Capítulo 2: Baby It's Cold Outside

—Oye, Canadá es peor que esto —le dijo Heather a Eiden.

Eiden nunca había viajado fuera de Australia y la única razón por la que había aceptado ir con Heather a Londres antes de navidad, había sido porque ella había insistido por una semana entera… ah, y porque quería conocer la nieve.

Heather iba manejando el auto que sus padres habían arrendado para ella, ya que le había prometido a Eiden que le daría una vuelta por la ciudad para que la conociera un poco.

—¿No quieres bajarte en algún lugar?

—Estoy bien aquí con esta hermosa calefacción —aseguró Eiden, para luego acariciar el salpicadero del auto.

—Tienes que salir al exterior en algún momento, ¿no quieres tocar la nieve? —Heather comenzó a recordar los tiempos que había pasado en el internado en Canadá—. Yo amaba tomar puñados de nieve y metérselos a mis compañeras entre la ropa…

—¿Me harás eso a mí?

—Amor, ¿cómo se te ocurre?

En ese momento, Heather descartó esa idea. Sí, su novio le tenía paciencia, pero no quería provocar que la perdiera justo cuando se encontraban de viaje en el extranjero.

Mientras seguían avanzando, Heather vio unas luces llamativas a un lado y entonces, una idea llegó a su cabeza.

—¡Ya sé!

—¿Qué? —preguntó Eiden.

Heather le dio una mirada traviesa.

—Ya sé cómo hacerte salir de aquí… No hoy, pero ya verás mañana.

[…]

Jess miraba todo como si fuera algo nuevo, pero Milo no podía culparla, esa era la primera vez que iba a Londres.

—Esto es genial —dijo Jess—. O sea, amo el sol, pero esto es como vivir una película navideña, ¿recuerdas Realmente Amor?

Jess lo tomó de la mano y Milo asintió.

—Sí, la vimos hace como dos días —Milo rio.

—Esa película pasa mayormente en Inglaterra, ¿sabías?

—Jess, en la película sale el Primer Ministro de Inglaterra…

Jessica se quedó en silencio un momento.

—Te estaba probando, a ver si te acordabas.

Milo la abrazó por los hombros y se pegó a ella, mientras seguían caminando por la acera.

—Entonces, ¿te gustó Londres?

—Sí, está bonito.

—Bueno, yo creo que te va a gustar más porque como hoy es nuestro día libre, hice un plan —le dijo Milo a su novia.

Durante esos tres días había estado trabajando con un desfile de modelaje que tenían que hacer en los próximos días con una temática navideña, por lo que los dos habían estado trabajando arduamente, sin poder hacer muchos planes turísticos más que dar paseos nocturnos por la calle.

Jessica lo miró emocionada.

—¿Qué vamos a hacer?

—Adivina.

Jess comenzó a pensar.

—¿Vamos a ver el Big Ben?

—No.

—¡El palacio de Buckingham!

—No, más divertido.

—¿El museo británico?

—¿Qué tiene de divertido ir a un museo británico que no tiene cosas británicas?

—Que no tenemos que salir de Londres para ver cosas extrajeras —bromeó Jess.

Milo rio y luego negó con un movimiento de cabeza.

Jess arrugó la nariz de una manera un tanto infantil. Con ese movimiento de músculos solía expresar su frustración.

—Ya, mucha adivinanza —se quejó.

Milo suspiro, divertido por lo fácil que se rendía Jess.

—Compré entradas para el Winter Wonderland —le dijo.

Jessica abrió la boca sorprendida y luego comenzó a dar saltitos, sin importarle que los ingleses que caminaban por la calle la miraran extrañados.

—¡Yo quiero ir a la rueda de la fortuna!

Entonces Jess paró de golpe y se quedó mirando una vitrina… era una librería. No dudo más de cinco segundos en tomar la mano de su novio y jalarlo hacia adentro de la tienda.

[…]

Caroline y Nicholas iban caminado por el Puente de la Torre en la ciudad de Londres. Cualquier turista normal se hubiera dedicado a observar la vista y la arquitectura de la construcción superficialmente, pero Caroline y Nicholas eran un poco distintos…

—Es una mezcla del estilo victoriano con el estilo neogótico —le dijo Caroline—. ¿Sabes lo que es eso?

—Claro que sé.

Caroline le dio una sonrisa a Nick y se acercó a la baranda del puente.

—Ilústrame.

Nicholas sonrió y se preparó para demostrar su sabiduría en el tema de la arquitectura.

—Bueno, el estilo neogótico es para que combine con la torre, la que tiene arcos ojivales en ventanas y otros detalles; obviamente tiene gárgolas; y, por supuesto, pináculos. Por otro lado, la parte victoriana serían los diseños con patrones repetitivos y simetría.

Caroline asintió complacida.

—Estudiaste…

Nick sonrió y se acercó a ella para darle un beso en los labios.

—No iba a permitir que me humillaras.

—Siempre tan orgulloso.

