24. De como castigar a un dios
Star
─¿La feria?─interrogó Kara.
─Sí, ¿no te parece divertido?
─Bueno, no lo sé. ─Tomó de su limonada.
─Y tú podrías ir con Haris.
Ella alzó las cejas.
─Como citas dobles ─aclaré.
Kara empezó a toser, dejó la limonada en la mesa y me miró con los ojos abiertos como platos.
─¿Pasa algo?
─Es que ya sabes él y yo no tenemos ese tipo de química que crees.
─¿Por qué no?─insistí.
─Somos muy diferentes.
─¿No es por la supuesta maldición, cierto?
Ella negó repetidas veces.
Hacía años que no tocábamos el tema directamente, los rumores que con anterioridad se habían esparcido por la secundaria y la universidad con el tiempo se fueron apaciguando. Además cómo Kara había dejado de salir con chicos este rumor nunca se volvió a repetir.
─¿Segura?
Asintió.
─Entonces, ¿cuál es el problema?
─Porque él está enamorado de alguien más, ¿de acuerdo?─soltó.
Sorprendida, la inste a que me contará pero ni una palabra salió de su boca.
─Mejor pregúntaselo a él.
En el Olimpo.
─Doy por iniciado este juicio. ─Zeus golpeo la mesa del estrado con el mazo─. Que pasé el primer testigo.
Eris fue guiada hasta el estrado.
─Zeus, creo que estás siendo un poco dramático ─dijo ya en su sitio.
Zeus volvió a golpear la mesa.
─A partir de ahora se me dirá señor juez.
Hubo un murmullo proveniente del jurado, en dónde se encontraban los dioses olímpicos restantes: Poseidón, Hades, Hermes, Hera, Hefesto, Dionisio, Atenea, Apolo, Artemisa y Ares. Todos excepto Afrodita.
─Creo que nuestro hermanito se está tomando esto muy en serio ─susurró Hades a Poseidón.
─Agradece que estás aquí, tú sabes que no eres bienvenido.
Sus ojos centellearon con un tono rojizo. Zeus clavó una mirada desafiante en su hermano, pero esta fue interrumpida por un golpe proveniente de la entrada.
─¡Paren todo!─Una mujer ingresó a la sala hecha furia.
El jurado comenzó a cuchichear.
Eros quien se encontraba en la mesa dónde debía estar el acusado con su abogado palideció, a su lado Psique estuvo a punto de desmayarse.
─A-a-afrodita.
Zeus sonrió inocentemente.
─¿Es que pensabas no invitarme a este juicio, querido Zeus?
─Claro que no, yo te avisé ─dijo mirando hacia todos lados buscando alguien que pudiera ayudarlo a salir de esa incómoda situación.
─Pues no me llegó la invitación. ─Posó sus manos en la cadera.
─Tal vez lo olvidé.
Afrodita fue directo hacia dónde su hijo se encontraba.
─¿Por qué no me has dicho nada de esto?
─Mamá, que gusto tenerte por aquí.
La mujer enarco una ceja.
─No era necesario que vinieras, tenemos todo controlado.
Volteo a mirar a Zeus.
─Hijo, con él nada está totalmente controlado.
La mujer se sentó al lado de su hijo y contemplo expectante el semblante de Zeus.
─Prosigue, querido.
Zeus arrugo su rostro y tomó un papel que estaba sobre su mesa con la intención de leerlo.
─Los cargos que se le imputan al acusado son los siguientes.
>> Destrucción ilegal de un elemento sagrado para el Olimpo.
>> Desobedecer las órdenes divinas de mi persona.
>> Y usar la intimidación para lograr su cometido.
─Ja, esto es ridículo.
─¿Tienes algo importante que agregar, querida Afrodita?
La mujer negó.
─Eris, ¿es verdad que utilizaste amenazas para ayudar a Eros a lograr su cometido?
Eris puso su vista en Eros.
─Sí ─titubeo.
─¿Admites ser cómplice de Eros?
