Capítulo 3 - ¿Hacia donde voy?
Myrcella POV
No entendía que era lo que me estaba pasando, tan solo que en un momento me encontraba bien y al siguiente solo sentía como me estaba ahogando al igual que sentía como la sangre salía sin parar de mi nariz y conmigo perdiendo las fuerzas hasta casi desmayarme y caer al suelo. Pero eso no ocurrió debido a que Jamie Lannister, a quien creí que era mi tío y que en realidad era mi padre, me sostuvo al igual que comenzaba a ver como en sus ojos comenzaban a acumularse lágrimas y con el mismo llamándome una y otra vez.
- ¡Myrcella! ¡Myrcella! - decía una y otra vez y conmigo escuchando miedo en su voz por primera vez. - ¡Aguanta, Myrcella! ¡Aguanta! ¡Por favor! ¡No te mueras!
- Padre... - dije casi sin fuerzas y sin voz. - Yo...
Mi padre intentaba hacer todo lo que estaba en su mano para mantenerme con él y que tal y como lo estaba sospechando no muriera, no sabía como era posible que me estuviese muriendo y mucho menos en ese momento. Por lo que sabía no había tomado nada y tampoco ninguna clase de veneno en toda mi estancia en Dorne, tanto el Príncipe Doran como mi prometido, Tristán se habían asegurado de que tuviese catadores de todo lo que iba a comer o beber sin importar de donde viniese.
- ¡Qué venga un maestre! ¡Quien sea! - gritó mi Padre con desesperación mientras este tenía pequeñas lágrimas formándose y no apartando sus ojos de mí. - ¡A mí la guardia! ¡Os ordeno que vengáis ahora mismo! ¡Por favor, Myrcella! ¡Por favor, no te mueras! ¡No te vayas!
Intenté responderle y decirle que no tenía miedo y que no pasaba nada, sin embargo, no tenía ni fuerzas para levantar la mano o para hablar, por lo que poco a poco veía como la imagen de mi padre se desvanecía como si fuese una ilusión o una especie de sueño. Sin embargo, en mi mente comenzaba a pedir perdón a mi padre, a mi tío Tyrion, a mi hermano, Tommen, mi madre y finalmente a mi querido y amado Tristan, la persona con la me enviaron a Dorne a casarme y para mi sorpresa se convirtió en mi primer amor.
- Lo siento mucho, lo siento... Tristan... Perdóname, te lo ruego...- dije en mi mente con pesar para finalmente cerrar los ojos, dejar caer unas últimas lágrimas y finalmente permitir que el Stranger me llevase al otro mundo.
Caí en la oscuridad y conmigo no viendo nada y tampoco sintiendo nada a excepción de los vagos recuerdos de la niñez en Kings Landing con mi madre, Cersei Lannister quien en vez de ser como las madres de las pocas amigas nobles que había tenido e incluso lady Catelyn Stark con sus hijas, yo solo vi como mi madre parecía prestar más atención y cariño por mi hermano mayor, Joffrey... Joffrey, una de las personas más malvadas de todas las que caminaron los Siete Reinos a lo largo de su historia, cuando Robert Baratheon murió y se coronó como Rey vi como este ya dio rienda suelta a como era en realidad, un ser despreciable y cruel cuyo único divertimento era hacer sufrir a toda persona a quien él quisiera sin miedo a sufrir las consecuencias. Algo de lo que me di cuenta cuando todavía era muy joven como para poder hacer nada para detenerlo, al igual que también fue la ocasión en la que aprendí por las malas la clase de mujer que era mi madre en realidad..
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Todavía era una niña pequeña cuando sufrí por primera vez en mis propias carnes lo que mi madre llamaba "sus pequeños arrebatos", un día mientras Robert Baratheon estaba como solía hacer en uno de los burdeles de Petyr Baelish, también conocido como Meñique. Me fijé de que la pequeña gata que me había regalado el tío Tyrion por mi día del nombre se comportaba algo rara y con la misma pareciendo llevarse algunas de las sábanas de mi lecho y haciendo una especie de guarida. Sin embargo, una de las sirvientas del castillo me contó que mi gatita estaba bien y que seguramente se comportaba así porque estaba preñada.
Todavía recuerdo la sonrisa y la felicidad que me inundaron ese día pensando que tendría muchos más gatitos y al igual que también el pequeño Tommen se sentiría muy feliz de ayudarme a cuidarlos al igual que jugando con ellos conmigo. Sin embargo, al día siguiente de que la sirvienta me contase la buena nueva de mi querida gata, mientras yo me encontraba acariciándola y acomodando una zona en mi cámara para que ella diera a luz a sus pequeños... Vino Joffrey con un palo en la mano y con un cuchillo en el cinturón al igual que también este llevaba esa sonrisa que había visto en tantas ocasiones cuando este estaba a punto de hacer alguna de sus travesuras, solo que esa vez, la travesura fue demasiado lejos.
- Hola, Myrcella... - dijo Joffrey nada más entrar y con este mirando a mi gata. - ¿Sabes una cosa? Acabo de escuchar a una de las sirvientas de las cocinas que tu gata está preñada con gatitos... Al igual que he escuchado a ese viejo de Pycelle decírselo a nuestra Madre.
- ¡Si, es verdad, hermano! - dije sosteniendo a mi gata y mostrándola con una sonrisa. - ¡No puedo esperar a ver los gatitos! ¡Estoy segura de que Tommen se pondrá muy feliz cuando los vea!
- Yo no lo creo... - dijo Joffrey cogiendo el cuchillo y con leve brillo de color rojo en sus ojos. - Esas malditas sirvientas al igual que se ese viejo asqueroso pueden habernos mentido y reírse de nosotros... Por lo que lo mejor para todos será que la abra y vea si es verdad si está preñada o si no. ¡Dame a ese animal, Myrcella!
En ese momento me levanté para después darle un leve empujón a Joffrey haciendo que este se cayera y conmigo corriendo por el pasillo esperando encontrar a Padre o a Ser Barristan para que me ayudasen a defender a mi gata, pero seguramente ellos estarían fuera de las estancias de Robert Baratheon mientras este estaba follando a alguna de las putas de Baelish. Por lo que incluso intenté llamar a la guardia, pero no vino nadie...
- ¡Ayuda! ¡Por favor que venga alguien! - gritaba desesperada. - ¡Por favor que alguien me ayude!
- ¡Ven aquí, pequeña puta! - dijo Joffrey al mismo tiempo que este venía con un palo. - ¡¿Cómo te atreves a desobedecerme?! ¡Soy el futuro Rey y harás lo que te diga!
- ¡Por favor, Joff! ¡No lo hagas! - dije mientras hablaba con tono de súplica. - ¡Deja a mi gatita! ¡Por favor, hermano! ¡Te lo suplico!
- ¡Dame a ese maldito animal! - dijo Joffrey golpeándome para tirarme al suelo, quitándome a mi gata, golpeándome de nuevo con el palo y conmigo dando un leve gruñido de dolor. - ¡Ahora veamos si es verdad lo que dijeron esa asquerosa sirvienta y ese viejo de Pycelle de que tiene gatitos en su interior!
