Capítulo 18

El sábado de aquella misma semana, tuvieron la cena informal de bienvenida al barrio privado que les había organizado Karen, la vecina de al lado de su casa. Entre charlas y algo de risas, la mujer se enteró de que la pareja se había casado hacía poco tiempo y estaban de luna de miel. Tabatha y Darrell luego de algunas horas se retiraron a su casa dándole las gracias por el recibimiento.

El lunes de la semana siguiente, tuvieron una llamada de Deborah, quien solo habló con su hijo para avisarles que ella misma había denunciado a su hijo menor por lo que había sucedido con su nuera. Cuando él cortó la llamada, la muchacha miró su rostro con preocupación.

—¿Qué sucede? —cuestionó con intriga—. Tu rostro cambió radicalmente —le dijo frunciendo el ceño.

—Nada, era mi madre, te manda saludos —le respondió dándose vuelta para mirarla.

—Gracias, ¿no me dirás lo que te dijo? Porque intuyo que algo te contó y no quieres decírmelo —expresó acercándose a él para ponerse de frente.

—Denunció a su hijo porque sabía que tú no ibas a hacerlo —anunció.

—Tu madre tiene el coraje que yo no tuve —confesó con preocupación—, ¿cómo está ella después de lo que hizo? —inquirió queriendo saber.

—Se la escuchaba bien y creo que algo más tranquila ahora que hizo lo que creyó correcto para el bien de todos —confesó Darrell.

—¿Y tú cómo te sientes? —cuestionó mirándolo a los ojos.

—¿Tú cómo estás? Eso me importa más que lo que yo sienta —reformuló para saber sobre su estado de ánimo.

—Supongo que bien pero ya sabes... aún sigue suelto y a veces cuando pienso me da miedo —se puso de brazos cruzados y frunció el ceño hablando con algo de preocupación en su voz.

—El barrio es seguro y teniendo captura internacional y encima una denuncia, no lo va a tener tan fácil Tabatha —emitió con certeza posando sus manos en las mejillas de la joven.

—Eso espero —dijo con angustia.

—¿Vamos a la playa? —sugirió Darrell acariciando sus brazos y dándole un beso en los labios.

—De acuerdo lindo —le sonrió correspondiendo el beso.

Les llevó media hora en preparar todo, incluso decidieron en el transcurso de vestirse para la playa que iban a almorzar allí. Poco tiempo les llevó meter las cosas en el coche y subirse para encaminarse hacia la playa más cercana de donde se encontraba el barrio privado.

Quince minutos después, el hombre abrió una tela gruesa para playa y fue abriendo las sillas mientras ella ponía un bolso de mano con las cosas necesarias para el sol y demás productos y una canasta con el almuerzo. Apenas vio su silla abierta, se sentó para hundir los pies en la arena y se deleitó en sentir la arena seca deslizarse por entre medio de los dedos.

—Es hermosa la playa, ¿no te parece? —le preguntó la joven.

—Sí, la verdad es que sí. Es preciosa y tranquila —respondió dándole la razón.

—¿Quieres almorzar ahora? ¿O después de refrescarnos un rato en el mar? —interrogó ella mirándolo.

—Hace mucho calor como para estar bajo la sombrilla, ¿por qué no vamos al agua un rato y después comemos algo? —sugirió.

—Me agrada la idea —le dijo con una sonrisa.

Juntos caminaron a la par y tomados de la mano para entrar al mar y Darrell en todo momento la sujetó de la cintura y la joven del cuello porque no sabía nadar.

—¿Te acuerdas cuando te hacía compañía mientras tú dibujabas bocetos de arquitectura? —le formuló con interés.

—Lo recuerdo, me preparabas emparedados con café, una combinación extraña pero terminé por acostumbrarme —frunció el ceño cuando se lo decía y ambos se partieron de la risa.

—Pero nunca te quejaste —comentó ella abrazándolo con fuerza contra su cuerpo.

—Claro que no, preparabas todo tú, ¿cómo podría quejarme? —le apostilló con interés—. Después comenzaste a salir con Evan y no te dije nada en cómo él era porque tenía miedo que terminaras pensando que estaba celoso —confesó con algo de pesar.

