Deleite Visual
Se supone que actualizaría antes, pero maldito internet del diablo >:v
Como sea, si se van a robar la imágen, háganlo antes de que mami Wattpad llegue y nos pegue :c
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No quería detenerse, como un adictivo dulce quería probar más hasta saciarse. Poco importaba como llegaron a eso, poco le importaba si alguien entraba a la habitación y los encontraba frotando su intimidades frenéticamente, solo pensarlo le excitaba más.
La tela que la cubría conjunto a la pequeña erección del demonio, presionaba su clítoris, una estimulación apenas detectable, pero lo suficiente para hacerla jadear. Sus manos arrugaban la camisa sobre sus hombros, las manos ajenas en sus caderas guiando los vaivenes, movimientos adictivos. No quería parar.
El más bajo alzo un poco su cadera, sentía su calor emanando, llorando por él. La perversión en su mente no se hizo esperar y, por más que quisiera hundirse en ese momento en ella, penetrarla tan fuerte que todos se den cuanta a quien pertenece el corazón de la princesa, Meliodas ya tenía más planes para su juego previo.
—¿Harías algo por mí, Eli?— musito sin detener su andar de caderas sobre él. Ella se mordió los labios en un intento de responder claramente.
—Lo que sea, ¡ah!— para su frustración, este detuvo sus movimientos obligándola a levantarse. La dejo sentada en la cama mientras él tomaba asiento en un banco al otro lado frente a ella buscando una posición cómoda, dejándola algo anonada por su repentino alejamiento.
—Tócate— dijo sin rodeos. El sonrojo abarco hasta las orejas de la doncella, soltó un chillido pudoroso.
—¡¿Eh?!
—Tócate para mí, déjame ver cómo te complaces— Elizabeth mordió su labio con nerviosismo bajando su mirada, su pierna se movía inquieta. Su corazón seguía acelerado, el libio aun atormentaba su mente, pero lo que le pedía era vergonzoso —No seas tímida; si quieres, puedes pensar que soy yo.
¿Cómo lo hacía? Eran tan imprudente y nada santo con el tema, le pedía algo que a ella misma le daba vergüenza hacer en soledad, pero ver su emoción en los ojos esmeraldas le hizo acceder.
—D-De acuerdo— termino por verle a los ojos, una sonrisa complacida se mostró en los labios del hombre.
—Buena niña. Empieza con tus pechos— Elizabeth asintió. Temerosa, con ambas manos tomo sus montículos por los costados comenzando a apretarlos suavemente, como él dijo, imaginándose que esas manos eran del pecado de la ira.
—Mhh— jadeo. Meció de arriba a abajo, los separaba y volvía a restregarlos entre si ante la mirada del rubio, más que fascinado por lo que presenciaba. Soltó un vapor espeso, sus índices comenzaron a tocar sus pezones haciéndolos reaccionar en el acto.
—Frótalos en círculos— obedeció sin rechistar. Los índices estimularon sus botones mordiéndose el labio sutilmente. Los presionaba, jugaba con ellos hasta dejarlos duros —Ahora quítate la blusa— agregó.
Elizabeth le vio no tan segura, pero no puso objeción. Vacilante sus dedos se enredaron en la corbata rosa, tirándola de alrededor de su cuello al suelo. Prosiguió con la blusa azul; con cada botón, más piel dejaba a la vista del demonio, deseaba ser él quien le arrancara la blusa que resaltaba sus curvas, pero verla hacerlo era aún más placentero de lo que esperaba.
Su cuerpo inferior quedo desnudo, sus pechos al aire reaccionaron al clima templado, aun mantenían su dureza debido a las estimulaciones previas. Meliodas relamió sus labios.
—Por favor continua lo que hacías, no contengas tus gemidos— insisto a continuar sus movimientos anteriores, esta vez sin nada que lo privara de una vista más exhibicionista.
—Aah Mhh— volvió a realizar los mismos mimos en sus senos, los apretaba, los frotaba, tiraba de sus pezones imaginado que eran los dientes del rubio. Quería que succionara de ellos, que mordisqueara su piel blanca, que la llenara de marcas de sus besos; anhelaba sus manos y la tocaran con el mismo descaro, pensarlo solo la sonrojaba a más no poder.
