2a parte: La vida en Lilac


Aldara

El aterrizaje fue muy emocionante: todo el mundo miraba por las ventanillas del cohete y gritaba, emocionado. En cuanto la nave tocó el suelo, todo vibró y todo el mundo empezó a vitorear a los trabajadores que nos habían traído hasta aquí. Por primera vez en ocho años, me sentía feliz. 

La gente estaba impaciente; todo el mundo se había quitado el cinturón de seguridad y ahora flotaba por la nave, sin ningún tipo de control. Queríamos bajar de una vez. Llevábamos años encerrados en una nave, comiendo de bolsas y durmiendo en la pared. 

Durante todos esos años, me intenté consolar a mí misma diciéndome que solo eran ocho años, que cuando llegásemos a nuestro nuevo hogar volvería a ser todo como... antes. Pero en realidad lo dudaba: lo dudaba mucho. No había gravedad. Con este simple hecho nuestras vidas ya cambiaban por completo. 

Algunos trabajadores del cohete empezaron a intentar calmar a la gente y nos obligaron a sentarnos de nuevo en nuestros asientos. 

-Antes de bajar tenemos que prepararnos. -Dijo una mujer con un uniforme. -Por grupos, vais a entrar en la habitación dos y allí os ayudarán a poneros un traje espacial. ¿Entendido? -Se escucharon exclamaciones. -Pues venga: Aitor y sus hijos, venid a la habitación. 

Todos nos dirigimos a la habitación número dos y allí unos trabajadores nos atendieron. 

-¿Cómo te llamas? -Dijo un chico más o menos de mi edad. 

-Aldara. -Contesté con mucha seguridad. 

-Bonito nombre. -Abrió un armario y sacó un par de trajes espaciales. -Allí tienes un vestidor. -Me dio la ropa y me dirigí al sitio que me indicó, donde me probé los dos trajes. 

-Este me va mejor. -Dije al salir del vestuario. -Mira la manga. 

-Estoy de acuerdo... -Me entregó un par de guantes y un casco. Al ver que no podía colocarme el cascó me ayudó. -Se aprieta por detrás, y ni se te ocurra sacarte el casco fuera de una tienda o de la nave.

-Entendido. 

-Ah, sí. Aquí hay un espejo. -Se retiró y entonces un espejo quedó al descubierto. Miré mi traje de arriba a abajo. ¡Qué rara me veía!

-Tienes más o menos mi edad, ¿verdad? ¿Veinte años? -Él asintió y yo sonreí, orgullosa de haber acertado. Fruncí el ceño. -Pero si tienes mi edad, ¿cómo es que ya estás trabajando de... astronauta?

-Me subí a la nave con doce años. Y mi madre trabajaba aquí, en el cohete, así que me enseñó distintas cosas... y entre pitos y flautas acabé trabajando como astronauta, o así es como lo llamas tú. 

-¿Cómo lo llamo yo? 

-Sí, en realidad soy técnico astronauta. Piloto, si se necesitara. 

-Impresionante... 


Heres

Por desgracia, en ocho años no había hecho demasiados amigos... conocí a Peter y a Pol, unos chicos de mi edad que me caían bien, pero no era lo mismo... no tenía esa confianza que tenía con mis amigos en la Tierra. 

Aldara ya estaba haciendo nuevas amistades. Parecía alucinada por algo, así que me acerqué a ver qué le estaba contando ese chico que la acompañaba.

-Hola, -Empecé. -soy el hermano de Aldara. -Él me dedicó una sonrisa. 

-Qué bien, soy Erlik. 

-Soy Heres. 

El tipo parecía majo. 

Era alto, de pelo castaño pero con un tono rubio, y tenía los ojos verdes. Era de mirada firme. Entonces me fijé en su ropa: llevaba el mismo uniforme que todos los trabajadores del cohete.

-Oye, ¿trabajas aquí? -Erlik asintió, orgulloso.

-¡Mola! -Di media vuelta y me marché hacia uno de los vestidores, donde un hombre de unos cuarenta años me esperaba con un traje espacial en la mano. No me dijo nada; simplemente, me dio el traje y me indicó que entrara al vestidor, donde había un taburete y un espejo. 

Me cambié rápidamente y al salir el hombre me dio el visto bueno. ¡Bien! ¡Ya estaba más cerca de poder salir de la nave! 

