Capítulo 16: Una muerte, una familia


Liam

Miré fijamente el papel: no me sentía capaz de apartar la vista de esas frases, palabras, letras, que me habían dado la peor noticia de mi vida. Observé con detenimiento la expresión facial de papá: estaba más serio que nunca, y no decía nada. De hecho, nadie lo hacía. 

Sentí que estaba en una especie de estado de shock y que tardaría un poco en asimilarlo todo, si es que algún día lo hacía. Finalmente, mi cuerpo respondió a la noticia:

Me saltaron las lágrimas y escondí mis manos entre mi pelo sedoso. Una vez empecé, no pude parar de llorar, pero es cierto que tampoco intenté lo contrario. 

Se hizo tarde, y todos nos marchamos a casa entre sollozos. Me despedí con un suave "Buenas noches" de mis hermanos y me dirigí a casa junto con Vera y Lyra. Obviamente, estaba triste, pero había algo en el aire que me incomodaba bastante. Miré a mi alrededor en busca de ese "algo" negativo, y la encontré a ella. Era Vera. Ella era la culpable de ese mal ambiente. 

No estaba llorando, y tampoco tenía cara de pena. Supongo que eso era lo que me molestó. 

-Oye, Vera. -Dije, aun con los ojos húmedos. -¿Qué te pasa? ¿No vas a llorar? ¿No estás triste?

-Claro que estoy triste. -Contestó con seriedad. -Pero llorar no me va a servir de nada. Mamá está muerta, y no la podemos resucitar. Estoy segura de que ella hubiese querido que siguiésemos adelante, y que cambiásemos el mundo para que su muerte no fuese en vano. ¿Me entiendes? -Su voz parecía cada vez más desesperada. -¡Ya sé que mamá está muerta, y no necesito lágrimas para recordármelo!

-Vale, Ver...

-¡No, nada de vales! Mamá está muerta, -Estaba muy enfurecida, su piel se estaba volviendo roja. -y yo me voy a vengar. Mientras yo esté viva, ¡siempre va a haber alguien que luche por las personas inocentes como lo fue mamá! -Y con esas palabras entró en su cuarto. 

Lyra había dejado de llorar, probablemente por el susto, y corrió a abrazarme. 

-Vera... Vera tiene... -Le costaba hablar, se notaba que le había afectado la falta de aire después de llorar. -algo de razón. Mamá ya está... muerta. Ahora tenemos q... que conseguir cambios, o muchas otras personas van a morir. Pero es cierto que la echo mucho de menos, y no voy a fingir no sentir ningún sentimiento de pena. 


Lyra

Me quedé sin palabras. 

Vera y Liam estaban en una especie de enfrentamiento, y yo no sabía de qué parte estaba. En primer lugar, estaba la opinión de mi hermana, quien defendía la idea de luchar por nuestros derechos, ignorando las muertes que ocurrían en el camino hacia la victoria. Pero, por otro lado, estaba mi hermano. Él solo echaba de menos a mamá, y no creía ser capaz de hacer nada para evitar más muertes como la suya. 

Sinceramente, yo no estaba de parte de ninguno de los dos. Tenía mi propia opinión y, además, no era momento de pensar en esas tonterías. 

Inspiré profundamente antes de alejarme lentamente hacia mi cuarto. 

Me dejé caer con los brazos abiertos sobre mi pequeña cama: cómo echaba de menos mi antiguo colchón, mi antiguo cojín, mi antiguo... ¡No! Por muy duro que resultara no podía sentir esa nostalgia. No, porque me acabaría devorando por dentro, y eso no podía permitirlo. 

Escondí mi cabeza entre las sábanas y el silenció inundó la habitación. Era... ¿Extraño? ¿Raro? Hacía ya tiempo que no disfrutaba de un momento como este. 

El silencio y la oscuridad fueron la combinación perfecta para que mi cabeza empezase a inundarse de pensamientos e inquietudes. Moví la cabeza de un lado a otro, intentando deshacerme de esos pensamientos tan oscuros, pero fue inútil. 

Empecé a llorar, intentando no hacer demasiado ruido para no despertar a mis hermanos. A estas horas, seguro que ya estaban dormidos. A medida que las lágrimas iban cayendo por mis mejillas como si estas fuesen un tobogán, me las iba intentando limpiar con las manos. Pero al ver que cada vez era más complicado, acabé por rendirme. Coloqué una mano en mi pecho, con la intención de escuchar mi corazón: iba rápido, sin duda. 

Suspiré: tenía que relajarme o en un tiempo me pondría enferma. 

Entonces la puerta se abrió de golpe, y una figura emergió de la oscuridad. Sin decir nada, la sombra se acercó a mí. Yo retrocedí, asustada. No podía reconocer quién era. 

Escuché un llanto, y al momento lo supe: era Vera. 

Se sentó junto a mí y se tapó con una manta. Después empezó a estirarse. Teníamos poco espacio, pero no me importaba. Ahora tenía compañía, y eso era lo más importante en ese momento. Abracé a mi hermana y le solté un "Te quiero", con el que ella respondió asintiendo. 

