Capítulo 15
Mientras Tabatha levantaba las pocas cosas que estaban sobre la mesa, fue hacia la cocina para guardar la comida y luego lavar, secar y guardar la vajilla. Las lágrimas le nublaban la visión y tenía que quitarlas a cada tanto, pronto fue a la terraza para cerrar los ventanales y correr las cortinas, apagó la luz principal y caminó hacia el cuarto, con una gran inspiración y luego una exhalación lenta, bajó el picaporte de la puerta y empujó hacia dentro.
Encontró a Darrell en el balcón de pie y de espaldas a ella, se acercó al ventanal abierto y le habló:
—No quiero molestarte, solo quería saber de qué lado querrías dormir o si prefieres que duerma en alguna de las otras dos habitaciones —le emitió y él giró mitad de su rostro para mirarla.
—¿No te parece que yo tendría que preguntarte eso y no al revés? —formuló—, del lado de la puerta —contestó lo que ella le había dicho al principio y luego se quedó sorprendida ante las palabras primeras.
—Solo te lo dije porque no quiero... —respondió y se atoró en la respuesta—, yo... por favor... no me hagas sentir culpable —le terminó contestando al fin y se sintió peor que antes.
El arquitecto ni siquiera le había dicho algo ante sus palabras y menos se dio vuelta para mirarla, solo escuchó el llanto ahogado de la joven dentro de la habitación mientras sacaba de la cómoda el camisón y luego iba directa hacia el baño.
Allí dentro, tuvo un ataque de llanto que no sabía cómo controlarlo, lloraba con congoja y tristeza. Se cepilló los dientes y él golpeó la puerta para entrar.
—¿Puedo pasar? —preguntó.
—Ya te dejo —se enjuagó y limpió la boca y se refrescó la cara, luego de secarla abrió la puerta y lo dejó pasar mientras ella salía hacia el cuarto.
Cerró las puertas de vidrio del balcón y las tapó con las cortinas, enseguida entró a la cama poniéndose de espaldas a él. El hombre pronto salió del sanitario y se acostó. Ni siquiera se dio vuelta o intentó hablar con ella, solo trató de dormir mientras que la joven aún lloraba en silencio. Rato después, se quedó dormida con las lágrimas rezagadas en los ojos. Tres horas más tarde, volvió a despertarse por una pesadilla que había tenido. Salió de la cama y entró al baño para lavarse la cara y estar más fresca pero luego se encaminó hacia la cocina para beber un poco de agua mineral al natural.
Darrell se apareció en la cocina-comedor y le habló:
—¿Tuviste una pesadilla? —preguntó con algo de preocupación en su voz.
—Sí —dijo bebiendo más agua del vaso—. ¿Quieres un poco? —le ofreció.
—Bueno —contestó acercándose a ella.
La muchacha le sirvió más agua en el mismo vaso y pocos segundos después se lo entregó en la mano. El hombre bebió en dos veces el agua y luego lo enjuagó para secarlo y guardarlo.
—Estaba esperando para lavarlo —le respondió quedándose cortada ante su actitud.
—Lo he hecho yo, no te preocupes, no te ayudé con las cosas de la cena —comentó—, me tocaba a mí hacerlo ahora.
Tabatha sentía que a pesar de que hablaban, él no se acercaba más a ella y estaba creída que haberle confesado todo había sido un error porque veía en sus ojos el rechazo.
—Gracias. Buenas noches —le emitió yéndose hacia el dormitorio de nuevo.
Él caminó detrás de su esposa y los dos se acostaron al mismo tiempo, lo peor había sido que no volvieron a dirigirse la palabra a partir de aquel momento.
La mañana posterior, Tabatha se levantó primera para preparar el desayuno y llevarlo a la cama. Aquel gesto era como una manera de pedirle perdón por lo que había pasado la noche anterior aunque era posible no estuviera haciendo lo correcto porque se estaba culpando ella misma por algo que nunca había hecho o sucedido. Pero lo hacía porque no quería que la rechazara.
—Darrell —lo llamó y él abrió un ojo observándola—. Traje el desayuno —le mostró la bandeja con varias cosas sobre esta.
Pronto se sentó en la cama y ella puso la bandeja en el medio de ambos. La joven se percató de que él todavía seguía molesto y desayunaron en silencio.
—Me iré a dar una ducha —fue lo único que le respondió y salió de la cama para buscarse ropa interior y una toalla.
