CAPÍTULO IX

El príncipe Seung Jo y Yeon Woo estaban atónitos.

"¿Acaso aquella joven humilde y locuaz, sería su esposa?"

"Aquel joven encantador que conocí no se trataba de un plebeyo ni erudito, sino de un príncipe. ¡El hermano menor del príncipe Yi Moon! Algo debe estar mal".

El rey bromeó sobre las expresiones de asombro que exhibieron los jóvenes. Fue entonces cuando Yeon Woo levantó su mirada quedando aún más asombrada.

"Es el mendigo. Más bien el rey vestido de mendigo. Ahora entiendo todo, ahora sé cómo me eligió, y ahora entiendo sus palabras, "Tu bondad será recompensada muy pronto".

—El último ritual se realizará cuando regrese el príncipe Yi Moon —determinó el soberano—. Entre tanto la señorita Yeon Woo será preparada para el matrimonio.

Posteriormente al informe real los presentes fueron despedidos, sin embargo, la reina estando en total desacuerdo fue la única en quedarse para emitir su reclamo.

—Majestad, ¿por qué no me informó de esto? —preguntó indignada.

—¿Acaso el rey debe dar cuentas a su mujer?

—No majestad. Pero según la tradición es la reina quien escoge a su nuera.

—No hemos seguido la tradición reina. Así que no tiene caso. Jamás dudes de mi buena elección.

—Nunca majestad; sin embargo, aquella joven, ¿hija de que ministro es?

—No es hija de ningún ministro, ni un noble; es la hija de un mercader.

Los ojos de la reina se abrieron grandemente.

— ¡Majestad! ¿Acaso piensa casar a nuestro príncipe con una plebeya?

—No es una plebeya cualquiera. Aquella joven es mucho mejor que cualquier otra hija de un noble. Hará feliz a mi amado hijo.

—Majestad, ¿así dice amar a su hijo?, ¿casándolo con una plebeya? Será burla de todos.

—Nadie tiene que saber.

—Majestad, desista de ello. Estoy segura que esto no es aprobado por la corte real.

—Yo soy el rey y ellos mis súbditos.

—Majestad, esto puede traer daños políticos ¿Qué pasaría si se levantan en rebelión? Ya hemos casado a nuestro primogénito con una extranjera; los ministros y nobles esperan que una de sus hijas entre al palacio como nuestra nuera, ¿qué pasará si se enteran de esto? Perderemos el apoyo de las familias más sobresalientes.

—Nada de eso pasará. Ya lo he decido. ¿No fuiste educada correctamente? La mujer no debe poseer más que virtud y obediencia con su esposo. La literatura y política es para los hombres. Ahora ve a tus aposentos.

—¡Majestad! —imploró, aunque él ya no escuchaba más sus palabras.

No iba a quedarse tranquila, hablaría personalmente con su hijo para que él mismo impidiese su matrimonio.

En el palacete.

Los aposentos que habían dado a Yeon Woo eran enormes y bellísimos. Poseía decoraciones exóticas de paisajes y dragones. Los muebles albergaban cerámicas que ni de lejos hubo llegado a ver. El piso brillante se sentía cálido bajo sus pies descalzos. Sabía que, hasta el último ritual debería permanecer ahí, aunque semejante ostentosidad la abrumara.

Le habían otorgado muchas damas para que la atiendan. Pero no dejaba de estar asustada. ¿Podría vivir allí?

De pronto un guardia anunció la llegada del príncipe Seung Jo. Rápidamente se irguió para recibirlo.

Parados frente a frete se mantuvieron en penoso silencio, apenas podían mirarse a los ojos. Era demasiado pronto para asimilar que en poco estarían unidos en matrimonio. Consideraron desmedidamente abrumante la extrañeza de la situación y los cambios repentinos.

— Yeon Woo.

—Seung Jo, quiero decir, alteza. —Bajó apenada la cabeza.

—No te preocupes, debe ser extraño para ti.

—¿Por qué me ocultó que era príncipe? —Se atrevió a mirarlo nuevamente.

