10. ¡Hecho!

La nieve se derritió, el lago se descongeló, pasaron las vacaciones de Semana Santa y de pronto Rubeus Hagrid estaba a punto de terminar (después de casi sesenta años) su tercer año de educación mágica.

No es que el resto del año no fuera asombroso, porque lo fue. Lo que pasó es que nadie intentaba robar la fuente de la Eterna Juventud o liberar un monstruo ancestral, ni tampoco había un fugitivo súper peligroso intentando entrar al castillo ni se celebrara ningún torneo internacional, y, hasta donde se sabía, Hestia Jones no parecía tener intenciones de renunciar y McGonagall no las tenía de despedirla.

Se podría decir que por primera vez después de... ¿qué? ¿siete años? Sí. Se podría decir que por primera vez después de siete años el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería había podido brindarles un ciclo escolar "ordinario" (porque ¿qué significa la palabra ordinario en el mundo de los magos?) a sus alumnos.

Los exámenes llegaron, y con ellos, el estrés de muchos.

    Kelly, por ejemplo, necesitó un poco de poción tranquilizadora porque decía que era imposible que se acordara de todo lo que había visto antes de Navidad.

Pero también había gente como Drake, de lo más relajada y bastante segura de sus habilidades.

—Voy a ser jugador profesional de quidditch —decía encogiéndose de hombros—, así que ¿quién necesita estudiar?

Los de séptimo año formaban un tercer grupo entero. Estaban ahí, pero a la vez no. Se entendía que los ÉXTASIS eran sus últimos exámenes en Hogwarts, pero de verdad que casi ninguno salía de su Sala Común si no era completamente necesario (no era el caso de Luna, que como Drake tenía muy claro a qué se quería dedicar)

    Hagrid no pertenecía ni a un grupo ni a otro. Era como una mezcla de todos. Dudaba de sus habilidades, pero tenía fe en que saldría bien. Tenía que hacerlo. No iba desperdiciar la gran oportunidad que se le había dado.

•  •  •

El lunes tuvo examen de dos de las tres materias que él sabía que más se le dificultarían: Transformaciones y Encantamientos. Sentía que tenía tantas dudas que incluso pidió al profesor Elliot Blake un poco de ayuda, y él muy amablemente se la dio. Le dijo que no se matara estudiando, que la prueba iba a ser fácil, y la verdad es que lo fue: tuvieron que convertir una tetera en una tortuga con uno de los hechizos que habían aprendido poco después de las últimas vacaciones.

    Para Encantamientos tuvo que realizar varios trucos pequeños, entre ellos un hechizo estimulante, del cual no se habría acordado ni en un millón de años de no ser por que la buena de Hermione había abierto un hueco en su apretada agenda para ayudarlo a estudiar la tarde antes del examen.

¿Mantener vivo a un gusamoco durante una hora en la clase de Criaturas Mágicas al día siguiente? Pan comido. ¿Realizar una poción de confusión? Era como cocinar. ¿Localizar las estrellas que le pedían y dibujarlas en un mapa? Prácticamente lo había aprendido con los centauros hacía mucho.

Las preguntas sobre la caza de brujas a la mitad de la semana fueron bastante más difíciles de lo que esperaba (o lo habrían sido de no ser por Drake, que había hecho el examen un día antes con los Slytherin y le había contado a prácticamente todos de qué iba). En Herbología sólo hubo que plantar con mucho cuidado y paciencia las vainas rosas con granos amarillos que soltaba la puffapods.

    La prueba de Hestia Jones el jueves fue, para muchos, la mejor de todas. Ella había oído hablar mucho de lo gran profesor que Remus Lupin había sido en su momento, así que intentó recrear su examen: una carrera de obstáculos que incluía vadear una profunda piscina infantil en la que nadaba un Grindylow, adelantar una serie de baches llenos de gorros rojos, pasar por un parche de marismas haciendo caso omiso de las indicaciones engañosas de un Hinkypunk y subir a un viejo tronco para luchar contra un boggart.

¡Riddículus! —exclamó Hagrid agitando su varita, y el hipogrifo decapitado se convirtió en un centauro cuya parte humana estaba vestida muy formalmente.

Más tarde, la profesora Tanner les dio un sencillo cuestionario para contestar con el libro abierto y los hizo pasar al frente uno por uno a todos a que explicaran con sus palabras el esquema que habían hecho al reverso del pergamino.

    Y ya. Esa fue una de las semanas más estresantes de la vida del semigigante.

    Para celebrar que ya había terminado, Hagrid invitó a las chicas a tomar el té en su cabaña, y más tarde fue a Hogsmade a comprar dulces para Drake y Kelly, pues como el legendario Ronald Weasley había dicho una vez, no tenían nada de qué preocuparse hasta que les entregaran los resultados dentro unas semanas.

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