25. De cómo cerrar un ciclo
En la Tierra
─Cupido, maldición no puedes dejar que muera. ─Eris tenía los ojos llenos de lágrimas.
─Lo lamento─dijo con el rostro oculto entre sus manos─ .No sé qué hacer.
La sala de espera estaba llena, era un día concurrido en el hospital.
─Espera, ¿ese no es...?
Eros levanto la cabeza.
─Tánatos.
Mientras tanto...
El cuerpo de Haris fue llevado a la sala de reanimación, allí entre gritos los médicos intentaban devolverle la vida.
El electrocardiógrafo comenzó a emitir un sonido: Beep, beep, beep, beeeeeeep...
─¡Despejen!─gritó un médico.
─Sin pulso.
─Continúen con las compresiones.─El doctor volvió a usar el desfibrilador─. Apliquen epinefrina.
Las enfermeras corrieron en busca del medicamento.
─¡Despejen!
Star.
─¡Haris, no!
Me desperté gritando, aún era de noche, me levanté con pesadez. Mañana me mudaría a San Francisco y a pesar de ser una chica atrevida por primera vez tenía miedo
Me preparé un té para dormir y me siento en el sofá en mitad de la oscuridad.
Noche tras noche desde el accidente de Haris tenía el mismo sueño. Siempre me despertaba antes de que muriera pero la sensación seguía allí.
El accidente de Haris fue inesperado, incluso el hecho de que me hubiera confesado que estaba enamorado de mí luego de ser reanimado me cayó como un balde de agua fría.
No había tenido tiempo para decirle que Romance había conseguido un trabajo muy importante y que había decidido irme con él.
No iba a cambiar nuestro planes porque la verdad era que yo no sentía lo mismo.
<<─Haris, esto es muy fuerte. ─Logré decir─. Lo lamento, pero yo no...
─Lo sé, Star solo quería decirlo.
─Me voy mañana ─solté escuetamente. Obviamente no era el momento indicado, pero ya no podía callar más─. Romance consiguió un trabajo en San francisco, me voy a ir con él.
Él respiro profundo y luego suspiro.
─Será lo mejor.
─Yo en serio no...
─Puedes irte, lo mejor será que guardemos distancia.
─Haris, esto no tiene por qué ser así, podemos ser amigos.
Noté un cambio en su expresión, estaba dolido.
─Vete.
─Haris.
─No quiero volver a verte en mi vida
─No hagas esto, no es mi culpa.
─Adiós─dijo cortante.
Entendí que era cierto, debía alejarme, no todo había resultado cómo habíamos planeado. Él no había recuperado la memoria y yo no podía aceptar sus sentimientos, no de la manera que él deseaba.
─Adiós.>>
Fue un adiós doloroso, debía admitirlo. Era mi amigo, podíamos seguir siéndolo pero para él ya era imposible.
Haris
El cielo estaba gris, probablemente llovería.
Sentado en el alfeizar de la ventana, esperaba a que las gotas empezarán a caer.
Used to, de Daughtry sonaba a todo volumen.
Seguía el ritmo de la canción con mis pies.
Lo que solía ser, repetí en mi mente.
Sería bueno volver el tiempo a una fecha antes de mi amnesia, antes de todo.
La canción terminó, volví a reiniciarla.
Alguien tocó a la puerta.
─¿Qué pasó aquí?
Kiev se encontraba del otro lado de la puerta observando con asombro al ver cómo del único lugar por el que entraba luz era la ventana del cuarto.
─Este lugar está deprimente.
─Así es como me siento.
─Por favor, Haris. Deja de autocompadecerte.
Entro al lugar y encendió el interruptor de la luz.
─Y apaga esa música tan triste.
─Déjame en paz─objeté volviendo al alfeizar.
─Haris, sé que nunca has tenido que sufrir por el desamor, lo cual es imposible, en fin esta no es la manera de reaccionar.
─Me siento mal, ¿qué quieres que haga?
Presioné el botón de play para volver a poner la canción.
Kiev negó varias veces.
─¿Ves, es a eso a lo que me refiero? No es el fin del mundo.
Él presionó el botón de pausa del estéreo.
Yo volví a presionar play.
Así seguimos una guerra hasta que se rindió.
─En serio, Haris. ¿Qué fue lo que te pasó?
─Me enamoré─respondí viendo por la ventana.
Kiev se sentó en la silla que había frente a mi escritorio.
─Así no la vas a olvidar.
Reí.
─Olvidar, seguramente ella ya lo hizo.
Kiev golpeó su frente.
─Recapacita, Haris. Estás en un pozo de oscuridad, debes salir de él.
─¿Ahora te crees mi psicólogo?
Soltó un suspiro.
─Uff, por suerte no lo soy. Tienes un carácter terrible.
Le lancé una almohada a la cara.
─Bueno, por lo menos haces algo de ejercicio.
Negué con la cabeza y lo ignoré.
─¿Qué tanto miras por la ventana?
Kiev se acercó al alfeizar.
─Solo estoy esperando la lluvia.
─¿Por qué?
─No lo entenderías.
Un rayo surcó el cielo. Zeus, pensé.
Debe estar muy enojado. Después de todo casi siempre lo estaba.
─Bueno, tengo noticias─espetó sentándose en mi cama─. Me voy a cumplir mis sueños.
─¿Tus sueños?¿Cuáles sueños?─inquiero con curiosidad.
─Lo sabrías si no llevarás más de dos semanas encerrado aquí, y por supuesto si me escucharás las miles de veces que estuviste en el bar ahogándote en alcohol.
Enarqué una ceja al escuchar su retahíla.
─Viajar, eso es lo que realmente quiero hacer.
Asentí.
─Y pues creo que eres el perfecto para reemplazarme en el trabajo.
Negué.
¿Yo?
─Es un trabajo sencillo, solo sirves tragos. No tienes que ser un bartender.
─¿No es lo mismo?
─Olvidalo─murmuro─, serán unos meses.
Miré hacia la ventana, la lluvia había empezado a caer.
─Te ayudará a olvidarla.
─Está bien.
Kiev se quedó otro rato y justo antes de que se marchara dijo algo que me inquieto.
─Piensas quedarte toda la vida haciendo nada, hablo de que deberías tener alguna aspiración, algo que te haga sentir feliz.
Feliz.
Tras recuperar la memoria comprendí que ni siquiera en el Olimpo había llegado a ser realmente feliz, y ahora que me encontraba de vuelta a la vida comenzaba a valorar mi vida como mortal, sin embargo era cierto. No tenía aspiraciones. ¿Acaso me quedaría toda la vida llorando por lo que no fue?
─Haré lo posible por encontrar ese algo ─dije con una sonrisa─. Suerte en el viaje.
Cerré la puerta de mi cuarto y me quedé escuchando el suave sonido de las gotas de lluvia.
De pronto un libro se cayó de la estantería.
Me dirigí hacia él y me dispuse a ponerlo en su puesto. Era un libro que se titulaba Grecia Antigua, a su lado de donde vino en la estantería le seguían otros tomos que trataban distintos temas que marcaron la historia de la humanidad.
La historia, repetí en mi mente varias veces.
Agarré uno de los libros y me senté a leerlo.
¿Quién iba a creer que de ayudante de Cupido me convertiría en un historiador?
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