—Era conveniente de ese modo, sin embargo, ¿no me dijiste que tu padre era mercader?

—Pues sí. Su majestad el rey se vistió de mendigo y probó mi bondad, fue así como fui elegida.

—Nunca me imaginé que mi esposa serías tú.

—Yo tampoco alteza. Todo es tan extraño.

—Aunque no tengamos ningún sentimiento el uno por el otro trataremos de llevar nuestro matrimonio pacíficamente.

—¿Eh? Si alteza.

Una vez más sin nada qué decir el silencio los acometió. Ocultando la mirada él optó por marcharse, pero no consiguió avanzar más de un metro dado que ella lo llamó. Esperó expectante lo que tenía por decirle.

—¿Se siente decepcionado? —preguntó bajando la mirada.

—¿A qué te refieres?

—Su alteza debió esperar por una doncella de clase alta, sin embargo, se casará con una humilde plebeya.

El príncipe pareció meditarlo por unos segundos. No podía ocultar que la noticia repentina lo tomó desprevenido, era la primera vez que una figura de la realeza se unía en matrimonio con alguien de la plebe. Las nupcias se realizaban con fines políticos y económicos. De cualquier forma, la condición de su futura esposa no le causaba ninguna preocupación. Incluso cuando su madre fue a buscarlo para hacerle cambiar de opinión, decidió no obedecerle.

—Confío en la sabiduría de mi padre. Si él te eligió debe ser porque eres apropiada para mí. Además, me alegra que seas tú, porque ya nos hemos visto.

Yeon Woo sonrió complacida. Sin embargo, el recuerdo del primer príncipe le vino a la mente.

—Alteza, he oído que hay otro príncipe.

—Mi buen hermano Yi Moon; tuvo que realizar un viaje repentino al pueblo vecino. Estoy segura que en cuanto lo conozcas te llevarás bien con él. Ahora me retiro.

—Si Alteza.

Aunque hubo sido una fugaz visita la presencia del príncipe fue reconfortante, incluso si se quedaban en silencio sin más qué decir. Quedarse sola sin saber qué hacer entre esas cuatro paredes la cargaban de profunda nostalgia; extrañaba a su familia.

El anuncio de la princesa Hatice la colmó. Recibir su visita le hizo quedar petrificada.

"Ella es la esposa del príncipe Yi Moon, la recuerdo perfectamente".

Su sola apariencia era portentosa, poseía una mirada feroz e intimidante que le causaba escalofríos en todo el cuerpo.

—Alteza.

—Bienvenida a la familia real Yeon Woo. ¿Te gusta el palacete?

—Es muy lujoso.

—No tanto como el palacio. Dime ¿cómo fue que te escogieron rápidamente? Tu familia debe ser poderosa y muy rica.

Yeon Woo quiso responder la verdad, pero recordó los consejos del eunuco. Debía ocultar la condición de su familia por el bien del príncipe.

—Si...así es —titubeó—. Sin embargo, escuché que usted es sultana.

—Escuchaste bien. Mi padre es el sultán Mehmet del grandioso imperio Otomano. Pero fui escogida por la reina para ser la esposa del príncipe Yi Moon. Es muy apuesto, quizá lo has visto alguna vez.

Tragó saliva.

"¿Si lo conozco? Más de lo que se imagina".

—No alteza, no lo conozco —dijo entre suspiros.

—La conversación se ve entretenida quiero también ser parte de ella.

La llegada de la princesa Jin Hwa las tomó por sorpresa. También había pedido ir a conocer a la prometida de su hermano favorito, quería cerciorase que fuese digna para él.

—Yeon Woo, ella es la princesa Jin Hwa, hermana menor de los príncipes —explicó la sultana.

Un poco avergonzada se inclinó con prontitud.

—Alteza.

La princesa Jin Hwa era muy hermosa, tenía los labios acorazonados de su segundo hermano, pero los ojos pequeños del mayor.

Con mucha cortesía las invitó a ambas a sus aposentos. Cada quien en su palanquín fue trasladada al palacio.

