Capítulo 5.-No quiero creerlo

[Reino de los demonios]

Hoy, el reino de los demonios ha sido completamente aniquilado, los pocos supervivientes están escondidos cómo ratas o en alguna otra parte del continente.

—¿No faltan? Los que estaban con la niña zorro —musita Sophía mordiendo una manzana en medio de un castillo en ruinas, con cadáveres a su alrededor.

—Seguramente estén en Laukus, padre —responde un chico alado, sí, un ángel, un ángel con vestimenta de militar y la mitad de sus alas son negras—. Además, Némesis...

—No me interesa —declara escupiendo su manzana.

Mikael es el nombre del ángel, y junto a Némesis y Luke conforman a los tres heraldos del dios de la destrucción.

Temidos de antaño por sus inigualables poderes y sin embargo, ahora sirven a una desquiciada emperatriz.

—¡Ganamos! —declara uno de sus vampiros subordinados.

Tras él una ola de gritos de júbilo y alivio inundaron el ambiente, finalmente terminó su ridícula guerra ante un enemigo evidentemente superior y lograron sobrevivir, siendo apenas un puñado de vampiros.

—Me alegra, porqué a partir de ahora estaremos en guerra con Kanen, cuento con su apoyo —declara con una sonrisa.

El ánimo repentinamente se congeló, unicamente desesperanza inundó los corazones de los vampiros, incapaces de rebelarse ante su emperatriz.

—Gracias por la comida —susurró.

Nadie sabe su objetivo, o porqué los está llevando hacia prácticamente la extinción, o cómo logró doblegar el espíritu de la anterior emperatriz al punto de vovlerla una marioneta sin voluntad.

Ya qué, en teoría la anterior emperatriz seguía siendolo, aunque sólo de nombre.

—Mikael, ¿Artkuz cumplió su parte? —pregunta hacia el ángel.

—Sí, asesinó a los nobles de Laukus y a todo posible delator —declara—. Aunque es probable que Laukus no nos ignore más.

—¡Eso espero!

Aquello hundió más las esperanzas de sobrevivir de los vampiros, quiénes viendo su futuro solamente caen de rodillas.

—De cualquier forma, Mikael, investiga dónde fueron esos mocosos —declara Sophía—. Ya les dí suficiente tiempo para esconderse.

El ángel únicamente asiente y en un instante tras abrir sus alas, desaparece en medio de las nubes.

—Destruiré el mundo.

[Alguna cordillera en la teocracia de Laukus]

—¿Todo bien? —pregunta Joffridus tras regresar de su trabajo en una panadería local.

—Sí, los hermanos están jugando con algún tablero vigilados por Aldebaran, la dragona está ayudando a tu padre con la cocina —explica Ranulf.

—¡¿Por qué dejamos que se fuera Reina?! Ella podría ayudarnos con el trabajo sin arriesgarse —Se queja Joffridus.

Ranulf suelta un suspiro, mientras se prepara para salir.

—No olvides la profecía de Adrienne —susurra Ranulf.

—En serio ¿Qué pasa con este mundo? Es demasiado problemático ¡Todos deberían unirse contra la amenaza global! —Se queja Joffridus.

—Dudo que suceda.

Ambos asiente de acuerdo.

Aleister baja las escaleras, encontrándose con la dragona, quién desde aquella derrota ante Artkuz y compañía parece haber perdido su confianza, encima tampoco pudo proteger a su padre o al rey demonio.

—H-Hola —Saluda Aleister.

La dragona hace un leve reverencia y sube a su respectiva habitación.

Aquél grupo compuesto por siete personas, se encuentra oculto en una cabaña construida sobre una cordillera.

Mantenida por Aldebaran y Karina, y los suministros son provistos por Joffridus, Ranulf y el padre de Joffridus, quién gracias a sus contactos logra mantener el secreto de su ubicación.

La teocracia de Laukus es únicamente un lugar para humanos, el resto de especies serán reducidas a meros animales, por lo que cazarlos o esclavizarlos es perfectamente legal

—Hermano, será mejor que le des su espacio —declara Marina.

Aunque, ninguno esperó la visita de aquél dia, en medio de prácticamente la nada y menos cuando la casa fue partida en dos por una enorme espada.

Y con ella, el padre de Joffridus fue el primero en perder la mitad de su cuerpo.

Debido al shock, ninguno es capaz de moverse, al menos hasta que Aldebaran intenta atacar, sin embargo un disparo a la cabeza lo despide de este mundo.