Line volvió a besarlo y luego le dio unas palmaditas en los hombros.

—Ya, vamos, quiero descansar un poco antes de ir al Winter Wonderland.

Nick asintió y la tomó de la mano para comenzar a caminar por el puente para ir de vuelta al cuarto de hotel por el que se estarían quedando en su estadía en Londres hasta el domingo, para después seguir su recorrido por Europa en dirección a Noruega.

[…]

—Nada como respirar aire fuera de Italia —dijo Carter—. Han sido los mejores cinco días de mi vida.

Carter iba asomado por la ventana del auto como si fuera un perro.

—Lo dices como si vivieras en Italia los trescientos sesenta y cinco días del año —le dijo Oliver.

—Hermano, ¿siempre tienes que ser tan amargadito? —Carter entró su cabeza al auto y le pellizcó una mejilla a su amigo.

Oliver le dio un palmazo a Carter en la frente.

—¿Y tú tan dramático?

—Amor, baja la ventana, hace frio —le pidió Grecia.

—¿Frio? El frio es mental.

—¿Cuántos golpes recibió jugando futbol americano para quedar así de imbécil? —preguntó Trish, quien iba de copiloto.

—¡Trish! —se quejó Grecia—. Estás hablando de mi marido, ¿te gustaría que yo tratara de imbécil a Oli?

Trish levantó su dedo índice de la mano izquierda.

—Primero, Oli no es mi marido —levantó su dedo de en medio—. Segundo, yo soy la que se encarga de recordarle que es un imbécil.

—Sí, me gané la lotería con mi novia.

—Y no olvides a nuestros hijos… —dijo Trish, refiriéndose a sus gatos, los que en ese momento se encontraban al cuidado de una cuidadora de mascotas de una empresa en Seattle.

—¿Cómo podría olvidarlos? —cuestionó Oliver—. En mi testamento les dejo muchos de mis bienes a ellos.

Carter soltó una risa, pero al ver la cara de seriedad de Oliver paró.

—¿No es broma?

—Necesito saber que tendrán solvencia económica si yo muero.

—¿Y es legal?

—Te lo está diciendo un abogado, ¿tú qué crees?

Carter lo miró dudoso. Si era sincero, no siempre sabía diferenciar cuando Oliver era irónico y cuando hablaba en serio.

Sin decir nada, Carter tomó su teléfono y comenzó a buscar en Google si era legal dejarles herencia a las mascotas en Estados Unidos.

—Okey, ya estamos llegando, así que déjense de tonterías —avisó Grecia.

—¿Tú crees que, si como y luego me subo a la rueda de la fortuna, vomite? —preguntó Trish.

—Yo creo que la marihuana te ha dejado más mareada… y nunca has vomitado por eso.

Trish asintió convencida. Si Grecia no tenía razón y vomitaba, se aseguraría de tirarle su comida mal digerida encima a ella por mentirosa.

[…]

—Hemos hecho todo lo que ustedes han querido en estos días —dijo Lisa, mientras estaban cenando en el hotel—. Así que me encargué de conseguir un plan distinto.

—¿Una galería?

—Shaun, dije diferente.

—Uh, ¿vamos a andar en bote? —preguntó Kyle, emocionado.

—¡No! —pidió Shaun—. Odio los botes.

—¿Por qué te recuerdan a tu papá? —lo molestó Elsa.

Kyle levantó la palma de su mano derecha y Elsa chocó los cinco con él.

—No lo molesten —los reprendió Lisa, para luego ponerle una mano en la espalda a Shaun—. Y no vamos a ir a los botes.

En esa semana, Lisa había querido ser amable con todos sus amigos y su novio. Primero, había dejado que Elsa decidiera todo lo que hacer los dos primeros días por haberla obligado a subirse a un avión una vez más. Luego, había tenido que apoyar a Shaun en la galería de sus obras que tendría al tercer día de su estadía en Londres, lo cual había sido la razón principal de ese viaje. Después, Kyle y Amanda habían decidido los siguientes planes, mientras no dejaban de ser la pareja de melosos que eran. Lisa ya sentía haber sido muy amable, era su turno de divertirse.

—¿Qué haremos entonces?

—Iremos a… —Lisa hizo una pausa para dar suspenso.

—Ya, dilo —le insistió Elsa.

—¡Iremos al Winter Wonderland!

Los otros cuatro se quedaron en silencio, solo comiendo su comida.

—¿Ese es tu gran plan? —cuestionó Shaun después de varios segundos.

Lisa lo miró dolida, por lo que él le dio una sonrisa.

—Suena genial —mintió—. Juegos, tiendas, restaurantes, patinaje en hielo, música…

—¿Hay música? —preguntó Kyle, emocionado.

—Sí…

Kyle alzó los brazos.

—Lisa, te amo, cuñadita.

Lisa sonrió. Al menos sabía que Kyle estaba de su lado. Por ella, Elsa y Shaun se sentirían obligados a ir y por Kyle, Amanda también se sentiría obligada… todo estaba en su lugar.

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