23. De cómo incendiar un libro
En el Olimpo.
Eris observaba a Eros. Estaba cruzada de brazos y golpeaba insistentemente su pie contra el piso.
─Voy a quemar el libro.
─¿Qué?
Su rostro se desfiguró por la sorpresa.
─¿De qué hablas?
─No pienso seguir más ese libro, tengo un plan.
─¿En serio?¿Y cuál se supone qué es el plan?
Eris puso las manos en la cadera.
Eros se levantó de su silla.
─Tú distraerás a Zeus, mientras yo encuentro el libro, luego lo quemo.
─Suenas muy entusiasta, eso ni siquiera es un plan y si algo falla.
─No fallará.
Eris negó con la cabeza.
─Puede salir todo mal.
─Por supuesto que no, todo está fríamente calculado.
Eros observó por la ventana.
─Es hora.
Eris se quedó como estatua, confundida.
─Tienes que distraer a Zeus.
─¿Cómo?
Eros se encogió de hombros.
─Dile que tienes una de esas manzanas tuyas, y que si intenta hacer algo en contra de Haris, Romance o Star , harás el caos tanto en el Olimpo como en la Tierra.
─De hecho, ahora que lo dices tengo una manzana bajo la manga.
Cupido la miró con sorpresa.
─Habló de que... Ugh, olvídalo
Eris respiraba con fuerza.
─Soltaré una de mis manzanas, si te atreves a hacerle algo a esos chicos─amenazó.
Con manos temblorosas sacó la manzana dorada.
─Eris, ¿acaso estás jugando?
Zeus no lucía muy intimidado, por el contrario parecía divertido.
─A tu esposa no le parecerá divertido.
La sonrisa de Zeus se borró, por el contrario Eris relajó su expresión y dejó escapar una carcajada.
─¿Ahora si te doy miedo?
─No tengo miedo.
─Sí, claro─se burlo.
─No hay razón alguna para dejar esa manzana por ahí...
El hombre comenzó a acercarse a Eris.
─No intentes quitármela, tengo cientos, no lograrás nada.
Mientras tanto.
Eros se dirigía a la oficina privada de Zeus, se adentró en su interior temiendo ser descubierto. La entrada a ese lugar era prohibida.
Se encaminó hacia la caja fuerte, allí debía estar el libro.
Con precaución buscó la clave anotada en alguna de las agendas de Zeus, él era muy olvidadizo, debía estar escrita en alguna parte.
Entonces tomó una de sus agendas ocultas en el cajón de su escritorio, con delicadeza Eros hojeó las páginas.
En cuánto vislumbró el número, se lo grabó y lo dígito.
La caja hizo un clic, de inmediato se abrió.
Sacó el encendedor de su bolsillo, acercó el libro a la llama y esperó a que empezará a incinerarse. Pero nada le sucedía.
Volvió a hacerlo con insistencia.
Nada.
─¿Y dónde está Eros?─espeto Zeus con la mirada de halcón puesta en Eris.
─¿Eros?¿Cupido?
─Sí, acaso hay otro─respondió cínicamente.
─¿El dios del amor?
─Eris, ¿sucede algo?
Negó.
─Está en la Tierra─soltó de pronto.
─¿Segura?
Asintió varias veces.
Entonces el hombre le habló a su reloj.
─Busca a Eros.
Eris palideció cuando un holograma transmitido por el reloj mostraba a Cupido en la oficina de Zeus, y además quemando el libro.
─Fue una trampa─gruño.
─¡No!─grito Zeus empujando la puerta de su oficina─. Suelta el encendedor.
─Demasiado tarde─murmuro Eros.
El libro no era más que cenizas, estaba totalmente destruido.
─Es imposible, era indestructible.
─Pues ya ves que no.
Haris.
Estaba viendo televisión cuando mi tía entro apresurada por la puerta principal, dejo la compra en la encimera de la cocina y se dirigió a la sala para observarme.
─Haris, debo irme─dijo ansiosa─, por unos cuántos días.
─¿A dónde?
─Es algo que debo resolver yo sola, adiós.
Salio de la casa sin nada, ni siquiera una maleta con ropa.
Observó por la ventana para saber si se llevo el auto, pero cuando me asomo no hay rastro de ella, y el coche sigue aparcado en la acera.
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