Sí, en una de las manos de Mikael yace un arma de fuego, una pistola de cañón corto, y una espada pesada en la otra.

—¡Padre! —exclama Joffridus finalmente saliendo del shock.

Sin embargo, algo no les cuadra, la ropa que Mikael tiene, es el uniforme militar de la teocracia.

—¿Dónde están los mocosos demonio? —pregunta apuntando con el arma a Joffridus.

—¡¿Quién eres?! —Reclama Joffridus—. ¿Cómo encontraste este lugar?

—Creí haber hecho una pregunta —Aprieta el gatillo.

Sin embargo no llega a hacerlo en su totalidad, al encontrarse con sus objetivos.

—Gracias por su cooperación —declara Mikael en un tono cantarin.

—Espera, ¿Quién eres? —pregunta nuevamente Joffridus, con la cabeza gacha, soportando la rabia dentro suya para evitar hacer una estupidez de la que se arrepienta.

—No tengo la obligación de decírtelo, humano.

***

Por una parte no quiero creerlo, y mucho menos procesarlo, por eso en cuánto recibí las noticias del fallecimiento de ambos hermanos, preferí sugerí marcharnos cuánto antes del lugar.

Nadie se opuso y durante el trayecto, prefierieron ignorarme, lo cuál agradezco ya que no estoy de humor.

Estoy triste, pero de nuevo, no salen lágrimas, estoy enojada, por no poder protegerlos.

Simplemente ¿Cómo permití que esto pasara?

Aunque, prefiero centrarme en nuestro próximo destino, la aldea natal de Adrienne.

Pero, antes de llegar nos reabasteceremos de provisiones en un pequeño pueblo mercante, sobre todo antes de que la guerra estalle y no podamos encontrarlos en ningún lado o no seamos capaces de adquirir ninguno por los elevados precios.

Sí, con la muerte de los hermanos también ocurrió otra masacre en el territorio de sus padres.

Este hecho desencadenó un conflicto armado, ya que usan como excusa el odio de los semihumanos para con los humanos.

Aunque, probablemente sólo sea una excusa barata.

En cuánto a August, digamos que su padre prácticamente nos lo arrojó como equipaje, seguramente pensando que será más seguro estar al lado del héroe en caso de una guerra.

Eso o porqué probablemente quiere que August quedé inmortalizado como una leyenda y de esa manera obtener más fama, cualquiera es perfectamente válida.

—Leo, ¿No deberías descansar? —pregunta mientras se mantiene conduciendo.

—Métete en tus asuntos —declaro suspirando.

Sin embargo, Daries y Adrienne me observaron algo extrañados.

—¿Leo? —preguntan a la vez.

—Mi nombre en la otra vida era León —musito—. Prefiero no hablar del gran yo.

—¡Ahí está! Siempre que recuerdas tu pasado vuelves a hablar como solías hacerlo, aunque no me trae gratos recuerdos —declara a modo de broma.

En esos momentos, el héroe y Reina más bien parecen estar de adorno, ya que su única interacción con nosotros es observarnos.

—Silencio, maníaco suicida —Le recrimino.

—Sí, sí —declara dando por finalizada la conversación.

Estuvimos en el carruaje por aproximadamente una semana sin parar, más que ocasionalmente para acampar, hacer nuestras necesidades o recoger provisiones.

Y sí, Adrienne es quién hace de guardia para evitar que August o el héroe nos espíen.

Lo que no puedo olvidar es la cara de sorpresa que puso August al enterarse que Adrienne es un chico.

—Llegamos al pueblo —declara August.

Del carruaje únicamente bajaron los hombres y Reina. Dejándome a solas con Daries.

—Entonces ¿Es tu novio? —pregunta Daries.

—Creí haberte respondido ya esa pregunta —declaro.

Ella suspira y se recuesta en mi hombro.

—Parece un sueño —musita—. ¡Nunca creí que nos volveríamos a encontrar!

—¿Sí? Yo tuve la certeza de que lo haríamos —Declaro acariciando su cabeza.

—Eres más amable —declara Daries.

“Supongo que estoy cambiando de verdad”

Y eso me aterra, ¿Cuándo dejaré de ser León pasaré a ser únicamente Kazue? No tiene caso pensar en ello por el momento, pero me vendría bien el considerarlo.

—No vuelvas a marcharte de mi lado —comenta en un susurro.

