Capítulo 17

El  último botón de la camisa de Darrell había sido desabotonado yahora le tocaba el turno a ella.

—¿Puedo yo? —interrogó con anhelo.

—Sí, puedes ahora tú —le regaló una sonrisa al verlo.

El hombre se acercó más a la joven y tomando el ruedo de la camiseta comenzó a subirla para quitársela luego. Él se inclinó para capturar sus labios y ella apoyó sus manos en las mejillas masculinas para continuar el beso. Enredó sus brazos en el cuello y no pudieron desprenderse más. Cayeron en la cama y rieron, se miraron a los ojos y él volvió a besarla con una lentitud tan desmedida que Tabatha se relajó por completo. Darrell se levantó dela cama y se desabotonó el pantalón de mezclilla que tenía puesto junto con el cinturón. La muchacha se puso de costado para mirarlo con atención y a pesar de lo poco nerviosa que se encontraba, no tenía miedo.

La muchacha se sentó de nuevo en la cama y fue ella misma quien se quitó el sostén, cuando se recostó otra vez, él se sentó un poco más adentro que el borde del colchón y le desprendió el botón y le bajó el cierre del pantalón corto que llevaba puesto la joven. El arquitecto se inclinó para besarla una vez más y ella enredó sus brazos alrededor de su cuello para corresponderle el ósculo.

—Estoy un poco nerviosa —le expresó cuando se miraron a los ojos.

—Si me pides que lleguemos hasta aquí y frenemos, lo haré, sabes que sí —confesó él acariciándole el cabello de la coronilla.

—No, no quiero que lleguemos hasta aquí —contestó con afirmación pero con la voz algo temblorosa—. Quiero esto, lo quiero de verdad.

Fue la propia joven quien lo tomó de las mejillas y lo acercó a su boca. Pronto desarmaron ambos la cama para después él bajarle la ropa interior, cuando fue el turno de él, Tabatha se tapó con la sábana y el cobertor hasta la nariz y miró detenidamente la forma en cómo se quitaba el bóxer y lo contemplaba de cuerpo entero. Se le secó de repente la boca y los colores se le subieron y aunque le había confesado a Darrell que desde cierto momento no intentó más nada con su expareja, cabía la posibilidad de que su marido no se diera cuenta hasta que lo comprobara por él mismo, que aún seguía siendo virgen.

Se metió dentro de la cama tapándose hasta la cintura y no pudo esperar más para besarla de nuevo. Al tenerla sujeta por los hombros, ambos terminaron por acostarse, el hombre estuvo atento a todo lo que ella sentía o decía, procuró de que en ningún momento estuviera incómoda. Cuando Darrell ya se había puesto protección y estaba entre las piernas de Tabatha con cuidado fue entrando en su interior. La muchacha lo miró perpleja del asombro porque se estaba sintiendo demasiado incómoda pero tampoco le dijo algo, sabía que algo así iba a sentir y esperaba que con el tiempo aquello pasara. El arquitecto apretó los dientes al sentir que no podía continuar como ansiaba.

—Dime si quieres que frene, dime si te estoy lastimando, dime algo, por favor —le dijo en súplica besándola una vez más.

—Todo está bien, ¿tú lo estás? —preguntó mirándolo cuando quedaron a pocos centímetros de sus rostros—, ¿estás incómodo? —formuló con intriga.

—No cariño, no estoy incómodo —la besó para reconfortarla y hacerle saber que todo estaba más que bien.

Darrell se había enternecido más con ella cuando le había preguntado con preocupación si se encontraba bien, cuando tendría que haber sido él quien se lo dijera. La muchacha levantó las piernas para que él estuviera más cómodo y el hombre se percató de lo que estaba intentando hacer pero él la detuvo con una mano en el muslo externo de ella. De aquella manera, el americano intentó hundirse un poco más en su interior y Tabatha gimió por lo bajo cuando creyó sentirlo por completo dentro de ella.

—Es... algo molesto —dijo sintiendo arder sus mejillas por la situación en la que se encontraba—, ¿no lo crees así? —cuestionó.

—No lo sé, no sé lo que tú sientes —respondió asombrado ante su pregunta—, pero supongo que lo más difícil ya pasó —contestó con preocupación en su voz.

—Supongo que sí —emitió casi en una carcajada—. Lo siento, se supone que no tendría que reírme en esta situación pero me parece que si lo hago es porque estoy nerviosa todavía —volvió a excusarse con él.

—No tienes que pedirme perdón Tabatha —acarició su pelo con la mano que tenía cerca de la cabeza de la joven—. Dime qué hago —sentenció—, quiero que estés bien, quiero que lo disfrutes —le confesó.

—Solo quiero que me quieras, es lo único que te pido —respondió con anhelo mientras lo miraba a los ojos.

—No me pidas algo que sabes perfectamente que haré —le contestó dándole un beso en la frente.

Aquel beso continuó con otro más en sus labios, en donde ambos terminaron por entregarse al amor. Cuando la relación avanzó más Tabatha quedó absorta en sus pensamientos, unos recuerdos que la llevaron sin darse cuenta a la noche en que todo había cambiado para ella. Darrell la miró con atención desmedida, para sujetarla de las mejillas y observar la expresión de su rostro.

—Tranquila —le dijo besando su frente—. ¿Estás bien? ¿Quieres que frene y lo dejemos? —le sugirió solo para que ella estuviera calmada.

La joven desvió la vista para mirarlo y le habló:

—No, no quiero que frenes por mí —le respondió con una sutil sonrisa.

—¿Estás segura? Siento que algo te ocurre, algo que recordaste hizo que cambiara tu expresión —volvió a observar su cara mientras fruncía el ceño.

