6. Ir a por todas

Bryce me sacó el chaleco en un rápido movimiento y me observó para no perder detalle de mi cuerpo. Sus ahora oscurecidos ojos estaban examinándome, pero esto no me hizo sentir incómoda. Paseaba su mirada por mi torso, una mirada cargada de asombro, de contemplación, de deseo.

Lo saqué de su ensueño con un nuevo beso, uno en el que aproveché para maniobrar con el cierre de su pantalón hasta desabrocharlo.

Colocó su mano sobre la mía para reclamar mi atención.

—¿Segura? —preguntó con expectación mientras su pecho subía y bajaba bruscamente.

Segura... ¿Lo estaba?

—Solo un polvo rápido, para matar las ganas. Luego lo olvidaremos y continuaremos odiándonos —propuse con impaciencia, casi en un ruego, a lo que el sonrió muy de acuerdo con la idea.

La perversión invadió su rostro y supe que no perdería el tiempo. Remangó mi falda hasta fruncirla por encima de mis muslos, consiguiendo así un mejor acceso a la zona entre mis piernas. Entonces el pequeño gran Bryce asomó de su escondite bajo la tela de su bóxer y buscó encajarse rápidamente en mi zona.

Repartió suaves caricias sobre mi vientre mientras me penetraba. Una vez dentro, las cursilerías cesaron para dar lugar a las bruscas embestidas, esas que conseguían nublarme por completo la cabeza, que conseguían hacerme enloquecer.

El jadeaba, yo gemía, nuestros cuerpos chocaban con sonoridad y antes de poder darme cuenta había llegado al orgasmo. Bryce, ante la ausencia de preservativo, se vio forzado a terminar fuera.

Nunca dejaría de sorprenderme lo rápido que acababa todo con él, sensaciones tan efímeras como intensas que hacían crecer mi extraño y tóxico afecto hacia Bryce, y puede que no me refiriera solo al sexo.

Se tumbó junto a mí con una sonrisa satisfecha. Fijamos la vista en el techo, tomando grandes bocanadas de aire para recuperar el aliento. Entonces volví a la realidad.

Me incorporé y bajé al suelo de un salto. Sin atreverme a voltear a ver a Bryce, me vestí el chaleco y recogí mis zapatos del suelo. Me colgué el bolso al hombro, peiné mi pelo con mis dedos y me alejé de allí tan rápido como pude.

Mierda. Mierda. Mierda. Mierda.

No acababa de acostarme con mi ex, no lo acababa de hacer.

—¡Willow! —me interceptaron a pocos metros de la salida —¿Ya te vas, querida?

Mierda otra vez.

Contemplé en silencio al señor Halton, quién al ver mis pintas, el alboroto de mi pelo y mi cara de horror, pareció entender a la perfección lo que había sucedido.

—Un placer —me apresuré a despedirme con las mejillas encendidas antes de salir por patas de aquella casa.

Ya en la calle me calcé los tacones y pensé a donde ir. Debía volver a casa, pero sabía que mi madre me esperaría allí y ella era la ultima persona a la que me aparecía ver en aquel momento. Por lo que acabé decantándome por entrar al bar de copas más cercano y pedir una ronda tras otra, para así al menos olvidar el caos que era mi vida por un finito periodo tiempo.

Necesitaba un respiro. Un respiro y mucho alcohol.

Entré al local y me mezclé con el bullicio. Me aproximé a la barra, pedí su bebida mas fuerte y... a partid de ese momento los recuerdos son borrosos.

Me levanté ya en mi habitación, con los pies el la almohada y la cabeza colgando de la cama. Tenía una horrible jaqueca.

Despegué los párpados con pereza y el rosa fucsia de las paredes no tardó en irritar mis ojos hasta el punto de considerar si sacarmelos con un sacacorchos me valdría la pena. Si me encontrara con la Willow de hace diez años, la que decidió que el rosa se vería bien en su habitación, la extrangularía sin pensármelo dos veces.

Le hubiera hecho un gran favor.

Me llevé más manos a los ojos, agonizando.

Este era tan solo uno de los cientos de motivos por los que buscaba independizarme cuanto antes. Desde el divorcio de mis padres, el ambiente en la casa era radiactivo. Yo no soportaba a mi madre y ella no me soportaba a mí. Ni si quiera recuerdo el motivo por el que empezaron las discusiones, pero eso ya da igual porque la relación está demasiado rota como para perdonar.

Algo vibró sobre la silla. Ignorando el repentino mareo causado al incorporarme, obligué a mi cuerpo a levantarse y caminar hacia el sonido. Provenía del interior de mi bolso. Era mi móvil, ese rectángulo de metal que desde que el mundo comenzó a ignorarme no solía encender.

Agarré el aparato y mi atención se posó sobre las notificaciones.

No la de "poca batería, ponga su teléfono a cargar", si no las otras, las que sí me interesaban.

Tres mensajes, ayer.

~W

¿Las tienes ya?
22:09

Necesito que contestes, Lewis. Espero que no te estés echando atrás.
23:28

Nos quedamos sin tiempo, contesta rápido Lewis, o di adiós a tu futuro sobre la pasarela.
23:56

Mierda. Soy una puta irresponsable.

Tragué saliva y pensé en alguna excusa.

Escribí y borré el mensaje varias veces, hasta que por fin me decidí a enviar la frase que confirmaba mi interés en colaborar.

Esto solo podía acabar de dos maneras: o muy bien, o catastróficamente mal.

Pero cuando era mi futuro lo que estaba en juego... Tenía que arriesgar e ir a por todas sin importar los riesgos, ¿Cierto?

—¡WILLOW! —vociferó mi madre desde la otra punta de la casa —¡TIENES VISITA!

Tiré el móvil sobre el colchón, me arreglé el pelo con los dedos en un par de gestos rápidos, y corrí hacia la entrada de la casa como si de Usain Bolt se tratase.

Al abrir la puerta y toparme de sorpresa con su cara, no pude no sonreír.

—¿Que hay, Lewis? —saludó una voz conocida frente a mí.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top