3a PARTE: Años después


11 años después...

Aldara

-Mamá... 

-Dime, cariño. 

-¿Cómo era la Tierra? Me has hablado mucho de ella, pero al mismo tiempo no me has dicho nada. 

-¿La Tierra? Emm... era bonita. Y muy grande, también. Había muchos mares y océanos, ah, y ríos. 

-¡Aquí también tenemos ríos!

-Sí. Y la vegetación era muy diferente a la de Lilac. Allí, normalmente las hojas de los árboles eran verdes, aquí son moradas. Allí los árboles tenían tamaños muy distintos, en cambio, en Lilac casi todos miden lo mismo. También había muchos animales. Pero los humanos fuimos malos con ellos. 

-¿Malos?

-Sí. Algunas personas destrozaban el lugar donde vivían. Y otras personas los mataban o cogían para venderlos. Estaba mal. Pero, mira la parte buena. Algunas especies no se han extinguido gracias a nosotros, ya que transportamos unos cuantos animales a este planeta, y aquí empezaron a criar.

-¿Entonces tenemos a Piedra gracias a vosotros?

-Gracias a mí, no. Pero tu padre sí que trabajaba en el cohete que nos trajo aquí. Así que el perrito tendrá que darle las gracias a él. 

Dejé a Helena sola en el salón y entré a la cocina, dónde Erlik buscaba algo para picar. 

-Oye, -Le dije. Él se asustó y casi se le cayeron las patatas de la bolsa. -ha llegado una carta para los dos.

-¿De quién es? -Preguntó, mientras dejaba las patatas en la mesa y se acercaba a mí. Giré el sobre para ver quién la enviaba. 

-Pues... los trabajadores que hasta hace poco se encargaban de contactar con la Tierra. Lástima que se perdiera la conexión... 

-Parece importante. -Nos dirigimos una mirada rápida llena de preocupación antes de que yo empezara a abrir el sobre. Después empecé a leer el papel mentalmente. 

Querido señor Erlik y señora Aldara, 

Les escribimos desde la agencia de contacto con la Tierra, quién, para su información, cerró hace una semana. Cómo seguramente deben saber, se perdió la conexión con el planeta azul, pero no se saben los motivos. 

Entonces, pues, necesitamos a un grupo de expertos que quieran emprender un viaje hacia nuestro antiguo planeta. Irá un grupo de cien personas, hombres y mujeres jóvenes. Se han seleccionado solo a los mejores. 

Sin embargo, nos gustaría resaltar que, al menos de momento, esto no es una obligación. Eso si tenemos suficientes voluntarios, claro. Ya que de lo contrario, esta propuesta será una orden. 

Si les interesa, acudan a la agencia el siguiente miércoles por la mañana, por favor. 

Muchas gracias, 

Agencia de contacto con la Tierra


Miré a Erlik con cara de preocupación. Él también me estaba mirando. 

-¿Qué vamos a hacer? -Preguntó mientras se acercaba para abrazarme. 

-No creo que encuentren suficientes voluntarios. Es algo arriesgado. -Contesté. -Ahora no sé si hice bien en ir a trabajar contigo. -Sonreí ligeramente, recordando el momento en que me contrataron. -Yo no voy. 

-Yo tampoco. 


Heres

-Oye, me ha llamado Aldara. 

-¿Sí? ¿Y cómo está? -Contestó Atira, mi compañera de casa. 

-Bien, supongo... -Se giró hacia mí. 

-¿Seguro?

-Emm, no. Dice que a Erlik y a ella les han enviado una carta para volver a la Tierra. 

-¿¡Cómo!? Pero... 

-¡Ya! ¡Eso mismo le he dicho yo! Dice que no va a ir, que tiene que quedarse con Helena, igual que Erlik. Me alegro de no haber aceptado aquel trabajo. 

-¿Sí? Yo también estoy contenta de no haberlo hecho. Me gusta mi trabajo. 

-Profesora... no lo hubiese dicho nunca. 

-¿Cómo que no? Espera. ¿Lo dices en plan bien, o en plan mal?

-Bien, bien. 

Atira se puso frente al espejo para hacerse ese moño despeinado que llevaba cada día. Después se alisó las arrugas de la camisa con la mano y me dedicó una sonrisa. 