En ese momento, vi como Joffrey cogía el cuchillo que llevaba en su cinturón para después apuñalar a mi gata y conmigo gritando al ver lo que mi hermano acababa de hacer. Con horror y miedo en mi voz, le supliqué una y otra vez que se detuviese y que no la hiciese ningún daño, sin embargo, este no se detuvo ahí, él siguió y siguió apuñalando a mi gata hasta que al final ella murió y conmigo todavía llorando vi como Joffrey abrió el estómago de mi gata para después comenzar a extraer varios fetos de gatitos uno por uno. Pero incluso con todo esa sangre, lo que más miedo me dio en ese momento fue la cara de satisfacción y maldad que mostraba cuando se acercó uno de los gatitos muertos a su cara y con la sangre todavía cayendo por la misma.
- Mira, Myrcella... - dijo Joffrey sonriendo y acercando uno de esos gatitos muertos y cubiertos de sangre a mi cara. - ¡Al parecer lo que te dijeron era verdad! ¡Ja, ja, ja! ¡Ya sé, se los enseñaré a Padre!
Justo cuando Joffrey se fue camino a las estancias del rey llevándose los pequeños gatos muertos con él, vi otra vez a mi gatita y no pudiendo evitarlo vomité en ese instante para después ponerme a llorar de tristeza por lo que acababa de ver. No hace falta decir que Robert Baratheon no perdió el tiempo nada más ver a Joffrey con los gatitos muertos, este le dio tal paliza que parecía que iba a matarlo y con una parte de mí deseando que lo hiciera por lo que había hecho. Pero al igual que ocurría siempre, mi madre lo impidió al igual que le excusó diciendo que lo que había hecho no había sido nada más que un arrebato impulsado por la curiosidad y el deseo de ver a unos gatitos recién nacidos.
A la noche siguiente...
Después de ese terrible suceso, Pycelle me dio un tranquilizante junto a un poco de leche de la amapola para intentar relajarme y que así pudiera dormir, sin embargo, tardé mucho tiempo en poder volver a conciliar el sueño como antes. Esa terrible escena se repitió en mis pesadillas muchas veces, pero lo peor de todo fue cuando mi madre, la Reina, vino a verme y con la misma mostrando una sonrisa de preocupación que más tarde aprendí que no era nada más que una sonrisa falsa.
- Myrcella... - dijo mi madre entrando a mi cámara. - ¿Cómo te encuentras, hija? Sé que lo que ha pasado ha sido algo terrible, pero tienes que superarlo. Esa gata no era nada más que un molesto animal lleno de pulgas y tú desciendes de la Casa Lannister, una de las Casas más importantes por no decir la que más en los Siete Reinos. Al igual que eres hija de la Casa Baratheon y una princesa, por lo que no puedes dejar que algo así te perturbe y tampoco alejarte de la clase de persona en la que debes convertirte.
- .... - la ignoré para después simplemente darme la vuelta enfadada.
- Además, sabes perfectamente que tu hermano no quería hacerte ningún daño, tan solo fue una pequeña broma que se le salió de control. - dijo ella sentándose en la cama y poniendo la mano en mi hombro. - Sabes que Joff va a ser el sucesor de tu padre algún día, por lo que el mismo va a tener que soportar mucha presión por parte de todo el reino, así que sé una buena niña y perdónalo.
- Es un monstruo... - dije con odio y con algo de miedo en mi voz al mismo tiempo que volví a llorar al ver la pequeña cama en la que solía dormir mi gata vacía. - Le supliqué que no lo hiciera y que se detuviese... Pero el mismo siguió apuñalándola una y otra vez... ¿Cómo puedo perdonar algo así?
- Porque te lo ordeno, Myrcella. - dijo mi madre apretando con su mano mi hombro y haciéndome daño. - No solo te lo ordeno como tu madre, también te lo ordeno como la Reina de los Siete Reinos. No pienso permitir que nada ni nadie vaya a suponer un impedimento para el día en el que tu hermano sea Rey, además, mi querido Joff va a ser una gran Rey, mucho mejor que Robert e incluso mejor que cualquiera de la dinastía Targaryen.
- ¡Pero, Madre...! - dije intentando hacerla entrar en razón. - ¡¿Cómo puedes no ver que...?!
- ¿Sabías que antiguamente a las niñas malas que no obedecían a sus madres se las entregaban a las Hermanas Silenciosas, hija? - dijo ella con un tono de ira y de maldad en su voz provocando que me asustase. - Si no me haces caso, es posible que no tenga más remedio que entregarte a ellas y así también hacer otra clase de servicio para tu hermano demostrando que incluso tú serías capaz de entregarte a algo mucho mayor que tú, Myrcella.
- ¡Está bien, Madre! - dije asustada, sonriendo y con lágrimas cayendo de mis ojos. - Seré una buena hermana y perdonaré a Joffrey... ¡Además, ha sido un accidente! ¡Un accidente lo tiene cualquiera! Al igual que ya no quería a esa gata, lo único que hacía era llenarme la cama de pelos.
- Buena niña. - dijo ella con una enorme sonrisa de satisfacción y dándome un beso en la frente. - Buenas noches, Myrcella...
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Fue en ese mismo día en el que me di cuenta de que a mi Madre no le importaba nada ni nadie a no ser que fuese alguien con el que ella pudiera ejercer el poder o susurrándole al oído para que este hiciese lo que ella dijera y en la mente de ella el único que podría cumplir esa ambición era su perfecto hijo, Joffrey. Desde ese día decidí mantenerme lejos de él todo lo que me fuese posible, pero nunca más le condiré como mi hermano al igual que dejé de considerar a Cersei Lannister como mi Madre. Incluso en todas esas ceremonias, reuniones, banquetes y torneos, intentaba estar todo lo lejos que pude de ellos al igual que intentaba proteger a Tommen de la influencia de mi madre y de la ira de Joffrey.
Incluso con el pasar del tiempo tuve que construir una máscara que llevaba delante de ella y de todos con la que no hacía nada más que fingir ser la perfecta hija y hermana que siempre cumpliría la voluntad de Cersei Lannister. Al igual que tuve que fingir no ver todas las maldades que hacían mi hermano y mi madre para de alguna manera poder seguir viva, cuidar de Tommen e intentar mantenerlo lejos de la influencia de mi madre todo lo que me fuese posible.
Sin embargo, al parecer mi vida ha llegado a su fin y sin que yo pudiera vivir una vida feliz hasta mi vejez y rodeada de niñas y de niños lejos de mi madre y de toda su ambición, mi vida había terminado justo cuando al fin había podido cumplir uno de más profundos deseos, el de poder llamar Padre a Jamie Lannister.
- Pobre Tommen... - dije en mi mente y viendo como mi hermano sonreía al estar conmigo o con los chistes e historias del tío Tyrion. - Como me gustaría poder hablar contigo una vez más y poder volver a vivir aquellos días antes de que a Robert Baratheon se le ocurriese ir a Winterfell y de que el monstruo de Joffrey ordenase la muerte de Lord Stark. Pero me temo que no va a poder ser... Lo siento mucho, hermanito...
- Todavía no ha llegado tu hora, Myrcella Lannister. - dijo una voz en medio de la oscuridad y con todo a mi alrededor llenándose de fuego y con el mismo apartando el frio y la oscuridad. - Tu historia no ha llegado a su fin, incluso ahora todavía tienes tiempo de alcanzar la felicidad, pero también te advierto que incluso volviendo todavía tendrás que volver a soportar el dolor de la pérdida.
