habló en el trayecto hasta casa. Había un mal ambiente en el aire, se notaba. Cansada del silencio, mamá habló:

-Bueno, y... ¿Cómo... cómo ha ido? Explicadnos alguna cosa. -Buscó la mirada cómplice de mi padre.

-Sí, ha ido genial. -Explotó Aldara. -Creo que ha sido una muy buena decisión dejar solos a vuestros hijos en una reunión donde tienen intención de informarles de su probable muerte. ¡Sí, en definitiva, yo habría hecho lo mismo! -Dijo, sarcásticamente. Dijo la última palabra gritando.

Mi madre la miró, notablemente enfadada, pero Aldara no se disculpó, en absoluto. Al contrario: puso cara de satisfecha.

-Aldara no nos hables de esa manera. -Dijo mamá, intentando parecer tranquila. -Sabemos la situación en la que estáis... pero nos tenéis que entender a nosotros... -Bostecé para interrumpirla. Aldara me miró y se puso a reír, divertida.

-Estoy contigo. -Le dije, mirándola a los ojos. Ella asintió sin pestañear.


Vera

Aldara, Heres, mamá y papá estuvieron discutiendo todo el viaje. No hacían más que gritarse los unos a los otros. Yo habría dicho que no estaban intentando arreglar nada, simplemente se estaban desahogando.

Liam y yo no queríamos meternos, pero cuando salía algún tema del que nosotros sabíamos algo queríamos hablar. Claro que con tanto grito no nos dejaban. Al final terminamos por rendirnos, y nos pusimos nosotros a hablar intentando ignorar todo el revuelo que había en la furgoneta.

-Creo que en el espacio no podremos llevar toda la casa con nosotros. -Dije. -¡No cabría en el cohete! ¿Qué piensas llevar? -Él se encogió de hombros.

-¿Qué necesitaremos en el espacio?

"¿Qué necesitaremos en el espacio?", me pregunté para mí misma. Es cierto, no había pensado en que en el espacio las cosas cambiarían mucho: la comida, dormir, ¡y puede que hasta hablar! Liam seguía mirándome, esperando la respuesta.

-No sé qué necesitaremos. Nunca he estado allí. -Sonrió, y la conversación acabó allí, ya que nadie sabía qué decir en ese momento.

El resto del trayecto se me hizo eterno: habían pasado muchas cosas, y yo todavía no las había asumido. De hecho, juraría que no era la única que no lo había hecho.

Al llegar a casa, todo el mundo se había callado.

Mamá abrió la puerta y nos dejó pasar. No hubo empujones ni gritos para pasar primero al interior, como ocurría de costumbre, sino que respetamos un orden.

Una vez dentro, Aldara fue directamente a su habitación. Heres y Liam hicieron lo mismo. Pero Lyra y yo no sabíamos qué hacer. No tenía ganas de estar sola, y supuse que ella tampoco.Fui a la habitación que compartía con Heres y Liam. Ambos se habían tumbado en su cama, pero miraban al techo.

-No parece que queráis dormir -Heres me miró instantáneamente, y yo señalé su cara. -Tienes los ojos muy abiertos, ¿lo ves? -Ambos negaron con la cabeza. -Muy bien, haced lo que queráis. ¡Solo os digo que yo no pienso quedarme aquí perdiendo el tiempo! En unos días nos iremos de este planeta y yo todavía no me he despedido de nadie. ¡Y estoy segura de que vosotros tampoco! ¿De verdad dejaréis a todo el mundo aquí, sin una triste despedida?

Mis hermanos se miraron, y se levantaron de un salto.

-No lo había visto así... -Dijo Liam.

-No, si yo tampoco. -Contestó Heres, avergonzado. Yo sonreí, satisfecha por haber conseguido que se levantaran de la cama y se pusieran en marcha. -Vera, ve a buscar a Lyra. Nosotros vamos a buscar al Aldara. -Asentí energéticamente y bajé las escaleras corriendo como nunca lo había hecho.


Liam

Vera me había sacado de mi cabeza y hecho volver a la realidad. Y se lo agradecía mucho: era horroroso pasar tanto tiempo en los pensamientos de uno mismo.

Heres y yo nos pusimos en marcha. Aldara se había metido en su habitación y no tenía intención alguna de salir. Pero nosotros nos habíamos propuesto conseguir que lo hiciera, y no pensábamos rendirnos.

Primero llamé a la puerta. Pero no contestó, así que Heres la abrió.

-Aldara... -Empecé. -Aldara tienes que venir con nosotros. -Nos dirigió una mirada triste.

-No.

-¿Cómo qué no? -Exclamó Heres.

-No seáis pesados, que ya os he dicho que no...-Intentó taparse las orejas con las manos, pero Heres se lo impidió.

-¿Se puede saber qué queréis? ¡Ahora no estoy para juegos de niños pequeños!

Me retiré un par de pasos, ofendido. Sabía que aquellas palabras las había dicho para mí, ya que Heres tenía diez años, pero yo... sólo cinco.

-Liam... -Se disculpó mi hermana. Yo susurré un "Qué".

-¡De acuerdo!, ¡de acuerdo! Jugaré con vosotros a lo que queráis. Pero sólo un rato, no estoy de humor.

-No queremos jugar. -Dijo Heres. Le contó nuestras intenciones: ir a despedirnos de todos nuestros amigos.

-Y si tenemos tiempo también podríamos decir adiós a los profesores. -Aldara apuntó "profesores" en la libreta que había sacado de un cajón, donde también habíamos escrito los nombres de todas las personas de las que queríamos despedirnos.

-¿Sabéis que esto será complicado, verdad?

-¿A qué te refieres?

-Pues que en un solo día vamos a desmontar toda una vida. Nos ha traído años enteros hacer tan buenas amistades... y ahora... y ahora nos las sacamos de encima como si nada hubiese pasado. He vivido demasiadas experiencias con mis amigos como para olvidarlos tan fácilmente.

-Nadie te ha pedido que los olvides.

-Indirectamente, sí. No puedo empezar una nueva vida si no dejo atrás la otra primero, ¿lo entiendes? Da igual, vamos a buscar a Vera y Lyra.

Cuando llegamos a la sala de estar, Vera ya estaba hablando con nuestros padres.

-Hay mucha gente de la que despedirnos, -Decía. -queremos empezar ya.

-Pero, Vera, aún es pronto. Quedan un par de semanas para irse...

-¡Un par de semanas! -Exclamé, acercándome a mi hermana. -¿Sólo?

-Sí, Liam. No os lo hemos podido decir con más antelación, lo sentimos...

-Bueno, el caso es que vamos a ir a despedirnos. ¡Tenemos nuestros derechos! y, además, nosotros ya hemos ido a la reunión que habéis querido, ahora os toca a vosotros aceptar las consecuencias. -Dijo Aldara, más seria que nunca.

-Vale, si eso es lo que queréis... id. Venga, corred, antes de que oscurezca demasiado.

Habíamos conseguido lo que queríamos, pero nadie hizo ninguna señal de satisfacción, pues esto no parecía una victoria.

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