La joven, tomó su teléfono móvil y fue corriendo hacia la habitación más alejada para esconderse de su pareja. Abrió el teléfono y marcó al único número que sabía estaba siempre disponible para ella.

Al otro lado de la línea, el sonido del móvil resonó en la habitación masculina y el hombre se despertó para contestar la llamada. Cuando la muchacha escuchó su voz, ella habló:

—Darrell, tu hermano se ha vuelto loco, tengo miedo que me mate, ven por favor.

—Quédate donde estás, iré pronto —le contestó, tranquilizándola mientras buscaba la ropa para vestirse.

—Por favor, apúrate —le dijo llorando y en un susurro a través del teléfono móvil.

—¿Dónde te metiste pequeña zorra? ¡Contéstame! —gritaba mientras abría cada puerta—, ¡aquí estás! ¿¡Por qué carajo no me contestabas!? —le gritó enfurecido cuando la tuvo frente a él.

—Evan —le dijo y vio que la apuntaba con un arma.

—Debí darte un buen escarmiento cuando tuve la oportunidad, ahora sabrás bien que conmigo no puedes joder —le dijo sacando el seguro del revólver.

Tabatha se había quedado de piedra cuando escuchó el sonido sordo de la traba de seguridad y rogó porque su pareja no la asesinara. El miedo la había embargado y paralizado, no sabía qué hacer, no podía reaccionar ante aquella situación extrema. Solo esperaba que Evan no tuviera el coraje para gatillarle.

—Evan —le habló, sintiendo su propia voz quebradiza—, no hagas una locura, no entiendo lo que he hecho mal.

—Todo lo haces mal, empezando por lo torpe que eres preparando el desayuno, planchas muy mal mi ropa, e incluso eres una frígida en la cama, ni siquiera sabes cómo complacer a un hombre, te quedas inmóvil, es como si te daría asco.

—Tú quieres todo rápido.

—Así es el sexo, rápido, tú haces que salga lo peor de mí, porque ni siquiera te pones como quiero cuando te toco.

—Tú eres bruto conmigo, siempre me dices algo hiriente, pongo todo lo mejor de mí y tú ni siquiera valoras mi esfuerzo.

—No valoro tu esfuerzo porque por más que lo intentes una y otra vez siempre harás algo mal y sabes que no tolero un error tuyo —le exclamó con furia y sus ojos inyectados de sangre.

Comenzaron a forcejear, ella para quitarle el arma y él queriendo dispararle. La fuerza que él ejercía dejaba a Tabatha indefensa. La hizo caer de espaldas al suelo y cuando la tuvo allí sin que ella pudiera tomar ventaja para levantarse y correr, se acercó y la golpeó de lleno en su cara, le hizo sangrar el labio, y aprovechó la situación para sujetarla de las muñecas e intentar abusar de ella.

—Aprenderás a respetarme como es debido, zorrita.

—Evan —le respondió desorientada por el golpe y esperando que su cuñado viniera pronto, muy pronto—, no hagas algo de lo que puedas arrepentirte luego —le dijo sintiendo arder su cara por el golpe y doliéndole cuando intentaba hablar.

—¿Arrepentirme? Yo no me arrepiento de nada —le dijo entre dientes y cerca de su cara mientras que con su otra mano intentaba bajarle la tanga.

Luego de unos segundos, Tabatha no sintió ningún peso encima de ella. Alguien había entrado a la casa.

—¿Qué mierda haces Evan? ¿Te has vuelto loco o qué? —le preguntó y directamente le dio un golpe en su rostro y Evan cayó de bruces contra el piso.

—Tabatha, ¿me escuchas?

—¿Darrell?

—Sí, ya todo pasó Tabatha —le dijo levantándola en sus brazos—, no intentes dormirte, ¿me escuchaste? ¡No te duermas! —le gritó desesperado mirándola con atención.

Salieron de la casa y la metió dentro de su camioneta, le abrochó el cinturón de seguridad y él se metió del lado del conductor. Encendió el motor y arrancó rechinando las llantas a toda velocidad.

—Tabatha, no te duermas, por favor —le dijo acariciando su pelo—, si me escuchas, aprieta mi mano —le dijo tomando su mano y ella se la apretó—, buena chica, sigue apretando mi mano hasta que lleguemos.

Llegaron pronto al hospital, estacionó y se bajó rápidamente de la camioneta, abrió la puerta del acompañante y sacó el cinturón de seguridad. La levantó en sus brazos y entraron. La atendieron de inmediato, a ella la llevaron a un cuarto mientras él hacia los papeles.