Quise gritar al sentir como esas llamar comenzaban a abrazarme con un calor abrasador, pero no tan intenso como para hacerme daño, más bien eran una especie de abrazo con el que poco a poco comenzaba a perder el miedo, cerrar los ojos una vez más para después abrirlos y para mi sorpresa ver que me encontraba en una especie de habitación.
- ¿Do-Donde estoy? - dije mientras tosía y conmigo haciendo un enorme esfuerzo para levantarme. - ¿Acaso esta es la otra vida de la que habla la Estrella de Siete Puntas?
Me fijé que la habitación en la que estaba tenía varios muebles como los que había en Dorne y conmigo pensando que tal vez el otro mundo para mí sería igual que el lugar donde había sido más feliz en toda mi vida, Sunspear y el palacio de los Jardines del Agua donde había conocido a Tristan y el lugar en el que me había enamorado de él. Sin embargo, cuando intenté caminar hacia la puerta volví a toser y con mi garganta doliéndome al igual que comencé a sentir mucha sed.
- ¿Acaso en la muerte todavía se siente dolor? - dije en mi mente para después comenzar a escuchar como varias personas estaban hablando en otra habitación y decidiendo saciar mi curiosidad comencé a caminar hacia esas voces. No tardé nada más que unos segundos hasta que llegué a la entrada de la habitación y donde vi que dentro había varios soldados vestidos con las típicas armaduras dornienses, con todos ellos armados con lanzas o cuchillos y con varios de ellos arrodillados delante de una mesa y hablando con una persona. Deseosa de escuchar la conversación y esperando que nadie me viera, me escondí detrás de un biombo a la entrada del lugar donde escuché unas palabras que hicieron que comenzase a dudar si de verdad me encontraba en el mundo de los muertos.
- Ya veo... - dijo la voz de una mujer joven. - Al parecer cada uno de los planes de Cersei Lannister se han ido a la mierda al creerse tan o más lista que el Viejo León de Tywin... Al igual que las cosas con mi tía de momento siguen un poco tensas en Mereen y en el resto de las llamadas Ciudades Libres al otro lado del Mar Angosto.
- Sí, Alteza. - dijo uno de los hombres arrodillados en presencia de la mujer. - La estúpida de la puta de la leona pensaba que podía hacer que ese llamado High Sparrow podría ser una marioneta más o tenerlo controlado con su belleza, pero el mismo ha demostrado ser más como un fanáticos religioso y el junto a sus llamados Sparrows se han hecho con el control de Kings Landing sin que el Usurpador haga nada para remediarlo. ¡Es una lástima que no pudiera acercarme a ese maldito monstruo de Gregor Clegane! ¡Habría sido un honor terminar lo que el príncipe Oberyn hizo para vengaros a vos y a vuestra madre!
- La hora de La Montaña llegará en su momento, eso os lo puedo prometer. - dijo la voz de la mujer con dureza. - Pero recordad el lema de los Martell, Nunca doblegado, nunca roto. Dorne no se sometió a los Baratheon y tampoco lo hará ahora a Cersei Lannister ni a ese hombrecillo que se cree "el Salvador de los 7" Ja, ja, ja, skoros iā doru-borto vala, ziry pāsagon bona se 7 Jaes kessa dohaeragon zirȳla lēda zȳhon jaelagon.... ¿Y las nuevas al otro lado del Mar Angosto? (Nota de autor: Menudo estúpido, cree que los "7 dioses "le ayudaran en su deseos)
- En cuanto a Mereen, Alteza... - dijo otro soldado arrodillado. - Vuestra tía se halla inmersa en querer poner orden a la Bahía de los Esclavos en las llamadas Ciudades Libres bajo su control, sin embargo, las continuas revueltas y más financiadas por los llamados Masters de Yunkai, Astapor y Qarth han hecho que varios rebeldes en Mereen creen un grupo llamado Hijos de la Arpia quienes no dejan de atacar a los Inmaculados y a los Segundos Hijos bajo el mando de vuestra tía, mi señora.
- Hijos de la Arpía. - dijo la mujer con una risa. - Menudo nombre más ridículo para un grupo de insurrectos, ¿Qué es una arpía comparada con un dragón y más con 3 dragones en Mereen y siendo mi tía llamada la Madre de Dragones? Por desgracia, el tiempo no es nuestro aliado en estos momentos por lo que no podemos permitirnos enviar fuerzas hacia Mereen en estos momentos y más teniendo en cuenta nuestros planes para partir hacia el Norte... Mi hermano me necesita más que mi tía en estos momentos y mucho más ahora que no he podido estar a su lado en toda su vida... Maestre Caleotte.
- ¿Si, Alteza? - dijo la voz de un hombre con respeto.
- Mandad un cuervo a mi tía lo más pronto posible, si es necesario repetid este mensaje varias veces sin importar cuantos cuervos debáis enviar. - dijo la mujer con dureza y entregando un mensaje sellado en lacre. - Mi tía debe volver a Westeros y unirse a nosotros lo más pronto posible, los Siete Reinos están en riesgo y los Targaryen debemos alzarnos para protegerlos una vez más. Espero que entienda que la sangre del dragón debe unirse y no dejar que las luchas ni sentimientos personales por el Trono de Hierro la lleven a ser como Aegon II y los verdes durante la Danza de Dragones llevando a nuestra Casa a la extinción.
- Así se hará, Alteza. - dijo la voz del mismo hombre quien al verle vi que era mayor, de poco más de metro y medio de altura, obeso, calvo, de cara gorda y suave y vestido con la típica túnica de maestre y con una pesada cadena en el cuello.
El mismo caminó hacia la salida de la estancia y con la mujer volviendo con los distintos mensajes y documentos encima de la mesa como si la misma se estuviese preparando para algo, pero en ese instante me incliné un poco más para saciar mi curiosidad de ver a la mujer, con el biombo cediendo y cayendo al suelo y conmigo detrás del mismo. Me fijé que los guardias de la sala empuñaron rápidamente sus espadas y con los más cercanos a mí caminando hasta agarrarme de los brazos y finalmente arrastrarme hasta colocarme delante del escritorio.
- ¡No! ¡Soltadme, por favor! - dije mientras era arrastrada hacia la habitación por dos guardias. - ¡No me hagáis daño, os lo ruego! ¡No he hecho nada malo!
- Soltadla. - dijo la mujer con autoridad y con los guardias deteniéndose. - Esta chica es mi invitada y será tratada como tal. Recordad que somos dornienses y no como el resto de los habitantes de los Siete Reinos. Nosotros no somos como los Lannister, los Frey o los Bolton como para apuñalar a alguien por la espalda y mucho menos a una invitada.
- A la orden, Alteza. - dijo el guardia soltándome y conmigo cayendo al suelo para después ver como los otros guardias y su compañeros permanecían delante del escritorio y en la entrada de la cámara.
- Lamento la rudeza de mis protectores, pero espero que entendáis que raíz del terrible incidente que habéis vivido, no está de más ser cautos con respecto a la seguridad.
La mujer delante de mí parecía ser unos años mayor que yo y con la misma teniendo el pelo negro y con los ojos de color violeta, hermosa, vestida al estilo dorniense y con esta teniendo justo al alcance de su mano una lanza y una espada con la que la misma tendría el tiempo necesario como para cortar y asesinar a cualquier enemigo que se pusiera delante de ella.