—Lo intentaré —declaro, aunque involuntariamente se me formó una amplia sonrisa.

—¡Tómatelo enserio! —exclama haciendo un puchero.

Y justo cuando mi ánimo está mejorando, nuevamente aparece Eloah ante mí.

—¿Qué quieres ahora? —pregunto.

—No vayas a esa aldea, desaparecerá —declara con tranquilidad—. Aunque sea lo que sea que elijas, no terminará bien para tí.

Y con eso vuelvo a estar junto a Daries, pciso segundos han pasado, y quizás al sentirme temblar, una preocupación surgió en Daries, quién me sujeta la mano con fuerza.

“¿Qué hago ahora? No creo ser capaz de convencerla de irnos solas, y mucho menos sino puedo contarle sobre Eloah”

Si Eloah apareció para advertirme, seguro debe ser algo grave, pero dijo que de cualquier manera va a terminar mal.

¿Morirá alguien?

—¿Kazy?

—N-No es nada, estoy bien —declaro sonriendo.

—...

Daries no dijo nada, pero tampoco se apartó de mi lado, simplemente me acompañó en silencio.

—Todo estará bien —declara recostandome sobre sus piernas.

—Gracias —comento, finalmente pudiendo relajarme.

Tras un rato, el resto volvieron y el viaje se reanudó, tras otros tres días de viaje, nos topamos con un riachuelo.

Y, con tres hombres tigre, bueno hombres con características de trigre.

—¿Qué hacen humanos aquí? —Pregunta un hombre alrededor de sus cuarenta años.

—Yo los guié, necesitamos hablar con el patriarca —declara Adrienne bajando del carruaje, naturalmente el resto le seguimos.

Parecieron tranquilizarse al ver a Daries y a mí, aunque Reina parece ponerles nerviosos.

—Sólo eres tú, nunca creí que volverías ¡Si fuera tú me hubiese arrojado a un pozo! No eres más que una...

—Cierra la boca —declaro amenazante—. Cómo su dueña no permitiré otro insulto más ¿De acuerdo?

Padre me contó una cosa, los hombres bestia, y animales antropomorficos, parecen de alguna manera ceder ante un zorro metamorfo, en el sentido que se volverán más sumisos.

—Kazue, no hace falta —declara Adrienne.

—Si eso quieres —Doy un paso hacia atrás.

—¡Cómo sea! El patriarca fue a la tierra santa, no volverá hasta pasado mañana —declara dándonos la espalda

Nos miramos entre nosotros, sin saber que significa exactamente lo que nos dijo.

—Podemos pasar —musita Adrienne.

La aldea no es nada particularmente llamativa, son chozas construidas a base de madera obtenida del bosque, sus techos parecen de barro.

Y no hay más de veinte, un pequeño pozo se localiza en el centro de la aldea.

Su estilo de vida es bastante rústico, lo cuál es algo desagradable para mí, quién no está acostumbrada.

En medio de la aldea nos recibe una familia, todos bastante parecidos a Adrienne.

La cabeza de la familia es un hombre en sus cuarenta, bastante fornido. Lugo una mujer bastante buen dotada y con curvas.

Detrás de ellos un joven un par de años menor que Adrienne, acompañado por quién seguramente será su hermana, quién tiene alrededor de veinte años.

—Ha pasado un tiempo —declara Adrienne.

—¡Miren! Es el afeminado —declara el hermano menor.

Me coloco a su lado, y fulmino con la mirada a su familia.

—T-Tú ¿Eres hija del rey de los monstruos? —pregunta el padre.

—Kazue, por favor, déjame lidiar con esto —declara Adrienne, visiblemente agitada.

—Agradezco su hospitalidad, estaremos aquí hasta ver al patriarca —declaro, dando por finalizada la conversación.

Tras ello, sujeto a Adrienne de la mano y lo apartó de su familia.

—...

No dijo nada, sólo se mantuvo temblando y con los ojos llorosos, por lo que le abrazo.

“Supongo entiendo el problema”

Pero, sería una locura querer hacer algo al respecto, y por respeto a la voluntad de Adrienne de volver aquí, solamente me mantendré al margen.

—Solamente mira que patético, ser consolado por un mujer —declara una señora entre cuchicheos.

“Será una larga estadía”

Más si tengo que escuchar ese tipo de comentarios ¿Qué más da como se vista? Deberían de simplemente seguir con sus vidas e ignorarle.

Tengo el presentimiento de que odiaré aquí.

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