Cap. 12

Tratando de hacer actualizaciones más seguido semana 2.

Hubiera sacado esto antes Pero se atravesó la edición de Solo Soy Un Adolescente, una enorme disculpa.

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-Jas... Estoy embarazada.

Sabía perfectamente que la cena no era solo un gesto romántico. Siempre he amado a Cristal por ser tan directa. Ya me había asustado pensando en la posibilidad de que se me hubiera olvidado nuestro aniversario o algo de su trabajo.

Sin embargo, no pensaba que fuera eso. Cris esperaba mi respuesta con una sonrisa, y yo solo me quedé callado, sé que debería decirle algo, solo no sé como reaccionar. Poco a poco esa bonita sonrisa fue desapareciendo, reemplazada por preocupación, pude observar sus cejas perfectamente depiladas curvandose.

-Sé que... El bufete está en su mejor momento, y tienes muchos trabajo, pero yo estoy muy feliz, amor.

-Si... Yo también. -logré decir un poco inseguro. -Aunque es... Wow, ni siquiera lo estábamos intentando.

-Creeme, no se me olvidó ninguna pastilla, las conté todas. -explicó dando pequeños pinchazos a la carne con el tenedor. -Supongo que somos del uno porciento ¡Me hice tres pruebas y todas salieron positivas!

Si, solo a mí pueden pasarme cosas como estas, pertenecer al uno porciento de falla en los métodos anticonceptivos, ¿No puedo ser del uno porciento que se gana la lotería? O quizás lo soy, nunca la he jugado.

Tomo un poco de vino y no me atrevo a mirarla, ella lo nota, no soy muy sutil.

-Cariño, dime algo por favor. -ese tono me provoca culpa inmediatamente. Di un suspiro dejando la copa de lado.

-Perdón, me tomó por sorpresa, solo... Ya sabes que...

-Cari, que tengas una relación difícil con Carlos no te hará un mal padre. -se estiró para tomarme por la mano, siempre más pequeña que la mía.

-¿Y si también tiene TDAH?

-No es una enfermedad, es una neurodivergencia, nos informaremos en el tema y lo criaremos con mucho amor. Tú y yo sabemos que ser abogado te ha hecho mucho más paciente.

Si, debí aprenderlo para no sacarles la cabeza a mis clientes. Pasó el pulgar por el dorso de mi mano con cariño, di un resoplido y le sonreí. Me aterra ser padre, pero se que ella será una madre increíble, y solo por eso, se que estaremos bien.

-Es cierto. -me levanté y camine hasta su silla.

Tomé su rostro entre mis manos, acariciando sus suaves mejillas tejidas de rubor rosa con mis pulgares, se ve bien, pero es igual o más hermosa sin maquillaje. Sus ojos azules me miraron más tranquilos, brillaban.

-Vamos a ser unos padres increíbles.

Soltó un suspiro de alivio mezclado con una pequeña risa, para luego cerrar los ojos y parar sus labios para pedirme un beso, me tomé solo un par de segundos para observar lo tierna que se veía así. Nunca dejaría de enamorarme de esta mujer. Luego la besé.

Sabía a durazno.







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Por supuesto no podíamos guardarnos la noticia solo para nosotros. Siempre dicen que no celebres antes de tiempo, al menos debíamos ir al doctor antes, pero estábamos tan felices que solo no pudimos esperar.

Primero informamos a mí suegra, ella estaba encantada al respecto, aunque rápidamente empezó a hacer sus comentarios sobre el peso de mi esposa y su gran alivio debido a la menopausia temprana que desafortunadamente estaba afectando a casi toda la población femenina. Usamos la primera oportunidad que tuvimos para irnos. No diría exactamente que adoro a mi suegra, ella me tolera y viceversa.

Después de eso, ella le dijo a sus amigas, pensaba en decirles a Brandon y Noah, pero primero quería decirle a Ale.

-¿Entonces por fin tendré un sobrino? -Me dijo mientras dejaba a un lado las tijeras.

