Capítulo 2

Terminó de almorzar y luego de juntar y acomodar todo, se vistió un poco más presentable de cómo estaba. Cubrió lo más que pudo los golpes de su cara con base de maquillaje y polvo volátil y, luego se aseó y se vistió. Se puso perfume, se cepilló el pelo y luego se lo ató en una coleta alta.

Tomó las llaves de la casa y salió de allí. Caminó hasta la parada de autobuses, pero una camioneta estaba siguiéndola. Creyó que alguien enviado por Evan, la estaba persiguiendo y apuró los pasos.

—¿Apurada? —le preguntó el conductor.

—No creí que fueras tú —le respondió, calmando su respiración—, ¿qué haces aquí?

—Estoy en horario de almuerzo, ¿cómo estás?

—Un poco mejor, ¿y tú?

—Bien, me alegra saber que estás mejor, Tabatha.

—Lo sé, Darrell y te agradezco el almuerzo que me has dejado, no tenías porqué.

—No fue nada, tómalo como una disculpa por mi parte, por las cosas que te he dicho en su momento.

—Olvidado, discúlpame también por haber sido mala contigo en decirte cosas también.

—No te preocupes, lo entiendo, ¿hacia dónde vas?

—Para la peluquería de mamá.

—Te llevo, sube —le dijo, abriéndole la puerta.

—No tienes que hacerlo.

—No me cuesta nada.

—Está bien, gracias —le dijo y ella subió cerrando la puerta una vez dentro.

Unos minutos después, la dejó en la puerta de la peluquería de su madre. Le dio las gracias, se bajó, cerró la puerta y lo saludó con la mano. Él se fue apenas ella entró al salón de belleza. Saludó a las demás y luego a su madre. La mujer la condujo hacia un rincón y le habló.

—¿Quieres empezar con lavar el pelo?

—Sí, está bien, es lo que te había pedido por teléfono.

—Cuando avances, hasta me puedes ayudar con el color.

—Está bien.

—Ponte esto, es para diferenciarse con la clientela —le contestó su madre, entregándole una chaqueta de color violeta con el logo del salón de belleza.

—De acuerdo.

—Me gusta que trabajes aquí, te tengo vigilada y eso es muy bueno —le dijo sonriéndole.

—¿Tienes miedo que haga alguna locura?

—No, pero tengo miedo que te encierres en la habitación y dentro de la casa y, no salgas más.

—Bueno, pues ya salí y estoy aquí —le dijo sonriéndole a ella.

—A trabajar, jovencita.

—Sí, jefa.

Ella se puso la chaqueta y esperó a la primera clienta para lavarse el pelo. Por haber sido el primer día de trabajo había sido bastante bueno y productivo. El sueldo lo tenía a fin de mes, pero la propina que había obtenido no estaba tan mala después de todo, guardó lo acumulado dentro de su billetera y la misma la guardó en la cartera nuevamente. Se sacó la chaqueta y se puso la que había traído. Saludó a las que se quedaron, a Lizzy y a su madre y luego se fue al terminar el horario de trabajo. Prefirió caminar y comprar algo en el supermercado para hacerse la cena. Luego del mercado, fue directamente a la casa.

—¿Darrell? ¿Qué haces aquí? —le preguntó frunciendo el ceño y sorprendiéndose de verlo allí.

—Vine a ver como estabas, creí que estabas dentro.

—Estoy bien y no, recién acabo de llegar de la peluquería y pasé por el supermercado.

—¿Tienes unos minutos?

—Sí, pasa —le dijo sacando antes la correspondencia del buzón de cartas y luego abrió la puerta de la casa para hacerlo entrar—, ¿de qué quieres hablarme?

—Necesito que te sientes.

—En serio, dímelo, tengo que preparar la cena.

—Evan abandonó el país hace tres días atrás.

—Supongo que se desligó definitivamente de mí como quería.

—Es extraño esto de mi hermano, no puedo creer todavía que haya hecho esto, no quería decírtelo tampoco, pero había perdido el trabajo, ¿lo sabías?

—Sí, lo sabía, hacia tres meses que estaba desempleado, le dije que haga cualquier cosa, inclusive fregar pisos o servir en un restaurante, pero Evan no quería esas cosas y tampoco dejaba que yo saliera a trabajar —le dijo y él con disimulo, miró las boletas a pagar y Tabatha se las sacó de la vista—, ¿café o prefieres algo fresco?

—Café estaría bien.

