Capítulo 19
Cuando la pareja terminó de cenar, Darrell lavó la vajilla, la secó y la guardó también.
—¿Vemos una película o ya te vas a dormir? —preguntó con curiosidad.
—Veamos la película —dijo con una sonrisa.
Mientras que él elegía una película de las que a ella le gustaban, Tabatha se había sentado en el sillón frente al televisor para quitarse las sandalias y estar más cómoda. A medida que las escenas avanzaban, la joven se estaba quedando algo dormida hasta que Darrell posó la mano en su muslo y ella abrió los ojos con asombro para mirarlo a la cara pero no le cuestionó nada. De a poco el hombre comenzó a subirla mano y la muchacha empezó a sentirse nerviosa.
—Si tienes intenciones de besarme, deberías hacerlo —le expresó con sinceridad.
—¿Por qué crees que te besaré? —cuestionó casi con risitas.
—Estás intentando tocarme, supongo que vas a besarme también —respondió entre cohibida y decidida en sus palabras.
—Puedo tocarte pero no besarte —rio por lo bajo.
—Pero me gusta demasiado cuando me besas —le confesó con honestidad.
El hombre sonrió al escuchar aquellas palabras pero sin mirarla todavía. Tabatha quedó aún más desconcertada que antes. No sabía y tampoco se le ocurría lo que él iría a hacer a continuación y se sentía con una incertidumbre que la estaba poniendo cada vez más expectante. El sueño se le había ido casi por completo y se mantenía observando la película al igual que su marido. El arquitecto pasó un brazo por los hombros femeninos y ella se acercó más a su cuerpo.
La joven no esperó tanto tiempo, con espontaneidad se acercó más a él y le depositó un beso en sus labios sin que lo sujetara de las mejillas, se separó de su rostro y se miraron a los ojos al tiempo que sonreían ambos. Ella volvió a sentarse a su lado y entrelazó su mano con la del hombre que colgaba de su hombro. Cuando la película terminó, decidieron ir a dormir.
El martes por la tarde recrearon en un parque que Darrell había buscando el día anterior por internet, el primer día en que se habían conocido y entre risas y charlas almorzaron en un banco del parque mientras él dibujaba y ella miraba cómo lo hacía.
El miércoles era el último día de la luna de miel y día en donde el hombre recibió la llamada del dueño del complejo hotelero para arreglar los detalles para el siguiente día en donde comenzaría atrabajar y aunque Tabatha sabía que tenía que estar conversando por teléfono con el hombre, aprovechó en desnudarse frente a él porque creía que luego cuando empezara a trabajar no podía distraerlo.
El arquitecto quedó de piedra cuando la vio con la ropa interior y de pie frente a él mientras estaba sentado en el sillón de la sala de estar. Su marido la miró a los ojos y ella le sonrió, intentó concentrarse en la charla con el dueño al tiempo que la joven le desabotonaba la camisa. Apenas él se quedó con la ropa interior también volvió a sentarse y la muchacha se colocó encima de él ahorcajadas. No hizo nada, ni siquiera le dio un beso en alguna parte de su cara mientras mantenía el diálogo con aquel hombre.
—Sí señor Hernández, estaré allí a las ocho de la mañana, muchas gracias y para usted también —le respondió y cortó la llamada dejando sobre la mesa de la sala de estar el móvil—, ¿qué pretendes hacerme? —inquirió mirándola con atención desmedida a los ojos mientras le sonreía.
—No intento hacerte nada pero como hoy es nuestro último día de la luna de miel pensé en que podríamos aprovecharlo —contestó—. Aunque al parecer tú no te quejaste en ningún momento cuando te desvestía —rio por lo bajo.
Darrell la besó de lleno en los labios y ambos se dejaron llevar por la piel del otro.
Dos meses después la convivencia de la pareja se afianzó más y Tabatha estaba contenta con la vida que tenía junto al hombre del cual estaba enamorada. Había dejado de estar triste y comenzaba a vivir con tranquilidad.
Desde hacía unos días atrás, a través de un oficial de policía que se contactó con el arquitecto, él supo que su hermano había cruzado la frontera de Estados Unidos y suponía que en algún momento iría a cruzar hacia México.
—Le pido por favor que no le comente nada a mi esposa, no quiero que comience a preocuparse —le respondió frunciendo el ceño.
—No se preocupe, no le diré nada. De todas maneras para protección una patrulla estará las veinticuatro horas vigilando la zona aunque sabemos que es residencial —le comentó.
—De acuerdo, yo no tengo problema con eso —dijo con algo de tranquilidad—, se lo agradezco.
—Para eso estamos, buenas tardes —le emitió cortando la llamada.
Darrell guardó su teléfono móvil en el bolsillo del pantalón de mezclilla y continuó con el trabajo pero su mente ya no estaba del todo concentrada en lo que debía de hacer. Estaba más preocupado y asustado que nunca y solo rogaba que jamás el monstruo de su hermano se apareciera por donde vivían. Y por tal motivo a partir del instante en que le comunicaron aquella noticia, trató de llegar más temprano a la casa porque tenía miedo por Tabatha.
Una semana después, el arquitecto había llegado a la vivienda más temprano como lo estaba comenzando a hacer desde hacía tiempo, solo para asegurarse una vez más que su esposa estuviera bien pero cuando entró al vestíbulo, se extrañó de no escuchar a nadie porque hacía poco tiempo antes había hablado con ella. Apenas se adentró a la sala principal, se quedó de piedra al ver a su esposa atada de manos y amordazada mientras que Evan le apuntaba con un arma en la cara.
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