Perdóname
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Perdóname
Draco caminaba por los pasillo de colegio, por aquellos pasajes que eran poco conocidos, por los que acostumbraba caminar cuando quería estar solo, o por los que se escabullía hacia dos años para planear acabar con el Director, ahora era todo diferente, ahora simplemente caminaba por ahí buscando una respuesta, tratando de aclarar su mente y sus sentimientos.
No era fácil, como decidir entre dos personas cuando no conocía a una lo suficiente y a pesar de eso sientes algo tan fuerte que te causa duda. No, no conocía quien era la mujer abajo de la capa escarlata, no sabía si era inteligente o bonita, pero sinceramente a estas alturas no era tan importante, cuantas veces no había salido con mujeres hermosas pero huecas, ya no quería eso, deseaba algo mas, buscaba su complemento, alguien con quien compartir sus sentimientos, su vida.
Hermione era perfecta sin duda, cuando pensaba en ella recordaba una lista de detalles que antes no había notado y ahora lo enloquecían, no sabía si la amaba, pero no podía negar que sus sentimientos hacia ella habían cambiado, ese odio injustificado en su contra se había transformado en atracción. Solo bastaba ver sus ojos para perderse en ellos, estar cerca de ella era una tortura, no podía olvidar sus dulces labios, y tener que resistirse a ellos era una tarea ardua.
Estaba confundido, trataba de encontrar en su interior una respuesta pero por más que daba vueltas a lo mismo no obtenía ningún resultado.
Sabía que quizás parte de esa confusión se debía a que solo ellas le otorgaban un poco de paz, de algún modo lo hacía sentir especial, solo ellas le daban la oportunidad que nadie más le dada.
Siempre sentía las mirabas de reproche a sus espaldas, no podía culparlos, sabía que lo merecía pero a pesar de eso no dejaba de doler, encontrar en aquellas miradas una mezcla de cosas que lo herían, odio, desprecio, desconfianza e indiferencia, pero lo que más lo perturbaba era ver el miedo en sus ojos cuando estaba cerca. Era juzgado día a día por todos, no lo consideraban capaz de cambiar o simplemente no les interesaba, solo no lo deseaban cerca, lo veían como un apestado, un contaminado que podía hacerle daño solo con su presencia.
Era difícil esa vida, darse cuenta de que de repente había perdido todo, que la mayoría de los supuestos amigos se habían ido en el momento que todo se vino abajo, la caída fue de muy alto, ahora solo eran señalados y juzgados. Los que antes eran venerados como una de las familias mágicas más poderosas ahora solo eran los rechazados, los verdaderos indeseables. Ahora solo bastaba decir su apellido para que lo vieran de arriba abajo con desprecio y asco.
No podía decir que no lo mereciera, pero aun causaba daño saber que nunca podría llevar una vida normal, que no podía aspirar a algo mejor, a llevar una vida tranquila y honesta, porque siempre serán un rechazado. Y por eso también tenía dudas, a la mujer que amara la arrastraría a ese obscuro destino, la condenaría a una vida aislada del mundo, porque también seria juzgada por el simple hecho de estar con él.
Entonces como condenar a una inocente, ya bastante daño había causado ya para corromper con su presencia la vida de alguien más.
Tenía dinero y todo lo que este significaba, pero al final estarían solos, sin poder ver a los demás a la cara sin ser señalado, ¿Cómo condenar a alguien más a vivir así? Cuando el mismo desearía con todas sus fuerzas cambiar todo el oro que poseía si con eso dejaran de señalarlo.
Sabía que como Tom el chico de Ravenclaw que lo había atacado con sus amigos, habían muchos que lo consideraban un asesino, a ellos no les importaba si era inocente, sencillamente preferían creerlo culpable para tener en quien descargar su odio y su resentimiento, se negaban a aceptar que sus manos nunca se mancharon de sangre, que el nunca mato a nadie, porque el letrero de asesino lo tenía grabado en su brazo con la marca de la calavera y la serpiente.
Estaba abatido y cansado de llevar una lucha que sin importar cuánto se esforzaba perdería. Las fuerzas le abandonaban en ese momento al recordar todo, al pensar que no tenia salida, que sin importar cuánto hiciera por cambiar las cosas y mejorar, el resultado siempre seria el mismo.