Me ofrecí a ayudarle a hacer algunos adornos que le pidieron para la escuela de los niños, Dereck también estaba aquí. No es como si tuviéramos la necesidad de seguir compitiendo por todo a nuestra edad, pero mis tulipanes de papel son mucho más perfectos que los suyos.

-Eso parece. -dije sonriendo un poco.

-ay no, ¿Otro tú? Apenas aprendí a soportarte. -bromeó Dereck y Ale le dió un codazo.

-Podría ser otra Cristal.

La probabilidad era baja, con suerte nacen niñas en lo últimos años. Pero debía admitir que tener a una pequeña rubia y de ojos azules me hacía una ilusión. La idea de ser padre siempre me atemorizó, pero imaginarme eso conseguía hacerlo más llevadero.

-Sea como sea, será perfecta, porque ella es su madre.

Volteamos hacia la sala desde la cocina, Cristal estaba dibujando con los niños, con un pequeño Dennis de seis años, y unos mellizos por cumplir cuatro, se veía feliz, adoraba jugar con ellos. Admito que aún con mis miedos, al verla con nuestros sobrinos, solo podía pensar en que esa chica merece y quiere ser madre. Amaba esa sonrisa.

Me prometí hacer todo para que tuviera una vida llena de amor.

Incluso después del diagnóstico.








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Llegamos con el ginecólogo de Cris, decidió que lo mejor era hacer una prueba de sangre antes de cualquier otra cosa.

Ella no dejaba de jugar con sus manos mientras esperabamos los resultados con ansias, su manicura francesa chocaba entre sí, sonaba como un pequeño castañeo. Le tomé la mano, se sorprendió un poco pero luego entrelazó sus dedos con los míos. Luego se recargó en mi hombro. Su shampoo también olía a durazno, ella siempre olía así.

-Perdona, estoy ansiosa, es que... Si solo es un retraso...

-Si es un retraso, entonces solo significa que debemos seguir intentando. -Alzó la vista para verme mejor con esos grandes ojos azules.

No se lo esperaba, pero mi carrera iba bien, llevabamos muchos años juntos, cuidamos perfectamente bien a Primer Ministro, así que tenía sentido agrandar nuestra pequeña familia. Siempre me intimidó, pero ella lo deseaba tanto que empezó a ser contagioso.

-¿Quieres decir...?

El doctor regresó, no pudo continuar la pregunta, traía su tablet con los análisis. La alegre actitud que tenía al comienzo de la visita se había esfumado.

-Chicos, necesito que primero me escuchen. -Sentí como la ansiedad empezaba a acumularse en mi pecho. -No estás embarazada. Lo siento, chicos.

Cris dió un suspiro decepcionada, y sé que también debí sentirme así, por todo lo que dije antes. Pero no.

Hay muchos momentos en mi vida que quisiera borrar, pero empezaría por ese segundo... El segundo previo al desastre, en el que sentí alivio. Estuve aliviado por no ser padre, ya no tenía ese peso, no tendría que aguantar a otro Carlos hecho por mí. Y luego empezó la pesadilla.

-Apareció algo más en los análisis. Algunos valores aparecieron anormalmente altos, por eso la prueba casera salió positiva. -"Anormalmente" se puede interpretar de varios modos, solo que su seriedad no era nada tranquilizadora. -Te haremos un ultrasonido y veremos si encontramos algo, solo les pido que mantengan la calma, haremos varios estudios antes de sacar conclusiones.

No nos pediría eso si no hubiera una gran posibilidad de que no lo fuera.

La mano de Cristal sigue en la mía, nos miramos, había miedo allí, así que hice lo que mejor sé para eliminarlo. Sonreí, para darle seguridad, ella me devolvió la sonrisa, no era tan brillante como antes, pero seguía siendo hermosa. Me dió un apretón, se lo devolví.









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En algún momento hubo una masa en el ovario de Cristal, y esa masa creció y creció sin que nos fuéramos cuenta, por años.

No mostró síntomas, fue silencioso.

Ahora íbamos de ginecología a oncología una y otra vez.