—Enseguida te lo hago.

—Tranquila, no tengo apuro.

—Está bien.

La joven revolvió los tomates picados y las cebollas picadas también, que se estaban cocinando para crear una salsa y la condimentó con un poco de sal y orégano. Darrell, se levantó del taburete y se acercó a su lado derecho. Metió el dedo índice dentro de la salsa y ella le dio una palmadita en su mano.

—No metas los dedos en la comida.

—Es rica la salsa que has hecho.

—No es la gran cosa.

—En mi opinión está rica, ¿qué pondrás luego?

—Pasta.

—Una de mis comidas favoritas, sobre todo, si la salsa es hecha por ti.

—¿Me estás insinuando que quieres quedarte a comer?

—¿Puedo?

—Porqué no —le respondió mientras ponía a hervir los fideos dentro de otra cacerola.

Un instante después, probó un fideo, y le hizo probar a él también uno para ver si le parecía bien que ya sacara del fuego la pasta.

—Prueba —le dijo acercándole con su mano el fideo a su boca—, ¿te parece bien que los saque?

—Creo que sí.

—Está bien.

—¿Te ayudo en algo? —le preguntó y ella lo miró extrañada.

—¿Por qué quieres ayudarme en la cocina?

—Porque te veo haciendo varias cosas a la vez y creo que necesitas una mano.

—Está bien, saca el colador de allí dentro.

—Ok, ¿y ahora?

—Y ahora siéntate.

—En serio, Tabatha, déjame ayudarte.

—¿Podrías tirar los fideos en el colador?, la cacerola me es muy pesada cuando está llena.

—Sí, no hay problema con eso —le dijo y levantó la olla como si nada.

—Gracias. Ahora, siéntate, enseguida preparo la mesa pero primero termino de hacer el café para dártelo luego de la cena.

Un tiempo posterior, la muchacha terminó de poner la mesa, luego de terminar de colar el café. Sirvió el plato del invitado, lleno, con salsa por arriba y mucho queso rallado. Sabía bien que le gustaba. Y le dejó el plato frente a sus ojos, ella se sirvió el suyo y se sentó frente a él.

—Se me hace agua la boca.

—No exageres, es solamente un simple plato de pasta con salsa de tomates.

—Ya te dije que la salsa que haces es la culpable.

—No le pongo nada raro o fuera de lo común que lleve una sencilla salsa de tomates.

—No, seguro que no, pero creo que son tus manos y la manera en cómo la haces.

—No lo sé en verdad, pero gracias igual.

—De nada —le dijo y metió un bocado más de fideos en su boca con el tenedor.

—¿Nunca te ha dicho algo? —le preguntó ella.

—No, nunca, ¿y a ti?

—Tampoco, eran muy pocas las veces que teníamos conversación entre los dos, las demás veces no me dirigía la palabra, desde que lo habían echado del trabajo cambió, no se aguantaba nada.

—No es asunto mío, ¿pero desde cuando comenzó a golpearte?

—Desde que lo echaron, pero ahora que me acuerdo bien, la primera vez fue luego de la fiesta de cumpleaños de mi mamá, porque le prestaba más atención a todos menos a él, volvimos de la fiesta, discutimos fuerte, y esa discusión llegó a las manos, casi me quiebra la muñeca izquierda de no haberle dado un golpe en sus costillas.

—Te defendiste, me acuerdo que esa noche, tuve una llamada perdida tuya.

—Sí, estaba aterrada, jamás había creído que Evan fuera capaz de maltratarme, estuve una semana entera con compresas de hielo sobre la muñeca, luego de esa noche no volvió a levantarme la mano, pero sí comenzaron los insultos y maltrato verbal, supongo que de alguna manera por haber perdido el trabajo se la desquitaba conmigo.

—Tabatha, ¿te escuchas lo que dices? ¿Crees que está bien que te golpee o te maltrate verbalmente habiendo él sido echado del trabajo?

—No, claro que no, pero me es incómodo hablar de esto frente a su hermano.

—Evan no se merece mi respeto y menos el tuyo, lo que hizo ha estado muy mal y por más que pida perdón, un golpeador jamás cambia.

—Mamá siempre me decía, Tabatha tienes veintidós recién, fíjate bien lo que harás, no es fácil llevar una relación amorosa, y es muy pronto también para que se vayan a vivir juntos, y no le hice caso, al mes estaba viviendo con él porque creí conocerlo como jamás me había pasado antes, tomé las cosas a la ligera y me salieron mal, a los dos meses de convivencia todo parecía perfecto, pero al tiempo todo cambió, y tres meses después estoy aquí sentada frente a ti, contándote todo esto de mi convivencia con tu hermano menor, porque Evan me abandonó.