Su cuerpo temblaba al pensar en todo y se derrumbo en un pasillo que permanecía solo y sabiendo que nadie lo vería ahí porque muy pocos lo conocían, se sentó en un obscuro rincón en el piso de piedra abrazando sus piernas con fuerza y comenzó a llorar en silencio. Escondía su cara entre sus manos porque sentía pena, vergüenza de estar ahí tirado llorando como un niño, sintiéndose débil y tan vulnerable e insignificante que no podía más. Pasaba sus manos entre sus cabellos tirando de ellos con fuerza, con desesperación, se sentía sumamente vacio y tan triste que dolía tanto que no podía respirar.
-No debo llorar…. No debo llorar… los hombres no lloran… No debo llorar -Se repetía una y otra vez, pero sus ojos grises ahora opacos, que podían saber de que los hombres no lloraban y se negaban a obedecer, gruesas lágrimas rodaban por su mejilla, todo su cuerpo temblaba, enojado limpiaba su rostro con sus manos, pero rápidamente sus ojos se nublaban y nuevas lagrimas surcaban sus mejillas pálidas.
No supo por cuándo tiempo estuvo ahí sentado, en la obscuridad y frialdad de un pasillo solitario intentando contener las lagrimas, hasta que el libro que tenia sobre su regazo resbalo e hizo un ruido al caer al piso, era el libro de Hermione, el que le había prestado para hacer sus deberes. Levanto el libro del piso y lo tomo entre sus manos, alzo la pasta del libro y en la primera hoja con una perfecta y hermosa caligrafía se leía "Hermione Granger", era una letra propia de ella de finos rasgos, curvatura definidas en cada letra, pulcra y elegante. Pasó un dedo sobre aquellas palabras y por fin dejando de llorar, sonrió.
Sonrió porque precisamente quien más debería odiarlo, le dio una oportunidad, ahora era amigos. Se preguntaba cómo era posible que existiera alguien como ella, tan perfecta en tantos sentidos que hasta su obsesiva e incluso exasperante forma de ser era adorable, y que le permitiera a alguien como él, alguien con un pasado obscuro ser su amigo a pesar de sus múltiples fallas, no la entendía, su mente no comprendía como pudiera existe alguien con tal grado de bondad e incluso ingenuidad que creyera que podía cambiar y ser mejor, cuando el mismo a veces lo dudaba.
Eso lo hizo sentir mejor y presiono el libro contra su pecho, pensando en Hermione, sintiendo que aquel libro era una extensión de ella misma y eso le hizo sentir un poco de calidez en su helado corazón.
Y después otro recuerdo lleno su mente encendiendo de nuevo la llama de la esperanza, recordó como una mujer peleaba a su lado apoyándolo para que no lo lastimara, no veía su rostro, pero notaba su seguridad, su resolución al ayudarle, su fortaleza al batirse en duelo sin miedo y con una bondad infinita que a pesar de saber quién era no lo dejo solo a su suerte.
No se sentía merecedor de ninguna de las dos chicas, ni de Granger, ni de la desconocida. Aun así sentía una enorme gratitud, un gran consuelo porque a pesar de todo le mostraban una luz entre tanta oscuridad.
Pensó también en Zabini en cuánta razón tenía, definitivamente estaba enamorado, lo único que no sabía era que estaba enamorado de las dos opciones imposibles que le había dado, una era una indeseable hija de muggles y la otra representaba a su princesa desconocida, pero de algún modo no las percibía diferentes algo en ellas, en su forma de ser y pensar era similar, casi igual, ambas eran valientes, justas y bondadosas, se notaban entregadas a sus ideales y fieles a sus creencias. Los ojos cálidos de Granger eran tranparentes y puros, limpios de toda maldad o ambición y si bien no conocía los ojos de su princesa de capa escarlata presentía que debían ser divinos, sin importar el color, por el simple hecho de pertenecerle a ella debían de ser tan auténticos como su dueña.
Con ese pensamiento se levanto del piso y continuo su camino, así debía ser, después de caer había que levantarse y continuar, tenía la motivación para hacerlos, porque si ellas, sus dos amores le estaban dando muestra de confianza, por que el debía dudar, el tenia también que ser fuerte y dejar sus miedos e inseguridades a un lado para continuar.