Era etapa cuatro, el tratamiento era quimioterapia y una operación donde quitarían sus ovarios y la mayor parte del tumor. Y aún así, no había garantía de que funcionara.

Cris preguntó si podía congelar sus óvulos antes de la cirugía, pero por la forma en que el tumor estaba en su cuerpo, fue imposible.

La cirugía fue un jueves, y el día estaba ridículamente hermoso, tan soleado, con pocas nubes y el clima no era ni frío ni caluroso. Odié ese día.

Estaba con mi suegra, en la sala de espera, solo pidiendo que todo saliera lo mejor posible. Finalmente, luego de horas, terminó. Quitaron lo que pudieron, pero no fue ni la mitad, estaba más extendido de lo que se veía en la tomografía.

Teníamos que esperar a que Cristal despertara para discutir el resto del tratamiento.







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El siguiente día no lo odié tanto al principio, estaba nublado y frío, eso me gustaba.

Cuando despertó tenía el cabello hecho un nido, tenía suero y sus ojeras estaban al descubierto. Aún así, se veía hermosa, para mí siempre lo era, y mucho más después de haber soportado una cirugía tan larga.

Su madre, Jessica Nicolls, no podía permitir eso, así que la peinó, no podía maquillarla pero al menos podía hacer esto por ella. No fue la mejor madre para mí esposa, pero la amaba, a su extraño modo, y respetaba eso.

Cuando llegó el oncólogo, fue que cambiaron las cosas.

-Mira Cristal, necesitarás otra cirugía para extirpar otra buena parte, pero hay lugares a los que no podemos ingresar si comprometerte.

-¿Está diciendo que quedé estéril por completo y aún así esa cosa sigue dentro? -Ella se estaba riendo, no con tristeza ni enojo, era sincero, podríamos echarle la culpa a la anestesia pero lo cierto es que ella solo era así. -Dioses, que mal chiste.

-¿Y como curarán a mi hija mientras tenga eso dentro, doctor? -preguntó mi suegra.

Mi abuelo murió de cáncer, no tenía el corazón para decirle que no se cura, solo se reduce hasta eliminarse casi por completo, y aún así, hay que seguir yendo a revisiones de rutina durante toda la vida para asegurarse que no ha vuelto. Y eso se logra mayormente si son etapas primerizas.

-Disculpe señorita Nicolls, pero si hija seguirá enferma. -Lo sabía. Jessica se llevó las manos al pecho, se limitó a seguir escuchando. -Sin embargo, después iniciaremos con quimioterapia, y así esperamos que Cristal tenga-

-Esperen. -Interrumpió mi esposa. -Doctor, por favor sea honesto, me abren otra vez, y sacan una buena porción, ¿Cuánto tiempo tendré con la quimioterapia si el tumor no desaparece?

Él solo dio un suspiro. Se sentía como si estuviera en una película, solo fuí un espectador, no dije nada hasta el momento.

-Quizás seis años más. -Seis años, casi lo que teníamos juntos. Cristal bajó un poco la sonrisa, ya no llegaba a sus ojos. -Si no se encoge al menos haría que no vuelva a crecer más.

-Wow, o sea que tendré seis años de calvicie, prácticamente viviendo en este lujoso hotel, y con mucha hierba para no vomitar cada que ingiero algo, ¿No?

El doctor no le dijo que si exactamente, pero todo lo que decía Cristal era muy cercano a lo que iba a pasar. Me salí un poco del papel de espectador para ir a su lado y tomarla de la mano, lo que se oía no era nada alentador.

Y luego Cristal dijo una de las cosas más horribles.

-¿Y si no lo tomo?

-¿Que? -dije y le solté la mano.

-Hija... -empezó a decir su madre.

Cristal alzó la misma mano que solté para pedirnos callarnos, ya no había sonrisa, su mirada era firme y sus labios una linea recta, pidiéndole al medico que respondiera su pregunta.

-Bueno... Un par de años, quizá tres.

La sonrisa volvió a mí esposa, respiró profundamente, soltando una exhalación relajante.

-Entonces puedo tener mis hermosos rizos, algo de náuseas y dos años para hacer lo que quiera lejos de los hospitales ¿No?

