Confesión fallida

Ahí, temblorosa mientras el serbia en tarros las bebidas para caprichosos clientes borrachos mientras ella solo observaba con temor, ¿por que? siempre ha servido y tropezado con cada cliente, el problema era que estaba decidida, pero su cuerpo no.

Seguiría el consejo que Ban le dio, le diría sus sentimientos para quitarse ese poso de encima, podría inventarle que so fue la causa de sus insomnios y así podría desistir con visitar a Merlín, seria fácil y rápido, pero porque su corazón retumbaba en los oídos.

No podía callarlo más, cada vez se acercaban mas a Camelot y era peor si le descubrían sus anhelos mas íntimos y retorcidos, excesivos para una princesa adorable e inocente ¡por favor, de inocente ya no le quedaba ni un pelo!

—Señor Meliodas— llamo lo suficientemente decidida como para no titubear, este le miro con una sonrisa.

—¿Qué  sucede Elizabeth?— cuestiono algo confuso por su ceño fruncido sobre un sonrojo cuestionable —¿Te duele algo?— esta soltó un suspiro, se aseguro que nadie más a arte de el le prestara atención, por suerte Ban cocinaba y Hawk estaba con el mientras King limpiaba las mesas y Diane atendía. 

—Eh bueno, es algo que llevo pensando y me inquieta, mas bien, es lo que causa mi problema— titubeo luchando por no enredarse con su propia lengua —Quizás... Quizás sea algo pasado, pero...— el rubio tembló internamente al escuchar esto, ¿estaba recordando?

—Te parece si me lo dices después, hay clientes que atender, Elizabeth— dijo rápidamente para voltearse e ignorara. Por su parte, la princesa bajo la mirada, ahora que tuvo la suficiente voluntad el pecado hozo por dejarla con la palabra en la boca.

Suspiro y se alejo sin más que decir o siquiera insistir, era obvio que no quería o... Tembló ante la idea de que este ya supiera la verdad y solo temiera a que esta se declarara para no rechazarla o, tal vez estaba jugando con ella y no quiere que su juego termine, ¿Qué debería pensar?

Carajo.

Por más que intentaba, este esquivaba sus palabras como si fueran la mas peligrosas armas en su contra o buscaba la forma de avergonzarla para que ella callara. Estaba sobreactuando al rededor de ella, como nervioso, ansioso e intranquilo, como si algo le preocupara; ya no la tocaba de imprevisto, solo era para que se distrajera al hablar o cuando ella se disponía a tocar su hombro, le hacia encargos para que se mantuviera alejado de él y, por si fuera poco, repentinamente le dio un golpe al rey de las hadas sin ninguna razón.

Ese día Elizabeth se dio por rendida, a la siguiente mañana lo volvería a intentar y esta vez no lo dejaría escapar, tendrían todo un día de camino a la capital que gobernaba el rey Arturo, o al menos, no se iría adormir hasta que al menos lo intentara una vez más.

—Señor Meliodas, hay algo que he querido decirle desde esta tarde y...— mordió su labio sutilmente escondiendo su rostro entre las sábanas —Es importante, siento que es un peso que me oprime— esta le volteo a ver, estaba dándole la espalda con esas cuerdas firme mete amarradas —¿Señor Meliodas?—

—¿Huh?, lo siento Elizabeth, estaba ya soñando, ¿dijiste algo?— esta se vio incrédula ante su voz falsamente cansada y soñolienta. Una decepción creció en su pecho dolorosamente, a veces olvidaba lo cruel que podía ser.

—N-Nada, buenas noches— solo dio la vuelta y se envolvió entre desilusiones sin percatarse del aire exhaustivo liberado por la boca del capitán.

Lo siento Elizabeth, pero si es lo que pienso, me niego a aceptarlo...

[...]

La mañana hubiese sido más tranquila y agradable, era fresco alrededor del bosquejo verde y húmedo; sin embargo, en esos instantes sudaba, el calor de su vientre era insoportable y sentía otro tipo de humedad entre sus piernas.

El capitán aprovecho que todo dormitaban en silencio para desamarrarse sin dificultad y tomar como presa a la jovencita que le daba la espalda. Tan tranquila y de olor dulce que tentaba, ¿Cómo fue capaz de encontrar semejante ángel en aquel infierno? Solo no podía detenerse, deseaba escucharla gritar y suplicar, destrozarla y que aun así le pidiera por más.

—S-Señor Meliodas — titubeo, sentía las manos ajenas tantear la silueta de su desnudo cuerpo. Apretó sus caderas de modo a que su trasero friccionara contra su ya dura erección preso en su pantalón. Lo escuchaba jadear en su nuca, mordía su hombro, simulaba embestidas.

—Eres tan sensible y receptiva...— soltó una risa nasal subiendo por su costado hasta tomar uno de sus pechos escuchándola gemir — Me encanta— gruño.

Con su índice y pulgar pellizco  su pezón duro y tiro de el, apretó su suave seno, lo meció con suavidad deleitándose con aquella fragancia femenina enterrando su nariz en el nacimiento de sus cabellos plateados, trazando en con su lengua un camino hasta su oreja donde se dedico a mordisquear su lóbulo.