Si Yeon Woo quedó fascinada con sus aposentos en el palacete, los de su futura cuñada la embelesaron aún más. ¿Ella poseería unos parecidos cuando oficialmente se convirtiera en la nuera del rey?

Observó concentrada cuando la princesa les sirvió el té con gracia, desbordando elegancia incluso si lo hacía por inercia. Del mismo modo ambas lo bebieron de costado apenas rozando sus labios con la porcelana.

También quiso probar ya que con solo el aroma denotaba ser delicioso, no obstante, temía derramarlo porque no sabía cómo tomar el té.

— ¿Por qué no bebes Yeon Woo?, ¿no te gusta el té de melocotón? —preguntó la princesa Jin Hwa.

—No es eso alteza, es solo que yo...

—¿No sabes cómo tomar el té? —se atrevió a preguntar Hatice.

Bajó la cabeza abochornada, a ese paso iban a descubrir su real procedencia.

—No te preocupes Yeon Woo, a veces me olvido de los modales. Las institutrices te educarán con ahínco.

—Gracias princesa Jin Hwa.

Hatice sonrió con desprecio.

—Así es. La princesa Jin Hwa y yo nacimos princesas, pero tú no. Se te hará difícil pero no imposible.

—Yeon Woo eres afortunada. Te casarás con mi amado hermano. Aparte de ser apuesto es encantador, comprensivo y muy bondadoso. En cambio, Yi Moon es un cascarrabias y siempre me fastidia, dice que soy una llorona.

Hatice y Yeon Woo rieron ante el comentario de la princesa.

—A pesar que se casan y me quitan el cariño de mis hermanos; me siento feliz de tenerlas aquí. Siempre estoy aburrida y no puedo salir del palacio. Así que las dos serán como mis hermanas, y me darán sobrinos. Me pregunto cuál de las dos será la primera...

Meses después.

El alboroto en el palacio fue lo primero que notó el príncipe Yi Moon al volver de su viaje. Prontamente envió a su fiel eunuco en busca de una respuesta. No esperó cruzarse con su madre quien lo recibió entusiasmada, pero la noticia que de ella saldría lo dejó absortó. ¿Se estaba celebrando el matrimonio de su hermano?

Prometió alistarse con prontitud, pero encontrarse a su familia en medio camino le hizo detenerse. Esta vez se trataba del novio. Como era de esperar se abrazaron con ahínco porque de verdad se habían extrañado.

—No termino de llegar y de lo primero que me entero es de tu matrimonio.

—Lo decidieron en cuanto te fuiste, hermano.

—Vaya noticia. ¿Quién es?, ¿la conozco?

—¿Recuerdas cuando te conté de una muchacha que conocí fuera del palacio?

—Lo recuerdo sí, no me digas que...

—Ella misma.

—Qué coincidencia. Ya quiero conocerla. Es bella, ¿verdad?, ¿Qué tan bella es?

—Tal vez tan bella como tu esposa.

—¿Mi esposa? —Su sonrisa se desvaneció. Mientras estuvo fuera la había olvidado momentáneamente, y con ella los problemas y días tediosos que lo esperaban.

Con una sonrisa cálida se despidió de su hermano menor.

La ceremonia inició. El príncipe Seung Jo fue a recoger a su prometida del palacete. Después de la última visita que le había hecho no la había vuelto a ver. De hecho, no recordaba bien sus delicados rasgos faciales. Al verla plenamente maquillada pensó que no la hubiese reconocido si no supiese que de ella se trataba. Se veía como una sofisticada princesa.

La música sonó indicando su llegada a base de tambores y otros instrumentos.

El resto de príncipes ocuparon los asientos junto al rey y la reina. Yi Moon tenía muchas ganas de conocer a su futura cuñada.

—Ahí están —señaló su hermana—, ella es la futura esposa de nuestro hermano.

El príncipe Yi Moon levantó su mirada para observar a la joven que tradicionalmente bajaba del palanquín.

Lentamente se puso de pie con el corazón en la boca.

—¿Yeon Woo? —masculló.

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