-Bueno...

-Jessica, Doctor, pueden permitirme un momento con mi esposa, ¿Por favor?

-¿Que? ¡Estás loco si crees que te dejare cuando ella dijo tal locura!

-Mamá. -Cris llamó su atención. -Por favor.

-Pero... -ella no la miró. -Está bien...

Nos quedamos solos allí, ella me miraba, decidida, como siempre. Cuando una idea se le metía, no había forma de que desistiera, era otra razón para quererla. Sin embargo, ahora mismo, odiaba la idea.

-Amor, no puedes hacer esto.

-Me casé con un abogado Jas, tengo derecho a rechazar tratamiento médico. -comentó con sarcasmo.

-No juegues ahora, Cris. Estoy hablando en serio, es una locura, tienes una oportunidad.

-Una oportunidad mínima, cielo. -se cruzó de brazos. -No quiero eso, estuve años enferma y sintiéndome bien. No voy a pasar los últimos sintiéndome mal.

-¿Y donde quedo yo? ¿Eh? ¿Pensaste en mí acaso?

Juntó las cejas y apretó fuerte los puños, ella era más baja que yo, pero de haber podido, se hubiera levantado sobre la camilla para quedar a mí altura para confrontarme. Aún así, nunca lo ha necesitado, ella tenía suficiente carácter para hacerse oír.

-Estoy pensando en ti, pedazo de imbécil. -Gruñó. -¿Crees que quiero verte sufriendo por mí más de lo necesario? ¿Que dejes de lado tu increíble trabajo por una década cuidando que no me ahogue con mi propio vómito?

-No me importa el trabajo Cris, me importas tú.

-¡Y a mí me importas tú, carajo! -Gritó con voz ahogada.

En eso empezó a llorar, pero era una mezcla de llanto de rabia y de impotencia. Y yo también quise llorar al escucharla, tuve que morderme el labio inferior para no hacerlo, pero los ojos me picaban.

-Jason, escúchame. -Pidió con voz más suave. La escuché. -Prefiero mil veces tener los mejores dos años juntos que seis dónde seremos miserables y sin ninguna garantía de que eso funcione.

Tenía sentido, tenía todo el sentido del mundo, y lo sabía, y por eso no quería aceptarlo. No podía entender como mi esposa desahuciada podía tomar una decisión tan racional cuando yo estaba a punto de explotar. Se suponía que hace dos meses vinimos al hospital para ver si teníamos un bebé, pero en su lugar, estoy discutiendo con ella, por qué tan rápido la voy a perder.

-No puedo aceptarlo. -Cris relajó su expresión, no se limpió las lágrimas.

-Lo sé, pero es mi decisión. Y sé que puedes presentar un juicio para decir que no soy mentalmente competente. -En realidad no podía, en primera porque no era mi rama, y en segunda porque no es como si el tumor hubiera invadido su cerebro, no había evidencias. -Y no lo harás, porque me amas. -y eso también.

-Si, te amo, y por eso quiero pasar mi vida contigo.

-Y yo quiero lo mismo, Jason. Aunque sea corta.

Me dejé caer sobre el sofá, ya no aguanté y dejé salir las lágrimas de forma silenciosa, fue un par de minutos en dónde solo cerré los ojos, no me dijo nada, ni siquiera la oí respirar. Junté el valor para regresar la vista a ella. Sonreía, de forma hermosa y triste, y no era justo que se viera así, aún con los ojos y nariz roja, quería besarla, porque se veía tierna.

-Ven aquí. -Alzó los brazos.

Fuí allí.

La abracé, y entendí que había perdido el caso.







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Hicimos un trato, si sacaban casi todo el tumor, tomaría quimio, si no, nos iríamos de viaje por el mundo.

Ahora, dos años después, estábamos en Roma, y ella lucía hermosa aún con la cara cubierta de manchas de uvas después de una caminata por los viñedos. Bien tal vez hicimos algo más que caminar.