—Quítate las bragas, princesa— esta le vio confusa aun sin detener los movimientos de sus pechos —Es hora de avanzar, adelante— dejo sus acciones anteriores y con timidez alzo las caderas para quitarse su ropa interior, pero la falda aun cubría su zona de la mirada libidinosa —¿Tan pronto ya estas tan mojada?, espero que estés pensando en mi— relamió sus labios al ver la humedad brillosa en la tela blanca.
—S-Siempre— alcanzo a decir.
—Abre las piernas y descúbrete para mí, princesa— jadeó.
—Yo no podría, me da vergüenza— esta notó la ligera desilusión en el rubio. Sus azules se desviaron por su cuerpo notando el predominante bulto entre sus pantalones; le gustaba lo que veía y ella se lo negaba. Calmo su lucha interna comenzando a alzar la falda blanca —Pero por ti, lo hare— termino con sus piernas abierta lo suficiente como para que el viera el espectáculo que le hizo agua la boca.
—Pero que buena vista— gruño soltando una bocanada, su miembro reacciono ante esto, ansioso por llenarla —Adelante, tócate. Busca tu propio placer— esta vez terminó con un ligero gemido que erizo la piel de la ojizarca.
Sin despegar el contacto visual con el líder, su índice y medio iniciaron camino por su zona pélvica, acaricio los labios inferiores frotándolos en un delicado vaivén que provocaba suspiros de parte de ambos amantes. Separó sus pliegues dándole un vistazo más morboso e introdujo su dedo medio entre ellos, tanteando su cavidad de modo a que sus fluidos se esparcían por la zona.
—Hum... Ngh— toco su botón hinchado, dando pequeños toques y movimientos circulares —Aaah...— exploro y busco, hasta que encontró el lugar donde los espasmos se provocaban en su vientre —¡Señor Meliodas!— chilló cerrando los ojos.
—Eso, gime mi nombre— soltó una bocanada. Tal vez exageraba, pero con solo verla y escucharla sentía que podría eyacular en cualquier momento.
Se retorcía abriendo más sus extremidades, sus pechos se alzaron, su mano desocupada tiraba de la sabana de la cama cada vez que abría la boca para soltar exclamaciones sin censura o llamar al rubio, pidiendo que la ayudara con su trabajo.
Meliodas se mantenía expectante a lo que veía, su mirada se concentraba en su flor rosada, se dilataba con sus sonoros gemidos que sin pudor alguno llevó su mano izquierda a su entrepierna dando un ligero apretón a su longitud marcada. Un gruñido llamo la atención de la princesa. Se sonrojo a horrores, pero lejos de incomodarle, solo la motivo a continuar.
—¿Te gusta?— era más que obvio que lo disfrutaba, la manera en que encorvaba su espalda era la dicha que resaltaba sus curvas.
—Mucho— hecho su cabeza hacía atrás, el dedo medio frotaba círculos cada vez más rápidos, inconsciente la mano desocupada subió por su cuerpo para tomar su pecho comenzando a apretarlo.
Joder. Su mente pecaba con la figura de Meliodas, su dedo jugueteando con su clítoris solo le hacía pensar que no era ella quien se masturbaba, si no la lengua del aludido. Lo quería ahí mismo, quería ver jalar de sus cabellos dorados mientras comía de ella, quería verlo tragar lo que lograría, quería restregarse para conseguir algo más intenso.
Su mente estaba tan nublada, tan desenfrenada en su labor que incluso a Gowther le quedaba corto su pecado. La mente de aquella tierna princesa era la lujuria misma que había tomado control sobre su cuerpo.
—Meliodas...Meliodas... ¡¡¡Meliodas!!!— siseo un alarido con un rastro de saliva saliendo de sus comisuras, las lágrimas nublaban su visión sintiendo su cuerpo convulsionarse en la orilla de la cama, espasmos aletearon en su columna, sus pies se arquearon, su vientre se contrajo, su pulso cardiaco se aceleró, la sábana bajo de ella empezaba a empaparse, solo un par de frotes más y habría alcanzado su orgasmo... si no fuera por la tremenda sacudida que su compañera gigante que le hizo despertar de golpe.
