Capítulo 6

Cuando el arquitecto escuchó la voz del otro lado de la línea, supo que era el hombre con el que una vez entabló una conversación sobre el proyecto que él había diseñado.

—Buenas tardes, ¿señor Rossdale? —preguntó el hombre con dudas.

—Buenas tardes, sí, habla él, señor Hernández.

—Vaya, no creí que recordara mi apellido. En ese caso, recuerda la conversación que tuvimos también.

—Así es.

Darrell de pronto se sintió nervioso.

—En ese caso, le paso a comentar el motivo de mi llamada, lo felicito, el proyecto que ha diseñado para el complejo hotelero ha tenido una gran aceptación, era lo que estábamos buscando. Queremos una persona innovadora y con grandes ideas y sobre todo, dispuesto a trabajar en este proyecto.

—Se lo agradezco mucho, señor Hernández.

—Al contrario, los agradecidos somos nosotros que ha realizado un diseño perfecto e ideal para el complejo.

—Muchas gracias de verdad —le respondió Darrell demasiado contento.

—La oferta es la siguiente; debería trasladarse aquí, de aceptar el trabajo, el sueldo es de cincuenta mil dólares al mes, la renta de la casa y el auto, lo costearán la empresa misma. Ya tenemos asignado el lugar en el que podrá instalarse. La condición es que esté casado ya que el barrio en el que vivirá es privado, muy prestigioso y modesto. Dígame, ¿está casado?

—No —le contestó el hombre y quedó sorprendido ante todo lo que uno de los dueños del complejo hotelero le había dicho.

—Supongo que tiene novia.

—Así es, señor Hernández.

—Pues entonces lo que le quedaría por resolver son los papeles de matrimonio —le comentó con una pequeña risa para que al arquitecto no le cayera tan seria la condición que le había exigido.

—Si me lo permite, me gustaría pensarlo, señor Hernández —acotó sin saber qué más decirle.

—Por supuesto, aunque sé que es muy apresurado lo que le comenté pero lo necesitaríamos en México dentro de veinte días.

—Por lo menos, si no se ofende, déjeme una semana para pensarlo, por favor. Esto se lo debe comunicar a mi pareja y su condición fue bastante sorpresiva.

—Lo entiendo, señor Rossdale. Y no se preocupe, le concederé la semana para que pueda pensarlo bien y comentárselo a su novia también.

—Gracias. Yo lo llamaré dentro de una semana, ¿le parece bien?

—Perfecto. Hasta pronto.

—Hasta luego, señor.

Una vez que Darrell colgó el auricular contra el teléfono, se recostó contra el respaldo del sillón giratorio y cerró los ojos un instante. Aquel día decidió que era mejor quedarse en su departamento, sin molestar a Tabatha y tampoco quería preocuparla y sobre todo, asustarla con lo que había hablado con el dueño del complejo.

Cuando llegó a su piso y se cambió de ropa por otra más cómoda, su teléfono móvil comenzó a sonar, era Tabatha.

—Hola Darrell, ¿todo bien?

—Hola Tabatha, sí. ¿Tú cómo estás?

—Bien, ¿no vienes a cenar? —le preguntó queriendo saber.

—Hoy no, linda. Mañana nos veremos.

—¿De verdad te encuentras bien? Te siento preocupado.

—Sí, Taby. Estoy bien, solo cansado por eso no fui a tu casa, prefiero descansar si no te enojas.

Tabatha quedó desconcertada ante la respuesta de él.

—No tengo porqué enojarme por algo que quieres hacer, es mejor que descanses. Nos veremos mañana para la cita —le expresó sintiéndose de repente contenta y ansiosa.

—Gracias, preciosa. Hasta mañana.

—Buenas noches, Darrell.

El sábado por la noche, el arquitecto pasó a buscar a Tabatha para ir a cenar, pero en la cita, él no estaba del todo cómodo y lo peor es que no podía disimular mucho la cara de preocupación que tenía.

––Darrell, ¿te encuentras bien? ––le preguntó con suma preocupación mientras fruncía el ceño.

—Sí, Tabatha, no te preocupes por mí.

—Me preocupo porque te siento afligido con algo y veo tu rostro. ¿Quieres que nos vayamos? ¿Hice algo que te molestó? —le inquirió ella sin saber qué más decirle.

El hombre solo se rio ante aquella pregunta y sin que ella se lo propusiera, le cambió el humor.