—No quiero hablar de eso —le contestó tapando su boca con la mano derecha de la joven—, sé que fui una tonta y que debía haberme dado cuenta de mucho antes, si me habrías dicho algo posiblemente pensara eso o quizá no, nadie lo sabrá porque ya quedó atrás —expresó—, reaccioné tarde en saber que eras tú desde el comienzo el correcto y no tu hermano —emitió con una sonrisa.

—¿Y recuerdas cómo nos conocimos? —fue él quien preguntó esta vez con una enorme sonrisa.

—Sigue siendo inolvidable —replicó con alegría—, tú estabas sentado en uno de los bancos del parque de Central Park y yo pasé detrás tuyo, me llamó la atención lo que estabas dibujando y de curiosa te pregunté qué era —pronunció una risita—, menos mal que no te enojó mi atrevimiento —volvió a reír mientras se lo decía—, en aquel tiempo era verdadera —le declaró reconociendo que él sabía bien a lo que se refería.

—Como lo eres ahora Tabatha —le respondió sincero y con una sonrisa mientras posaba una mano en su nuca y besándola de lleno en los labios.

—Sí, volví a ser la que era antes —dijo sonriéndole—, como el día en que te conocí.

La muchacha se aferró más a su cuello y se besaron por largo rato. Cuando salieron del agua se volvieron a tomar de la mano y se sentaron en sus sillas dejando que el agua se escurriera por el cabello y cuerpo. A medida que ella abría la canasta para darle sobre una servilleta de tela un emparedado a él, la muchacha buscaba otro y la servilleta para ella misma.

—¿No te gustaría repetir en algún momento aquel día? —cuestionó él con una sonrisa—. Es decir, no emularlo tal cual pero que traiga aquí un bloc de dibujo, lápiz, goma de borrar y algo para comer mientras estás a mi lado —expresó con honestidad y anhelo en su voz.

—Me encantaría, ¿qué te parece hacerlo mañana? —arqueó una ceja al mirarlo a los ojos y diciéndoselo con alegría.

—Es una gran idea, ¿aquí o buscamos algún parque cerca de donde vivimos? —preguntó con entusiasmo levantando las cejas.

—Si vamos a hacerlo casi idéntico, entonces busquemos un parque —acotó la joven con sumo interés.

—Me parece bien, a la tarde me pongo a ello —replicó con sinceridad.

Todo aquel día se la pasaron en la playa, disfrutando del sol, el almuerzo, algunas risas entre las conversaciones que tenían y después volvieron a la casa para preparar algo para cenar. Mientras él se duchaba, ella ponía a calentar unas verduras hasta que se le ocurrió bañarse con Darrell. Apagó la estufa de la hornilla y caminó con saltitos ligeros hacia la habitación teniendo una sonrisita picaresca en sus labios.

Se desvistió y entró desnuda al cuarto de baño, al deslizar la mampara, el hombre se percató de ella.

—Vine a ducharme contigo, ¿te molesta? —interrogó con diversión al tiempo que lo abrazaba por su cintura.

—No, no me molesta —le respondió con una sonrisa divertida de lado.

El hombre la ayudó a enjabonarse el cabello y el cuerpo y aunque no hubo nada de insinuaciones por parte de Darrell, Tabatha sentía las manos masculinas como fuego en su piel. Cuando salieron de la ducha, él la secó y ella a él también. Ambos caminaron hacia el dormitorio y se vistieron con tranquilidad y en silencio.

La muchacha quedó en un estado de éxtasis que creía que no podía ser verdad, porque solo había compartido una ducha con él y sabía que el haber aceptado que su marido la enjabonara la había dejado así. Prefirió callar antes que sonar rara o que Darrell creyera que estaba con ganas de tener sexo.

—¿No te produjo nada la ducha? —le interpeló con curiosidad de querer saber y se mordió la lengua uniendo las cejas ante la pregunta desubicada que le había hecho.

—¿Acaso a ti sí? —la miró de costado al tiempo que le dedicaba una sonrisa traviesa.

Tabatha sintió su pregunta como una invitación a algo más pero jamás la sintió de manera obscena o queriendo él pasarse de la raya. La joven enrojeció de la vergüenza y no le respondió, solo se limitó a terminar de vestirse y salir de la recámara para ir a la cocina a preparar lo que había dejado para asar.

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