Ya conoces a Willow, una rubia peligrosa que además es mi mejor amiga.

Ahora me conocerás a mí, un rubio afortunado.

¿Afortunado por qué? Por tenerla a ella.

Soy Wynn Davis, un sin futuro, tan solo un caso perdido.

No tengo una vocación, un sueño ni un objetivo, simplemente existo. Me solía limitar a comer, beber, dormir, pasar el tiempo con Willow y drogarme.

Ahora puedo tachar esa última de la lista. Ya hace cinco meses desde la ultima vez que consumí, y Willow tiene gran parte del mérito.

Ahora que vivimos juntos en la antigua casa de mis padres, ella ocupa un vacío extraño que solía haber en mi pecho. Me cuida y vigila, aunque eso no quita que no me mal influencie de vez en cuando. Cómo ya he dicho antes, es una rubia peligrosa.

Ahora ella está cumpliendo su sueño. Trabaja de modelo para Valentino a tan solo 10 minutos en autobús de casa. Le va muy bien, diría que demasiado. El otro día un desconocido le pidió que le firmara la espalda ¿¡No es increible!? Ya ha ocupado varias portadas de esas revistas que tanto le gusta leer, y vamos tachando los días que faltan para su primer desfile en la ciudad.

Por las mañanas, mientras ella se toma fotografías en el estudio de Valentino, yo me dedico a mis estudios en la universidad de Toronto. Los fines de semana me toca pasar la noche sirviendo cubatas a borrachos sin causa y jóvenes con mal de amores. Cuando llego ella suele estar dormida.

Y así, sin darnos cuenta, fue como comenzamos nuestra vida como matrimonio cuarentón.

Discutíamos por la limpieza de la casa y otras tareas cotidianas. Nos consolábamos cuando el otro tenía un mal día.

A ojos de los demás, éramos una pareja feliz.

Willow y yo, pareja, ¿No es absurdo?