Rhaenys Targaryen Martell interpretada por Naomi Scott (imaginad que tiene ojos violetas)
- Bienvenida al mundo de los vivos, Lady Myrcella Baratheon. O... ¿Tal vez sea Myrcella Waters, o Lannister? - dijo mi anfitriona al mismo tiempo que esta se daba la vuelta y mirándome a la cara. - No importa, veo que ya estáis mejor y con fuerzas para poneros de pie, eso es bueno... Toma esto y dile a los soldados que se preparen para partir en 5 días... Y tú, ve abajo y dile a una de las sirvientas que traigan agua y comida para mi invitada, seguramente la misma se esté muriendo de hambre y de sed y más después de lo que la ocurrió.
Uno de los soldados puso su puño en el peto para después agarrar el mensaje para después salir de la habitación dejándonos a mi anfitriona con otros guardias los cuales estaban con sus lanzas preparadas para atacarme y atravesarme el torso a la más mínima señal de amenaza por mi parte. Sin embargo, mi anfitriona no parecía querer prestar atención a lo que estaba pasando y con la misma decidiendo volver a los papeles y mensajes que esta tenía sobre la mesa, hasta que finalmente vinieron un par de sirvientas trayendo unas jarras llenas de agua y una bandeja de frutas.
- ¿Don-don-donde estoy? - dije con la garganta todavía doliéndome y volviendo a toser. - ¿Acaso este es el mundo de los muertos?
- No estáis muerta y si os preguntáis donde os encontráis... Os digo que todavía os encontráis en Dorne, más concretamente estás en la conocida Tower of Joy, donde he podido ocultaros y manteneros a salvo lejos de aquellas quienes deseaban vuestra muerte. - dijo mi anfitriona levantándose para después sentarse a mi lado. - Al igual que no tenéis que preocuparos por ese veneno, nunca moristeis, tan solo tuve que preparar una pequeña obra para hacer creer a Ellaria Sand que moristeis para después traeros aquí.
Esas palabras hicieron que comenzase a recordar el momento en el que me despedí de mi amado, Tristán al igual que de Ellaria Sand la cual vino a pedirme perdón por todo lo que había hecho al intentar secuestrarnos a Tristan y a mí pensando que eso haría que Doran Martell cumpliera sus deseos de entrar en guerra contra Kings Landing y así poder de cierta manera vengar la muerte de su amado, Oberyn Martell, quien había muerto en un juicio por combate contra Sir Gregor Clegane, más conocido como la Montaña.
Ella me dijo que todo estaba arreglado... - dije en mi mente mientras recordaba la última conversación que tuve con Ellaria. - Ella me pidió perdón y luego me besó... ¿Acaso fue en ese instante en el que me envenenó? Recuerdo cuando iba a marcharme con Padre y con Ellaria y las hijas del Príncipe Oberyn despidiéndose de mí... ¿Cómo pudieron despedirme con una sonrisa al mismo tiempo que me envenenaron?
- Yo vi como Ellaria y sus hijas planearon envenenaros como venganza hacia los Lannister por la muerte de Oberyn en ese juicio por combate contra la Montaña. - dijo mi anfitriona entregándome una copa llena de agua y conmigo bebiendo. - A pesar de que puedo llegar a entender el deseo de venganza por parte de ellas, no podía aprobar que ellas decidieran desquitarse con vos quien no sois culpable de los crímenes perpetrados por vuestro abuelo, vuestra madre y su perro rabioso.
... - permanecí callada mientras mi anfitriona continuaba con su explicación de lo ocurrido.
- "El Largo Adiós", un veneno de efecto retardado el cual provoca la muerte de todo aquel que lo ingiere antes o después si no se toma el antídoto del mismo. - dijo mi anfitriona levantándose y agarrando unos pequeños vial de la mesa, uno vacío y otro lleno de un líquido incoloro. - Por suerte para vos, pude colocar a varios de mis hombres entre los sirvientes a vuestro servicio quienes os llevaban la comida y la bebida para haceros beber el antídoto diluido de forma seguida y así en el momento en que el veneno actuaría este os dejaría en un estado parecido a la muerte para después colocar a una doble de vos y así hacer creer a Ellaria, a las traidoras de sus hijas y a sus perros que habíais muerto.
- Gracias, muchas gracias por salvarme la vida, mi señora. - dije inclinando la cabeza en señal de agradecimiento. - Pero... ¿Quién sois? ¿Por qué me habéis ayudado?
- Mi nombre es Rhaenys Targaryen Martell, hija del príncipe Rhaegar Targaryen y de su primera esposa, la princesa Elia Martell. - dijo la mujer delante de mí y conmigo sorprendiéndome para después comenzar a asustarme y retroceder hacia la salida, pero con los guardias impidiéndolo. - No tenéis por qué tenerme ningún miedo, si hubiese querido vuestra muerte, habría dejado que el veneno que utilizó la amante de mi tío, Oberyn, acabase vos. Sin embargo, a diferencia de ella y de mis primas, quienes han traicionado lo que significa ser un verdadero dorniense, yo no hago daño a los inocentes.
En ese momento, Rhaenys comenzó a contarme como había sobrevivido a la caída de KingsLanding cuando mi abuelo, Tywin entró en la capital. Al parecer, su padre no se fiaba del todo de que ella estuviese a salvo, por lo que a espaldas del Rey Aerys el Loco y del resto de las personas del castillo. Tanto Elia Martell como Rhaegar Targaryen ordenaron al Guardia Real, Lewin Martell que la llevase a Dorne en secreto para que en caso de que lo peor llegase a ocurrir, la misma pudiera crecer sana y salva.
- Mis tíos, Doran y Oberyn eran de los pocos quienes sabían de mi existencia y se propusieron mantenerme oculta y a salvo hasta llegada la hora en la que decidiese salir a luz y reclamar lo que me pertenece por derecho, el Trono de Hierro. - dijo Rhaenys con decisión. - Debido a ello, me he pasado todos estos años preparándome para convertirme en la Reina que mi madre y mi padre habían querido que fuese, aprendí a luchar con la lanza y la espada para que las mismas fuesen parte de mí, al igual que también comencé a estudiar política y otras artes para que así pudiera ser alguien mejor de lo que nunca fue el loco de mi abuelo, Aerys y no repetir sus errores.
Rhaenys hablaba con una determinación y una fuerza que me recordaban a la que solía mostrar mi abuelo, Tywin Lannister en las pocas ocasiones en las que le había escuchado hablar con otros nobles e incluso con Jon Arryn en los momentos en los que ambos discutían sobre como Robert Baratheon estaba llevando a los Siete Reinos a la ruina y sobre como el mismo Tywin no volvería a prestar ni un solo dragón de oro más a la Corona a no ser que los préstamos comenzasen a ser pagados. Sin embargo, vi que de repente ella comenzó a hablar con un tono mucho más suave que antes y con la misma pareciendo dibujar un sonrojo en su rostro.
- Pero al pasar los años y al enterarme de la existencia de cierta persona a quien siempre he querido conocer a lo largo de toda mi vida y más ahora teniendo en cuenta los tiempos en los que estamos viviendo. - dijo Rhaenys mirando un mapa de los Siete Reinos clavado en la pared. - He decidido que voy a emplear todo lo que he estado aprendiendo en estos años para llegada la hora convertir a esa persona en un gran Rey, tal vez en el mejor de todos los que hemos tenido, al igual que voy a convertirme en su esposa y Reina... Siempre que esté dispuesto a aceptar un acuerdo y... Je, je, no creo que se niegue a ello.