-¿Me ayudas con el vestido amor? -me mostró la espalda pidiendo que atara los cordones que sostienen el vestido.

Las tomé e hice un pequeño moño, igual a atarse las agujetas. Sin embargo, aproveché para darle un pequeño beso en el cuello. Era uva y durazno.

-No me tientes de nuevo, tontito. -Se giró para darme un pequeño beso.

-Nunca puedo tener suficiente de ti.

-Bobo.

Pero era cierto, nunca podría tener suficiente de ella. Y no había suficientes países o comida rara que evitaran que recordara nuestro temporizador cada vez más escaso.

Teníamos terapia, en línea, la misma institución que ayudó a Alexis y a Dereck sus primeros años de matrimonio, con diferente psicólogo, claro. Nos ha ayudado en el proceso, lo hace más llevadero, pero no más fácil.

Íbamos de regreso a la cabaña que rentamos, dónde a Primer Ministro se quedó, cuando ella soltó otro tema.

-No entres en celibato cuando me vaya.

-¿Ah?

-Sería una pena privar a las pocas mujeres del mundo de ti. -A veces no entendía a mi esposa.

-Amor, no digas esas cosas.

-Jas, tú y yo nunca tuvimos una relación convencional. Así que, si te dan ganas, hazlo, puedes estar de luto por mí y también divertirte.

En ese momento, de verdad creí que se le zafó un tornillo. Luego entendí lo que realmente quería, no quería que me lamentara por ella por años. Creyó que permitiendome tener aventuras, quizá, solo quizá, conectaría más rápido con alguien.

Nunca tuvimos la charla de "si te enamoras de verdad, adelante, sé feliz", estaba implícito.






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Dos años, seis meses, tres días.

Simplemente no despertó, fue justo un día antes de nuestro viaje a Brasil, estábamos ej casa para arreglar los papeles, así que no tuve que preocuparme por los papeleos para enviar el cuerpo de un país a otro.

No tuvo dolor, los medicamentos siempre funcionaron bien.

El funeral fue a tapa cerrada, dijo que le daban repelus que todos la vieran aún si tenía el maquillaje más espectacular. Escogí la foto de nuestro viaje a Tokio, una que le tomé modelando el típico kimono que compras como turista aunque solo lo uses una vez. Era color durazno.

Su madre me rogó que la cambiara, ya que argumentaba que Cris se veía con el rostro muy regordete en esa imagen. No le hice caso, esta foto mostraba quien era mi esposa, una mujer hermosa, radiante, divertida y adorable.

A su petición, todos fuimos de blanco. Volví a tomar el lugar como espectador, me sentí en modo automático, solo decía gracias cuando todos se acercaban a darme el pésame, junto a un apretón de manos.

Ya en el funeral, cada quien habló de la maravillosa mujer que era, lo buena amiga que era, lo buena prima, jefa, chef, nuera, cuñada, hija.

Luego fue mi turno.

Siendo sincero no recuerdo que dije, solo que al final mis mejillas estaban húmedas, mi respiración agitada, y Alexis estaba ayudándome a regresar a mi asiento.

De ahí todo estaba borroso.

En algún momento, regresé a casa, con Primer Ministro. No quise dormir en nuestra recamara, usé la de invitados. Se pegó a mi pecho, y gimoteaba, él también sabía que la habiamos perdido.








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Me mudé un mes después. Y encontré ese pent House, no podía volver a esa casa. Ni siquiera fue tan nuestra esos últimos dos años.

Tardé tres meses en salir con alguien.

¿Estaba de luto? Si, así era.

Estaba en la parte de la furia.

Estaba furioso con mi esposa, porque me dejó, ella me dejó, me abandonó. Pudimos buscar segundas opiniones, tratamientos alternativos, cualquier cosa para que ella estuviera aquí. Y no, se dejó morir, la dejé morir. Me dejó.

Y una horrible parte, quería demostrar algo, ella me había dado su bendición, aún así, si existiera otro plano donde ella pudiera verme, esperaba que lo hiciera. Quería que viera a lo que me había orillado.

Pero no pasó nada luego de esa aventura, ni de la siguiente, ni de la siguiente.