-¡Adiós! -Se despidió de mí con un abrazo y se marchó. Creo que pasaba demasiado tiempo solo. A lo mejor... a lo mejor empezar a hacer nuevas amistades no estaría tan mal como mi cerebro pensaba... o quizás si, no lo sé. Me tumbé en la cama y tomé el portátil. 

Cada día, cuando Atira se marchaba y me quedaba solo, aprovechaba para buscar trabajo. No porque no quisiera que ella me viese, sino porque cuando encontraba alguno que no me gustaba nada, a ella le encantaba y me intentaba convencer de lo guay que sería. 

Abrí la página web de trabajos en Lilac, dispuesto a encontrar uno. Pero la cabeza se me fue a otra parte. No literalmente, claro. Si no que mis ojos observaban la pantalla con detenimiento, pero mi cerebro no estaba ahí, en absoluto. 

Veía a Aldara, trabajando. 

Veía a Erlik, trabajando. 

Veía a Atira, trabajando. ¡Hasta ella, que tenía mi edad, trabajaba!

La verdad, yo no tenía ganas de hacerlo. Pero si no lo hacía, pensaba que los demás me verían como a un niño. Además, la edad máxima para no trabajar eran los veintitrés años, y yo ya tenía veintiuno. Solamente me quedaban dos años. Sin duda, tenía un dilema. 

Una parte de mí quería aprovechar esos dos años al máximo, comportándome como un niño en lo que me quedaba de tiempo libre. Pero otra ya me veía como a un adulto responsable, el cual, como no, tenía que trabajar. Si en ese momento alguien me hubiese preguntado, le hubiera contestado que los dos bandos estaban al 50% cada uno. Y eso era un problema. 


Vera

Me preocupé un poco cuando ella se acercó a mí, con una mirada preocupada:

-Oye, ¡tienes diecinueve años!

-Sí, lo sé. 

-¿En serio? Pues no lo parece... te pasas el día que si ahora voy aquí a preguntar esto, que si ahora voy allá a preguntar lo otro... no ha habido ni rastro de ti en ninguna fiesta. ¡Ninguna!

-Ya fui a esa cena...

-Claro, ¡una cena! A las cenas de amigos va hasta un niño de tres años, Vera. 

-Déjame en paz... Yo no te molesto a ti por el simple hecho de que no vengas conmigo a aprender sobre los Lisub. 

-Ya, claro. Iría contigo, lo sabes. Pero...

-Te parece aburrido, lo sé. 

Desde que se había hecho ese maravilloso e increíble descubrimiento (la vida extraterrestre) no había podido evitar sentir algo de curiosidad. Sentí como si me distanciara un poco de mi vida social, pero no me importó. Los alienígenas me parecían más entretenidos y, aunque no hablaban, amigables. Pero, claro. Eso me estaba convirtiendo en la chica antisocial, y eso sí que ya no me gustaba. 

No por el hecho de no ver tanto a mis amigos. Si no por el hecho de sentirme... ¿Diferente? No, esa no era la palabra exacta, pero al menos era la que más se acercaba. Bien, el caso es que en ese momento no estaba para entretenerme con las tonterías de mi amiga. Di media vuelta, y me marché. 

-¡Vera! -Ignoré su voz, fingiendo que no la había escuchado. No tenía demasiadas ganas de hacer nada que no fuese aprender sobre algo mínimamente interesante. -Ah, haz lo que quieras. 

Tengo que admitir que esa última frase me había dejado algo desconcertada. Levanté una ceja, pensativa. ¿A caso ella tenía que darme permiso? Estaba a punto de girarme para gritarle algo cuando noté que alguien me empujaba suavemente hacia delante, obligándome así a seguir caminando. 

Miré hacia mi espalda, donde encontré a Tarik, mi mejor amigo. 

-Oye, no hace falta que me ayudes, me las puedo apañar yo sola, ¿sabes? -Le retiré las manos de mis hombros. 

-Claro, por eso estabas preparándote para gritarle como nunca a ella. Pensaba que era tu amiga. 

-Supongo que lo es.

-Si yo no hubiese aparecido, te aseguro que ella misma hubiera querido dejar de serlo. -Hubo un breve silencio, pero no incómodo. -¿Vas otra vez a la biblioteca? -Asentí. 
















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