No sabía de quien estaría hablando Rhaenys, pero de lo que estaba segura era que no hablaba de mi hermano Tommen y temía lo que le ocurría a mi hermano menor en caso de Kings Landing cayese en manos de los dornienses y si tal y como temía en aquel entonces, Rhaenys se unía a su tía Daenerys Targaryen y a sus dragones y con ellos llevando el Fuego y la Sangre a los Lannister y a la capital de los Reinos cumpliendo venganza por lo ocurrido en la Rebelión de Robert. Sin embargo, sabía que tenía hacer algo para evitar que ocurriese lo peor, por lo que intenté hacer un movimiento para evitar la muerte de mi hermano y de tantos otros en la medida de lo posible.
- Gracias por salvarme la vida una vez más, Lady Rhaenys. - dije bajando la cabeza agradecida y con la misma asintiendo con la cabeza. - Pero... ¿Sería posible volver a Sunspear? o ¿Enviar un cuervo a Tristán? Por favor, quiero decirle por mi misma que estoy viva y de ser posible reunirme con él cuanto antes...
- Lamento deciros que mi primo, Tristán y mi tío, Doran ya no están entre nosotros, Myrcella. - dijo Rhaenys con tristeza y con un poco de ira en su voz. - Ellaria Arena junto a sus hijas y varios traidores a la Casa Martel han instigado un golpe de estado en el que tanto mi tío como mi primo han sido las víctimas de esta traición.
En ese instante sentí como si me faltase el aliento, cayendo al suelo y conmigo comenzando a llorar al mismo tiempo que decía que no podía ser posible, que mi amado Tristán no estaba muerto y que el mismo estaba sano y salvo y seguramente llorando mi supuesta muerte. Sin embargo, vi que los ojos de la princesa Rhaenys no mentían y más con la misma también mostrando dolor hacia las muertes de sus familiares.
- No... - dije una y otra vez y con las lágrimas cayendo sin parar de mis ojos. - ¡NO! ¡NO! ¡NO PUEDE SER! ¡TRISTÁN NO ESTÁ MUERTO! ¡DIOSES, NO! ¡TRISTÁN!
No sabría decir cuando tiempo estuve mirando mis manos con tristeza y sin saber que hacer, Tristan ya no estaba conmigo y tampoco sabía que iba a pasar conmigo ya que en esos momentos ya no tenía la protección del Príncipe Doran y tampoco la de mi prometido como para mantenerme a salvo. De la misma manera no sabía cuales eran los planes de Rhaenys en aquellos momentos ya que en mi mente solo podía pensar que seguramente esas palabras de ella sobre que no me haría daño no era nada más que una especie de engaño para en el momento que menos lo esperase vengarse de mi abuelo, Tywin a través de mí.
- ¿Y qué va a ser de mí ahora, Lady Targaryen? - dije mirando una vez más a mi anfitriona quien no dejaba de revisar documentos al igual que esta hacía alguna que otra anotación en los mismos para después derramar un poco de lacre y poner un sello. - ¿Acaso soy vuestra prisionera o vuestro rehén para intercambiarme cuando os parezca mejor?
- Ahora mismo sois mi invitada, Myrcella. - dijo Rhaenys mirándome con una sonrisa. - Al igual que no es mi intención manteneros como mi prisionera o rehén a no ser que me obligáis a ello con vuestros actos. Tal y como os he dicho, yo no hago daño a los inocentes y a pesar de ser la nieta del traidor que hizo caer a mi Casa, puedo juraros tanto como Targaryen como Martell que estáis a salvo.
- Entonces... ¿Podría irme a casa? - dije esperanzada y con deseos de volver a ver a mi padre y al hermano que me quedaba, Tommen, quien había escuchado que había sido coronado como Rey después de la muerte de mi hermano Joffrey. - Os lo ruego, Lady Targaryen, dejadme volver a casa, quiero volver a ver a mi hermano, Tommen.
- ¿Casa? ¿A qué casa si se puede saber, Lady Waters? - dijo mi anfitriona con seriedad y con cierto tono de enfado en su voz. - Vuestra importancia como "hija" del Usurpador tiene muy poco valor en estos momentos, al igual que el poder actual de Cersei Lannister en Kings Landing o en la realeza. Si bien es cierto que vuestro hermano usurpador, Tommen Waters es el rey ahora, el mismo carece de la voluntad y el genio necesarios como para hacer algo para llevaros devuelta. Por lo que he podido averiguar por parte de mis espías, vuestro hermano no es nada más que un títere que se deja llevar por las palabras de un advenedizo con más pinta de fanático religioso el cual ha hecho que Kings Landing parezca el que era en la época del rey Baelor. Y... sabiendo de donde venís y quienes son vuestros padres, me temo que Kings Landing no es el lugar más seguro para vos en estos momentos.
En aquel momento, solo pude sentirme tal y como me imaginaba que se sentía Sansa Stark en los días posteriores a la muerte de su padre y era la rehén de los Lannister, o más bien la rehén de mi madre y el juguete de mi hermano Joffrey. Atrapada en un lugar en el que no sabía lo que me podría ocurrir y en las garras de una persona que odiaba a mi familia por las afrentas que varios de sus miembros y vasallos le habían hecho a la suya, sin embargo, Rhaenys cumplió su palabra y en ningún momento me hizo daño. Más bien, intentaba que me sintiera cuidada y bien tratada en todo momento, por lo que durante todo el duelo que pasé por Tristán ella se mantuvo acompañándome incluso si apenas me prestaba atención por continuar con su trabajo.
Al igual que poco después de que Rhaenys recibiera un mensaje que la hizo sonreír, nos hizo trasladarnos de Tower of Joy a Sunspear y a los Jardines del Agua donde pasé varios días paseando por los jardines recordando con una sonrisa todos esos años vividos junto a Tristán y al príncipe Doran quienes siempre me trataron bien y por primera vez sentirme apreciada por ser simplemente Myrcella y no la hija de Cersei Lannister.
- No podéis seguir con esa tristeza en vuestra cara, Myrcella. - dijo Rhaenys una mañana y con la misma vestida con una armadura en la que se mostraban el emblema de un dragón de 3 cabezas de los Targaryen y el Sol y la lanza de los Martell. - Sé que la muerte de Tristán fue muy dolorosa para vos, pero estoy segura de que él querría que vos vivieseis para encontrar la felicidad una vez más y no consumiros por el dolor y la tristeza.
- No sé como... - dije con la cabeza baja.
- Daos tiempo, sé que las heridas de perder a la gente que se ama siempre están allí, pero de todas formas nuestro deber como los vivos es vivir por aquellos quienes ya no están y por aquellos quienes nos amaron en vida... Aunque, tal vez esto os anime un poco. - dijo Rhaenys empuñando la espada de su cintura.
En ese momento, Rhaenys decidió empuñar la espada que tenía cerca de ella y conmigo todavía triste por mi difunto amado, en un principio pensaba que la misma iba a cortarme con ella, sin embargo, cuanto más acercaba la espada más podía sorprenderme por el aspecto de la misma. Era una espada de acero valirio, con una guarda de oro, con el mango de color rojo y con la misma coronada con un puño con forma de león también de oro y con el mismo rugiendo.