Dejo el pasillo y atrás de si dejo mucho del peso que llevaba a cuestas, seguía confundido respecto a sus sentimientos aun lo dividían dos amores, pero se sentía un poco más libre, sus ojos grises brillaban con luz propia, porque a pesar de todo su vida ahora era cálida, estaba conociendo por fin el verdadero amor.
Tenía en mente encontrar a Granger, esperaba que pronto regresara de Hogsmeade, necesitaba hacer algo que debió de haber hecho desde hace ya mucho tiempo.
Cuando llego a la sala de premios anuales, se encontró con la grata sorpresa de que ahí se encontraba Hermione, como siempre en sus manos estaba un gran libro de gruesa pasta y leía ávidamente cada línea, sus ojos se movían rápidamente entre línea y línea gravando cada palabra, se veía concentrada, tanto que no lo sintió entrar al rubio que se quedo unos instantes con la puerta abierta admirándola. Había cambiado el color de su cabello lo que hacía que su color de piel resaltara, su tenue maquillaje hacia que sus ojos hermosos lucieran en todo su esplendor y su ropa marcaba su bien formada figura, pero sin importar su apariencia era la misma chica fanática de la lectura y el estudio.
Al cerrar la puerta la chica levanto la mirada del libro y vio al rubio entrar, le sonrió al verlo, pero noto que algo le había ocurrido no pudo evitar preocuparse, cerró su libro para centrar toda su atención en Draco, sus ojos se notaban un poco inflamados y enrojecidos, tenía la intención de preguntarle pero no le dio oportunidad. Camino hacia ella con aire resuelto, en una mano llevaba el libro de defensa que le había prestado y la otra la llevaba dentro del bolsillo del pantalón. Su rostro se mostraba serio y sus ojos grises la veían fijamente.
-Hermione. -Por primera vez pronuncio su nombre y eso enmudeció al instante a la chica, por lo que permaneció en el sillón sin moverse, viendo sin poder creer como Draco se hincaba a su lado donde estaba sentada, dejando el libro sobre el sillón tomo sus manos con entre las suyas.
-¿Qué te ocurre? -Pregunto desconcertada tartamudeando un poco después de unos segundos.
-Perdóname. -Le suplico Draco mientras sosteniendo sus manos apoyo su rostro en ellas, sintiendo un profundo arrepentimiento y culpa.
-De que hablas Draco, sabes que ya te he perdonado. -Trato de tranquilizarlo Hermione.
-Se que lo has hecho porque eres mucho mejor persona que yo, y a pesar de que no lo merezco te lo agradezco, pero necesito decirte cuanto lo siento. -Draco por fin levanto la vista y se encontró con sus ojos caramelo que lo veían con ternura y preocupación, eso hizo que una calidez cimbrara su cuerpo, y sin dejar de mirar esos hermosos ojos continúo hablando. -Quiero que sepas cuanto lamento todo el daño que te cause a lo largo de estos años, estoy arrepentido de tratarte tan mal sin motivo alguno, siento haber sido un estúpido egoísta lleno de complejos de superioridad, un narcisista presuntuoso y ególatra. Perdóname por descargar en ti mis frustraciones, mi enojo y mi mal entendido orgullo, discúlpame por mis celos insanos hacia ti, porque no entendía como podías ser mejor que yo. Por favor perdóname. -Suplico y agacho de nuevo su rostro sin soltar las manos de la chica.
Hermione sintió mojadas sus manos, Draco lloraba en silencio. Delicadamente libero una de sus manos y caricia con cariño la cabeza del rubio, paso su dedos entre sus cabellos rubios y lo dejo desahogarse un poco antes de contestarle.
-Te perdono. -Dijo al final con voz suave pero firme sin dejar de acariciar con ternura la cabeza del rubio que mantenía su rostro escondido. -De corazón lo hago Draco, levántate por favor. -Le pidió dulcemente y jalo sus manos delicadamente para que se sentara a su lado. Malfoy aun no levantaba la vista del piso, pero se sentó al lado de la chica, tenía miedo de encontrar en el rostro de Hermione resentimiento o reproche, cerró los ojos porque temía enfrentarse con los ojos de la chica.