El hombre tomó un casco y me lo puso. Yo me coloqué unas botas muy pesadas. Empecé a caminar por la habitación, intentando acostumbrar a mi cuerpo a esta nueva sensación. 

-Podré soportarlo... -Murmuré. 

Entonces los trabajadores empezaron a reunir a toda nuestra familia en un rincón. Allí se aseguraron de que todos estuviésemos bien equipados. 

-Bien, estos están listos. -Dijo una mujer, a la vez que se sacaba unas pegatinas del bolsillo. -Pegaros esto en los uniformes. Una por persona. -Le entregó las pegatinas a papá. 

En ellas había escritos distintos números. Éramos seis personas, así que nos repartieron seis pegatinas con los números: 3 para Aldara... siete para mí... catorce para Liam... ocho para Vera... cinco para Lyra... y doce para papá.

-Doce -Dijo el trabajador de cuarenta años. -, vas primero. -Papá nos dedicó una mirada rápida a la vez que sonreía, y se alejó con el hombre. Entonces la mujer que anteriormente nos dio los números siguió hablando:

-Bien; números catorce, ocho y cinco, conmigo. Los demás vais con Erlik. 

Estaba contento de que nos hubiese tocado con él, pues tenía nuestra edad y parecía majo. 

-Hola de nuevo. -Nos saludó, a la vez que se colocaba el casco correctamente. -¿Listos? -Aldara y yo nos miramos y asentimos, entusiasmados. -Bien, seguidme. 

Erlik se puso a caminar sin esperarnos: llevaba un paso firme y no miró atrás ni un segundo. Nosotros lo seguíamos tan de cerca como podíamos. Cosa que nos resultó complicada, ya que él doblaba pasillos sin parar. El chico paró repentinamente y miró el reloj que llevaba puesto en la muñeca izquierda. 

-¡Mierda! Llegamos tarde. -Dobló de nuevo hacia la derecha, esta vez corriendo. 

-A caso... -Empezó Aldara, casi sin aliento. -... ¿A caso hay una hora... exacta para salir de... la nave?

-Eh... más o menos. -Contestó él como si nada. -Tenemos que salir en grupos y nuestro grupo ya debe haber salido de la nave. 

-Oh... -Susurré para mí. 

Entonces nuestro compañero paró en seco. Yo choqué con Aldara y los dos caímos al suelo. Reímos y Erlik nos ayudó a levantarnos. 

-Gracias. -Dije. 

-Para eso estoy... -Lo dijo tan rápido que me costó entender las palabras. Miró el reloj de nuevo, con desesperación. -Escuchadme bien, ¿vale? 

-Vale. -Contestó Aldara. Yo asentí. 

-Bien. Vamos a hacer una cosa que no es precisamente legal. Pero, ¿verdad que queréis salir ya del cohete?

-¡Por supuesto! 

-Pues el siguiente grupo que va a salir de la nave saldrá en dos días, y serán todos niños pequeños. Se supone que no podemos salir del cohete solos... pero nuestro grupo ya esta fuera, en los campamentos que han montado. ¿Queréis esperar dos días o queréis salir ya?

Miré a mi hermana, que se mordía el labio de arriba. Ella medio sonrió y se cruzó de brazos, nerviosa. 

-Tengo demasiadas ganas como para esperar dos días... no puedo conformarme con mirar por una ventanilla. -Y eso mismo pensaba yo. 

-Pues decidido. -Erlik abrió una puerta de metal muy grande y nos invitó a cruzarla. Estaba nervioso.

Entonces recordé con ilusión un vídeo que un día me enseñó mi madre. En él salía la primera vez en que la humanidad pisaba la Luna. En ese mismo instante, me sentía como si estuviese a punto de ser esa persona que pisó la Luna por primera vez. Claro que esto no era la Luna, y tampoco era la primera vez. Pero ignoraba esos pensamientos que me decían la verdad, porque ahora no quería saberla. 

Aldara me cogió la mano con fuerza y puso el primer pie en el suelo. 

-W... wow. Es... raro. -Emocionado, coloqué mi pie. 

-¡Ostras!

Erlik bajó de la nave de un salto e inspeccionó el entorno. 

-Es bonito, ¿verdad?

-Sí. -Contestamos mi hermana y yo a la vez. 












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