- Supongo que reconocéis esta espada y más llevando la sangre de un traidor como lo fue vuestro padre, el Kingslayer, Jamie Lannister. - dijo Rhaenys mientras esta acercaba la espada hacia mí.
- ¡Es Brightroar, la espada de acero valirio de la Casa Lannister cuando estos todavía eran los Reyes de las Tierras del Oeste! - dije reconociendo la espada por las historias que nos contó el tío Tyrion a mis hermanos y a mí en las pocas ocasiones en las que nos hablaban del legado de los Lannister y conmigo tocando la hoja con mi mano. - ¡Es increíble! ¡Creía que la misma había desaparecido después de que mi antepasado, Tommen II Lannister se la llevase consigo cuando el mismo fue a buscar tesoros en el Antiguo Imperio de Valyria!
- Correcto, Lady Myrcella, la espada llegó a mis manos hace poco tiempo después de que uno de los soldados leales a mí la encontrase en manos de unos piratas los cuales al parecer la sacaron de un navío hundido y conmigo pensando que es un precio razonable por uno de los varios crímenes que cometió vuestro abuelo contra mi familia. ¿Cierto? - dijo Rhaenys empuñando la espada y con esta comenzando a moverla como si la espada y ella fuesen uno solo. - Pero me parece que voy a derretir el león de oro del puño para convertirlo en un dragón de 3 cabezas o en un Sol con una lanza, creo que quedaría mejor ¿No os parece?
Decidí ignorar la pequeña broma por parte de Rhaenys para quedarme observando la espada ancestral de la familia Lannister y conmigo pensando que debía ser un milagro que la misma hubiese sido al fin recuperada después de más de 100 años desde que se perdió. En ese instante solo pude reírme al imaginar lo que estaría dispuesto a hacer mi abuelo Tywin en caso de estar vivo y de saber que los Martell habían recuperado la espada ancestral de los Lannister. Estaba segura de que el mismo habría pagado todo el oro de las arcas de los Lannister para recuperar la espada y así hacerse un nombre eterno dentro de la historia de la familia.
Sin embargo, lo que me sorprendió fue ver a Rhaenys entrenar con varios hombres armados con lanzas luchando durante varios combates en los que Rhaenys empuñaba a Brightroar con una maestría que incluso superaba a varios de los caballeros que había visto durante toda mi vida participar en los torneos y las justas de Kings Landing.
- ¡Kepa, tepagon nyke aōha perzys! - dijo Rhaenys para después mostrar como la espada de mis antepasados se cubría de llamas y conmigo sorprendiéndome. - ¡Veamos que tal lucháis contra esto! (Nota de autor: ¡Padre, dame tu fuego!)
Vi como Rhaenys se lanzó con su espada en llamas a pelear contra al menos 10 guerreros dornienses los cuales intentaron atacarla con sus lanzas, pero poco podrían hacer contra la inmensa habilidad que mostraba Rhaenys con el arma y con la misma cortado por la mitad muy facilmente no solo la madera de la lanza de sus enemigos, también cortaba el metal de las lanzas como si fuese mantequilla y con las mismas mostrando el metal al rojo en la zona del corte. Viendo a Rhaenys pelear no pude evitar pensar en las historias que se contaban sobre el príncipe Rhaegar y como este era considerado como el mejor caballero en los Siete Reinos únicamente igualado o superado por el legendario Sir Arthur Dayne, la espada del Alba.
- Deberías poder hacerlo mejor, Olyvar. - dijo Rhaenys apuntando a un chico de unos 13 años con la espada en llamas al pecho. - Entrenaste bajo la vista de mi tío, Oberyn y si el mismo te viera ahora, seguramente te daría una paliza tan poca maestría con la lanza.
- Lo siento mucho, Alteza. - dijo el chico con la cabeza baja.
- Aunque... No me extrañaría que el mismo después te llevase a uno de los burdeles de Sunspear para quitar eso que te ronda la cabeza e invitarte a una buena fiesta con las putas más hermosas de la capital mientras él y esa perra de Ellaria disfrutaban ellos solos . - dijo Rhaenys riendo y con el chico mostrando una risa nerviosa. - Recuerda, mantén la lanza firme y siempre tener el control de la misma, de la misma forma es que debes ser tú quien controle a la lanza y sus movimientos, no ella a ti.
- ¡Sí, Alteza!
- ¡Bien! - dijo Rhaenys para después ordenar a uno de los guardias que le lanzasen una lanza que ella atrapó con enorme facilidad y con la punta de la misma también prendiéndose en llamas. - ¡Otra vez! Y esta vez... Por favor, a todas y a todos, procurad que sea un poco divertido.
Rhaenys permaneció entrenando la mayor parte de ese día en el que tan solo pude quedarme pensando en esas llamas con las que envolvía aquellas armas y hasta como en ocasiones las utilizaba para curarse a sí misma y a otros cuando salían heridos. Pero en mi mente solo pensaba en como me gustaría poder ser como Rhaenys y ser más fuerte.
- Ojalá pudiera moverme y luchar igual que la princesa Rhaenys. - dije en mi mente y viendo como se movía. - Me he pasado toda la vida aprendiendo a ser la marioneta de mi madre y ahora... Ojalá hubiera sido lo bastante lista y fuerte como para haberme dado cuenta de lo que planeaba Ellaria, de haberlo hecho... Tal vez, Tristán y Doran estarían vivos...
Sin embargo, fue en esa noche en la que pude hallar las respuestas a la mayoría de mis preguntas. Era tarde cuando me levanté de mi lecho y me decidí a dar un paseo esperando que el sueño me envolviera y así poder dormir esperando no tener ni una sola pesadilla que implicase la terrible muerte de Tristán a manos de las perras de las hijas de Ellaria. Caminé durante una hora y conmigo saliendo a los jardines del palacio donde me fijé que Rhaenys estaba reunida con un hombre con el que parecía tener una seria charla, ganando mi curiosidad me acerqué para poder escuchar mejor lo que decían, sin embargo, lo que escuché hizo que mi futuro volviera a empezar una vez más.
- Debéis saber que no fue nada sencillo para nosotros el tener que preparar ese cuerpo con la apariencia de vuestra invitada, mi señora. - dijo la voz de un hombre el cual parecía tener un poco de molestia en su voz. - Tuvimos que modificar varios de los Rostros de nuestro templo para poder hacer uno lo más parecido al de aquella chica, al igual que también utilizar el cuerpo de una chica la cual había ido a por el regalo del Dios de Muchos Rostros.
Entonces vi al hombre con el que estaba hablando Rhaenys, este parecía ser un hombre joven vestido con una túnica de color blanco grisáceo, con una capucha y con un rasgo distintivo de tener varios mechones de color blanco cayendo por la parte izquierda de su cabeza.
Jaqen H'ghar interpretado por Tom Wlaschiha
- Lo sé a la perfección. - dijo Rhaenys con seriedad y con la misma entregando una bolsa de oro al hombre quien la recibió con una reverencia. - Pero mi Padre ordenó que protegiera a la chica ya que ella es una de las elegidas, además de que espero que las órdenes que el mismo os dio hace años se estén cumpliendo tal y como él lo ordenó.