No esperaba sentir la suave y cálida mano de Hermione limpiar sus mejillas, lo que hizo abrir los ojos con asombro, para después con la misma delicadeza hizo que levantara su barbilla ligeramente para que la mirara a los ojos.
Se encontró con una cálida sonrisa y unos ojos divinos limpios de cualquier signo de reproche, por el contrario lo miraban con ternura y felicidad.
-Sabes, un viejo dicho muggle dice que es de humanos equivocarse y de sabios pedir perdón, y es muy cierto. Todos nos equivocamos, cometemos errores y erramos el camino pero son pocos los que tienen el valor para reconocer sus fallas, pedir perdón e intentar corregirlos, y tú lo has hecho, eso habla muy bien de ti. Yo ya te perdone desde hace mucho, ahora solo falta que te perdones a ti mismo
-Gracias. -Dijo el rubio sin perder de vista los ojos de Hermione, no pudo evitar perderse en ellos y en esa calidez que emanaban.
-No tienes que agradecer Draco, nos sirvió a ambos dar este paso. -Le dijo una sonriente chica que mantenía aun una de sus manos sobre el rostro de rubio.
De repente escucharon que se abría la puerta y eso los hizo saltar, Draco instintivamente termino de limpiar su rostro y escondió su cara tras el libro de Defensa para que no notaran que había llorado, Hermione hizo lo mismo, por lo que cuando Amber entro los vio sentados en el mismo sillón leyendo entretenidos sus libros.
Solo Hermione bajo un poco el libro para saludar a Amber cuando entro, Draco también saludo pero mantuvo el libro levantado frente a su cara. La chica Turpie extrañada saludo secamente y pasó de largo para subir a su habitación, enojada por encontrarlos juntos.
-Ya se fue. -Dijo Hermione cuando vio que subió Amber las escaleras. Draco bajo el libro y sonrió con complicidad.
-¿Pensé que habías ido a Hogsmeade? -Pregunto el rubio tratando de cambiar el tema.
-Así fue pero regrese antes. -Dijo encogiéndose de hombros.
-Se puede saber por qué. -Pregunto con curiosidad
-Tuve una pequeña discusión con Ron y aunque lo solucionamos no tenía muchos ánimos de quedarme. -Las palabras de la chica le provocaron un dolor en el estomago.
-¿Aun son amigos? -Pregunto con cuidado el chico
-Si aunque es difícil por todo lo que paso, pero supongo que poco a poco nos acostumbraremos.
Draco intento disimular su molestia no le agradaba mucho que Hermione siguiera siendo amiga de Ron, porque estaba consciente que ella aun lo quería, y eso lo hacía tener miedo de perderla, aunque el mismo pensaba que como podía perder algo que nunca había tenido, pero que se moría por tener.
En la sala común de Gryffindor estaba Lavender caminando de un lado a otro furiosa, en verdad parecía una leona enjaulada, después de que vio como se abrazaban Hermione y Ron se había acercado para insultar a la chica, pero Ron se lo había impedido, poniéndose frente a ella y exigiéndole que se fuera.
Se sentía humillada y menospreciada por el pelirrojo que le repetía una y otra vez que Granger era mucho mejor que ella. Pero se encargaría de demostrarle que estaba equivocado, ella acabaría con la estúpida de Hermione y después Ron le suplicaría que regresara con él.
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Marcus estaba distraído y un tanto decepcionado, si fue al pueblo era para estar al lado de Hermione, pero nada salió como lo había planeado, desde que Ron se la llevo para hablar a solas sintió los celos apoderándose de él. Cuando regresaron de su plática Hermione se notaba un poco triste y ausente, aunque intentaba mostrarse alegre no lo lograba del todo, por lo que decidió regresar antes al castillo.
Sus intenciones eran acompañarla, pero la chica le pidió que se quedara para que le hiciera compañía a Luna, porque Ron se había quedado en la tienda de Sortilegios Weasley de su hermano George para ayudarle ya que tenía muchos clientes y no se daban abasto.
