16. De cómo volver a recordar

―¡Por todos los dioses!―exclamó mi " tía" al ver que el auto no avanzaba.

―¿Pasa algo?

―No quiere encender, ugh―masculló mientras movía la llave en el switch de encendido.

―Creo que no tiene gasolina.

―Oh.―Bajó del auto mientras alegaba―¿A quién se le ocurrió inventar estas cosas?―Resopló y se acercó al capó del auto―. En mi época...

―¿Tía?

La mujer se interrumpió dejando la frase en el aire.

―Así no se soluciona el problema de gasolina.

―Sí, sí, claro.―Cerró el capó y volvió al asiento del conductor―. Tal vez debamos caminar―dijo de pronto tomando su bolso dispuesta a dejar su coche allí abandonado.

―¿Vas a dejar el auto aquí?

―Enviaré a alguien por él, está frente a un Hospital, no le pasará nada.

―Por supuesto―dije sin convicción.


Luego de una caminata larga, dos paradas de autobuses y por último un viaje en metro llegamos a la casa de mi tía.

―¡Vaya! Pensé que sería mucho más fácil...

―¿Más fácil que?―interrogué.

―Mucho más fácil llegar a casa, es mejor en auto―dijo con un poco de duda en su voz.

Asentí levemente.

―Voy a preparar algo de comer, ¿quieres algo en especial?

―No. Cualquier cosa está bien.

Subí un rato a lo que sería mi nueva habitación. Nada me era familiar, decidí dormir un rato pero al poco tiempo unos ruidos me despertaron.

―¡No!

En cuánto llegué al primer piso vi a mi tía sacando algo del horno mientras de este salía un humo negro que empezaba a invadir la cocina.

―¿Qué paso?―balbuceé.

―Al parecer el pavo se pasó de cocción.

Caminé hacia el interior de la cocina percatándome del  pavo que hacía poco había salido del horno.

―Pero si está calcinado.―Reí―. Además, ¿por qué haces pavo si no es día de acción de gracias?

―Bueno, es que estaba probando una receta.

Entonces vislumbré un libro abierto sobre la isla de la cocina.

―Creo que ponemos pedir algo de comer―propuse.

―Claro―dijo quitándose el delantal y los guantes.

Observé como se dirigía a la sala.

―¿No se te olvida algo?

―Ah, sí. Puedes botar el pavo a la basura―dijo con una sonrisa en su rostro, luego se fue.

Encendí el extractor de la cocina para que el humo saliera, del mismo modo abrí las ventanas.

No entendía cómo pero lograba recordar esas cosas que eran irrelevantes y al mismo tiempo necesarias para vivir.

Empaqué el pollo en una bolsa y saqué la basura de la cocina, la deposité en el contenedor que se encontraba el patio delantero.

Cuando volví a casa me encontré con mi tía, quien hablaba al teléfono.

―Sí, quiero una de esa cosas redondas, que se puede partir en triángulos.

≫Sí, tiene una capa de queso, encima se le ponen otros ingredientes.

≫No estoy loca, señor. Estoy diciendo...

≫¿Hola?

La expresión en la cara de mi tía delataba que el hombre del otro lado le había colgado.

―¿Hablabas de la pizza?―pregunté confundido.

―¡Exacto!―exclamó―Así se llama.

―Creo que yo pediré la pizza.

Comenzaba a creer que a mi tía o se le olvidaban las cosas o era muy distraída.

Quizás eran ambas, lo que complicaba todo ya que en ese sentido yo era quién debía cuidarla.

―Adoro este artefacto―dijo ella mientras observaba la televisión.

¿Artefacto?

Al otro día decidí ir al hospital donde trabajaba Kara, con el fin de encontrar a Star. Deseaba entender por qué ella me parecía tan conocida, y qué era lo que sabía sobre mí.

Mi tía no había sido de mucha ayuda, pues solo había respondido algunas de las preguntas que le había hecho.

En el hospital por suerte hallé a Star con facilidad, hablaba con Kara mientras esta insistía que debía irse rápido a trabajar.

―Hola, Star, ¿cierto?

―Sí, hola. ―Sonrió, aunque sentí una pizca de incomodidad en el aire.

―Escucha, me gustaría hablar contigo, crees que...

―Claro, es solo que estoy...

Un chico de unos centímetros más alto que ella la abrazó por detrás haciendo que diera un brinco.

―¡Hola!

―Tonto, me asustaste.

―Intento ser romántico―dijo haciendo un mohín con los labios.

―Muy gracioso, Romeo.

―Hola, soy...Romance―extendió su mano y yo la estreché cordialmente

―Soy Haris.

―Creo que nuestros padres están igual de locos.

―Supongo, mis padres están muertos.

Kara quien seguía allí palideció, entonces un silencio abrumador creció en medio de la conversación.

―Ups, lo lamento.

―Fue cuando tenía cinco años, mi tía me lo contó ya que al parecer aún no recuerdo nada.

―No te preocupes, lograrás recordar―murmuró Kara.

Asentí. Era extraño no sentir dolor por la muerte de un ser querido, esta vida se sentía tan ajena a mí, como si yo proviniera de otro lugar.

―Por eso viene, quería que me explicarás de dónde nos conocemos.

Star reacciono al darse cuenta de que le hablaba a ella.

―Haris, lo lamento, pero tenemos que irnos.

―Claro, pero puedes ir a cenar a la casa de mi tía, en la noche―propuse pues deseaba saber por lo menos alguno dato sobre mi pasado―. Si puedes, no voy a obligarte a nada.

―Está bien, nos vemos.

En cuánto se alejaron una voz habló.

―Linda pareja, ¿no crees?

Asentí simplemente pues verlos me creaba un efecto de añoranza que no lograba entender. Volteé a mirar a Kara, pero me encontré con un rostro que no era familiar, una chica de cabello rubio y lacio.

―Tú los uniste.―Un susurro casi imperceptible salió de su boca.

―¿Qué?―pregunté al no comprender sus palabras

―¿Digo que si los conoces?

―Algo así, creo.―La chica sonreía.

―Bien, yo... Adiós.

La rubia comenzó a caminar en la dirección contraria aumentando su rapidez como si quisiera alejarse de algo, miré alrededor, pero nadie en particular se interesaba en su figura.

Me encogí de hombros y me marché a casa.

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