Antes de que me diera cuenta, estaba en la negociación. Ya no era acostarme con ellas para lastimarla, si no para cumplir su deseo, mientras me permitía llorar por ella.







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-Entonces, te conocí en el aniversario.

Anthon, quien estaba llorando silenciosamente abrazaba a Primer Ministro, éste se encontraba enterrado en su cuello. Quise abrazarlo y decirle que todo estaba bien, que eso ya había pasado, aunque hubiera sido un poco raro, seguimos en territorio nuevo.

En ese momento no me dí cuenta de que pude contar la historia con naturalidad, sin llantos ni opresiones en el pecho.

-¿Y por qué estabas ahí? Debiste ir a entregar flores en su entierro.

-Oh no, fue incinerada, y su deseo fue que sus cenizas fueran usadas para... Plantar un árbol, en un bosque. -Arqueó una ceja confundido mientras se limpiaba con un pañuelito. -Ese bosque fue el primer caso que gané, evité que lo talaran para construir un centro comercial, allí le propuse matrimonio así que...

-Era su lugar especial. -exclamó antes de volver a llorar con fuerza. Dejó al perro a un lado y se cubrió la cara con las manos.

-Oh, wow, Anthi, Anthi. -Lo llamé cuando me puse de pie y me arrodillé frente a él para tranquilizarlo. -Claro que fuí a ese lugar, solo que por la mañana.

-No es eso... Es... -Se sorbió la nariz. -Perdoname, tú estabas pasándola mal y yo te seduje por razones egoístas y... Y...

-Anthon. -Le sostuve las manos. Y busqué su mirada, estaba roja, y vidriosa. -Ya lo hablamos, fue algo mutuo, ¿Si? Solo éramos dos no fanáticos del Hockey tratando de no sentirse tan solos. -No se veía muy convencido. -Me la pasé muy bien contigo, y no solo por el sexo.

-¿De verdad?

-Te agradezco por evitar que me ahogara en alcohol. Además... -Con cuidado pasé una de mis manos a su pancita, brincó ligeramente al tacto. -Algo bueno salió de allí, ¿No?

-Pero...

-Nop, sin peros. -Le pasé la mano por la frente, peinando su flequillo azul. -Ella es algo bueno, y somos un equipo independientemente de como se dieran las cosas.

Anthon cerró los ojos, solo soltó dos lágrimas que ya se habían acumulado antes de respirar y asentir.

-Le digo Serpi, porque se mueve como una pequeña serpiente. -No pude más que reír un poco ante eso.

-Eso es adorable. -Serpi en cuestión dió una patadita. -Será una niña muy latosa.

Un pequeño recuerdo de mi padre gritándole a Carlos luego de que rompió algo por correr por la casa. Lo ignoré de inmediato.

-Me gustaría que tuviera tu cabello. -Admitió, un poco sonrosado

Mi cabello es rubio cobrizo, heredado de mi madre, en la secundaria dejé de cortarlo, hasta la universidad. Sin embargo, me gustaba más el rubio dorado de Cris. Claramente, Serpi no lo tendría, eso era lo de menos, porque Anthon era hermoso. Es decir, estéticamente hablando.

-Me encantaría que tuviera tus ojos.

-¿Si sabes que son lentillas, no? Mis ojos son cafés.

-Un hermoso café. -El rubor en sus mejillas aumentó. -Una pequeña con tus ojos, tus pestañas...

-¿En verdad te gustan? Por qué mi madre y hermana tienen ojos verdes, con suerte ella...

-Con suerte ella será tan hermosa como tú.

No me di cuenta de que estábamos muy cerca, en algún momento yo me acerqué, o él lo hizo. De forma que esos grandes ojos castaños algo rojos me miraban. No era desagradable.

-¿Fue por mis ojos que decidiste ir conmigo? -Pude detectar un ligero brillo.

-En parte, pero tú forma de hablar, de expresarte, como te reías de mis pésimos chistes... -Sentí calor en mis mejillas.

