10. De como dejar que la vida fluya, sin forzar nada...

Estaba en cama, fingiendo estar muy enfermo para no tener que trabajar.

Sentía que había arruinado todo. Eris me lo había dejado en claro. Ella tenía razón, para mí esto era un juego. Uno interminable y sin instrucciones.

El timbré del teléfono sonó, dejé la melodía inundar la casa. Hoy no tenía ánimo para nada.

Mientras tanto...

Star.

Kara había vuelto, lo cual era una alegría total. Eso significaba, Chao Chester. Era un perro adorable, pero con unos hábitos peculiares, con eso me refiero a que mordisqueó mis pantuflas y luego las arrojó al inodoro. Perro malo.

Por eso estaba segura de que hoy era un día de suerte para mí, sin ataduras.

Hoy saldría con Kiev. Kara me había insistido molestamente que lo invitará a salir desde la primera vez que vio como me hablaba. En mi opinión él solo era amable, pero Kara y la revista teens especulaba lo contrario, y mi amiga era una amante de esos artículos diseñados para adolescentes desesperadas.

Y yo ni era adolescente ni estaba desesperada.

Mi vida entera planeada con el maldito de Freddy para que me botará como si fuera una basura. Eso no lo iba a permitir. Así que cuando el me abandonó decidí que iba a ser la última vez que llorará por un hombre, hasta me planteé la idea de ingresar a un convento. No exagero. Cuando Freddy rompió conmigo quebró ese algo que aún creía que se podía encontrar hombres buenos.

En fin, ahora me dirigía a verme con un posible candidato a amorío, pero que yo solo iba a poder ver como a un amigo.

Iríamos a cine, hoy daban una maratón de películas románticas. Kara había sido la de la idea, pues según ella es una forma muy convincente de conquistar a un hombre.

—¡Hola!—saludé al rubio.

—Hola Star—me sonrió. Si Kara hubiera estado aquí se hubiera derretido, yo me había acostumbrado a sus sonrisas por lo que era inmune.

Entramos a la sala, la película que iban a proyectar era El diario de Noa.

La película fue bastante conmovedora, yo casi nunca lloraba en las películas, pero juró que ese final movió algo en mi interior. Me hizo replantearme la idea de quedarme completamente sola, porque eso me impediría disfrutar de un amor como el de los protagonistas. Incluso creí ver unas lágrimas en los ojos de Kiev, lo que hizo que riera.

Al salir decidimos ir a comer algo.

—La película estuvo bonita.

—Sí—respondí con nostalgia—, sería bonito vivir un amor como el de Allie y Noa.

—Sería lindo—esbozó una sonrisa.

Pedimos dos hamburguesas y unas malteadas de fresa.

Al final decidí invitarlo a salir de nuevo, era un chico amable, podría intentarlo...

—Escucha, tal vez podamos volver a...

—Star—me interrumpió. Lo observé detenidamente—. Solo podemos ser amigos.

Auch. No me dolió como cuando Freddy me dejó pero de todas formas era raro, ya que se suponía que yo debía rechazarlo, pues él era el enamorado...

No iba a volver a creerle a teens. Respiré profundo.

—Está bien.

—Escucha, no es por ti—dijo.

Es por mi, así era la típica frase con la que te rompían el corazón. Él se dio cuenta, por lo que se arrepintió de inmediato por haber usado dichas palabras.

—Soy gay.

—¿Qué?—abrí mis ojos sorprendida.

—Creí que era una cita de amigos—dijo sinceramente.

Yo reí, y reí hasta que me dolió el estómago.

—¿Pasa algo?

—No, es que...—Iba a contarle lo de kara, pero decidí que era mejor quedarme callada—, seamos amigos. Por supuesto.

—¿Estás bien?

—Claro, tienes todo mi apoyo—asentí.

—Bueno—murmuró aún confundido.

—Y bien, ¿hay algún chico en tu vida?

Kiev se ruborizó. Yo volví a reír. 

Definitivamente no iba a volver a leer esa tonta revista.

Decidí caminar, en vez de tomar el metro. Hoy me sentía diferente. La película, Kiev...tantas sorpresas y revelaciones. Respiró profundamente. Hoy hacía un día espectacular. 

—¡Oye, fíjate!—Volteé en dirección a la voz. El chico de la discoteca.

Como hoy tenía un muy buen humor, sonreí. El chico me miró con extrañeza y después de un rato una risa se escapó de su semblante.

—¿Por qué sonríes así?

—Es un lindo día. ¿No crees?

—Eres algo extraña—soltó.

—Gracias—giré sobre mis talones con la intención de continuar mi camina.

—¡Espera!—Frené mis pasos—¿Cómo te llamas?

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