—Tabatha no has hecho nada malo, ¿por qué me preguntas algo así? —le cuestionó algo indignado.

—No lo sé, te veo así y creo que hice algo indebido —le contestó tragando saliva.

—Tú no has hecho nada Tabatha, son cosas que me sucedieron, que no tienen nada que ver contigo.

—¿Puedes contármelas? —formuló con interés.

—¿No prefieres cenar primero? Yo sí.

—¿Es algo muy malo?

—No, aunque no sé cómo te sentirás tú —le respondió, acercándose a ella para darle un beso en la mejilla.

Ante aquel acto por parte de Darrell, Tabatha terminó por ponerse muy nerviosa.

—¿Cómo me sentiré sobre qué? —inquirió con el ceño fruncido mientras lo miraba a los ojos.

Cuando Darrell estuvo a punto de contarle lo sucedido, llegó el mozo para traerles las cartas y apenas se fue, ella volvió a mirarlo a los ojos para que le dijera lo que estaba pasando.

—¿Te acuerdas que en algún momento te conté sobre un plano que diseñé y envié a un grupo de dueños que tenían la intención de construír un complejo hotelero?

—Sí, me acuerdo de eso.

—Resulta que ayer uno de los dueños, con el cual ya tuve un par de conversaciones anteriores, me llamó para avisarme que aceptaron el diseño.

—Eso es muy bueno, Darrell —le dijo con alegría.

—Es muy bueno como dices pero el proyecto del que te hablo no está aquí —le contestó intentando no ponerla nerviosa.

—¿En dónde es entonces? —le inquirió intrigada.

—Costalegre, México.

Tabatha tragó saliva porque haberle dicho aquello fue como perder toda ilusión que podría llegar a aspirar con él.

—Supongo que tienes que viajar allí, ¿verdad? —le formuló con dudas.

—Sí, tendré que viajar pero por tiempo indefinido.

—Siempre has querido destacarte en tu oficio y debes seguir tus sueños Darrell. Ahora se te presenta esta oportunidad, aceptaron tu diseño, no puedes desaprovechar lo que te están ofreciendo. Si te estás poniendo así —le dijo al verle las expresiones de su cara—, no te debes preocupar por mí. Ninguno de los dos sabía con certeza si te iban a aceptar el diseño o no y tampoco tienes que truncar algo tuyo por mí. Somos grandes como para no esperar por el otro —le contestó entre risas.

—En eso tienes toda la razón —le respondió sin saber qué más decirle, aunque sabía bien que debía contarle el requisito primordial que debía tener para poder viajar si quería que su diseño se construyera.

—Solo quiero que el día que te enamores de alguien más, me lo digas, ni tú y tampoco yo estamos atados al otro y a veces las relaciones a la distancia no se mantienen.

Aunque en parte tenía razón Tabatha, para Darrell no era así como ella pensaba, porque la quería de verdad y sin dudas, sin mentiras y quería que la mujer creyera en él y en darle una vida que se merecía tener.

—Me dices estas cosas como si en verdad crees que me atreveré a conocer a alguien aparte de ti —le contestó frunciendo el ceño mientras la miraba con atención.

—¿Acaso no es verdad? —le cuestionó—, todo es efímero en esta vida y el amor a distancia rara vez perdura.

Darrell quedó de piedra cuando le confesó aquello y estaba seguro que solo lo decía por todas las cosas por las que seguramente habría pasado con el dichoso de su expareja. Casi lo saca a relucir en la conversación, solo para basurearlo pero se contuvo e intentó no preocuparla más de lo que ya estaba.

—No es verdad, lo lamento pero no lo es —le emitió poniéndose algo serio porque en parte se sintió afectado por lo que la joven le había dicho—. Me gustaste desde que te conocí y con el pasar del tiempo terminé enamorado de ti, así que sí, para mí es duradero el amor que siento por ti, Tabatha y de la única manera que tengo posibilidad de ir a México es respetando el requisito que me piden tener para poder instalarme allí.

La muchacha no le habló, pero intuyó algo que él quería decirle y por miedo no lo hacía, por lo que enseguida terminó por ponerse nerviosa.

—¿Cuál es ese requisito? —le interrogó tragando saliva con dificultad.

—Si tomo ese avión, será ya casado contigo —le confesó sin darle vueltas al asunto.

Tabatha quedó estupefacta.   

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