—Meliodas...— su cadera rozo con más insistencia en su miembro —Hmm...— sus manos sobre las del líder lo motivo a que continuara con esas caricias.

—Estamos impacientes, ehh— dejo un notorio chupetón en su cuello deteniendo así sus movimientos.

La princesa no dijo nada, solo se removió inquieta al sentirlo acariciar su trasero para posteriormente apretarlo con descaro.

—¿Señor Meliodas?— este desabrocho su pantalón y saco su erección de aquella prisión de telas —¡Aah!— tembló ligeramente al sentirlo restregarse contra ella.

—Abre las piernas, preciosa—  abochornada esta accedió sin rechistar. Meliodas acomodo su pene entre sus pliegues húmedos sin penetrarla —Ahora apriétalas sin exceder—  esta hizo lo que pidió sacándole un gruñido.

—A-¿Así?— este le tomo de la cadera soplando en su oído.

—Si, ahora quédate quieta...— este retrocedió y volvió a juntar sus caderas —Grr... apretar mas tus muslos— la princesa jadeo, aun no la penetraba, sentía su longitud acariciar sus labios vaginales con cada movimiento, la punta rosaba su clítoris, los fluidos hacían mas fácil sus embestidas.

—Aah, aaah...— mordió su labio inferior, aparto mas su dureza entre sus piernas. Sintió las manos de su amante tomar las suyas para colocarlas en sus atributos —Ngh...—

—Tócate princesa, quiero escucharte mientras te complazco— esta no lo pensó y comenzó a amasar su pechos como el lo hacia, jugando con sus duros botones rosados —Buena chica— rio en su cuello acelerando aquellos movimientos gozando de los músculos apretando su dureza.

—Gyaaaa...— se retorció al sentirlo frotar su perla de placer al compas de las embestidas, sus fluidos resbalaban de su intimidad hasta las sábanas, sus ojos se nublaban en éxtasis —Aaah, no lo soporto— su centro palpitaba por el, quería que aquel demonio la llevara al cielo a explorar lo más gratificante de la plenitud —Por favor, entre en mi— lo escucho reír burlón, amaba cada suplica. 

—Dime que es lo que quieres, si no, no seré capaz de complacerte— los movimientos de sus dedos disminuyeron, el éxtasis se le escapaba y solo él podría regresárselo si se lo pedía.

—Quiero que entres en mi...— con sus caderas, trazo círculos sobre sus miembro con afán de provocarlo —Por favor, solo cógeme...— sus mejillas se tiñeron al rojo vivo por tales palabras saliendo de su boca. Meliodas le vio complacido. 

Con un movimiento maniobro para dejarla boca abajo y el encima de ella como bestia apunto de devorar a su presa, dejando que su rostro se enterrara en las almohadas.

—Eres una princesa muy caprichosa, pero te daré lo que me pides...— tomo su cadera y la alzo a la altura de las suyas dejando su mitad inferior presionado, separo ambas piernas para verle como empezaba derramarse por su toque —Te voy a coger duro y espero que grites mi nombre...— sonrió con cinismo, la punta se frotaba en su hendidura haciéndola gemir en bajo, solo torturándola —Pero primero, dime lo que me querías decir—

—¡Aah! S-Señor Meliodas...— mordió su labio, podía sentirlo presionar su clítoris con el glande, sus manos apretaban sus posaderas. Trago en grueso  —Yo...Hmm... Yo te...— 

—¿Tu que?, dímelo...— su pene amenazaba con entrar en una estocada y por más que moviera las caderas este la mantenía quieta. Solo continuo restregándose en ella, cada vez más rápido sanadle un alarido, sentía que en cualquier momento se correría con solo esas caricias. 

— Yo te a...—  un estruendo le hizo despertar de golpe, mamá Hawk se detuvo momentáneamente, ¿a que hora habían comenzado a moverse? 

Su corazón aún latía sin control, su rostro aun estaba sonrojado y la familiar humedad en sus piernas delataban que solo fue otro de sus alocados sueños. Soltó una bocanada.

La puerta de la habitación se abrió dejando pasar al capitán de los pecados y dueño de la taberna, ni cuenta se dio cuando se levanto.

—Buen día Elizabeth, mañana agitada, ¿huh?— bromeo refiriéndose al temblor provocado por el cerdo gigante en el que iban montados en el establecimiento, por el contrario, la albina malinterpreto esa afirmación. Su mirada azul se poso a la ventana sin decir nada, percatándose que se había detenido en un pueblo muy conocido  —Buenas noticias Elizabeth, hemos llegado a Camelot—

¡Maldición!

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Y... ya se viene lo bueno >:3

Pobre Eli, lo que le espera, pero tranquilos que Merlín es buena onda por aquí, preocúpense por Gowther que literalmente le darán la paliza de su vida :v

Oh bueno, que les pareció el capitulo? Ya falta poco para que esta historia culmine y no sé porque, pero me querrán  matar por el final y no precisamente porque sea malo :v

Sin más, gracias por leer.

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