—Estoy bien Darrell, no me pasa nada. Quiero que sigas —le contestó tomándolo de las mejillas y besándolo.

—¿No quieres estar encima de mí? —le sugirió—. Así te sientes más calmada.

—No —expresó con una sonrisa—, me gusta esto.

—Te amo Tabatha —besó sus labios y ella correspondió el beso de buena gana.

La muchacha enredó un poco más sus piernas a la cintura masculina invitándolo a que continuara. Casi dos horas después quedaron abrazados y la joven boca abajo y sobre el cuerpo de su marido. Fue ella quien rompió el silencio que reinaba en el dormitorio.

—Por un instante me quedé pensando en esa noche justamente —le comentó.

—Lo supuse —fue lo único que le respondió—. Y tenías que habérmelo dicho —le replicó.

—¿Por qué? Ibas a frenar lo que estábamos teniendo y yo no quería que sucediera eso —le contestó con una sonrisa cuando lo miró a la cara—. ¿Estás arrepentido? —cuestionó con intriga.

—No —se lo negó con certeza.

—Entonces no tenía que decirlo en el medio de la relación —le emitió volviendo a sonreírle y subiendo un poco más hacia su rostro para poder besarlo.

—¿Porqué me miras así? —formuló con curiosidad.

—Porque eres lindo —sonrió al pronunciarlo.

Darrell sujetó su cabello echándolo hacia atrás con sus manos y de aquel modo la acercó a su rostro para besarla de nuevo.

—¿No tienes hambre? —inquirió al observarla.

—Un poco —le regaló una sonrisa.

—Vayamos a cenar afuera, ¿no quieres? —sugirió.

—De acuerdo, me agrada la idea —le expresó alejándose de él y sentándose en la cama para tomar el sostén en sus manos.

Darrell salió de la cama luego de colocarse el bóxer de nuevo y miró a su esposa buscar algo entre las sábanas y cobertor.

—¿Acaso buscas esto? —preguntó con una sonrisa pícara mientras balanceaba entre sus dedos la prenda interior de la joven.

—Sí —le afirmó—, gracias —le dijo cuando la tuvo entre las manos para después ponérsela.

En el instante en que quiso levantarse de la cama, sus piernas flaquearon un poco y su marido la sujetó de la cintura.

—¿Te encuentras bien? —formuló con preocupación.

—Sí, solo sentí mis piernas un poco débiles, eso fue todo. Creo que es normal, ¿no te parece? —sonrió de lado y le dio un beso cuando lo abrazó por la cintura.

—Seguro que sí —sonrió también contra el beso que ella le dio—. ¿Te sientes bien después de lo que hicimos? —interrogó.

—¿A qué te refieres? —cuestionó con intriga—, ¿en general? Sí, lo estoy. Me siento bien, no estoy arrepentida tampoco si a eso te refieres, ¿por qué habría de estarlo? —frunció el ceño cuando se lo replanteó—, es lo que quería y me gustó, mucho Darrell. Eso es lo único que debe importarte —le dijo con sinceridad y sonriéndole.

Mientras que ella estaba en el baño aseándose, él quitó las sábanas para poner otras. La muchacha salió poco tiempo después mirando al hombre que estaba terminando de colocar el cobertor. Pronto ambos se vistieron y ella aprovechó en maquillarse muy natural, solo un delineado en negro dentro de los ojos, un poco de máscara de pestañas y brillo labial.

—Ya estoy lista —contestó.

—Te ves hermosa —le dijo él dándole un beso pero ella le ofreció la mejilla.

—El brillo es demasiado pegajoso y tus labios iban a quedar pegoteados —rio cuando se lo comentó.

—No habría tenido problema —se lo expresó con gracia y mirándola.

Cuando salieron de la casa, se encontraron de frente con una mujer quien les sonrió.

—Hola, disculpen la molestia. Soy Karen —les articuló extendiendo la mano—, la vecina de al lado, ustedes deben ser los nuevos residentes, ¿verdad? —anunció y ellos aceptaron su mano como saludo.

—Hola, sí. Somos los nuevos vecinos —le contestó—. Darrell —le dijo.

—Tabatha —emitió luego ella.

—Encantada en conocerlos, siendo nuevos en el condominio, me gustaría realizarles una reunión. Lo acostumbro a hacer cuando llega gente nueva aquí y si no tienen problema, los espero este sábado por la noche —les manifestó con una sonrisa.

—Te lo agradecemos mucho Karen —le habló el hombre—. Supongo que nos veremos el sábado.

—Perfecto, alrededor de las ocho y media los espero y gracias —les expresó con una sonrisa—. Hasta pronto y buenas noches.

—Buenas noches —le contestaron ambos.

La pareja salió del condominio y entró al coche para ir hacia el centro de la ciudad. No conocían mucho pero les pareció buena idea aparcar en alguna calle principal y luego caminar por las mismas y encontrar un bonito restaurante.

Era algo temprano y decidieron entrar a un pequeño pero cálido local donde no había mucha gente y el ambiente era con tenues luces. Eligieron una mesa en un rincón para estar tranquilos, el servicio de mesa fue rápido y poco tiempo después estaban cenando.

—¿Vamos al cine luego de cenar? —sugirió él.

—Bueno y mañana podemos ir a la playa, ¿te parece bien? —le preguntó ella regalándole una sonrisa.

—Claro que sí, lo que quieras hacer Tabatha —le besó el costado del cuello.

La muchacha sintió escalofríos de placer cuando Darrell la besó.

Una hora y media posterior salieron del restaurante y caminaron hacia el cine que estaba a tres calles de allí. Cuando compraron las entradas de la película recomendada por la chica que los atendió, enseguida entraron a la sala y se ubicaron casi arriba de todo para estar alejados de los demás.

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