─Yo...
─Zeus, lo único que quieres lograr con esto es redimir tu ego ─comento Afrodita con naturalidad─. Caíste en su trampa, pero claro que no quieres admitir eso, ¿verdad?
─Eris, baja del estrado.
Hubo silencio.
─El jurado se retirará para deliberar, cuándo el castigo sea impuesto volveré para acordar la sentencia.
Zeus golpeó su mazo tres veces, seguido de esto se fue acompañado del jurado.
Horas después.
Zeus golpeo su mesa con el mazo, abriendo oficialmente el juicio.
─El jurado ha deliberado, el castigo ya ha sido determinado y mi sentencia es...
El público murmuro.
─Culpable.
Volvió a golpear la mesa.
─El castigo impuesto es el destierro, serás enviado a la Tierra y vivirás como un mortal.
Otro golpe.
─No puedes hacer eso. ─Afrodita se levantó de golpe.
─Sí puedo.
─Acepto mi castigo ─interviene Eros.
─Pero, hijo...
─No, madre. Yo estaré bien.
Las voces del jurado se alzaron.
─Haz lo que tengas que hacer, Zeus.
─Bien.
Zeus asintió.
Haris.
Obligado por Star tuve que asistir a la cita doble que ella había planeado con tanto entusiasmo. No podríamos estar más molestos a causa de su insistencia, Kara le había dicho que era una mala idea, pero Star solía ser muy obstinada.
─Hermoso, ¿no?
Kara y yo asentimos.
Habíamos llegado hacía apenas unos minutos y estábamos recorriendo el parque de diversiones para saber a qué juego iríamos primero.
─Oh, miren, es una rueda de la fortuna.
─¿Por qué no van ustedes dos?─comento Kara─. Nosotros vamos a ir por algo de comer.
Star y Romance aceptaron y empezamos a caminar en dirección a la zona de comida.
Nos dirigimos a una caseta dónde vendían algodón de azúcar cuando Kara hizo la temida pregunta.
─¿Estás enamorado, verdad?
─¿Qué? No.
─Haris, conozco esa mirada.
Nos sentamos en una banca alejada del ruido y las risas.
─Te entiendo, no tienes por qué mentir conmigo.
Miré hacia el cielo.
─Es que a veces siento como si la conociera desde siempre.
Suspiré.
─Deberías decírselo.
─No quiero arruinar su relación, por eso creo que debo alejarme.
Asintió.
─No estarías arruinando nada, solo díselo.
>>Hablo de que no puedes mantener ocultos tus sentimientos por que tengas miedo de lo que va a pasar.
>>Créeme tengo mucha experiencia en amor no correspondido.
>>Si no le dices puedes estar arrepintiéndote por el resto de tu vida.
>> ¿Quieres eso?
Negué.
─Entonces, ve.
─¿Ahora?
Confundido negué repetidas veces.
─Sí, ahora.
Hizo que me levantará y me empujó hasta la entrada de la rueda de la fortuna.
─Yo distraeré a Romance, mientras hablas con ella.
Negué.
─No puedo.
─Solo, hazlo.
Levanté la vista hacia la rueda de la fortuna, Star y Romance se veían tan bien juntos, se veían felices.
Volví a negar.
─Lo siento, tengo que irme.
Entonces empecé a correr y no me detuve ni siquiera la oír la voz de Kara llamándome.
Correr me ayudó.
Respiré con dificultad.
Mi primer error.
Enamorarme de la persona equivocada.
Mi boca tenía un sabor amargo.
Algo que me impedía ser feliz.
Mi culpa
Yo sabía las consecuencias.
Entonces por qué lo había hecho.
Llegar a casa fue difícil y más cuando una niebla cubría mis ojos.
Estaba llorando, veía borroso y no me importaba. Sin embargo cuando escuché un claxon, y giré para ver qué sucedía me di cuenta que era demasiado tarde.
Demasiado tarde para retroceder el tiempo,
Demasiado tarde para arrepentirme.
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