Sentí que el dolor se había expandido por todo mi cuerpo de nuevo, o quizás nunca se marchó del todo. Estallé de nuevo y lágrimas empezaron a caer de mis ojos. Pero esta vez no intenté detener su camino, sino que las ayudé, porque lo necesitaba, porque lo quería. 


Aldara

El día siguiente, me levanté con un dolor intenso en todo el cuerpo. Sin embargo, lo ignoré. Quería seguir con mi vida, y, por muy doloroso que sea, a veces, para crear un buen futuro, hay que olvidar el mal pasado.

Me levanté temprano. Bien, creía que lo era, porque aún no dominaba del todo bien las horas en Lilac. Salí de la tienda de tela que fingía ser una casa, sin despertar a Heres. La noche anterior le había costado dormir, y no quería despertarlo cuando por fin lo había conseguido. 

Justo cuando estaba por cerrar la cremallera de la puerta, una voz me sorprendió. 

-Ha corrido la voz de la muerte de tu madre. -Dijo Erlik, el trabajador joven, y ahora mi amigo. -Lo siento. -Extendió los brazos, esperando mi respuesta a su abrazo. Yo sonreí ligeramente a modo de gracias y lo acepté con gusto. Estaba bien saber que tenía a alguien (que no fuese familiar mío) en el que confiar. 

-No sé si me gusta el hecho de que todo el mundo se haya enterado. 

-Yo no he si... 

-Ya lo sé, gracias. -Me separé de él para mirarlo a los ojos. -¿No te está costando adaptarte? -Se encogió de hombros. 

-Hay cosas que echo de menos, claro, como todo el mundo. Pero hay otras que no tenía en la Tierra. Puedo decirte que no me arrepiento de haber venido. ¡Ves a saber! ¡Puede ser que ahora mismo estuviésemos muertos!

-Ya, tienes razón... pero, igualmente, ¿no sientes que te falta algo? Esto no es como la Tierra, es raro, es... no lo sé. 

-Creo que lo que sientes sobre este planeta no se describe con un "Es", sino que con un "No es". 

-No sé si te sigo.

-Ya me seguirás. Solo espera. 

Me hizo una señal con la cabeza para que lo siguiese. Yo lo hice. Caminé ciegamente a través de campos hasta subir a una pequeña montaña. Desde allí, Erlik desplegó los brazos para señalar abiertamente todos los campos de cultivo. 

-¿No te emocionas al ver esto? -Dijo. -Es... es la prueba de que algunas personas podemos vivir sin esos políticos y reyes tan... -Parecía estar conmovido. -¿Ves esa pequeña planta? Esa la puse yo. ¿Y ves esa otra de al lado? Esa la pusiste tú. ¿Lo recuerdas? -Asentí. -Es nuestro granito de arena, Aldara. El granito que va a salvar a doscientas-cincuenta-mil personas, que va a evitar que muramos de hambre. 

-En la Tierra nos vendían a un precio increíblemente caro la comida. Pero ahora... si no plantamos morimos. 

-Exactamente. 

Entonces, no sé por qué, mi mente se hizo una pregunta:

-Oye, dices que a Lilac hemos venido doscientas-cincuenta-mil personas, pero, ¿dónde están las demás? Aquí solo somos unas cuantas... -Sin contestar ni mirarme, me tomó de la mano para llevarme a no sé dónde. En otras circunstancias no me hubiese dejado llevar, pero mi cerebro estaba demasiado metido en contestar una pregunta: ¿Por qué me ha cogido de la mano? Sin embargo, no comenté nada sobre la pregunta que no me dejaba pensar en nada más. 

Pasaron los minutos y por fin llegamos a un pequeño edificio. Era la primera estructura hecha de ladrillos y pintura, no de tela. Eso me alegró el día, ya que me recordó que ya estábamos más cerca de construir una nueva sociedad. 

Erlik sacó una llave de su bolsillo y abrió la gran puerta de madera que estaba justo delante de nosotros. Me impactó el ruido que hizo al abrirse, no me lo esperaba. Me dejó la mano como si nada hubiese pasado y se colocó junto a un gran póster en la pared. 

Los ojos le brillaban, estaba entusiasmado. Se giró hacia el póster, y luego hacia mí. 

-¡Este es el mapa de Lilac! ¡Nos ha costado meses acabarlo, pero finalmente lo tenemos aquí! Por cierto, se supone que no lo puede ver nadie que no trabaje aquí, así que... -Colocó su dedo índice sobre sus labios, y entendí que no debía decir nada sobre esta visita al edificio. 

Entonces, con ese mismo dedo, empezó a señalar distintos sitios del mapa. 

-Lilac es bastante más pequeño que la Tierra, como puedes ver. Pero ahora mismo estamos en proceso de adaptación e investigación, así que de esas doscientas-cincuenta-mil personas han salido diferentes grupos, que se han distribuido por todo el planeta. Esto lo hacemos por un motivo: todas las personas seguiremos el mismo plan de vida, es decir, cultivar, entrenar, construir casas, etc. Pero queremos ver si en la otra punta del planeta, por ejemplo, su vida será la misma que tenemos aquí. No sé si me sigues, es complicado. 

-No, sí que te sigo. Es una especie de experimento, ¿verdad?

-Podríamos llamarlo así, sí. 


























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