—Elizabeth, ¡Hey, Elizabeth!— se escuchó decir es voz quisquillosa a la vez que la removía ligeramente. Un gruñido de frustración salió de la albina mientras tallaba sus ojitos aun dilatados.
—¿Eeh?— bostezó esta vez más tranquila, comenzaba a acostumbrarse a sus "sueños" y más a que la interrumpieran en intensos momentos culminantes. Sus ojos soñadores captaron a la oji violeta frente a ella.
—Te volviste a quedar dormida de la nada— su voz sonaba algo preocupante por el hecho que esta simplemente se había sentado un rato después de limpiar y en seguida se quedó dormida en una de las mesas.
La princesa observo a su alrededor, el ocaso casi daba la bienvenida a la noche y aun se mantenían en movimiento hacia su misión de encontrar al León del orgullo. Volteo la mirada a la mesa, su mano aún mantenía aquel trapo que uso para limpiar la mesas y, al parecer estaba estrujado, como si se hubiese aferrado con fuerza a él.
—Oh lo siento, pero...— soltó un largo bostezo —Tengo mucho sueño— soltó un suspiro cerrando su parpados ligeramente.
—Se nota— detono ironía —Tienes ojeras, ¿estás enferma o algo?— abrió sus ojos al sentir la mano de su compañera en su frente en busca de algún aumento inusual de temperatura. Esta le aparto ligeramente con una risilla nerviosa.
—No claro que no, Diane; solo me iré a remojar la cara...— sus palabras se convirtieron en balbuceos a la vez que se dejaba caer nuevamente en el sueño.
—¡¡Eli!!— exclamo Diane.
—Lo siento— se levantó de la silla en un golpe —Ya estoy despierta.
—¿Qué sucede?— apareció el capitán al escuchar el quejido del pecado de la envidia.
—Elizabeth se volvió a quedar dormida— arqueo la ceja de regreso.
—Parece que tengo insomnio solamente, estaré bien— a Meliodas no pareció convencerlo. Incluso dormido podría adivinar fácilmente cuando ella estaba sumergida en aquel paraíso del descanso, pero eso no descartaba que, aparentemente, ella sufría de constantes pesadillas ¿Cómo explicaría sus repentinos sonidos de terror, la manera brusca en la que se removía en la cama, cuando comenzaba a sudar y agitarse? Incluso entre sueños parecía que le llamaba, susurraba su nombre. Se sentía mal por eso, seguramente ella tenía un mal sueño donde pedía que él le rescatara.
Por otro lado, no se había atrevido a preguntar, no quería arriesgarse a que ella relatara algún suceso de sus vidas pasadas y él tenga que dar explicación alguna.
—¿Segura?— ella asintió levemente volviendo a tomar asiento, rogándole a todas las diosas que se creyeran su mentirilla blanca. No podía decirles de sus repentinas fantasías con él capitán; ¡Muy vergonzoso!
El golpe de un gran tarro cayendo en la mesa, frente a la princesa llamó la atención de al rededor.
—Toma alteza— incito Ban acercándole la bebida mientras el daba un sorbo del suyo. Elizabeth le vio confusa.
—Para...— antes de que pudiese formular una pregunta, el pecado de la pereza se adelantó a los reclamos.
—¡Ban, ¿estás loco?!— el aludido le ignoro.
—Si entras a un estado de ebriedad en este estado de cansancio, seguramente caerás dormida en seguida. Dormirás como nunca, mi me funciona— aseguró ante la insegura doncella —No te preocupes por el dolor de cabeza al día siguiente, nada que otra cerveza en la mañana no solucione—
Elizabeth trago grueso, ¿funcionaria realmente? El zorro de la codicia no solo se caracterizaba por su constante ebriedad la mayor parte del día, su habilidad para tener un sueño pesado parecía ser producto del alcohol. Confiada, se depuso a toma un poco, si no fuera porque su muñeca fue sujetada antes.
—No— dijo el líder en voz firme apartándole el tarro —Ella no bebe Ban— por fin soltó su agarre para imponerse contra su amigo de manera protectora sobre Elizabeth.