- Sabéis perfectamente que los Hombres sin Rostro servimos a vuestro padre, el Dios de Muchos Rostros, princesa Rhaenys. - dijo el hombre con seriedad. - El mismo nos envió un mensaje cuando este volvió a ponerse en contacto con nosotros ordenándonos que no solo nos pusiéramos a vuestro servicio cuando lo necesitarais, también que nos hiciéramos cargo de la chica Stark cuando la misma apareciese en la entrada de nuestro templo.
- ¿Chica Stark? - dije en mi mente. - ¡¿Acaso Lady Sansa, Lady Arya o ambas se encuentran en manos de esta especie de septón?! ¡¿Y quien es ese "Padre" al que se refieren?! ¡¿Acaso el padre de Lady Rhaenys no fue Rhaegar Targaryen?! ¡¿Y a qué se refiere con elegida?!
- Espero que la misma esté siendo bien tal y como os ordené cuando me informasteis que la misma se presentó en la entrada de vuestro templo.
- Lo es, la chica lobo espera poder llegar a convertirse en uno de los Hombres sin Rostro, por lo que siguiendo sus deseo, varios de los miembros de la Hermandad la estamos entrenando en las diversas áreas que componen nuestras habilidades, Alteza. - dijo el hombre caminando para después posar su vista donde me escondía y con el mismo dibujando una leve sonrisa que me hizo pensar que me había descubierto. - Vuestro Padre ha aceptado que la misma fuese preparada tal y como lo ha sido un hombre a lo largo de su vida, pero no hace falta que temáis por ella. Ocupará el lugar que le corresponde llegado el momento, tenéis nuestra palabra, mi señora.
- Eso espero, porque vosotros y yo sabemos perfectamente de lo que soy capaz. - dijo Rhaenys agarrando un puñal y con el mismo prendiéndose en llamas. - Soy hija de mi Padre y lo sabéis, por lo que no tengo ningún problema en marchar a vuestro templo y arrasarlo... Y más en cuanto me reúna con mi hermano y si él se entera de que la chica a sufrido algún mal...
- Lo sabemos a la perfección, Alteza, pero creo que una chica que nos espía debería entrar para escuchar la conversación que tenemos con más atención, mi señora. - dijo el hombre y conmigo sorprendida de saber que había sido descubierta. - Sin embargo, estoy seguro de que vos seréis mucho más adecuada que yo para explicarla su futuro papel para lo que está por llegar... Si me disculpáis, me retiro...
- Está bien... - dijo Rhaenys. - Puedes irte, pero asegúrate de que ella esté preparada para el día en el que tenga que cumplir con su papel, los planes de mi Padre ya se han puesto en marcha y si queremos sobrevivir a lo que viene... Esta es la única oportunidad de la que disponemos y no podemos fallar pase lo que pase.
- Lo entiendo a la perfección, mi señora. Y sabed que si es necesario los Hombres sin Rostro lucharemos por los vivos siguiendo la voluntad de nuestro Dios.
El hombre dio una última reverencia para después marcharse en dirección a uno de los pasillos donde había varios guardias ocultos los cuales hicieron también una reverencia a Rhaenys quien solo asintió para después mandar una señal con las manos haciendo que más de una decena de guardias ocultos salieran del jardín dejándonos solas.
- Je, veo que poco a poco habéis estado aprendiendo a escabulliros entre las sombras y a escuchar conversaciones ajenas, Myrcella. - dijo Rhaenys sonriendo. - Mis felicitaciones, esas habilidades os serán muy útiles llegada la hora de cumplir con vuestro deber.
- ¡¿Qué es lo que estabais haciendo hablando con uno de los Hombres sin Rostro, Lady Rhaenys?! ¡Son unos asesinos fríos y sin compasión quienes matan siempre y cuando se les pague dinero como si fueran unos mercenarios! - dije asustada. - ¡¿Y qué es eso de elegida?! ¡¿Acaso me salvasteis para ser sacrificada a ese Dios de Muchos Rostros del que hablaba ese hombre?!
- Hay cosas en este mundo que no sabéis, Myrcella, al igual que debo contaros que dentro de poco se producirá una guerra. - dijo Rhaenys con seriedad. - Una guerra mucho mayor a la que fueron las Guerras de los 5 Reyes o incluso la Guerra del Usurpador... Incluso peor de lo que fue la Guerra de la Conquista hace ya casi 300 años si no actuamos ahora que todavía apenas tenemos tiempo.
Fue en ese mismo instante en el que Rhaenys comenzó a hablarme sobre la verdad de su parentesco con Rhaegar Targaryen y como este era en realidad aquel al que los sacerdotes rojos llamaban Señor de Luz. Rhaenys me contó sobre la noche en la que se enteró que tanto su Padre como Madre habían muerto y la caída de King Landing, sobre como ella lloró por sus padres hasta quedarse dormida y sobre como esta se enteró de la historia sobre como Rhaegar había violado y secuestrado a Lyanna Stark. Rhaenys derramó lágrimas durante toda la historia hasta que me contó que pasados 5 años de la Batalla del Tridente ella se reencontró con su padre y con su madre en su sueño. Rhaenys puso una hermosa sonrisa al hablar de como se reunió con sus padres y sobre como estos le contaron la verdad detrás de la Rebelión de Robert.
- Me enfadé con mis padres por dejarme sola y les grité durante bastante tiempo, pero en ningún momento ninguno de ellos se alejó de mí y me abrazaron hasta que me tranquilicé para después decirme que sin importar lo que ocurriera y lo que les dijera ellos me amarían para siempre. - dijo Rhaenys al día siguiente ya que la historia se había extendido toda la noche. - Mi Madre, Elia, también me habló de que mi Padre no nos había abandonado ni a ella ni a mí por decidir ir con Lyanna, sino que mi Madre la había elegido para que fuera mi segunda Madre y me criase cuando ella muriera. O al menos así es como debería haberlo sido.
- Es una historia increíble. - dije con sorpresa. - Sois hija de un dios y que además los White Walkers existen... ¡Entonces debemos informar al resto de los Reinos para que se preparen y envíen sus fuerzas al Norte!
- No hace falta que os asustéis, Myrcella, todavía tenemos algo de tiempo antes de que la Larga Noche lance sus garras sobre todos nosotros. - dijo Rhaenys haciendo aparecer fuego en sus manos. - Además, los planes de mi Padre ya se han puesto en marcha y con ellos nuestra última oportunidad, pero mi tío no será nada fácil de derrotar, al igual que ya ha llegado la hora de reunirme con una persona... Y si os soy sincera, llevo esperando este momento durante la mayor parte de mi vida. Decidme ¿Recordaís a alguien llamado, Jon Snow?
- Si... - dije conmigo recordando Winterfell. - Recuerdo a Jon Snow cuando la corte de Robert Baratheon fue a Winterfell después de la muerte de Jon Arryn...
En aquel mismo instante comencé a recordar a Jon Snow, a quien todos llamaban el bastardo de Eddard Stark, sin embargo, yo no le vi como las septas, mi madre, o incluso Pycelle describían a los bastardos, seres llenos de ira y de avaricia que harían lo que fuese con tal de obtener un título y tal vez asesinar a sus propias hermanas y hermanos para que el Lord de la Casa le concediese su apellido y así convertirse en el Señor algún día. Jon Snow era alguien serio y callado quien durante toda nuestra visita al Norte permanecía alejado de todos o sentado en los asientos correspondientes a los siervos, pero a diferencia de Robb Stark a quien Robert Baratheon me habría prometido de inmediato de haber podido, fue Jon quien se ganó mi atención. Era un buen chico quien a pesar de ser evidente que se mantenía alejado de nosotros por órdenes de Catelyn Stark, había escuchado de él por parte de los sirvientes el castillo quienes me hablaron de que a diferencia de otros bastardos, él sí que se merecía llevar el apellido Stark mucho más de lo que lo hacía Lady Catelyn con su trato y humillaciones hacia él.
