22. De cómo ser un dios rebelde


Sí, sentía algo por Star.

De solo pensar en mis sentimientos mi cabeza parecía sumergirse en un océano profundo y lleno de confusiones.

―Entonces Maríssa aprobó el logo para la nueva marca de maquillaje.

―Eso es genial, amor─clamó Romance.

―Que bien amiga. ―Kara sonrío.

─Haris,¿estás escuchando?

Levanté la vista con la mente por lo cielos, últimamente me enteraba de pocas cosas a mi alrededor

─Si, claro.
Logré decir para centrarme en un punto lejano en la calle.

Estábamos en la heladería, hoy habíamos venido todos pues Star deseaba hacer un anuncio importante. Además aunque no lo dijera yo sabía que lo nuestro era solo amistad, y su novio la hacía alejarse.

Yo lo entendía, con dificultad pero lo hacía.

Con la vista fija en un árbol, me di cuenta de que alguien nos observaba. Una chica. Era Eris, la de la discoteca y ahora que unía cabos la chica del hospital.

Me levanté de golpe y corrí a pesar de oír los llamados de mis amigos.

Crucé la calle a prisa, pero entonces cuando me acerqué al árbol ya no estaba.

Pateé el tronco del árbol.

─¿Qué pasa?─interrogo Star quien había llegado a mi lado.

─Vi a Eris, estoy seguro que era ella.
─Tal vez lo imaginaste.

─No. Era ella.

─Haris─dijo Kara─¿Pasa algo?

Ella y Romance también habían aparecido.

─Ella nos veía, solo que simplemente desapareció.

─¿De quién hablan?─quiso saber con insistencia Romance.

Mire hacia la esquina de la calle. No había nadie.

─Haris, tal vez deberías dejar de...

No oí las palabras de Star, solo caminé, y caminé sin rumbo hasta que comenzó a llover.

Me quedé resguardándome de la lluvia en una parada de bus,

─¿Problemas?

Una voz de una anciana llamó mi atención.

─Algo así.

─¿Sabes? A veces tomamos un pequeño obstáculo como si fuera uno grande, el error esta en darle más importancia de la que debería tener─ empezó a decir─. Los obstáculos son necesarios, nos hacen saber de qué estamos hechos y que salir de ellos no es imposible, ¿lo sabes, verdad?

Asentí con confusión, aún estaba procesando las palabras cuando la anciana abrió una sombrilla, se levantó y se fue.

Pasé otra horas más esperando a que dejará de llover pero al ver que no lo haría me subí a un bus directo a casa.

Mientras tanto en el Olimpo.

─¿Qué te dije Eros?

─Zeus.

─Zeus nada─ expresó con inconformidad.

─Te di una orden o sino yo intervendré y sabes que no será de buena forma.

Eros bufó.

─Porque haces tanto drama con esto. No seguir el maldito libro no causará el final del mundo.

─¿Y si lo hace?

─¿De qué hablas?─Eros rodó los ojos.

─Hablo de que si existe es para mantener una garantía de que si todo pasa de esa forma nada malo ocurrirá.

─Te estás escuchando, estás creyendo en estupideces.

─Estupideces que tú creías, que tú seguías, que tú idolatrabas─ contraatacó.

─Y me arrepiento por no haber tenido el valor de afrontar mis decisiones, porque también puedo equivocarme y lo sabes.

Eros sacudió la cabeza.

Zeus se levantó del trono en el que se encontraba sentado.

─Como ahora, al dejar que esto pasé solo.

─No voy a intervenir. ─Eros se cruzó de brazos.

Zeus caminó por el recinto, quedándose en el centro dónde solía hablar en los comités de dioses, alrededor en forma de círculo varias sillas lo rodeaban como si se tratara de un anfiteatro.

─Todo esto es por ese chico.

─¿Quién?

─Haris, tú bien sabes que no vas a intervenir porque crees que se solucionará solo, pero no es así, y si ninguno de esos dos chicos está destinado con aquella chica, no habrá valido la pena esta rebeldía tuya.

Eros tragó saliva, al darse cuenta que Zeus podría tener razón

─Pues volveremos a empezar. Aprender de los errores.

─¿Cómo que aprender?

─No volver a usar el libro─afirmó

Zeus río

─Te has vuelto loco.

─Cuando era más joven lo hice, lo sé y fue porque era mi zona de confort, deshacer y crear el amor según el libro era mi don─ murmuró con desilusión ─. No confiaba en mis instintos reales, pero ahora lo hago. Y dejaré que eso pasé

Zeus gruño.

─Si el caos llega al mundo por tu culpa no tendré piedad contigo.

Eros desapreció de la vista de Zeus.

La tierra seguía siendo embestida por la tormenta que se negaba a apaciguarse y que obedecía el ánimo de Zeus. Eros se encontraba inconforme en lo alto del Olimpo, en su oficina intentando mantener la calma.

─¿Que harás?

─Nada

Eris asintió.

─¿No te vas a quejar?

Negó.

─¿Y ahora qué pasa?

Volvió a negar,

─¿Te comieron la lengua los ratones?

Silencio.

─Tal vez él debería saber la verdad.

─¿Quién?

Eros se sentó en su enorme escritorio.

─No te hagas el demente, yo podría decírselo.

─No, Eris. ¿Crees que él te creerá? Primero pensará que estás loca

─Tienes razón.

─No harás nada. ─Eros suspiró─. Está bien, y deberías suspender tus idas a la tierra.

─Claro que no, seguiré yendo. Es mi amigo.

Seguido de esto salió de la oficina llena de furia, aporreando la puerta en su camino.

─Haris ─susurró Eros─, espero esté haciendo lo correcto.

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