—Oye, tranquila, puedes contarme lo que sea, Tabatha —le dijo posando su mano en la suya y ella la sacó de inmediato.

—Te lo agradezco, Darrell, pero tengo que librar mis batallas sola.

—Creo que no tendrías que hacer justamente eso.

—Soy mujer pero puedo arreglármelas sola sin ayuda de nadie y menos de mi cuñado.

—Soy tu excuñado, Tabatha. Pero, está bien, no te insistiré más —le dijo mientras ella se secaba las lágrimas con una servilleta de papel.

Cenaron lo que les faltaba de la pasta, y luego ella levantó las cosas para lavarlas, Darrell la ayudó a secarlas y guardarlas también. Se lo agradeció y luego puso a calentar el café nuevamente, minutos posteriores, se lo sirvió en una taza con una servilleta de papel y algunas galletas dulces.

—Oye, con el café estaba bien, recién acabo de cenar —le dijo riéndose—, ¿o quieres engordarme?

—Aunque comas en grandes cantidades siempre, no creo que engordes —le dijo riéndose por lo bajo y sutilmente.

Un poco después se fue de la casa, y se dieron las buenas noches con un beso en sus mejillas. Varios días posteriores, Tabatha entre la propina que le dejaban las mujeres a las que le lavaba el pelo, había juntado bastante como para comenzar a pagar la cuota de la hipoteca. Ese mismo día llegó una carta de aviso de desalojo por parte del banco con el cuál había puesto la casa en hipoteca y que si no pagaba todo lo que debía en una semana, la sacaban a la calle.

Entró a la casa, frustrada y suspirando por lo que le estaba pasando, cuando se despojó del abrigo y la cartera, llamó al banco diciéndoles que iba a pedir en el trabajo que le adelantaran tres sueldos para estabilizar el pago adeudado.

—Señora, el señor Rossdale ya ha pagado las deudas atrasadas, está al día con la cuota, el aviso que le llegó no lo tome en cuenta, por favor.

—Gracias.

—Gracias a usted por comunicarse, buen día.

—Buenos días.

El único que sabía de todo aquello era su excuñado. Cortó la llamada y abrió el refrigerador, sorprendiéndose de ver una cantidad de cosas que desde hacia rato solo veía en el mercado por falta de ingresos mensuales. Enfurecida se fue con un taxi hasta el estudio de arquitectura donde él trabajaba. Y cuando llegó allí, le pidió a la recepcionista que ni siquiera le avisara que ella estaba por entrar. Una vez que se apareció en la puerta de entrada de su estudio cerró la puerta de un golpe en seco.

—No hagas cosas a mis espaldas porque dejaré de hablarte, no quiero que me ayudes, no necesito tu dinero, me las puedo arreglar bien sola —le dijo muy molesta y dejando a un Darrell sorprendido por su enojo.

—Lo siento, no fue mi intención hacerlo a tus espaldas, no pensé que irías a enojarte tampoco por lo que hice.

—No tienes derecho a hacer eso, no puedes pagar cosas que no te corresponden y que encima me dejes el refrigerador lleno de alimentos. No lo hagas más porque nunca más te hablaré.

Tabatha salió de allí sin darle tiempo a Darrell a que le respondiera algo.

Dos días después de no haberlo visto y ni hablado con él, decidió que era tiempo de darle unas disculpas por lo mal que se había comportado con él. Se levantó de la cama, se dio una ducha y luego de vestirse, desayunó mientras preparaba el almuerzo para Darrell y ella, había pensado en almorzar con él, llevándole su tarta favorita, en señal de disculpas por haberse puesto tan odiosa con él. Tabatha sabía muy bien que a Darrell le encantaban las tartas y sobre todo la tarta de atún.

Una vez que la sacó del horno, la cortó en porciones grandes. Cuatro había puesto en una fuente de plástico con tapa y metió el recipiente dentro de una bolsa de madera. Las otras cuatro porciones restantes, dentro de una bandeja envuelta en una bolsa transparente que metió dentro del refrigerador. Esa tarta iba a ser su cena también. Terminó de desayunar y acomodó todo, para irse con tranquilidad al trabajo que tenía.   

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