Capítulo 4
Tabatha salió de la cama, cuando él cortó la llamada, y quedó pensando en aquella conversación. Nunca lo hubiera imaginado de él, que estaba prendado de ella y la noticia la había tomado por sorpresa. No sabía cómo reaccionar o qué decir y pensó en todas las palabras que ella le había dicho a él, para que se animara a decirle a aquella chica que gustaba de ella, y fue ella aquella chica de la cual Darrell gustaba o posiblemente, estaba enamorado.
La joven, al levantarse, se puso una bata de algodón, y salió de la habitación, entró a la cocina para calentar el café que había hecho y esperarlo. Iba a ser una noche muy larga e intensa de sentimientos, sentimientos que Tabatha por el momento no podía entregarle a Darrell.
Si lo rechazaba, iba a ser esa cobarde de la que ella le habló en el momento en que él le dijo sobre la chica, una chica que para la joven era otra y que para Darrell era, sencillamente Tabatha, su excuñada. Y si lo rechazaba, iba a sentirse entre culpable y apenada, porque sabía muy bien la clase de hombre que era y que siempre fue con ella. Estaba para ella y no se negaba a nada que ella le pidiera y eso le daba a entender a Tabatha que la quería de verdad, quizá en un sentido figurado, pero jamás habría pensado que la quería porque estaba enamorado de ella.
Unos veinticinco minutos después, Darrell golpeó la puerta y ella se acercó a abrirle, no sin antes mirar por la mirilla.
Se miraron y no se dijeron nada, ella abrió más la puerta y él entró. El ambiente estaba tenso y se respiraba incomodidad y nervios, sobre todo, por parte de la muchacha. Darrell la siguió a la cocina, y dispuso dos tazas para el café.
—Estás muy chica para tomar café.
—¿En serio me lo dices? Cuando me besaste y me confesaste que gustabas de mí. Me parece que me merezco tomar una taza de café.
—Es muy diferente lo que te hice con tomar café.
—Lo que hiciste fue desmoronarme toda.
Él se rio a carcajadas y la miró, la cara de la joven no fue de gracia, Darrell se puso serio y dejó de hablar.
Ella se sentó frente a él, y quedaron callados e incómodos. Tabatha tenía sentimientos encontrados, y estaba con unas tremendas dudas con respecto a tener una relación amorosa con su excuñado. Porque era el hermano de su expareja y tenía miedo de que Darrell resultara ser igual o peor que su hermano.
Fue el hombre quien habló:
—Creo que no hay nada que aclarar, ¿o eso crees tú?
—Dímelo tú, estoy falta de ideas y de porqués. Me quedé sorprendida cuando me confesarte que era yo, esa mujer de la cual estabas interesado.
—¿Por qué te sorprendió? Si para mí, tú eres increíble.
—Hay miles de mujeres sin problemas y sin un caso como el mío. Aparte, está el hecho de que eres mi cuñado.
—No Tabatha, no soy más tu cuñado, te había dicho antes que dejé de serlo cuando mi hermano te insultó y levantó la mano. ¿Por qué no dejamos que esto fluya?
—Porque no es fácil para mí, Darrell, he salido de una horrible relación, no quiero volver a pasar por lo mismo.
—Ni siquiera me conoces cómo podría llegar a ser como pareja, ¿y ya sacas tus propias conclusiones?
Tabatha quedó callada, y él tenía toda la razón, no lo conocía como pareja y no podía decir algo si no sabía cómo se comportaba él estando de novio. Para Darrell había dejado de ser su cuñada desde el momento en que Evan la denigró como mujer y ya no podía ocultar más lo que sentía por ella.
—¿Estás feliz de saber que estoy libre? —le preguntó ella mirándolo a los ojos.
—¿Acaso tú no estás feliz de saber que no vives más con un golpeador? —le inquirió manteniendo la mirada.
