Prólogo. "El Peso del Silencio: Secretos Familiares y Desesperación"

La verdad, nunca imaginé que esto podría suceder. ¿Por qué a mí? ¿Por qué hoy? ¿Acaso es mi culpa? La realidad es que no tenía idea de que en el día de mi cumpleaños terminaría yendo a la morgue con casi toda mi familia para identificar el cuerpo de mi padre. Solo recuerdo cómo resonaba esa voz, los llantos... ¿de quién? Abrazándome... solo podía escuchar los lamentos de mis diez hermanas y los sollozos desgarradores de mi madre al ver el cadáver de su esposo. Mi padre yacía en esa fría mesa de la morgue, su cuerpo pálido aún mostraba la herida en su cuello la cual le arrebato la vida, mientras cubrían esa espantosa escena con la manta que lo ocultaba por completo... Esa fue la última vez que lo vi; ni siquiera tuve el valor de asistir a su funeral. NO ERA UN SENTIMIENTO. Era esa voz que escuché mientras veía a mis hermanas llorar desconsoladamente en ese horrible lugar. ¿Por qué ahora? ¿Por qué varios días después? FUERON ELLAS. Es lo único que retumbaba en mi cabeza durante días. Sentía migraña, náuseas, asco y "IRA". Esa voz regresaba cada vez que una de ellas me hablaba o incluso me tocaba. No lo entendía, esas fueron las palabras que le dije al sicólogo con el que mi madre me lleva. Mi madre y mis hermanas lo discutieron y pensaron que sería una buena idea llevarme con uno, ya que estaban preocupadas porque, según ellas, me volví más errático y les pareció muy preocupante el hecho de que fui el único que no lloró ni mostró tristeza alguna, solo un sentimiento de odio ante la muerte de mi padre.

-La verdad las entiendo de cierta manera, quiero decir, se preocupan por mí, ¿no? Pero dígame usted qué opina, doctor.

-Bueno, Lincoln, sé que es difícil para ti y tu familia, pero créeme, no eres el único adolescente con estos problemas. Ha sido difícil para ti adaptarte; ya han pasado dos años desde la muerte de tu padre y uno desde que comenzaste a venir aquí para tener sesiones de terapia. Además, las decisiones que ha tomado tu madre, como sacarte de la escuela para que estudies desde casa con la asesoría de tu hermana Lisa, ¿así se llamaba, verdad? También el hecho de no dejarte salir sin compañía alguna. Debo admitir que me resultó preocupante lo que mencionaste acerca de que ellas comenzaron a entrar cuando te duchabas, con la excusa de que era para cuidarte porque podrías resbalar y lastimarte... - Al decir esto último, tuvo un gran nerviosismo como si hubiera cometido un error o dicho algo que no debió haberse dicho.

Lincoln observaba con cierta confusión la actuación del sicólogo. Estuvo a punto de preguntarle si se encontraba bien, pero rápidamente el terapeuta recuperó la calma.

- Lincoln, sé que es complicado para ti entenderlo, pero ellas te "AMAN"... - Esas últimas palabras fueron dichas en un tono de voz entrecortado, como si temiera algo, o mejor dicho, a alguien.

- ¡ESO YA LO SÉ! - Gritó el joven de cabello blanco con ira. En un arranque de enojo, golpeó con fuerza la pequeña mesa que tenía a su lado, lastimándose. - Entiendo que fue duro lo de la muerte de papá. Pero ¿de verdad es necesario todo esto? Han pasado "DOS MALDITOS Y ESTÚPIDOS AÑOS". Lo primero fue mi vida social arruinada al obligarme a estudiar con Lisa, los cuidados excesivos. ¿Tiene idea de lo que es comer comida cultivada en casa? Sin mencionar los horarios estrictos para organizar toda mi vida. ¡Literalmente! ¿Desde cuándo en una familia hay un horario para hacer ejercicio, bañarse y comer? ¡Por dios, COMER! ¿Quién cuenta cuántas veces y de qué lado una persona mastica su comida? Me quitaron mis amados videojuegos y los reemplazaron con novelas de ¿amor? Si a eso se le puede llamar, ¡novelas de amor entre hermanos!

-P... pe... Pero... - Trató de hablar para calmarlo, pero tartamudeó nerviosamente. Estaba por decir algo, pero fue interrumpido por el chico de cabellos blancos.

- Sin mencionar la maldita ropa. - Al decir aquello, lágrimas brotaron de los ojos del peli blanco. Con una respiración pesada y una voz llena de preocupación, retomó la palabra. - Mis medidas, ellas saben mis estúpidas medidas, de todo mi cuerpo, brazos, piernas, hombros, torso ¡ENTREPIERNA!

A medida que Lincoln hablaba, se podía ver lo afectado que estaba mental y psicológicamente. Sacaba de su pecho todo lo que había estado reprimido y guardado dentro de sí durante todo este tiempo.

Las visitas al doctor terminaron, porque mi hermana Lori tomó un curso de medicina solo para evitar que fuéramos con un médico real. Su excusa, según ella, es que es mil veces mejor que un desconocido de afuera. Aún recuerdo todas esas pastillas e inyecciones de colores que me daba Lisa. En una ocasión, ella me obligó, en contra de mi voluntad, a someterme a una operación en el cuello. ¿Para qué? ¡No lo sé! Solo de vez en cuando siento un dolor allí. Termino de exponer la situación que debo soportar, soltándome a llorar y cubriendo mi rostro con ambas manos, mientras algunas lágrimas escapan.

- ¿Por qué?... ¿Por qué... esto me pasa a mí? Solo quiero que todo vuelva a ser como antes. Si papá no hubiera muerto, ellas no tendrían por qué hacerme esto.

- Lincoln... yo... no tenía idea de que fuera tan grave. ¿Por qué no lo mencionaste antes?... Tus hermanas han hecho todo eso. ¡Oh, Dios mío, perdóname! No sé qué decir. - Su rostro reflejaba una angustia inmensa que resonaba en su voz.

La pequeña habitación quedó en silencio durante unos minutos, solo interrumpido por los sollozos de un adolescente de 14 años con cabello blanco, aparentemente muy afectado. Estaba junto a un presunto psicólogo vestido con un traje a medida que evidenciaba su total ineptitud e incompetencia, a pesar de supuestamente haber estudiado psicología. En la habitación, lo único que se podía percibir eran los sollozos y los intentos del joven por calmarse mientras respiraba pesadamente.

- Lincoln, tus hermanas... Ellas - tenía un tono de voz decidido, pero con ciertos rasgos de miedo por lo que estaba a punto de decir.

Justo cuando estaba a punto de concluir algo crucial, sonó la alarma del reloj del hombre, indicando que el tiempo de la sesión había llegado a su fin. El doctor reunió el valor necesario para concluir lo que no podía seguir ocultando. Sin embargo, la puerta de la pequeña habitación se abrió rápidamente, casi al instante, y una hermosa chica rubia de unos 19 años entró.

- Hola, Linky. ¿Listo para irnos? Nuestras hermanas y mamá nos esperan para la cena - mencionó con voz dulce, pero su rostro alegre fue rápidamente reemplazado por uno de preocupación al ver a su hermano sollozando. Corrió rápidamente hacia él, lo abrazó fuertemente y lo pegó contra su pecho en un intento de consolarlo.

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