—No le va a pasar nada, capitán— cantó desinteresado, más bien era como tentarla —Toma, princesa— sus ojos se posaron en los del rubio.
—No tienes que hacerlo— apretó los labios. Quizás esa era la solución y prefería eso a tener que buscar más soluciones que le hicieran revelar sus deseos, aunque si entraba en estado de ebriedad corría el riesgo de soltar la lengua.
Pensándolo bien, prefería revelar ese secreto y no recordarlo. Se quitaría un peso de encima.
—Uh de acuerdo— en contra de lo que el rubio pedía, acepto el tarro entre sus manos. Ban se burló victorioso de su capitán quien solo soltó un bufido —Solo será poco—
[...]
—Pudin— en seguida, una ola de carcajadas de la escandalosa princesa inundo el lugar. Reía desvergonzada, de esas en las que su padre le recriminaría de su actitud jocosa.
—¡¡Que gracioso es usted, señor Gowther!!— continuo entre risas a causa de lo que la marioneta serene decía. Su sonrojo en las mejillas delataba que estaba en un punto alto de ebriedad, se tambaleaba ligeramente, dejo de ser temerosa a su alrededor.
—¡Vaya! Con dos tuvo suficiente— murmuro King flotando con chastiefol —No me lo esperaba—
—Le di las más fuertes—canto el albino igual o menos ebrio que la princesa —Hey Gowther, cuéntanos otro chiste.
Mientras tanto, el capitán no se había apartado de ella. Su mirada delataba su mal humor aun mientras bebía, era extraño verla en ese estado. Alardeaba y reía fuertemente junto su mejor amigo por cada cosa que el de lentes decía, ¡No tenía gracia alguna! Incluso llego a tardear canciones con el albino, charlaba con él, jugaba con él, seguía sus tonterías. No sabía si sentirse preocupado o celoso.
Para su sorpresa, repentinamente ella se sentó a su lado y rodeo su cuello con su brazo.
—Señor... hip... Meliodas— alargó esta última sílaba en un tono cantarín —Quiero decir que es la persona más amable que haya conocido en el mundo— le abrazo amorosamente ante la mirada desinteresada del rubio.
Una idea cruzo por su mente. En algún lado de su subconsciente ella debería tener algo de razón por la realidad, solo debía hacer que volviera en si con algo que, seguramente, le avergonzaría y quitaría ese sonrojo de sus mejillas para otro tipo de sonrojo.
—Si, siempre busco la manera de agradecerte— comento juguetón tomando uno de sus pechos y comenzar a tocarlo como de costumbre.
—¡Capitán!— chillo Diane con indignación, la perversión del rubio sobrepasaba los límites aun con la princesa aturdida.
—¡¡Cerdo Abusivo!!— antes de que Hawk pudiese intervenir, Elizabeth solo sonrió con la misma perversión.
—Me gusta.
—¡¿Que?!— la taberna quedo en silencio después de esa exclamación, aquella revelación dejo al rubio aturdido, obligándose a dejar de tocarla al instante.
—¿Elizabeth?— musito al verla dormitando, cabeceándose ligeramente.
—¿Huh?— su cabeza daba vueltas, ya no tenía razón de si, ya ni siquiera sabía lo que hacía. Solo quería dormir, dormir y dormir...
Su cabeza golpeo contra la mesa de madera seguido de un ligero ronquido que dejo a su alrededor algo confusos. Por el contrario, Ban sonrió de que su plan para ayudarla a dormir haya funcionado.
—Ya cayó.
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Si creen que esto es raro, esperen el siguiente donde las cosas se pondrán mas intensas, ya he escrito un adelanto y créanme que estoy muriendo T///T
Pero continuando con este capítulo, cada vez que escribía el lime o lemon (como quieran llamarle) paraba para preguntarme: ¿por que hago esto? La verdad no sé que pasaba por mi mente cuando decidí iniciar esta historia, pero ya es tarde para retractarse.
Anyway... ustedes díganme que les pareció, ¿mucha o poca intensidad?, ¿fui muy explícita o quieren algo más morboso? Sus comentarios me servirán para mejorar, así que se los agradecería mucho UwU
Sin más, gracias por leer.
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