Cerró la puerta y la joven agachó la cabeza con resignación. Se odió a sí misma por haber hablado de más la noche anterior en la cena que ninguno de los dos pudo terminar y más triste se sintió cuando se dio cuenta que Darrell la estaba evitando. Llevó todo a la cocina y guardó primero todo lo que iba dentro de las alacenas y cuando escuchó la puerta del baño abrirse, comenzó a lavar las vajillas sucias.
Eran las nueve de la mañana y el arquitecto ya estaba vestido.
—Iré a averiguar en algunos locales de construcción algunos materiales —le comentó.
—¿Por qué no lo haces mañana? El tiempo está horrible, puede que llueva —le sugirió.
—Mañana puede que visite otros negocios —respondió sin retenerle la mirada.
—Bueno, está bien pero no te tardes tanto —dijo con dulzura intentando que se ablandara un poco.
—No sé a qué hora volveré, supongo que para el mediodía —emitió con seriedad.
—¿Quieres almorzar algo en especial? —preguntó curiosa.
—Haz lo que quieras, no sé si tendré hambre cuando llegue —expresó y tomó dos juegos de llaves, las de la casa y las del coche.
Ella le asintió con la cabeza y él caminó hacia la puerta de entrada. Durante cinco horas Darrell no había aparecido y desde hacía dos horas atrás estaba cayendo una tormenta terrible en la zona donde estaban viviendo. El teléfono móvil de su marido estaba fuera del área de cobertura y seguía muy desesperada, desde hacía una hora atrás no podía comunicarse con él. Media hora después escuchó la llave en la cerradura y vio a su esposo entrar al vestíbulo y ella se acercó a su encuentro. No sabía de qué manera reaccionar, lo único que atinó a hacer fue darle una cachetada y hablarle molesta.
—¡No lo vuelvas a hacer más! —le gritó estando nerviosa y llorando con congoja—. Tampoco me hagas sentir sucia y culpable por lo que te conté anoche —le confesó con sinceridad y luego abrió los ojos como platos dándose cuenta quizá del error que había cometido al habérselo contado.
Tabatha quiso acercarse mucho más a él y poder abrazarlo por el cuello pero tenía miedo que el hombre la rechazara, sin embargo se arriesgó a aquel acto por su parte y solo esperaba que nunca llegara. No la rechazó pero tampoco la abrazó y ante aquel significado, estaba más que creída que por el momento no tenía intenciones de tocarla de ninguna forma.
—El móvil quedó sin batería —fue lo que le contestó y ella casi le vuelve a dar vuelta la cara.
—¿Eso fue lo único que te preocupó decirme? —preguntó incrédula.
—¿Qué más querías que te dijera? —inquirió levantando sus cejas y mirándola con atención.
Apretó con sus dientes superiores el labio inferior y se contuvo en decirle algo más a gritos.
—Iré a prepararte la tina con agua caliente para que no sientas tanto frío —respondió girándose en sus talones.
—No lo hagas, con una ducha me bastará —contestó yéndose mientras tanto a la habitación.
La muchacha entró a la recámara cuando él entró al baño, solo lo hacía para sacarse la camiseta y el sostén que tenía mojados por otros secos. Sus ojos abnegados en lágrimas le dificultaban la visión y tuvo que frenar lo que estaba haciendo para quitárselas. Cuando escuchó la puerta abrirse, aprovechó en ponerse la camiseta.
—¿Comiste algo? —le formuló con más suavidad.
—No, estaba esperándote pero como me dijiste que no estabas seguro que vendrías al mediodía y que hiciera lo que quisiera, lo interpreté como que no querías que preparara algo para comer —le expresó con sinceridad—. ¿Tú almorzaste? —inquirió queriendo saber.
—Solo una goma de mascar —afirmó.
—Si quieres ahora puedo cocinar algo —se ofreció con amabilidad.
—Por el horario que es, es mejor una merienda y la haré yo —acotó sin dar vueltas.
—Debes estar cansado y yo no hice nada en todo el día, puedo hacerla sin problemas o déjame ayudarte —le sugirió pero él negó con la cabeza.
—No te preocupes —contestó sin más.
Salió del dormitorio sin decirle más nada y Tabatha sintió que en verdad la estaba culpando por algo que jamás había hecho. Si le había confesado aquello solo era para desahogarse y porque él mismo se lo pidió. Se miró las manos que temblaban levemente y luego giró la cabeza para mirar el ventanal del cuarto. Si habría sido otra clase de mujer, decidida y audaz, se hubiera desnudado frente a él y terminarían en la cama pero no era así y en parte se lamentó por eso.
Con un suspiro profundo e intentando recomponerse del llanto, se miró el rostro en el espejo del sanitario y pronto salió de la habitación hacia la cocina-comedor.
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