Luna era agradable, un poco extraña, en su visita al pueblo y mientras tomaba una cerveza de mantequilla le conto de algunas criaturas extrañas que busco junto a su padre las últimas vacaciones y de las que nunca había oído hablar. Y aun a pesar de sus rarezas le parecía una chica simpática con una profunda y marcada inclinación de ser extremadamente sincera hasta provocarle cierta incomodidad. No podía olvidar del todo la plática que habían tenido cuando se quedaron solo, porque Harry y Ginny habían ido a pasear sin ellos.
-Aun no le dices a Hermione lo que sientes por ella. -Le pregunto sin ningún miramiento.
-No siento nada por ella, solo es mi amiga. -Intento mentir
-Mentiroso. -Lo acuso Luna sin perder su típica tranquilidad, mientras Marcus enrojecía al sentir los ojos azules de luna evaluándolo.
-Está bien si me gusta. -Acepto al final cuando supo que no la podía engañar.
-No eres el único interesado en ella y si no se lo dices alguien más podría ganarte su cariño.
-Eso ya lo sé. -Confirmo el chico sintiéndose ridículo al confesarlo.
-Eres muy simpático y guapo, deberías tener más confianza. -Le dijo con su singular vocecilla soñadora. Marcus enrojeció por la vergüenza, como se atrevía esa rubia a decirle esas cosas con tanta tranquilidad. -Supongo que es porque te lastimaron mucho y aun tienes miedo. -Afirmo la rubia con tan seguridad que dejo mudo a muchacho. Luna dio un último sorbo a su cerveza de mantequilla, sin importarle la manera en que la veía Marcus que no salía del shock. -Deberíamos buscar a los chicos antes de que se haga más tarde, aunque supongo que Ginny y Harry estarán muy entretenidos. -Dijo soltando una sonrisilla y se levanto, Marcus solo se limito a seguirla de regreso al castillo.
Al final habían regresado solo con Ron, porque a Harry y Ginny no los encontraron por ninguna parte.
Marcus no dejaba de pensar en Luna y todo lo que había dicho, estaba recostado en su cama con las manos bajo su nuca, meditando sus palabras y esperando la hora de bajar a cenar.
Sabían que Hermione era especial desde el momento que la conoció sintió algo especial por ella, se identificaba y sentía que era su complemento en muchos sentidos, pero a pesar de eso se negaba a participar en los planes de su hermana. Tenía claro que Draco estaba sumamente interesado en ella, pero no concebía la idea de intervenir de esa manera, deseaba ser correspondido sin trucos o trampas.
Aunque no podía dejar de pensar en la posibilidad de perderla y eso le dolía, no se sentía capaz de resistir perder este nuevo sentimiento hacia ella, como perdió a su viejo amor, eso le atormentaba, había encontrado en Granger el consuelo que no había encontrado en nadie más, ella era ahora su fuerza y no estaba listo para dejarla ir.
Su interior se debatía entre intervenir o mantenerse al margen, no era una decisión sencilla y más cuando veía como Draco y Hermione cada vez se llevaban mejor.
Pero todavía tenía la esperanza que su guapa hermana pudiera conquistar a Malfoy para que no se atravesara en su camino. Después de todo ya se habían besado según le conto Amber, así que había buenas posibilidades de que ella tuviera éxito y le dejara el camino libre con Granger.
Aun no había nada definitivo pero le pedía a Merlín ayuda para que no fuera necesario participar en los planes de su hermana.
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Hermione y Draco habían pasado parte de la tarde en la sala común platicando de trivialidades, sobre el colegio, las clases e incluso de Quidditch que no era el tema favorito para la chica, pero aun así resulto ser entretenido.
-Ya es hora de la cena. -Dijo la chica levantándose del sillón.
-Si es mejor bajar. -contesto y la imitándola al levantarse.
-Nos vemos después. -Se despidió y comenzó a caminar rumbo a la puerta, Draco la veía alejarse, no contaba que antes de abrir la puerta la chica girando sobre si misma regreso sobre sus pasos y lo abrazo con ternura, el sorprendido correspondió el abrazo con torpeza, cuando por fin se soltaron ambos tenían las mejillas sonrojadas y una sonrisa se reflejaba en sus rostros. La chica se separo delicadamente y se paró de puntitas para alcanzarlo y besar su mejilla, para después salir aprisa por la puerta.
Tembloroso Draco se dejo caer al sillón con la mano sobre la mejilla, sintiendo su corazón latir con fuerza.
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