—Sí, estoy feliz, me siento tranquila, y duermo tranquila también.
—¿Y no crees que te mereces una segunda oportunidad? ¿No crees que mereces que te amen y que ames de verdad? —le inquirió mientras le sostenía la mirada.
—Me cuesta empezar una relación otra vez, ¿lo entiendes, no? Tengo miedos y dudas.
—A todos nos cuesta comenzar una nueva relación, más si alguna de ellas fue como ambos sabemos que fue, pero no es imposible, sé tus miedos y tus dudas pero no puedes pasarte la vida sin alguien a tu lado, no te mereces estar sola.
—En estos momentos, sabiendo que ahora me doy cuenta que no necesito de un hombre para hacer las cosas, dudo si no es mejor estar sola.
—No puedes decirme eso, Tabatha. No estoy en desacuerdo contigo, porque hay muchas mujeres y muchos hombres que viven solos y son felices, pero a veces es bueno tener a un hombre contigo para hacer la parte fuerte de cualquier cosa, la casa, llevar peso, etc.
—Si así lo planteas, entonces cuando deba hacer algo así, te llamaré —le dijo casi en risitas.
—¿Qué es a lo que le tienes miedo en una nueva relación? Quiero saberlo, porque sé que lo que piensas es muy diferente a lo que me dices.
—Tengo miedo que termines por controlarme, o termines por no darme el espacio que necesito tener, no quiero volver a eso, no quiero dejar de ser lo que ves como soy de carácter y personalidad. Si terminas resultando ser igual o peor a tu hermano, jamás podré volver a confiar en un hombre.
—Ese monstruo no es mi hermano.
—Aunque me lo digas, sé que te duele que haya resultado ser así. Me imagino cómo debe de estar tu madre con esto.
—No entiende muchas cosas, pero le estoy contando de a poco cómo surgieron los problemas de Evan, tanto laborales como contigo.
—No entiendo, ¿recién ahora se lo has dicho?
—Ahora no, pero tampoco hace mucho que lo sabe.
—¿Por qué no se lo dijiste cuando todo pasó?
—No era lo debido, nuestra madre siempre lidió con él y sus problemas, desde chico era rebelde.
—No parecía el mismo cuando lo conocí.
Tabatha se quedó pensando en el momento en que lo había conocido hasta el día en que resultó ser un hombre despreciable, las cosas habían cambiado mucho desde entonces y todo se había vuelto un caos. Y no pudo evitar recordar las de cosas que le había hecho de puertas adentro. Sin poder sostener las lágrimas, éstas salieron sin ser derramadas.
—Tabatha —la llamó Darrell—, ¿me oyes? —le volvió a decir, y comprobó que estaba a punto de llorar porque algo había recordado—. ¡Tabatha! —le gritó para que reaccionara.
—¡¿Qué?! —le gritó ella también, saliendo de aquel recuerdo.
—Quedaste abstraída de lo que te decía y por eso te grité, lo siento.
—Perdón, no quise hacerlo, pero... empecé a recordar algunas cosas.
—Lo supuse, ¿no quieres contarme?
Ella negó con la cabeza.
—Perdón, pero no tengo ganas de hablar sobre eso ahora. Estoy intentando dejar esas cosas atrás y poder mirar para adelante.
—¿Y por qué no dejas que las cosas fluyan entre nosotros?
Allí radicaba el problema, Tabatha no estaba segura de dejar que las cosas fluyeran entre ellos, se sentiría asfixiada de saber que volvía a una relación con un hombre controlador y golpeador y no se iba a permitir que le pasara lo mismo de nuevo.
—Darrell... no sé si las cosas funcionarán entre nosotros, me sentiría una fracasada si volvería a caer en lo mismo.
El hombre la miró con atención, pensó cada palabra que ella le había dicho y terminó por fruncir el ceño cuando supo de lo que estaba hablando.
—¿Me consideras igual que ese monstruo? —le preguntó sorprendido y ella no supo cómo reaccionar.
