5. De como una manzana arruinó mi perfecto plan.

Caí en la oficina de Cupido, no tuve el tiempo para decidir donde aparecería, y este era el primer lugar en mi mente.

Me asusté cuando vi una figura femenina observando la base de datos de cupido, me acerqué, para mi sorpresa me di cuenta de que era Eris, diosa de la discordia.

La mayoría en el Olimpo tenía un trato cuidadoso con esta diosa, pero yo me consideraba uno de sus únicos amigos.

—Eris, ¿Qué haces aquí?
—Hola, Haris—murmuró con la mirada perdida en el mapamundi—Escuché que ayudas a Eros, con una de sus víctimas.

—Sí, podría decirse.
—Sabes lo peligroso que es involucrarse con mortales...
—¿Crees que me voy a enamorar de la chica?—Reí—¿Estás celosa?

—¿Por qué lo estaría, somos amigos?—volteó a verme, un brillo en sus ojos me puso una duda en mente.
—No mandarás la manzana de la discordia a la tierra, ¿cierto?

—Obvio, no.—Sonrió, apartando el cabello rubio de su rostro—. Provoqué la guerra de Troya

—Específicamente, no fuiste tú.
—Eso no es lo que creen los otros dioses—se sentó en un taburete cercano.
—Lo sé, pero te lo he dicho mil veces, yo entiendo porque lo hiciste.
—Siempre he sido la diosa de la discordia. —Relamió sus labios—. Sería raro no interpretar mi papel como tal.
—Bueno, pues en eso no lo puedo discutir.

Se inclinó hacia la base de datos, y mencionó el nombre de Star.

—Es bonita
—Si tú lo dices—mascullé.
—Que no puedas sentir amor, no significa que no distingas entre lo que es bello.
—Cierto. —Hice una mueca.
—¿Sabías que el único momento en el que no causó conflictos, es cuando estoy contigo?
—¿Quieres decir, que yo anulo tus poderes de diosa?—Sonreí.
—Obvio, no. —Rodó los ojos—. Digo que estoy más tranquila cuando estoy tu lado.

Luego de mi charla con Eris, hablé con Cupido una vez más.

—¿No puedes solamente lanzar una de tus flechitas y hacer que se enamore?
—Así no funciona—aclaró por tercera vez.

Yo solía ser muy insistente, y hoy lo estaba más que nunca.

—Entonces...
—Sigue el plan, Haris—ordenó.
—Yo no soy de seguir mucho los planes.
—Lo sé.—Pasó una mano por su rostro.
—Tienes que admitir que algunas veces lo hago bien.
—¿En serio?—dijo sarcásticamente.
—Aquella panadera de Sidney debe estar muy agradecida conmigo. —Recordé cada detalle de esa escena—. El programador de eventos de un crucero fue un acierto. Tuvo un matrimonio en medio del Caribe. —No entendía porque Cupido no aceptaba que mi idea había sido genial.

—¿Te recuerdo, aquella vez, en Cancún?—plasmó una sonrisa victoriosa—Una pareja de novios, dispuesta a casarse, pero gracias a ti terminaron olvidándose.
—Tu disparabas la fecha, no yo.
Sonreí al recordar la graciosa escena en la que Cupido me insultaba, estaba rojo de la ira, por mi culpa había fallado al blanco.

—¿Por qué cargas las flechas de plomo, sino quieres que suceda esto?—interrogue con inocencia.
—Porque—dijo furioso—, son esenciales, debe haber un equilibrio. Todo en exceso es malo, deberías saberlo—pronunció—¿Acaso no fuiste al curso de verano que te entrenaba como ayudante?

—De hecho, creo que falte a esa clase.
—¡Genial!—exclamó—. Tengo a un perfecto idiota frente a mi.
Sorprendido abrí y cerré mi boca varias veces.
—Puedo renunciar y lo sabes.
—No puedes, trabajas para mí, a orden de Zeus.

Había olvidado ese pequeño detalle.

—Mejor, ve y haz algo productivo.

Salí de allí, entonces me tropecé con Eris.

—¿Puedo acompañarte, a la tierra?—Puso ojos de perro y pestañeo varias veces
—¿Eres una niña?—inquirí—. Eres como cien siglos mayor que yo.
Indignada puso una mano en su pecho.

—¿Puedo ir o no?—insistió fastidiada.

—Está bien—dije resignado.

Ambos reaparecimos en la Tierra, en Nueva York. Star estaba en su trabajo diurno, en una cafetería.

—Es horrible no hallar trabajo con lo que estudiaste—comento Star a una chica morena mientras servía tazas de café a diestra y siniestra.

Eris utilizó su poder de invisibilidad para entrar al lugar, era un poder único de los dioses, y que a pesar de ser muy útil solo se podía usar en la tierra. Ella lo compartió conmigo así yo también podía pasar inadvertido.

Adentro no había mesas disponibles, el lugar estaba abarrotado de personas.

—Bonito lugar. —Eris sonrió.

—Ni se te ocurra causar problemas—advertí.

Ella levanto las manos en señal de rendición.

—Deberíamos pedir algo, que tal un mokaccino

—No venimos a jugar, estoy espiando a la chica—la señale.

—Que aburrido Haris. —Camino hacia el centro, sus tacones resonaron—. Es genial cuando nadie nos ve, ni escucha.

—Eris, vuelve—grite—.Deja de jugar.

—Voy a tomar un cafecito—se dirigió a la cocina.

Entro sin inconvenientes. La seguí para asegurarme de que no ocasionara una locura.

—Eris—susurré.

Se paró frente a una cafetera, se disponía a tomar la taza cuando algo cayó en el interior del líquido. Una mesera tomo el café y se lo llevo.

—Eris. —La agarré del brazo—¿Qué era eso?

Ella toco su cuello y palpó el collar dorado que colgaba de él.

—¡Por todos los dioses!¡La manzana!

—¿La-a manzana?¿La que causo la guerra?

Asintió, volteé a mirar hacia las mesas. Una clienta sostenía la hermosa manzana dorada.

Caminamos hacia ella.

Kallisti. —La chica sonrió, totalmente hipnotizada—. Para la más bella.

Fue entonces cuando las otras chicas a su alrededor comenzaron a discutir por la manzana.

—Es mía—gritó la pelirroja.

—No. Yo soy la más bella—dijo otra.

Y así fue como una tarde de café se convirtió en una completa pesadilla.

—¡Eris!—volteé en su búsqueda pero ya no estaba.

Cobarde

De pronto un chico apareció en el umbral de la puerta, era el chico del bar. El momento para que Star y él se conocieran en un ámbito completamente diferente, claro si no hubiera una horda de chicas discutiendo por una manzana.

Y como si de un hechizo se tratará las meseras, incluida Star se unieron al grupo de chicas.

Cupido iba a matarme y luego me destituiría de mi puesto.

—¡Dámela!—La manzana voló por los aires.

Debía encontrar a Eris, ella lo solucionaría—o provocaría una tercera mundial—, tenía que arriesgarme.

—¡Haris!

No tenía que voltearme, sabía quién era.

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