- Creo que tío Tyrion tuvo más suerte que yo al hablar con él cuando fueron al Muro. - dije en mi mente y sonriendo. - Cuando escuché que tío Tyrion me había prometido a Tristán, recé a los dioses en el Septo de Baelor que ojalá mi futuro esposo hubiera sido ese chico en vez de un desconocido. Je, menudo sueño para una princesa...
- Veo por el rubor de vuestro rostro que sabéis perfectamente de quien estoy hablando al igual que puedo confirmar que el mismo se quedó grabado a fuego en vuestro corazón. - dijo Rhaenys riendo. - Me alegro, eso será bueno porque voy a revelaros otro secreto del que casi nadie conoce su existencia... Myrcella, tengo un hermano, un hermano pequeño.
- Lo sé, Aegon. - dije con algo de reticencia. - Pero por los rumores el mismo fue asesinado por La Montaña cuando cayó Kings Landing, sin embargo. ¿Qué tiene que ver eso con Jon Snow?
- Aegon murió al nacer, ese "Aegon" del que habláis no era nada más que un bastardo de mi abuelo que el mismo decidió traer a la Red Keep para que no se cuestionase nada a la Corona. - dijo Rhaenys para después volver a sonreír. - El hermano del que habló es el hijo que tuvo mi Padre con Lyanna Stark, Jahaerys Targaryen Stark a quien todo el mundo conoció como Jon Snow.
A pesar de quedarme un poco aturdida por esa revelación... En ese instante, Rhaenys me habló del plan de R'hllor para el futuro y cual sería mi papel en el mismo, debo confesar que escuchar esas palabras provocaron que me sonrojase enormemente al igual que dudaba ser digna de merecer ese futuro. Sin embargo, Rhaenys me aseguró que lo merecía y mucho más después de lo que había vivido bajo el yugo de mi madre y de sus ambiciones.
- Además... - dijo Rhaenys con una enorme sonrisa y asomándose por uno de los ventanales. - Ya es hora de que Dorne tome su parte en este conflicto y siguiendo la voluntad de mi tío, Doran, hoy es el día en el que las lanzas dornienes parten hacia la batalla una vez más... Sin embargo y a diferencia de los pensaban Tristan y él, los dorniensen lucharán para defender a los vivos de la muerte sin importar el campo de batalla. Ya sea bajo el sol abrasador del desierto o en los páramos del Norte... ¡Escuchadme todos! - dijo Rhaenys llamando la atención de los soldados. - ¡LA HORA QUE TANTO TIEMPO HABEÍS ESPERADO FINALMENTE HA LLEGADO, DORNIENSES! ¡LA MUERTE VIENE A POR NOSOTROS, A POR TODOS! ¡Y CREO QUE HABLO POR TODOS AL DECIR QUE NO VAMOS A DEJAR QUE LAS CANCIONES HABLEN SOBRE COMO LOS DORNIENSES SE ESCONDIERON COMO COBARDES MIENTRAS QUE OTROS LIBRABAN NUESTRAS BATALLAS!
- ¡NO! - gritaron los soldados golpeando con sus lanzas al suelo una y otra vez. - ¡NO! ¡LOS DORNIENES NO SOMOS COBARDES! ¡LUCHAREMOS HASTA EL FINAL!
- ¡EN ES CASO! - dijo Rhaenys mostrando una lanza y a Brightroar por el ventanal. - ¡¿LUCHARÉIS A MI LADO?! ¡¿SANGRAREÍS Y MORIREÍS A MI LADO COMO LOS DORNIENSES QUE SOMOS Y NO DEJAR QUE EL RESTO DE LOS REINOS SE SIGAN RIENDO DE NOSOTROS COMO COBARDES QUE SE ESCONDIERON EN LA HORA DE MÁS NECESIDAD?!
- ¡LUCHAREMOS POR VOS, PRINCESA RHAENYS! - gritaron unos.
- ¡POR DORNE!
- ¡POR SUNSPEAR!
- ¡POR EL PRÍNCIPE DORAN Y EL PRÍNCIPE TRISTÁN!
Unas semanas después...
Finalmente la totalidad de los voluntarios que irían con Rhaenys al Norte habían embarcado en los navíos que saldrían del puerto de Sunspear y que si todo iba como se esperaba estos llegarían a White Harbor en poco tiempo y desde donde partirían a unirse a las fuerzas de Jahaerys para en un principio retomar Winterfell de las manos de los Bolton, después intentar recuperar Kings Landing y finalmente acabar con el Night King y con sus White Walkers. Aunque a decir verdad, en aquellos días yo tenía otro objetivo no muy alejado de los tenían Rhaenys y Jahaerys.
- Ya voy a tu lado, Jahaerys... - dijo Rhaenys sonriendo en un susurro mientras ponía la mano en su corazón. - No sé si serás la clase de hombre del que me hablaron Madre y Padre en mis sueños, pero te prometo que ya no estarás solo nunca más. Dorne estará contigo, hermano, al igual que vamos a recuperar lo que nos pertenece por derecho.
Yo también asentí y conmigo pensando en un incidente que había ocurrido no hacía mucho tiempo y poco antes de partir que había provocado que el poco amor que me quedaba por mi madre terminase de morir y conmigo aceptando completamente aquella oferta que me había extendido Rhaenys en nombre de Rhllor.
- Ya verás lo que te espera, Cersei Lannister... - dijo con odio y mirando hacia el lugar de donde se veía una enorme columna de humo de color verde. - Porque muy pronto vas a escuchar mi Rugido, al igual que incluso si soy una bastarda te digo estas palabras... Una Lannister siempre paga sus deudas y esta deuda de sangre la pagarás con tu vida...
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Fin del capítulo 3.
Muchas gracias por haber leído el capítulo. ¿Qué os ha parecido?
Siento mucho la espera, pero tenía un bloqueo en el que no sabía que escribir hasta que finalmente me ha venido la inspiración. La verdad es que tengo la estructura de al menos 3 caps, pero no sabía como rellenarlos por lo que he tardado tiempo en hacerlo, por lo que una vez más os pido disculpas.
De igual forma, muchas gracias por las sugerencias de los caballeros que formarán la Guardia Real de Jahaerys, pero todavía queda un puesto libre y a pesar de que podría meter a Barristan Selmy, tengo una idea mucho mejor para él y que me sorprende que no se utilizase en la serie. Además de que otra persona me sugirió que metiese a Ned Stark, pero no ya que la guardia de Jahaerys solo la compondrán anteriores miembros a lo largo de la historia de la Casa Targaryen. Por lo que poned en el ? a quien querrías como último miembro.
?
Además en el siguiente cap os dejaré que elijáis a quien pongo como punto de vista, el más votado será el cap siguiente. Poned un si en el nombre de abajo
Arya
Daenerys
Margaery
De nuevo muchas gracias por leer y nos vemos en el siguiente. ¡Hasta la próxima!
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