—Si lo hubiera pensado, jamás habría dejado que te acercaras a mí, incluso un monstruo no hace las cosas que tú hiciste por mí. La cuestión aquí, es la incertidumbre de todavía no saber cómo eres tú en una relación.
—Me dijiste una vez que confiabas en mí desde la primera vez que estuve allí para ti y me lo acabas de repetir, pues ahora te digo que tienes que confiar en mí nuevamente si quieres saber cómo soy en una relación amorosa, Tabatha.
La joven quedó sin palabras, pero intentó hablarle:
—Yo... Darrell, no...
—Tabatha —le dijo sujetando su mano con la suya—, te vi en tu peor momento, ¿no te parece que eso cuenta en una relación?
—A veces no pasa por si me has visto en mi peor momento, a veces es porque me cuesta volver a confiar en un hombre.
—¿No me acabas de decir que confías en mí, Tabatha? Si me aceptas y en algún momento, crees que soy un mal hombre contigo, me lo dices, y desaparezco de tu vida para siempre, así de simple. Porque prefiero eso, antes que lastimarte.
La muchacha lo miró con atención absoluta, en verdad confiaba en él y sentía sus palabras con sinceridad. Una sinceridad que siempre le había faltado a Evan desde, quizá, la primera vez que se habían conocido.
—Está bien, acepto lo que me propones pero sabes bien como estoy de ánimos, si bien estoy mejor, tampoco quiero que todo sea rápido, ya lo pasé y por mi decisión precipitada, la erré feo y no quiero que se vuelva a repetir, así qué, te pido por favor que me tengas paciencia Darrell.
—Lo que sea por ti, no tienes idea de lo paciente que puedo llegar a ser y más si eres tú la mujer por lo cual tengo que ser paciente.
—Es muy lindo lo que me has dicho Darrell, solo espero no estar haciendo otra equivocación.
—Te aseguro que no Taby. No te arrepentirás jamás de esto, sé tus miedos y dudas, y trataré de hacerte feliz.
Darrell tomó la mano femenina y se la llevó a los labios para besarla. Aquel simple acto, hizo que Tabatha se sintiera querida, pensando que a alguien de verdad le importaba ella y le sonrió de tal manera al hombre, que éste aparte de devolverle la sonrisa, le dio un beso en la frente.
La muchacha se sorprendió ante el detalle que le había hecho, dejándola desconcertada, pero afectada también. Sonrió y arrugó el entrecejo a punto de llorar. Ambos se miraron a los ojos.
—¿Por qué lo has hecho? —le preguntó ella.
—Porque lo quise hacer, porque no quiero verte más sufrir o que estés triste, me importas de verdad, Tabatha.
—Eres un buen hombre, Darrell. Si te habría elegido de un principio, las cosas hubieran sido muy diferentes.
—¿Te culpas por la decisión que tomaste antes? Ni siquiera tú sabías cómo iban a ser las cosas con él. De todas maneras, no fue mucho tiempo el que conviviste.
—No, eso es verdad.
—Pasemos a otra cosa, ¿puedo invitarte a cenar?
—¿Invitarme a cenar? —le preguntó sorprendida.
—Sí, mañana o el sábado, pero si crees que es muy apresurado, podemos dejarlo para la próxima semana.
—No, no es eso. Me sorprendió que me invitaras.
—¿Acaso no puedo invitarte a cenar?
—Sí, claro que sí, y acepto.
—¿Quieres el sábado para que te quedes más tranquila?
—De acuerdo. Me parece bien el sábado.
—Perfecto —le respondió y miró su reloj pulsera—, creo que me iré, te dejaré descansar. Nos vemos pasado mañana.
—Hasta el sábado.
Antes de que Tabatha le abriera la puerta, él se inclinó a ella y la volvió a besar. Ésta vez, un corto pero bonito beso.
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