8. Ponme a prueba

—¿Cuánto quedaaa? —preguntó Bryce desesperado.

De pronto el chico se había convertido en la Willow de cuatro años, aquella que en sus viajes en coche a la playa preguntaba a cada cinco minutos: ¿Cuánto quedaaa?

Con Bryce era incluso peor, el no dejaba ni dos minutos entre queja y queja.

Ahora entiendía las ganas de tortearme que sentían mis padres en momentos como aquellos.

—Te he dicho que queda poco, ¡No seas impaciente!

—¿¡Impaciente!? —exclamó al borde de la demencia con los ojos como platos —Dijiste un par de recados, Willow. ¿Sabes cuánto llevamos en el coche? ¡Más de hora y media!

—¡Genial! Eso significa que ya estamos por llegar —a Bryce le tembló el párpado. Me daba la impresión de que quería echarme del coche en marcha y dejarme allí tirada. —¡Mira a la carretera, irresponsable! —le regañé, arriesgándome a acabar con su paciencia.

Sospecho que si guardó silencio fue porque a las mujeres no estaba bien visto pegarles.

—¡PARA! —exclamé.

Él pegó un respingo en su asiento y no dio un volantazo de milagro.

—Espérame aquí. No te muevas. Tardo cinco minutos —ordené señalándole con mi dedo índice.

Bajé del coche sin dar más explicaciones, ya que si lo hacía corría el riesgo de morir asesinada por mi exnovio.

Fue algo automático, en cuánto entré al centro comercial, me puse del mejor de los humores. Era como volver a mi hábitat natural.

Crucé frente a varios escaparates. Mi atención amenazó con desviarse del objetivo con cada tienda que cruzábamos, pero hice un gran esfuerzo por mantener mi mente fría y ajena a todos los carteles de rebaja hasta llegar a la tienda que buscaba.

Era de cosméticos. La única en toda la ciudad que tenía mi tono exacto en base y corrector. Estaba acostumbrada a venir aquí, por lo que en menos de cinco minutos ya había agarrado lo que necesitaba y me dirigía a la caja dispuesta a pagar los altos costes del producto.

El camino de vuelta lo hice corriendo, ya que hacia tiempo que habían finalizado los cinco minutos que le pedí a Bryce y corría el riesgo de ser abandonada en un pueblo desconocido.

Alcance la calle y suspiré de alivio al comprobar que el coche permanecía allí.

Volví a ocupar mi asiento y encendí el GPS de vuelta. Bryce reconoció el trayecto y pareció entenderlo todo. Me miró con notable enfado.

—Willow —mencionó lentamente, como reuniendo paciencia.

—¿Mmh? —respondí evitando su mirada a toda costa.

—¿Hemos venido hasta aquí solo para que compres alguna de tus cosas innecesarias de consumista compulsiva?

Su tono neutral me daba verdadero terror. Más si pronunciaba cada palabra con tanto detenimiento.

—¿Como dices? —me hice la desentendida.

—No rehuyas mi mirada, Willow.

Me tomó del mentón y me obligo a girar la cabeza hasta encontrar mis ojos.

—Contesta —insistió con una calma preocupante.

—¡No es innecesaria! —acabé cediendo, preparada para excusarme y defenderme de todo lo que me viniera encima.

Bryce abandonó toda tranquilidad en su rostro y se mostró sorprendido, a la vez que indignado, que furioso y que muchas otras cosas que no pude detectar.

—¡No me lo puedo creer!

—Pero no te enfades... Ahora te quiero un poquito más —dije a modo de premio consuelo con una sonrisa inocente.

—¿Cual es el segundo recado? Porque si implica conducir otras dos horas para que tú compres un pintauñas, creo que me conviene mas dejarte aquí a que hagas autostop.

—¡No serías capaz! —me ofendí.

—Ponme a prueba —me retó de vuelta.

—No es necesario, de igual modo este segundo recado si es importante.

—¿Y me dirás que es?

—Tú conduce, que ya discutiremos sobre eso más tarde —le resté importancia.

Me examinó con desconfianza, pero finalmente accedió.

Condujimos en silencio hasta que se me pasó el cabreo y decidió perdonarme.

—Hoy es la fiesta, si todo sale bien, recuperaremos esa popularidad dela que hablas —intentó parecer despreocupado —¿Qué le sigue? Por qué me dijiste que el plan no acababa ahí, ¿Verdad?