-Fue un suplicio, eran realmente malos. -Bromeó. -Me gustaba como hablabas de esas series viejas, te veías apasionado, con mucha confianza... -Podía sentir su aliento, era fresco.

-Tú no te quedabas atrás, con esos gestos tan lindos, y esa sonrisa...

-¿Cuál? ¿Esta?

Levantó las comisuras de sus labios, no era forzado, era una natural, coqueta, atractiva. Y sus labios... Eran rosados, para nada finos, tenía el arco de cupido marcado y se veían suaves, apenas recordaba la sensación de esa noche. Me picaba la curiosidad por recordarlo.

-Si... Esa...

Ninguno se movió, ni dijo nada. Se sentía como un sueño, cuando esperas que tu enemigo haga el primer movimiento para atacar. Pero Anthon no es un enemigo, es un chico.

Aunque... Tal vez sea el chico más bonito y besable que he visto en mi vida.

Cerré los ojos, y no supe si él igual. Tomó un segundo.

Sentí la presión de aquellos labios rosas contra los míos.

Tal vez yo me acerqué o él se acercó, nunca sabré quien dió realmente ese paso. Sin embargo se sentía bien, no había alcohol, o café. Pero sabía a uva.

No me desagradó.

Incluso... Quise un poco más.

No hubo lengua, pero ambos abrimos ligeramente la boca y nos movimos para profundizarlo. No recordaba la última vez que besé a alguien así luego de una charla tan profunda.

No tuve que imaginar a ninguna mujer, era consciente de que era Anthon, un chico. Estaba besando a un chico, y me fascinó.

Finalmente requerimos tomar aire, nos separamos un poco. Abrí de a poco los ojos, encontrándome con el rostro más sonrojado de la vida. Un poco de ego me golpeó el pecho al saber que yo fuí la razón.

-Jason... Eso...

La maldición de las interrupciones nunca me dejaría vivir. Por qué sonó el timbre.

Raro, era de noche, y no habíamos pedido nada.

-Descuida, ve a ver, tal vez sea otro vagabundo al que embarazaste y si decidió buscarte.

-Ja, que gracioso. -Rodeé los ojos y me levanté para ver el intercomunicador.

En la pantalla alguien que no esperaba, y que no veo hace meses.

-¿Qué haces aquí?

-Hola, yo también me alegro de escucharte, ¿Me abres? Está helando acá fuera.

No tuve otra opción que dejarle entrar. Anthon a quien ya se le había bajado el sonrojo me miró atentamente esperando una explicación.

-Es un familiar, no entiendo que hace aquí

-¡¿Familiar?! -dijo cruzando los brazos sobre su panza.

Cierto... No pensé en eso.

-no te preocupes, tampoco es que seas un secreto. -Excepto que solo Alexis y mi asistente saben de él... -En algún momento se debían enterar.

-Claro... -No parecía muy convencido.

En un par de minutos tocaron a la puerta. Al abrirla allí estaba, el dolor de cabeza de mi adolescencia.

-Gracias, hermano, bueno, ¿Dónde pongo mis cosas?

-¿Tus cosas? -En eso noté la enorme mochila y la maleta con ruedas que cargaba.

-Si, obvio, mamá y papá se fueron de luna de miel, wey. Ellos te avisaron que...

-¿Charly? -Interrumpió Anthon.

Alto. ¿Charly?

-¿Anthon? -Preguntó mi hermano.

Ambos se quedaron viendo, y yo giraba de uno al otro.

-Carlos, ¿Lo conoces?

-¿Carlos? ¿No eras Charly?

-Es un apodo... ¿Tú qué haces aquí?

-Vivo aquí. -explicó el doncel.

-¿Ustedes de dónde se conocen? -me metí en la conversación otra vez.

-De la... Escuela, somos... Amigos -Carlos, abrió los ojos sorprendido, y Anthon... Estaba igual. -Ay no... No me digas...

-Ustedes... ¿Son hermanos? -Nos preguntó. -Mierda...

-¡¿Él es el padre?! -Anthon asintió.

Aparentemente, el mundo es muy pequeño.

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