—Mira, Bryce... —suspiré para sonar indecisa y que no notará que había ensayado está conversación frente al espejo unas once veces —no te diré cómo, pero sé que tu padre y tú habéis tenido problemas en lo que a trabajo se refiere. Se de la existencia de una nueva candidata al puesto de presidenta, puesto que ahora es de tu padre y imagino que pensaba cederte pronto.

—¿Cómo has...?

—Déjame acabar. Te ayudaré con Wanda, ¿De acuerdo? Aunque no lo parezca, sí que se algo sobre política. Pero a cambio tú tendrás que mover tus hilos como bien sabes para que las puertas de la moda vuelvan a abrirse para mí.

Bryce quedó perplejo, como si no esperase que yo averiguara tanto sobre su situación.

—S- Supongo —titubeó con la vista clavada en sus nudillos sobre el volante.

—Bien.

—Bien.

Y así, señores y señoras, es como Willow Lewis dió un exitoso inicio a la fase dos del plan.

Pero no del plan, sino de su plan.

Entonces mi móvil vibró, y eso, teniendo en cuenta lo sola que estaba, solo podía significar dos cosas:

A) Me estaba quedando sin batería.

B) W me había vuelto a escribir.

Y la respuesta correcta es... Redoble de tambores por favor...

¡B: W me había vuelto a escribir!

Me volví pálida como un folio y agarré el teléfono que reposaba sobre el muslo de Bryce.

~Wynn
¿Te pasas hoy por mi apartamento? Tenemos que aclarar un par de cosas.
13:49

¿Es posible que le hubiera dado tiempo a leer la notificación?

—¿Quién es Wynn? —confirmó mis sospechas.

Quería inventar algo, pero me había quedado tan en blanco como mi rostro.

—Un amigo —contesté con una despreocupación fingida.

—¿Y que quería ese amigo de tí? —se interesó haciendo especial énfasis en la palabra "amigo".

—Mi respuesta puede variar en función de si has leído o no el mensaje.

—Lo he leído, Willow, claro que lo he leído —bufó.

—Entonces ya lo sabes.

—¿Porque te pide que vayas a su apartamento? ¿Qué tenéis que aclarar? Creí que ya no tenías amigos.

—¿Puedes salir del papel de novio celoso por unos minutos? Vas con tres años de retardo. Por favor y gracias.

—Responde.

—Wynn es ese segundo recado del que te hablé. Quiero hacerle una visita rápida.

Bryce negó con la cabeza.

—No. De ningún modo.

—¿No? ¿¡Por qué no!?

—Porque es mi coche y yo decido a donde ir con él y a donde no.

—¡Pero no te cuesta nada, nos pilla de camino! —protesté.

—He dicho que no —respondió tajante.

—Dame una razón o me bajo del coche en marcha —amenacé llevando mi mano a la manilla.

—No vas a hacer eso.

—¿Que no?

Abrí la puerta lo suficiente como para que Bryce se alarmara y asomé un pié fuera para así hacerlo más creíble.

—¡WILLOW! —separó una mano del volante para tirar de mi hombro hacia atrás y colocarme en el asiento.

Cerré la puerta y me aplaudí a mí misma mentalmente.

—Una razón. Te escucho —le animé a hablar.

—¡Pues porque paso de quedarme en el coche esperándo mientras tu amiguito te baja las bragas, ¿Te parece esa una buena razón?!

Sonreí desde mi asiento y vi mi momento de atacar.

—¡Ooohh! Bryce Halton está celoso, ¿No es adorable? —comenté con voz dulce tomando su moflete entre mis dedos en un gesto típico de abuelas.

—¡No son celos, es... Es...! No tengo que darte explicaciones.

—Si no son celos me llevarás a que vea a Wynn. Prometo hacerte esperar más de diez minutos.

Bryce negó con la cabeza.

—Cinco —propuso él.

—Nueve.

—Siete.

—Ocho.

—Ocho serán. Ni uno más o prometo dejarte allí tirada...

—Haciendo autostop —cantureé con aburrimiento recordando sus palabras —lo sé, me lo has dicho ya un par de veces.

Bryce rodó los ojos.

—Así lo tendrás más presente para cuando Wynn se baje el pantalón.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top